5 d’agost del 2015

Recordando a Marilyn Monroe



Nacida como Norma Jeane Baker Mortenson el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles (California), Marilyn Monroe fue el icono de una etapa en el cine de Hollywood que reflejaba la época de ese momento: grandes producciones con grandes estrellas, argumentos cada vez más osados, ostentación de poder, dinero y lujo, todo ello acompañado cada vez de manera más frecuente de la voluptuosidad femenina que había estado censurada hasta no hacía mucho. Cada vez eran más las mujeres que, con sus sinuosas curvas y actitud descarada, hasta desafiantes incluso, se hacían con papeles protagonistas más trascendentales en los rodajes que se llevaban a cabo.

En el caso de Norma, su carácter extrovertido (aunque quienes la conocían aseguraban, precisamente, lo contrario llegando a afirmar que si se mostraba en público de una manera tan desinhibida era porque en su vida privada era muy insegura), aparentemente siempre alegre y capaz de hablar de temas escandalosos hicieron que la personalidad de la malograda actriz se convirtiera finalmente en mito, convirtiéndola en un símbolo sexual que ha perdurado hasta el día de hoy.

Aunque pudiera parecer lo contrario por su carácter aparentemente ligero, la actriz estadounidense no tuvo una vida fácil, explicándolo ella misma repetidamente a lo largo de los años. Su falta de apego paternal (su madre, Gladys Baker –montadora de negativos en Consolidated Film Industries-, nunca le dijo quién era su verdadero padre), sus posibles maltratos (y hasta abusos, según fuentes de la época), la desestructuración familiar de la que siempre se lamentaba y la pobreza en la que vivió sus primeros años hicieron mella en una joven que ignoraba el exitoso camino que la esperaba en uno de los ambientes más lujosos y poderosos del mundo: la Meca del Cine.

La pequeña Norma junto a su madre.

Incapaz de sustentar a una hija debido a la precariedad económica en la que vivían, su madre la dejó al cuidado de un matrimonio amigo suyo hasta los siete años, edad en la que se la pudo llevar, finalmente, a vivir con ella. Pero la felicidad no duró demasiado para Norma Jeane ya que, un año más tarde, su madre fue diagnosticada e internada por esquizofrenia paranoide, enfermedad que Marilyn creyó, años después, que había heredado debido a sus múltiples depresiones. Para ella, su pasado familiar era una carga  muy elevada que siempre la acompañaba y no dejaba que fuera feliz del todo, como explicó en multitud de ocasiones. Ella misma afirmaba que no decía la verdad cuando le preguntaban al respecto: “Solía contar mentiras en las entrevistas: básicamente acerca de mi madre y de mi padre. Decía que mi madre había muerto… y que mi padre se encontraba en algún lugar de Europa. Mentía porque me avergonzaba que el mundo supiera que mi madre estaba en un instituto psiquiátrico… y que había nacido “fuera del matrimonio” y nunca hubiera oído la voz de mi padre”.

A partir de ahí, la infancia y la adolescencia de Marilyn fueron el inicio de su atormentada vida adulta posterior debido a los múltiples cambios de hogar que hicieron mella en su estabilidad emocional: desde la adopción breve de sus abuelos a su paso por varias familias de acogida (se comentó que en una de ellas, a los ocho años, fue violada por el cabeza de familia y por uno de los hijos de éste) para, finalmente, acabar ingresando en un orfanato a los nueve años en el que ya empezó a trabajar como ayudante de cocina. A los 12 años, Marilyn se enteró de que tenía una hermana mayor por parte de madre, Bereniece, hermana con la que tuvo una estrecha relación hasta su muerte.

Cuando contaba 16 años de edad y cansada de estudiar, encontró empleo en una planta de construcción de aviones en la que conoció al mecánico James Dougherty, de 21, que se convirtió en el primero de los tres maridos que tendría en total y con el que estuvo casada cuatro años. En 1942, cuando EEUU entró de lleno en la Segunda Guerra Mundial después del ataque a Pearl Harbor por parte de los japoneses, Dougherty se enroló en la marina y fue enviado como instructor a la Isla de Santa Catalina (Los Ángeles) para después partir hacia Australia. En ese momento, Marilyn se fue a vivir a casa de su suegra y trabajó con ella en una fábrica de municiones: la Radio Plane de Burbank. Fue allí donde un fotógrafo de modas la retrató en su puesto de trabajo, sin saber que había descubierto al gran icono del siglo XX.




Gracias a esas fotografías, sus inicios artísticos fueron como modelo fotográfica en 1945 bajo la tutela de la agente Emmeline Snively, lo que más tarde le permitiría que un cazatalentos se fijara en ella para empezar a obtener pequeños papeles en la Twentieth Century Fox, a partir de 1947. Fue Snively quien le aconsejó teñirse de rubio platino para cambiar su color castaño original. Con ella, protagonizó diversas campañas publicitarias, siendo las más recordadas las que realizó para anunciar trajes de baño. El 26 de agosto de 1946, había adoptado legalmente el nombre artístico de Marilyn Monroe: "Marilyn" en honor a la actriz Marilyn Miller y "Monroe" en recuerdo a su madre, pues era su apellido de soltera.

Paralelamente, y gracias a los beneficios que obtenía, se apuntó en la prestigiosa academia Actor’s Lab de Hollywood y asistió a cursos de Literatura en la Universidad de Los Ángeles (UCLA) para ir perfeccionando su formación de arte dramático.

Como decíamos unas líneas más arriba, su cada vez más famoso rostro hizo que el magnate Howard Hughes (propietario de la RKO, legendaria compañía cinematográfica) le ofreciera hacer pruebas ante una cámara pero ella rechazó la oferta ya que la Twentieth Century Fox le hizo una oferta para interpretar pequeños papeles de reparto, en los que no estuvo suficientemente acreditada y en los que, incluso, hasta se llegó a cortar la secuencia en la que ella salía (como sucedió en Scudda Hoo! Scudda Hay!, de Frederick Hugh Herbert). Años después, ella misma recordó estos inicios: “Una parte de mi espalda es visible en un plano pero nadie lo supo aparte de algunos amigos”.

Un año más tarde, la Fox no le renovó el contrato, lo que hizo que Monroe se fuera a trabajar con la Columbia, en un contrato muy parecido al anterior. Con ellos actuó en la comedia musical Ladies of the Chorus (1948), de Phil Karlson, en la que interpretaba a una bailarina de striptease que cantaba dos canciones. En 1949, participó en la penúltima película de los Hermanos Marx, Love Happy de David Miller.


Aunque con papeles modestos, Marilyn se fue forjando cada vez más una trayectoria lenta pero segura, con halagos hacia sus dotes interpretativas. Así lo vieron en la productora Metro Goldwyn Mayer, con los que hizo el breve papel de Ángela (importantísimo para su futuro inminente), la amante del gángster al que traicionaba en la película de John Huston, La Jungla de Asfalto (The Asphalt Jungle, 1950). Gracias a este papel que marcó un punto de inflexión en su carrera, Joseph L. Mankiewicz reparó en ella y le ofreció participar con un papel secundario pero prometedor en la legendaria Eva al Desnudo (All About Eve), de 1950. Con este papel, se empezó a crear el estereotipo sexual que la acompañaría para siempre.

Un año antes, Marilyn protagonizó una campaña fotográfica de imágenes “pin-up”, desnuda sobre unas sábanas rojas. Algunas de las imágenes fueron utilizadas ese año para un calendario y, en concreto, para ser portada de la revista Playboy en uno de sus números en el año 1953, lo que ya acabó de catapultarla hacia su inminente estrellato aun cuando ella no lo tenía tan claro: “Exactamente cuando empezaba a llegar al público por la puerta grande, me llegaron noticias de que mi “calendario desnuda” iba a salir al mercado como una novedad de Marilyn Monroe. Consideré que esto me haría regresar al anonimato. Un escritor se rió de mis lágrimas: “El calendario al desnudo te pondrá en órbita con el mayor estruendo que la ciudad haya oído en años”Y así fue. A partir de ahí, su ascensión se volvió meteórica. 



Dentro de sus primeras incursiones modestas en la gran pantalla, hubo una en la que destacó especialmente: la de la niñera perturbada Nell Forbes en la película de intriga Niebla en el Alma (Don’t Bother to Knock, 1952), de Roy Ward Baker. Las críticas de la época elogiaron su trabajo, del que se dijo que había sido espléndido y que poseía excelentes dotes dramáticas.

A continuación, y permitiendo que siguieran aumentando estas inmejorables críticas hacia sus interpretaciones, participó en la comedia de enredo Me Siento Rejuvenecer (Monkey Business, 1952) de Howard Hawks, junto a los grandes actores del momento Cary Grant y Ginger Rogers. 

Pero fue al año siguiente, en 1953, cuando Marilyn rodó tres películas en las que su intervención tuvo una gran importancia: Niagara, de Henry Hathaway, Los Caballeros las Prefieren Rubias (Gentlemen Prefer Blondes), de Howard Hawks, y Cómo Casarse con un Millonario (How to Marry a Milionaire), de Jean Negulesco. Tanto con la primera (un thriller en el que sustituyó a Anne Bancroft), con la segunda (comedia musical) y con la tercera (comedia de situación), la actriz demostró que tenía talento y que era, además, una buena cantante y bailarina, sin olvidar mencionar que ya se codeaba con grandes estrellas, como Joseph Cotten, Betty Grable y Lauren Bacall. Gracias a estos tres trabajos, Marilyn Monroe ganó el Globo de Oro en la categoría de mejor actriz en 1954.


Con Jane Russell en Gentlemen Prefer Blondes.

Como ella misma afirmó: “El éxito me llegó de manera repentina. Sorprendió más a mis directivos que a mí. Incluso cuando había actuado en papeles secundarios en unos pocos filmes, todas las revistas de cine y los periódicos empezaron a publicar mi fotografía y a concederme comentarios. Finalmente, formé parte de “Los Caballeros las Prefieren Rubias” y, más tarde, de “Cómo casarse con un millonario”. Me gustó hacer estos filmes. Me gustaba el hecho de que fuera un elemento muy importante a su conversión en grandes éxitos económicos y que mi estudio recaudara una fortuna, a pesar de que el jefe consideraba que no tenía fotogenia”.

Parecía que la carrera profesional de la actriz estaba bien encarrilada y le esperaba un gran futuro en el sector cinematográfico; su conversión en una de les estrellas más rutilantes del panorama hollywoodiense en menos de un año así lo parecía demostrar.

Con Joe DiMaggio el día de su boda.

A raíz de ello, su vida personal también pareció que fuera a mejor ya que, ese mismo año, contrajo matrimonio con el mítico jugador de béisbol Joe DiMaggio, cuya fama era comparable a la de las estrellas del cine. El evento fue cubierto por muchos medios de comunicación de la época y se convirtió en un gran acontecimiento social. Sin embargo, no pudo acabar como un cuento de hadas ya que, tan solo unos pocos meses después, la actriz y el deportista se divorciaron. Desde entonces, Marilyn estuvo buscando constantemente esa estabilidad emocional que tanto le faltaba en su vida personal. De los tres maridos de la malograda actriz, siempre se sostuvo en su círculo de amigos que DiMaggio fue el hombre al que realmente llegó a querer de verdad.

Un tiempo después, Marilyn afirmó lo siguiente, dejando ya constancia de que la tristeza que la había marcado de pequeña no dejaba de acompañarla: “Me encantó el aumento que finalmente recibí (después de haber rodado Los Caballeros las Prefieren Rubias y Cómo Casarse con un Millonario), con lo que mi sueldo llegaba a mil doscientos dólares por semana, más del que había ganado hasta entonces en seis meses. Tenía trajes, fama, dinero, un futuro y toda la publicidad que pudiera soñar. Incluso tenía algunos amigos. Y siempre había un idilio en el aire. Pero, en vez de sentirme feliz, empecé a sentirme deprimida y finalmente desesperada. De repente, mi vida me pareció tan errónea e insoportable como lo había sido en los primeros días de mis primeras desesperaciones”.

Río Sin Retorno (River of no Return)

Si 1953 fue todo un éxito profesional, de 1954 no se puede decir lo mismo. Participó en dos proyectos sin demasiada trascendencia donde no destacó especialmente: en el curioso western dramático Río sin Retorno (River of no Return), de Otto Preminger, y en la comedia musical Luces de Candilejas (There’s no Business Like Show Business), de Walter Lang. Ni la aparición de Robert Mitchum, Rory Calhoun, Tommy Rettig y Murvyn Vye en la primera de ellas pudo dar cierto calibre de calidad a la interpretación de la actriz y la cinta tuvo malas críticas y peores resultados financieros. Lo que sí se consolidaba era la imagen de la actriz: rubia, sensual, melena ondulada corta y curvas generosas que tanto se generalizó a partir de ese momento (de hecho, los famosos cuadros de Andy Warhol sobre Marilyn se basaron en una imagen promocional de Río sin Retorno). Posteriormente a estas dos filmaciones, la actriz rechazó rodar con Frank Sinatra por no gustarle el argumento de la película que debían rodar juntos (“¿De qué servía ser una estrella si tenías que interpretar algo de lo que te avergonzabas?”) y por considerar que su sueldo era muy bajo. Como represalia, el estudio la suspendió de empleo por un tiempo en el que se mantuvo alejada de la interpretación aunque lo sustituyó por presentaciones en Japón para animar a las tropas estadounidenses.

Paralelamente a su ascendencia en el firmamento de Hollywood (aún a expensas de estos títulos no tan notables), su vida personal no estaba yendo como a la actriz le hubiera gustado que fuera. Desde su divorcio de DiMaggio, Marilyn quiso demostrar desesperadamente que era algo más que una cara bonita y unas curvas voluptuosas alejándose de la imagen de sex-symbol que, paradójicamente, tanto la hacía triunfar. Algo de lo que se quejó en distintas ocasiones: “No les importas nada como actriz. Puedes ganar una fortuna con sólo vibrar ante la cámara. Ahora veo por qué rechazan verte como actriz: les eres más valiosa como estimulante sexual y todo lo que quieren de ti es sacar dinero fotografiando tus vibraciones eróticas”.   

Siempre aseguró que jamás aceptó ninguna propuesta deshonesta por parte de ninguno de los ejecutivos de las productoras, aun sabiendo que ello le hubiera permitido una ascensión más rápida y mejores papeles en los inicios de su carrera. Si en las películas su alter ego siempre era motivo de atracción por parte de hombres poderosos e influyentes gracias a su cuerpo e inocente encanto, en la vida real nada más lejos de la verdad.

Junto a Lee Strasberg en Nueva York.

Pero Marilyn, tenaz y trabajadora incansable, siguió invirtiendo en su preparación como profesional al acudir al prestigioso Actor’s Studio de Nueva York en 1955 para tomar clases con Lee Strasberg, gracias al cual la actriz estudió la técnica del psicoanálisis con el fin de conocerse mejor a sí misma para, después, poder dar todo de sí a nivel interpretativo. La figura de Strasberg fue muy importante para ella, ya que le dio el apoyo emocional que ella tanto necesitaba y le posibilitó que perfeccionara la técnica en las obras de teatro Un Tranvía Llamado Deseo, de Tenessee Williams, y Anna Christie, de Eugene O’Neill. Pero las malas lenguas en contra de su persona no paraban de acecharla y se llegó a decir en determinados círculos que estos detalles por parte de Strasberg no eran, sino, otro ejemplo más de la irrefrenable atracción que ejercía sobre los hombres y lo que eran capaces estos de llegar a ofrecerle con tal de tenerla a su lado.

En 1955 protagonizó La Tentación Vive Arriba (The Seven Year Itch, de Billy Wilder) y, en 1956, Bus Stop (de Joshua Logan). A pesar de que sus actuaciones fueron estupendas, el gran público era incapaz aún de verla como la actriz que estaba demostrando de sobras que era. Seguía fijándose, en cambio, en la imagen que la tendría encasillada eternamente: la de rubia sensual y no demasiado inteligente que despertaba pasión en figuras masculinas fuertes y hasta paternales.


Con Tom Ewell en La Tentación Vive Arriba (The Seven Year Itch).

Gracias a La Tentación Vive Arriba (adaptación de la obra teatral del mismo nombre), Marilyn obtuvo además el Premio BAFTA. En general, la película obtuvo un gran éxito comercial ya que recaudó más de ocho millones de dólares. Desgraciadamente, esta producción también tuvo su cara negativa ya que ayudó a que el matrimonio con DiMaggio finalizara al estar ella proyectando continuamente una imagen provocativa que él no podía soportar.

Fueron también legendarios los problemas que daba en los rodajes como consecuencia de un carácter inestable y emocionalmente muy sensible. Si bien es cierto que Marilyn tuvo una infancia que la marcó en ciertos aspectos afectivos, también lo fue que su lucha por seguir avanzando cada vez con paso más rápido era digno de elogio y de admiración. No obstante, fueron tantas las burlas que se hacían de ella desde sus propios compañeros hasta algunos directivos, unido todo ello a la gran presión a la que era sometida una estrella de este calibre, que pronto todo empezó a hacer mella en la actriz. Su comportamiento era cada vez más problemático en los rodajes haciendo que tanto actores como directores de renombrado prestigio afirmaran que su ego, su inmadurez, sus caprichos, su impuntualidad, sus excusas para intempestivas ausencias y sus altibajos emocionales eran motivos por los que no querían volver a trabajar con ella. Todo ello no hizo otra cosa que provocar que la actriz sufriera con más asiduidad episodios depresivos que la obligaban a estar ingresada por pequeños períodos de tiempo en clínicas especializadas.

Marilyn llegó a explicar por qué no acababa de encajar en Hollywood: “Tengo muchos hábitos sociales malos. Invariablemente, llego tarde a las citas, en ocasiones con un retraso de dos horas. El motivo es el siguiente: cuando debo ir a algún sitio, me quedo tendida en la bañera una hora o más. Llega la hora de la cita y todavía sigo en la bañera. Voy echando perfumes en el agua y dejando que se vacíe la bañera y llenándola otra vez con agua limpia. Olvido que es la hora en que he quedado con alguien. Sigo pensando y sintiéndome muy lejos. A veces sé por qué hago esto: no es Marilyn Monroe la que está en la bañera, sino Norma Jean. Ésta, solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis u ocho personas. Ahora puede bañarse en un agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma no tenga nunca suficiente agua limpia que huela a verdadera colonia. Y, cuando salgo de ella, me paso mucho tiempo restregándome cremas por la piel. Me gusta hacerlo; a veces pasa, tranquilamente, otra hora. Cuando empiezo a vestirme lo hago con lentitud porque me hace feliz llegar tarde: sé que me están esperando porque están deseosos de verme. Eso me hace feliz porque antes nadie nunca buscaba a la pequeña sierva…ni siquiera su madre”. 

Marilyn siguió luchando para hacer que los periodistas se fijaran en sus aptitudes intelectuales y en qué lecturas le gustaban y la motivaban a pensar de una manera u de otra pero no conseguía nada más que no fueran entrevistas prototipo que seguían alimentando la fama de rubia tonta que tan arraigada tenía. Fue en esta época cuando la actriz pronunció frases célebres como la de que ella solo se acostaba con unas gotas de Channel nº5 o que nunca usaba ropa interior, afirmaciones que aumentaron aún más esa fama superficial de la que tanto huía, aunque es muy probable que las mencionara con ironía como ataque a esos sectores que tan estereotipada y encasillada la tenían.


Con el laureado dramaturgo y escritor Arthur Miller.

Un año y medio después de su ruptura con DiMaggio, Marilyn se casó con el dramaturgo Arthur Miller, por lo que la actriz tuvo que convertirse al judaísmo. La boda, celebrada en 1956, fue aún más sorprendente que la anterior ya que Miller era un escritor y dramaturgo serio, de la élite intelectual judía y de posiciones ideológicas claramente de izquierdas, todo ello en una época en la que estas formas de ser y de pensar no eran muy bien vistas. La boda estuvo salpicada por el triste suceso de que una de las periodistas que acudieron al lugar del enlace para inmortalizar el evento, murió como consecuencia de la persecución que llevó a cabo para fotografiar a los novios.

El hecho de ver un hombre de estas características casarse con una mujer que era considerada superficial, frívola, sin ideas propias y que aparecía en las portadas de la prensa amarilla no fue demasiado entendido en la sociedad de la época y les auguraron un fracaso cercano. Ciertamente, Marilyn no encajó en el exclusivo círculo de intelectuales neoyorquinos de Miller ya que su forma de ser desenfadada e ingenua fue recibida con desprecio y ninguneo hacia alguien a quien consideraban con muy poca cultura y el antítesis de su marido, hecho que produjo que se distanciaran progresivamente y se acabaran divorciando en 1961.

A este hecho fatídico para ella se le sumaron los recelos que despertó en el sector empresarial de Hollywood cuando fundó su propia productora, la Marilyn Monroe Productions.

Harta de ser objeto de burla, de maltrato verbal y del desprecio que recibía continuamente por parte de aquellos que estaban muy lejos de entenderla, Marilyn viajó a Gran Bretaña en 1957 para protagonizar y producir ella misma El Príncipe y la Corista (The Prince and the Showgirl), versión más cruda y dramática de sus intervenciones en Los Caballeros las Prefieren Rubias y Cómo Casarse con un Millonario. El director del proyecto y partenaire en la filmación era, nada más y nada menos, que Laurence Olivier, uno de los mejores intérpretes de la historia. El rodaje fue angustioso para ella (hasta el extremo de sufrir un aborto espontáneo que la llevó a volver a recaer en sus adicciones) y no estuvo exento de los problemas ya habituales en las filmaciones en las que trabajaba: retrasos, pastillas y alcohol reafirmaron que, trabajar con ella, no le gustaba a casi nadie. Aunque la crítica especializada fue tajante con el resultado de la película, sí es cierto que se alabó la interpretación de ella, llegando a asegurar que su espontaneidad y encanto eclipsaron al mismísimo Olivier. Tanto fue así que ganó en Italia el Premio David de Donatello a la “mejor actriz extranjera” y estuvo, nuevamente, nominada al BAFTA como mejor actriz. Pero, desgraciadamente, a partir de este momento se puede considerar que la trayectoria de Monroe (así como su vida personal) empezó el inicio de su declive.

Después de su experiencia con los ingleses, Marilyn volvió a tener constantemente problemas de inseguridad que afectaron a su carrera cinematográfica (los estudios cada vez eran más reacios a contratarla aun cuando su popularidad estaba en todo lo alto), además de un matrimonio que ya no funcionaba. Continuas depresiones, adicciones cada vez más acentuadas a las pastillas y al alcohol e ingresos en clínicas o sanatorios sucedían con más asiduidad.

El trío protagonista de Some Like It Hot: Tony Curtis, Marilyn Monroe y Jack Lemmon.

Dos años más tarde, en 1959, Marilyn rodó la que sería una de sus más icónicas películas, Con Faldas y a lo Loco (Some Like it Hot), en la que Billy Wilder supo otra vez sacar el lado más cómico de la actriz. Esta mordaz e inolvidable comedia versada en el amor (y que hacía un primer paso en tratar el tema de la transexualidad) fue, no obstante, un auténtico suplicio para los demás: Wilder dijo en sus memorias que fue la experiencia más traumática de su trayectoria profesional al tener que hacer frente constantemente al carácter imprevisible de ella, a su impuntualidad o a tener que repetir hasta 65 veces una toma en la que ella solamente tenía que decir una frase. Todo ello no restó la complicidad de Marilyn con el elenco masculino protagonista, Tony Curtis y Jack Lemmon, que hizo que finalmente la película tuviera un final más que satisfactorio y le diera a ella, en 1960, el Globo de Oro en la categoría de “mejor actriz de comedia o musical”. Aunque como siempre suele suceder en las grandes producciones, hubo otra versión de la realidad de la película y es que las malas lenguas de la época aseguraban que su relación con Curtis no era lo buena que se pretendía hacer creer a raíz de un embarazo surgido de un escarceo entre los dos, embarazo que volvió a perder con otro aborto espontáneo. Aún así, la cinta estuvo nominada a cinco premios Oscar.

Ese mismo año, Marilyn rodó, a las órdenes de George Cukor, El Multimillonario (Let’s Make Love), película romántica en la que una chica humilde con voluntad de superación personal se enamora de un hombre rico. La historia tenía un mayor acento dramático, sello indiscutible de su director. El rodaje se retrasó por el estado deteriorado de la actriz y porque, a petición suya, pidió que el guión fuera reescrito por Miller. Los cambios que hizo el dramaturgo provocaron que importantes actores de la época como Cary Grant, Charlton Heston, Yul Brynner y Rock Hudson se negaran a  hacer el papel protagonista. Finalmente, el papel recayó en el cantante y actor francés Yves Montand, con el que se dijo que la actriz tuvo un breve romance que no llegó a más ya que el actor volvió con su mujer, la también actriz Simone Signoret.

Paralelamente a todas estas experiencias de la actriz en su carrera profesional, su evolución a nivel personal seguía siendo caótica y llena de soledad aun cuando siempre estaba rodeada de personas, muchas de ellas por simple interés económico o bien por interés puramente sexual.


Una de las mejores fotos de la segunda mitad del siglo XX. Desprende un gran significado.

En medio de ellas, la aventura sentimental que Marilyn empezó a finales de los 50 con el senador y candidato a presidente, John F. Kennedy, fue la más escandalosa conocida hasta el momento y la que más sospechas generó acerca de su muerte. Desde motivos que abarcan su deterioro natural hasta desembocar en el suicidio (después de una vida llena de antidepresivos y alcohol con abundantes crisis emocionales) hasta su supuesto asesinato por ser considerada un peligro político (ya que conocía secretos de estado gracias a sus citas con el presidente) lo cierto es que, 53 años después, aún se desconocen las verdaderas causas de su trágica muerte. Y, aunque en el informe forense conste el suicidio como la causa de su muerte, muchos son los que se negaron desde un principio a creerse este veredicto.

Su última película rodada, Vidas Rebeldes (The Misfits, de John Huston), está considerada por muchos críticos como la mejor interpretación de la actriz. En ella (que contaba con el guión de su aún marido Arthur Miller, que lo escribió expresamente para ella), se reunió a un elenco inolvidable de la época: la propia Marilyn, Clark Gable, Montgomery Clift, Eli Wallach y Thelma Ritter. Esta magnífica producción de Huston, filmada en el desierto de Nevada, emotiva y dura a la vez sobre unos perdedores que luchan por encontrar el lugar donde encajar, fue la última que escribió Miller para la que era aún su esposa ya que el divorcio llegó el 21 de enero de 1961, una semana antes de su estreno. El papel de la actriz, el de la divorciada Roslyn Taber (plagado de situaciones, diálogos y momentos de la vida real de la actriz), fue galardonado de nuevo con el Globo de Oro de 1962. A pesar de tener motivos para estar feliz, el estado anímico de la actriz no era bueno: faltaba con frecuencia al rodaje durante las primeras semanas, no podía concentrarse en sus textos y consumía grandes cantidades de fármacos y de alcohol porque le costaba dormir. Todo ello derivó en que, un mes más tarde de haber empezado el rodaje, Marilyn fuera hospitalizada de urgencias en Los Ángeles durante diez días ya que su estado, según los médicos, “estaba al borde de la muerte”, aunque no especificaron detalles del mismo. Finalizada la hospitalización, regresó a Nevada para acabar la película. A su vuelta a Nueva York, al acabar el rodaje finalmente, la actriz se refugió en casa de su amigo Strasberg, donde encajó que la cinta tuviera malas críticas pero que tanto su actuación como la de Gable fueran consideradas excelentes. En una entrevista posterior, Huston dijo que la actriz sacó de dentro de sí misma todo lo que pudo para poder crear un personaje único y extraordinario ya que carecía de técnica de actuación. Afirmó que lo que se veía en la película era la Marilyn de la vida real.


Junto a Montgomery Clift y Clark Gable en The Misfits.

La estrella seguía sumando premios y méritos por sus trabajos. Su carrera seguía avanzando pero, desgraciadamente, el proyecto de Cukor titulado Something’s Got to Give se vio truncado al fallecer la actriz durante el rodaje del mismo.

En esta película, Marilyn compartía protagonismo con Dean Martin. Ya al inicio se encontraba bastante mal, con fuertes sinusitis, bronquitis y síntomas cada vez más evidentes de inseguridad, lo que parecía presagiar su triste y cercano final. Con esta producción, la Twentieth Century Fox confiaba sanear su economía ya que la empresa había empezado a quebrar por los desmesurados gastos que le supuso el rodaje de Cleopatra (película de Joseph L. Mankiewicz con Elizabeth Taylor, Richard Burton y Rex Harrison, entre otros).

Paralelamente al rodaje, el 19 de mayo de 1962, tuvo lugar la famosa interpretación por parte de la actriz del famoso “Happy Birthday, Mr. President”, en la gala en honor al cumpleaños del Presidente Kennedy. Para poder acudir a ella, Marilyn se ausentó del rodaje una semana, algo que le había denegado el estudio expresamente exigiéndole que cumpliera con su trabajo (a punto estuvieron de despedirla pero Dean Martin se opuso a ello, consiguiendo que la readmitieran). A su vuelta, la actriz rodó las famosas escenas en las que se mostraba desnuda en una piscina y realizó dos sesiones de fotos: la primera a cargo de Bert Stern para la revista Vogue (titulada póstumamente “The last sitting”) y una segunda realizada por George Barris en una casa de Hollywood Hills y en la playa de Santa Monica.


Marilyn en la playa de Santa Monica. Julio 1962. Fotógrafo: George Barris.

Muchos proyectos le quedaban aún por hacer a Marilyn ya que, semanas antes de su muerte, retomó las negociaciones con la productora para discutir su futuro profesional. Entre estos planes, constaban los siguientes proyectos con ella de protagonista: la biografía de Jean Harlow (papel que finalmente interpretó Carroll Baker), las comedias Irma, la Dulce y What a Way to Go! (protagonizadas luego por Shirley MacLaine) y, más tarde, Kiss Me, Stupid (protagonizada finalmente por Kim Novak). El acuerdo al que llegaron con estas negociaciones establecía que cobraría un millón de dólares por película y que tendría la libertad de elegir director y coprotagonistas.

En su vida personal, los últimos meses de Marilyn se vieron sacudidos por multitud de informaciones acerca de sus supuestos amantes (incluidos el propio Presidente y su hermano Robert) y por sus continuas recaídas en la depresión, en los barbitúricos y el alcohol. La actriz no dejaba de ingresar en centros especializados pero, la noche del 5 de agosto de 1962, Marilyn falleció en su casa de Brentwood (California).

Los hechos que rodearon su muerte se convirtieron, desde casi el mismo momento en que se supo de ella, en preguntas sin respuesta o en versiones contradictorias por parte del personal médico y  testigos que no hicieron más que convertir el trágico suceso en el inicio de un misterio que propició todo tipo de especulaciones. 

¿Suicidio? ¿Asesinato? ¿Negligencia médica? Pese a las múltiples versiones sobre lo sucedido, nunca se ha llegado a esclarecer del todo qué fue lo que ocurrió realmente aquella fatídica noche en pleno verano. 

Lo único cierto es que Norma Jeane Baker nos dejó un gran legado cinematográfico (tal vez, el más mitificado del siglo XX) tras el cual se escondía una mujer frágil, triste y necesitada de amor, lo que no impidió que forjara una gran leyenda que se acabó convirtiendo en el mito que generaciones enteras han conocido después.


Prueba de vestuario para Something's Got to Give.