26 de juny del 2015

Spielberg on Spielberg: La Lista de Schindler (Schindler's List, 1993)


"Esta es la película con mayor mensaje que he hecho hasta ahora. Se trata de un mensaje muy simple: que algo así no debería volver a pasar jamás. Pero es un mensaje muy cercano a mi corazón."

La figura de Oskar Schindler (1908-1974) se mantuvo en el olvido durante largo tiempo. Nacido en el seno de una familia de los Sudetes alemanes en Moravia, dio sus primeros pasos profesionales en la pequeña fábrica de maquinaria para granjas que regentaba su padre. No permaneció demasiado tiempo dentro de un negocio que no colmaba sus ambiciones así que fue cambiando de actividad mientras su comportamiento habitual se caracterizaba por la vida disoluta, el adulterio, y la incansable pasión por la bebida. Con el auge del nazismo en Alemania, decidió tomar partido por su causa afiliándose al Partido Germano de los Sudetes y convirtiéndose en espía para la Abwehr, el servicio de inteligencia nazi. En esta función, recopiló información acerca de las instalaciones checas de transporte y comunicación, una información que sería relevante en el caso de invasión germana. En realidad, Schindler fue siempre un arribista, nunca tuvo simpatía por ideologías. Lo suyo era aprovechar la situación coyuntural para arrimarse a quien le pudiera conseguir dinero para subsanar su permanente estado de quiebra financiera. Sus actividades le acabaron llevando a prisión por parte de las autoridades checas pero la anexión de los Sudetes al Tercer Reich, en 1938, conmutó esa pena. Schindler fue liberado y el siguiente año pasó a formar parte del Partido Nazi.


Como agente de la Abwehr le fue encomendada la misión de informar acerca de la red ferroviaria de Polonia y el estado de sus fuerzas militares de cara a una futura invasión. Tras la ocupación alemana de Polonia en septiembre de 1939, Schindler se trasladó a Krakovia donde decidió iniciar una aventura empresarial aprovechando de nuevo la coyuntura social y política. Los derechos civiles y las propiedades de los judíos en Polonia estaban empezando a ser requisadas por los nazisSchindler vio en ello una oportunidad de iniciar un negocio aliándose con judíos que hubieran conservado su capital y, en base a la propia situación general, contratar como empleados de su factoría de material de cocina a empleados judíos cuya retribución sería mínima dadas las órdenes oficiales. Su enriquecimiento, con una guerra en plena efervescencia que demandaba constantemente pucheros de cocina, estaba asegurado. Sus contactos de alto nivel en la Wehrmacht le permitieron situarse como el suministrador número uno del ejército y así fue como la Deutsche Emaillewaren-Fabrik (DEF) se convirtió en una referencia de éxito en Krakovia. Con sus más de mil empleados judíos, la fábrica se convirtió en un modelo de productividad. Los trabajadores acudían cada día al trabajo desde el ghetto de la ciudad y posteriormente, con la evacuación del mismo, desde el campo de internamiento de Plaszow, dirigido por un oficial nazi, cruel e inmisericorde, llamado Amon Goeth.


Pero Schindler no era como los demás patrones nazis. Él no seguía ideologías, no creía en el dogmatismo político. Su causa era la de ganar dinero. Además, su carácter abierto y festivo le hacía popular ante toda clase de personas. Su acercamiento inusual a los judíos y los lazos que fue estableciendo con ellos le condujeron irremisiblemente a comprender el horror del Holocausto. Hacía negocios para conseguir productos de primera calidad con Poldek Pfefferberg y se rodeó de un grupo de contables expertos, cuyo cabeza visible era Itzhak Stern, mientras él se dedicaba a trabajar la imagen de la empresa y asegurar su permanencia consiguiendo el beneplácito de los altos mandos alemanes. Su fábrica se fue convirtiendo progresivamente en refugio para los judíos. Lograr una acreditación de trabajador esencial para la DEF era la garantía de supervivencia para ellos pues evitaba su deportación a los campos de exterminio. Los schindlerjuden eran ya un numeroso grupo de unas 1200 personas entre los que se encontraban familias enteras que empezaban a deber su vida a un samaritano involuntario. 

Sin embargo, en el verano de 1944, Schindler tuvo que afrontar una dura prueba para salvar a sus trabajadores. El ejército soviético estaba cercando a los nazis en el frente oriental y éstos tuvieron que afrontar una retirada de Polonia. Los judíos restantes iban a ser deportados a campos de concentración como Auschwitz donde afrontarían una muerte más que segura. Los negocios en Krakovia iban a cerrar pero Schindler decidió implicarse personalmente, por primera vez en su vida, y utilizó la mayor parte del capital obtenido a lo largo de esos años para sobornar a los altos mandos nazis con el propósito de obtener autorización para trasladar su plantilla a Brünnlitz (Checoslovaquia), donde abriría una factoría de material militar. Así fue como se confeccionó la llamada Lista de Schindler, un inventario con más de 1200 nombres que fue elaborado por el secretario personal de Amon Goeth, el también judío Mietek Pemper. Cada nombre iba asociado a una cantidad de dinero que Schindler tuvo que desembolsar ante las autoridades para evitar lo que las disposiciones oficiales determinaban: el traslado de los trabajadores judíos a los campos de exterminio. Pero este proceso no podía ser fácil. Por errores burocráticos, más de 300 mujeres de la lista fueron enviadas a Auschwitz. Schindler tuvo que volver a mover los hilos. Pagó y suplicó para conseguir que finalmente fueran enviadas a Brünnlitz.

Durante sus casi nueve meses de funcionamiento, la nueva factoría fue un modelo de baja productividad, algo con lo que Schindler ya contaba. El objetivo en ese momento era salvar vidas utilizando el pretexto empresarial, no conseguir dinero. De hecho, el dinero tuvo que seguir saliendo de las manos de Schindler puesto que los sobornos continuaron para garantizar que la factoría no se cerrara. Incluso llegó a comprar materiales armamentísticos de otras fábricas para compensar lo poco que salía de la suya. También se aseguró que nunca faltaran provisiones para su gente y tuvo que sobornar a la propia guarnición nazi que vigilaba la instalación. Schindler incluso permitió que sus trabajadores volvieran a celebrar el sabbat y controló la seguridad de las familias y los niños a lo largo de todo ese tiempo mientras contaba con la colaboración de su sufrida esposa, que decidió apoyarle en esta noble causa a pesar de su historial anterior de infidelidades.

Pfefferberg junto a Schindler a principios de los sesenta.

Con el fin de la guerra en Europa, en mayo de 1945, Schindler y su esposa se despidieron de sus trabajadores y huyeron antes de que los soviéticos llegaran y pudieran ejecutarle por pertenencia al Partido Nazi. Los schindlerjuden redactaron un documento que consignaba su buena obra y fundieron un anillo para él cuyo lema interior rezaba: "el que salva una vida, salva al mundo entero". Mientras los judíos fueron liberados e iniciaron una diáspora por diferentes lugares, felices por haber salvado la vida, Schindler logró finalmente llegar a posiciones controladas por norteamericanos. Posteriormente, logró reinsertarse e inició nuevas aventuras empresariales poco exitosas que reforzaron una quiebra económica que le acompañó hasta el resto de sus días. Mantuvo lazos con muchos de sus ex-trabajadores, especialmente con Itzhak Stern y Poldek Pfefferberg, y sobrevivió gracias a sus donaciones durante años. Llegó a ser declarado "hombre justo" por el nuevo estado de Israel y tras su muerte, en 1974, fue enterrado en el cementerio Mount Zion de Jerusalén.

La adaptación al cine de los hechos que rodearon la vida de Oskar Schindler en Krakovia no podría haber sido realidad sin la insistencia y tenacidad de Poldek Pfefferberg (1913-2001). Afincado en el área de Los Angeles, después de la liberación, este schindlerjuden que ahora se llamaba Leopold Page puso todo su empeño en dar a conocer la obra de este héroe anónimo y olvidado. Pero tras fracasar un intento de adaptación fílmica en los años sesenta, pareció desistir hasta que, en 1980, un escritor australiano llamado Thomas Keneally entró en su tienda de Beverly Hills buscando una nueva maleta para su viaje de regreso a casa. Cuando Pfefferberg supo que se trataba de un escritor, le invitó a conocer la documentación que guardaba sobre Schindler. En esas páginas, Keneally vio la posibilidad de contar una gran historia, absolutamente desconocida para el público general hasta entonces. Decidió ponerse a ello y viajó con Pfefferberg a Krakovia para investigar más a fondo. De todo ello surgió un libro titulado "Schindler's Ark" que se publicó en 1982. 

Thomas Keneally junto a Spielberg.

De nuevo, el descubridor de Spielberg y presidente de MCA/Universal, Sid Sheinberg, descubrió el material y le envió a su antiguo pupilo un artículo del New York Times que reseñaba la obra de Keneally. Spielberg quedó absolutamente anonadado al conocer la historia y, por su condición de judío, el contenido de la misma le golpeó emocionalmente. Recordó entonces las historias que sus abuelos le habían explicado acerca de un Holocausto que no vivieron directamente pero que se llevó a muchos de sus amigos. Su interés era desmesurado y apoyó a Sheinberg para que comprara los derechos de adaptación.

Sin embargo, Spielberg no estaba seguro de ponerse al frente por motivos muy internos:
"No tenía la madurez, el oficio o la información emocional para poder absorber el Holocausto de una forma honorable, sin deshonrar la memoria de los supervivientes y especialmente de aquellos que no sobrevivieron."
Decidió que la película debía ser dirigida por alguien con más trayectoria y experiencia en el tratamiento de grandes temas dramáticos. Y así fue como durante los años siguientes contactó con varios directores que siempre respondían de forma negativa. Sydney Pollack consideró que era un reto difícil y polémico mientras que Roman Polanski, superviviente del ghetto de Krakovia cuya madre murió en Auschwitz, también lo rechazó. Spielberg viajó a París y se reunió con él pero Polanski le dijo:
"¿Sabes una cosa? Tengo una historia sobre el Holocausto. Esta no es la historia que quiero contar. Ni siquiera sé cuál es la que quiero contar. Creo que quizás quiera explicar la historia de mi vida, de cuando era un niño en el ghetto de Krakovia y escapé. Necesito contar mi propia historia."
Esa historia que buscaba Polanski es la que acabó encontrando en su película El Pianista (The Pianist, 2002). 

Así que, durante casi diez años, Spielberg fue demorando algo que él sabía, en su interior, que acabaría ocurriendo. Su último intento de traspasarlo fue con su amigo Martin Scorsese, al que él seguía considerando como el mejor director de su generación. Scorsese quedó atraído por el proyecto y aceptó ponerse al frente en 1988. Pero Spielberg seguía sin estar seguro. Creía que estaba dejando pasar una oportunidad única para hacer una película con un gran mensaje universal y en 1990 decidió dar el golpe de timón definitivo: 
"Decidí aprovechar la oportunidad de hacer algo para mis hijos y mi familia acerca del Holocausto."
Así que intercambió proyectos con Scorsese y le pasó el remake de El Cabo del Miedo (Cape Fear) reservándose el papel de productor. Él se hacía cargo del proyecto de Schindler aunque tuvo que dejarlo hasta después del rodaje de Jurassic Park (1993) por expresa petición de Sid Sheinberg. 

En cuanto al guión, Thomas Keneally había escrito un borrador que él mismo asumió como fallido por no ser capaz de comprimir la historia. Tras el paso de Kurt Luedtke (responsable de Memorias de África), llegó la etapa de Scorsese que conllevó la entrada de Steven Zaillian como guionista. Zaillian era un joven libretista con poca experiencia pero su tratamiento de 115 páginas llamó la atención de Spielberg que, sin embargo, le pidió que lo ampliara buscando encapsular más elementos del Holocausto en esta gran historia personal. El punto de inflexión fue cuando ambos hicieron un viaje a Polonia para buscar localizaciones visitando también Auschwitz. El guionista quedó impregnado de un dramatismo que trasladó a un nuevo libreto cuando regresó a casa. Zaillian extendió la historia y ahondó profundamente en ella. Escribió un guión definitivo de 185 páginas que incluía el deseo de Spielberg de mostrar una gran secuencia de crueldad y dramatismo en la evacuación del ghetto de Krakovia.
"La película necesitaba decir mucho sobre el Holocausto, sobre su proceso. El Holocausto fue un guión escrito por Satán. El proceso completo de quitarte tu libertad, de obligarte a llevar una estrella, de obligarte a crear un mercado negro de alimentos dentro del ghetto judío para sobrevivir; la eliminación de los barrios judíos de clase alta y de obligar a todos a vivir en ghettos y después la diseminación de todos ellos en campos de trabajo o directamente a Auschwitz y otros campos de la muerte para su inmediata ejecución. Eran importantes pasos para mostrar al mundo que hubo premeditación y alevosía en el proceso que desembocó en el mayor crimen de la historia moderna, y esto no se podía hacer en una hora y cincuenta y dos minutos ni con un guión de ciento diez páginas." 



Tanto Spielberg como Zaillian coincidieron en la forma de retratar a Schindler. Querían resaltar su vertiente enigmática puesto que, en ningún momento, se representa un punto de inflexión que dispara su cambio entre el hombre práctico, vividor y mujeriego del principio y el ser con enorme conciencia que salva vidas a costa de todo lo que ha logrado. Por contra, la idea era hacer que su cambio fuera gradual y que estuviera presente en actos de crueldad que hicieran salir su naturaleza honorable. Eso favorece a la película ya que al ser un hombre tan a contracorriente de su entorno, preocupado por unas personas que los demás consideran como ganado, el espectador se pregunta si alguna vez esa convicción se va a debilitar y sus empleados podrán sufrir las consecuencias.

Director y guionista se esforzaron por mostrar a un hombre cuyo encanto, en tiempos de guerra, le permitía conseguir cualquier cosa. Alguien dotado de una magia que le convertía en un emprendedor de éxito por única vez en su vida ya que, antes y después del conflicto bélico, sus negocios nunca funcionaron demasiado bien. Pero en ese momento, todo pareció confluir entorno a su éxito personal y gradualmente puso todo ese legado al servicio de la seguridad de sus trabajadores. Porque ante un horror de tal magnitud como el que se estaba perpetrando, ni el más alocado vividor puede reaccionar con tibieza. La estancia en Krakovia hizo salir lo mejor de la personalidad de Oskar Schindler.


Para interpretar a un personaje tan rico en matices no faltaban candidatos. Warren Beatty contactó con Spielberg en cuanto conoció el proyecto y llegó a realizar varias pruebas de cámara. Pero el director no quería eclipsar la película con un actor de renombre que desviara la atención del público sobre lo verdaderamente importante. Esa fue la misma razón que esgrimió ante Universal Pictures cuando Kevin Costner y Mel Gibson se interesaron por el papel. Buscaba a un actor brillante pero algo menos conocido que además pudiera irradiar el encanto arrasador con el que Schindler se ganó el prestigio en Krakovia. Después de ver una representación de Anna Christie en Broadway, se convenció de que había encontrado al hombre indicado: Liam Neeson. En la preparación del papel, Spielberg le mostró a Neeson varios vídeos del que había sido Presidente de Time Warner, Steve Ross, cuyo carisma personal se acercaba mucho a lo que deseaba ver en Schindler.

Para el papel del sádico Amon Goeth, Spielberg contrató al británico Ralph Fiennes tras verle en una nueva versión del clásico de Emily Brontë, Cumbres Borrascosas (Wuthering Heights). El director vio en él la capacidad de pasar de un estado de ánimo a otro con facilidad y también la forma como podía expresar la más cruda frialdad con sus ojos. Fiennes ganó peso para interpretar a Goeth y su caracterización fue tan excelsa que la superviviente Mila Pfefferberg, al verlo, casi se desmayó. El intérprete captó que Goeth era un hombre con una tremenda fractura interior y explotó todo ello en sus intervenciones.


El Itzhak Stern de la película es más relevante de lo que fue en la realidad. De hecho, el guión le sumó actos de varios personajes hasta convertirle en el redactor de la lista. De alguna forma, Stern se convertía en la voz de la conciencia de Schindler, el hombre que sería capaz de reconducir al empresario y apoyarle en momentos de flaqueza. Para este personaje, Spielberg no podía pensar en nadie mejor que el ganador del Oscar por Gandhi, Ben Kingsley. Para dar vida a Emilie, la sufrida esposa de Schindler, el realizador repescó a Caroline Goodall tras su experiencia conjunta en Hook. El reparto no británico estuvo integrado por intérpretes centroeuropeos, israelíes y algún norteamericano de origen judío como la actriz Embeth Davidtz, quien da vida a la estoica criada de Amon Goeth, Helen Hirsch.


Como director de fotografía, Spielberg contrató a Janusz Kaminski ya que necesitaba a alguien apegado al territorio que además le diera un mayor contraste a la luz e imagen de la película. Esta significó la primera etapa de una larguísima colaboración puesto que Kaminski ha sido el responsable de la fotografía en todos las películas posteriores del director.

Aunque podía ser una película de amplísima repercusión, Spielberg dispuso un modesto presupuesto de 22 millones de dólares que era coincidente con el estilo que quería imprimir a la cinta. Su principal objetivo era conseguir el mayor realismo posible y por consiguiente rodó el film sin artificios (ni travellings, ni grúas y tampoco movimientos rápidos de cámara). Se trataría de un formato parecido al documental, con cámara fija o en mano y con solo una toma en steadycam. La decisión de filmar en blanco y negro respondió al hecho de convertir la película en intemporal. De esta forma, el público podía dejarse llevar sin asociarla de forma explícita a una época determinada de producción. El blanco y negro reforzaba el dramatismo y la acercaba a las imágenes que todos tenemos en mente cuando pensamos en el Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. No se dulcificaría nada y el uso del color, en momentos puntuales, se utilizaría como recurso estilístico para reforzar sentimientos. El Holocausto suponía una vida sin luz y el B/N expresaría eso de forma contundente.


El rodaje empezó el 1 de marzo de 1993 en Krakovia (Polonia). El planning establecía 75 días de filmación. El diseñador de producción polaco Allan Starski había realizado un gran trabajo en la caracterización de escenarios cuando el equipo empezó a rodar. Incluso reformó la DEF, instalación que había quedado abandonada desde que Schindler y su plantilla se marcharon en 1944. Starski construyó también el campo de Plaszow y una réplica de Auschwitz cercana al enclave real.
"Estaba bastante seguro de que pasase lo que pasase en Polonia lo podría soportar y pondría la cámara entre el sujeto y yo, y me protegería, ya sabes, creando mi propia distancia estética. E inmediatamente, el primer día de rodaje, eso se rompió." 
Para Spielberg el rodaje fue un auténtico reto a nivel emocional. Durante el mismo, llegó a quebrarse en varios momentos debido a la implicación personal que tenía para él por su condición de judío. Afortunadamente, estuvo acompañado durante toda su estancia en Polonia por su esposa, Kate Capshaw, y sus cinco hijos. Ellos le salvaron cuando las cosas parecían ser insoportables. También le ayudó otra cosa enormemente curiosa: Jurassic Park. Cuando cada semana hacía control y visionado del montaje de su anterior película, ganaba en relativización y se separaba de la cruda implicación que suponía Schindler's List.
"Sin ellos, si no hubiesen venido a estos exteriores, no sé lo que habría hecho. No estoy seguro de haber podido pasar sin tomar tranquilizantes o alguna otra cosa mientras hacía la película. Regresaba a la casa donde vivíamos y alguien me esperaba. Alguien que me hacía tener los pies en la tierra."

El visionado periódico de La Lista de Schindler refuerza la consideración de obra maestra. Hay en ella un simbolismo visual, un lenguaje narrativo apasionante. Cada uno de sus planos tiene una fuerza atroz. Hay momentos de virtuosismo tan destacables que requerirían un artículo de veinte páginas. Sin embargo, quiero reseñar algunos de ellos.

La película se inicia con una familia preparando el sabbat. El cálido color de la vela destila un humo que se funde con el que sale de la chimenea de un tren que espera en la estación de Krakovia. Ese humo enlaza el momento de felicidad de una familia con el destino inmisericorde que esperaba a muchos de ellos en los hornos crematorios de los campos de concentración.  De alguna forma, la lista se inicia metafóricamente desde el primer momento cuando una serie de mecanógrafos empiezan a registrar a los judíos que van llegando a la ciudad.

Poldek Pfefferberg asesoró al equipo durante el rodaje.

El enriquecimiento de Schindler gracias a la máquina de consumo ilimitado que supone la guerra se contrapone también a la expropiación de los recursos de muchos de los judíos. Primero son conducidos al ghetto y aquellos que ya son derivados a los campos no pueden ver como sus pertenencias son esquilmadas y clasificadas al ser sus equipajes escrupulosamente registrados por empleados que, en muchas ocasiones, son también judíos; lo que enfatiza la barbarie. El montaje paralelo de escenas que utiliza Spielberg en varios momentos de la película suele subrayar situaciones opuestas: judíos al ghetto y Schindler ocupando uno de sus pisos, instantes de diversión entre los alemanes y de pánico entre los judíos ante amenazas reales. La vida mostraba situaciones duales muy contrapuestas. Y la emocionalidad intrínseca en todo ello es magníficamente representada por el director.

Uno de los pasajes más contundentes y simbólicos de la cinta se vive durante la evacuación del ghetto de Krakovia, el 13 de mayo de 1943. Schindler y su amante cabalgan juntos disfrutando de un momento de distendimiento. Pero lo que está pasando va mucho más allá de la vida de ojos vendados que muchos practican en la ciudad. Cuando se detienen en la cima de una colina son testigos de la evacuación y eliminación del ghetto. Se trata de un auténtico acto de brutalidad descarnada que es aprovechado para hacer "limpieza" por parte de los nazis. La expresión gráfica de ese episodio no escatima la crueldad desgarradora del momento. Una masacre que continúa esa misma noche con ráfagas de ametralladora que iluminan compartimentos sin luz mientras los soldados siguen buscando a judíos que se hayan ocultado. Durante ese horror, Schindler presencia algo que aún le abre más los ojos:
"Vio a la niña con el abrigo rojo y se preguntó por qué los nazis detenían a todo el mundo y disparaban contra cualquiera que se resistiese excepto a la persona más visible, la que llevaba el abrigo más llamativo, que pedía a gritos que la capturasen y la pusiesen en un camión."

Este hecho no se produjo en la realidad pero es un símbolo de algo que Spielberg quería mostrar. Decidió utilizar el color para ver como el abrigo de la niña era rojo. La vemos pasearse por las calles del ghetto sin ser detenida como si fuera una antorcha iluminando la penumbra. La razón por la que fue en color responde a lo siguiente:
"Lo hice en color porque el Holocausto solo se conocía en círculos muy pequeños pero Roosevelt, Churchill y Eisenhower sabían de ello. Sin embargo, para las altas instancias del gobierno norteamericano y también para las clases dirigentes de la comunidad judía, la salvación de los judíos europeos no era una prioridad de guerra aceptable. Solo hasta haber tomado terreno en suelo europeo se procedería a la liberación pero, mientras tanto, las bombas serían utilizadas contra posiciones e instalaciones militares. Por consiguiente, la niña con el abrigo rojo, caminando calle abajo, simboliza que no se hizo nada para bombardear las líneas ferroviarias alemanas. No se hizo nada para eliminar los crematorios. No se hizo nada para ralentizar el progreso industrializado de la aniquilación de los judíos europeos. Ese era mi mensaje al dejar esa escena en color: el fracaso de los aliados en la paralización del exterminio de los judios europeos."
Ante la certeza de una muerte casi segura, la factoría de Schindler es la única garantía de refugio y protección. El trabajo significa la salvación o, al menos, la posibilidad de alargar algo más la existencia. Resulta macabro hablar sobre todo esto pero era la cruda realidad del momento entre la población judía europea. El trabajo de Itzhak Stern y otros para conseguir que más personas entraran en la DEF, incluso falsificando sus historiales personales para convertir a profesores en trabajadores metalúrgicos con experiencia, acompaña este continuo intento por burlar las directrices de una autoridad nazi ofuscada en la forma de eliminar a judíos ante la constante llegada de más contingentes. La pérdida absoluta de humanidad es una presencia constante en la película.

La confesión de Helen Hirsch ante Schindler es otro momento cumbre que rebosa contundencia desde el más puro intimismo. La revelación de los malos tratos que sufre a manos de Goeth y la reflexión de Schindler acerca de que el comandante tiene sentimientos por ella pero no puede expresarlos por su convicción dogmática, conlleva que ésta explique más momentos crueles que ha tenido que presenciar al estar a su servicio. Helen habla de cosas que no hemos visto en el día a día de la villa de Plaszow y la narración consigue descubrirnos situaciones a través de referencias, de cosas sugeridas. Pero no por ello el sentimiento que se transmite es menos aterrador. La violencia de Goeth se expresa varias veces en la película así como su complejo de Dios a la hora de matar de una forma arbitraria y macabra. Además de sus acciones en los barracones, resulta demencial la forma como, desde su amplio balcón elevado, convierte la instalación en un campo de tiro al blanco cuyo objetivo siempre es el de infundir miedo y humillar a los prisioneros como si fueran menos que ganado. Este uso sádico de la autoridad llega a su extremo cuando llega a deshacerse de uno de sus sirvientes al que parecía haber "perdonado" tras un breve momento de enmienda causado por las palabras de Schindler.



Las situaciones de horror son bastante constantes a lo largo del film pero hay otro instante particularmente llamativo cuando, tras un control médico donde los internos de Plaszow tienen que comparecer en el exterior desnudos, los funcionarios del campo evacuan a la mayor parte de los niños aunque eso implique separarlos de sus familias. Pequeños grupos tratan de ocultarse en diferentes escondites para evitar la deportación. La peor parte se la llevará el pequeño Olek Rosner (Kamil Krawiec) puesto que deberá ocultarse en el interior de las letrinas. Esta secuencia contiene las únicas tomas rodadas con steadycam ya que así se podía seguir mucho mejor al niño en su carrera por ocultarse. La utilización de unas canciones rancias y agrias, reproducidas por un gramófono, mientras los médicos discriminan a los sanos de los enfermos y permiten que se pueda ganar espacio para nuevos reclusos, es una auténtica radiografía del miedo y el temor.

También podríamos hablar de las escenas en Auschwitz y la forma como Spielberg muestra el diferente destino que correrán las mujeres de Schindler respecto a otros grupos que se encaminan hacia una instalación con una gran torre humeante. Pero todo nos lleva a la conclusión de que se trata de una obra maestra de la cinematografía moderna. Un título que impacta y atrae de principio a fin, a pesar de la fortaleza de su contenido. No hay nada superfluo, es como un concierto de una orquestra sinfónica donde todas las piezas encajan dentro de un engranaje perfectamente acoplado. Su extensa duración no resulta un impedimento sino que es una oportunidad para contemplar un argumento sólido en toda su globalidad y complejidad. El epílogo recupera el color para mostrarnos a los schindlerjuden vivos mientras realizan un homenaje simbólico ante la tumba de Oskar Schindler en Jerusalén. Los actores acompañan a sus homónimos en la realidad mientras que Liam Neeson aparece en la última toma depositando un par de rosas sobre el sepulcro.


La Lista de Schindler se estrenó en Estados Unidos el 15 de diciembre de 1993 y llegó a las carteleras del resto del mundo durante el primer trimestre de 1994. Las reacciones entre la crítica fueron de alabanzas casi unánimes. Aquellos que criticaron su exceso de emotividad no comprendieron cual era el objetivo de la película ni la necesidad de que el cine haga aflorar sentimientos en el espectador para canalizar mejor su mensaje. La opinión de los supervivientes era lo que más importaba a Spielberg y entre éstos no hubo dudas a la hora de aprobar un argumento que, por razones obvias, solo podía tratar un pequeño episodio del Holocausto.
"A muchos de los supervivientes que se atrevieron a ver Schindler's List, la película les sacó muchas cosas que tenían dentro. No les habían explicado a sus hijos y a sus nietos nada sobre aquello de lo que estaban huyendo, sobre lo que habían pasado en el Holocausto. Pero sí dijeron... si veis Schindler's List no es tan malo como lo que me pasó a mí, pero os dará una pequeñísima idea de lo que pasé." 
Otro apartado extremadamente significativo de la película es, obviamente, su banda sonora. Una vez realizado el montaje definitivo junto a Michael Kahn, Spielberg le mostró el resultado a John Williams. Sorprende como uno de los mejores compositores de la historia del cine mostró su faceta más humilde cuando le dijo al director: "necesitas a alguien mejor que yo para esto". El realizador respondió, en tono jocoso: "lo sé, pero están todos muertos". Evidentemente, el trabajo era exigente pero la magia de Williams volvió a funcionar coronando la partitura con un tema principal que conecta intrínsecamente con el contenido. La presencia del violín era imprescindible para remarcar el tono y la cadencia. Y no bastaba con los arreglos habituales, se necesitaba a un virtuoso que elevara a la máxima potencia el sentimiento que impregnaba la música. Williams contactó con uno de los mejores, el violinista israelí Itzhak Perlman. Su implicación con el material pareció impulsar aún más a Perlman porque su interpretación es prodigiosa. Pero la partitura dispone también de otros momentos magistrales que incluyen la presencia de coros, canciones tradicionales judías, y una interpretación espléndida del main theme, con dominio del piano, en los títulos de crédito finales.

Con una recaudación en taquilla que superó los 322 millones de dólares en todo el mundo y la aclamación general en los Globos de Oro y los BAFTA, Spielberg acudió a la gala de los Oscar con 12 nominaciones para su película. Parecía que esta vez sí era la definitiva puesto que una cinta que trataba sobre el Holocausto y el genocidio judío tenía todas las cartas para conquistar a los académicos. Las previsiones no fallaron y Schindler's List se llevó siete estatuillas que incluyeron mejor fotografía (Janusz Kaminski), montaje (Michael Kahn), banda sonora original (John Williams), dirección artística (Allan Starski y Ewa Braun), y mejor guión adaptado (Steven Zaillian). Pero los momentos cumbre sucedieron cuando Clint Eastwood pronunció el nombre del mejor director y Harrison Ford el de mejor película. Después de tres nominaciones y su ausencia como finalista con El Color Púrpura, Spielberg podía alzarse con el Oscar al mejor director e instantes después culminar su emoción cuando su amigo Harrison Ford le entregaba una segunda estatuilla. Kathleen Kennedy era productora ejecutiva en esta ocasión así que el honor fue compartido con Gerald R. Molen y Branko Lustig, un superviviente del Holocausto que estuvo preso en Auschwitz y Bergen-Belsen y que tenía un pequeño cameo en la película como el maitre del principal club nocturno de Krakovia. Siete años después, Lustig volvería a ganar el Oscar por la producción de Gladiator.


Liam Neeson y Ralph Fiennes, también nominados, perdieron frente a Tom Hanks y Tommy Lee Jones, respectivamente, pero Schindler's List obtuvo el reconocimiento que se merecía. Aupado por ese éxito y deseoso de hacer algo más para la comunidad judía, Spielberg creó la Survivors of the Shoah Visual History Foundation que, durante los años siguientes, se dedicó a recopilar más de 52.000 testimonios de supervivientes que posteriormente se procesaron en una base de datos accesible por parte de escuelas e instituciones educativas.