24 de març de 2023

SECCIONS DE CINEMA 086: Los Reyes del Mundo

Continuant amb la nostra idea d'expandir contingut cap a cinematografies internacionals, ens centrem en la nova aportació d'Adriano Calero en el seu pòdcast Empanada Cultural. En l'entrega més recent, l'Adri ens parla de Los Reyes del Mundo, un film colombià, dirigit per Laura Mora Ortega, que es va alçar amb el triomf a l'últim Festival de Donostia assolint la Concha de Oro.

Aquest viatge iniciàtic de cinc joves de Medellín a la recerca de la terra promesa, apel·la directament a la sensibilitat de l'espectador i l'arrossega a camins inexplorats mitjançant una narrativa profundament subversiva.

No us perdeu el programa on s'analitza tot el que ofereix aquest bon film.

15 de març de 2023

La Jungla de Asfalto (The Asphalt Jungle, 1950)


Un artículo de Juan Pais


W.R.Burnett fue en los años treinta y cuarenta un prolífico escritor, muy vinculado a Hollywood. Suyas son las novelas que dieron lugar a películas como Hampa dorada (Little Caesar, 1931) El Último Refugio (High Sierra, 1941) o Cielo Amarillo (Yellow Sky, 1948), y como guionista Burnett intervino en los libretos de Scarface (1932), El Cuervo (This Gun for Hire, 1942) y muchos otros, en ocasiones sin acreditar. Con la confianza de la Metro Goldwyn Mayer en el escritor, no fue difícil que John Huston pudiera sacar adelante su adaptación de La Jungla de Asfalto (The Asphalt Jungle, 1950) en la que había trabajado con el guionista Ben Maddow.

La Jungla de Asfalto aborda la planificación y ejecución del robo a una joyería, además de las consecuencias del mismo. La película está centrada en la descripción de los sórdidos ambientes urbanos en los que se sitúa la acción y en el análisis de las psicologías de los personajes que la desarrollan. Interesado por la tipología del perdedor (reciente estaba la remarcable The Treasure of the Sierra Madre), sin duda Huston es el director adecuado para esta película. Y no hay que olvidar que en el futuro retomaría la temática (Fat City es un buen ejemplo).


Tras salir de la cárcel, Dix, un granjero arruinado por la Depresión, forma parte de un plan para atracar una joyería concebido por Doc Reidenschneider, respetada leyenda del mundo del hampa por sus bien tramados y audaces golpes. Reidenschneider reúne a una banda que además de por Dix está integrada por hábiles delincuentes especializados en distintas funciones. El plan consiste en penetrar en la joyería, desactivar la alarma y abrir la caja con dinamita. Sin embargo, la explosión es más potente de lo previsto y hace saltar las alarmas de los comercios colindantes y los asaltantes deben huir precipitadamente. Todo empieza a ir mal.

La Jungla de Asfalto no fue la primera película en la que los protagonistas eran los considerados malhechores. Sin embargo, es una de las primeras en humanizarlos. El público termina por comprender a estos ladrones e incluso por identificarse con ellos, lo que en su momento no fue bien visto por la censura. Personajes como el experto en cajas fuertes Ciavelli, cariñoso padre de familia, o el conductor Gus, amante de los gatos, resultan cercanos y el público puede llegar a quererlos.


Sterling Hayden, que interpreta a Dix, propone un personaje duro pero noble, un hombre obsesionado por recuperar la granja que fue de sus padres, algo que parece preocuparle más que la relación intermitente que le une a la entregada Doll (magnífica Jean Hagen), que lo ama desesperadamente. Junto a Hayden aparecen en el reparto estupendos actores como Sam Jaffe (Reidenschneider) o Louis Calhern (un corrupto abogado que, agobiado por las deudas, organiza el golpe). También es de destacar la mítica Marilyn Monroe, que no pasa desapercibida, por supuesto. Todos los actores forman un reparto coral tan compenetrado como los ladrones a los que dan vida.



Estilísticamente, La Jungla de Asfalto fue todo un desafío para John Huston: a la elegancia y estilización habitual del noir quiso adicionar el naturalismo del entonces pujante cine neorrealista italiano, un riesgo del que el hijo de Walter Huston sale muy bien parado. La Jungla de Asfalto aporta fiereza y veracidad al género. Al que no le gustó nada fue a Louis B. Mayer, que afirmó "Es basura. Esa cosa del pavimento está llena de gente fea y desagradable haciendo cosas desagradables. Yo no cruzaría la calle para ver una película así".

Dijera lo que dijera Mayer, hay que reconocer que el resultado es impresionante. Nos encontramos ante un estudio implacable de la corrupción. Los representantes de la ley no solo se muestran inoperantes ante el crimen, muy extendido, sino que también han sido ensuciados y actúan con deshonestidad. Ante un panorama tan pesimista, los personajes, cada uno con su motivación, sueñan con abandonar la ciudad hacia un destino más límpido.


Un amanecer cierra La Jungla de Asfalto. Es el único momento de serenidad y belleza de toda la película. También empieza con un amanecer, pero en él la luz que cae del cielo no purifica; al contrario, es una luz amenazante, sombría. El resto de la acción se va a desarrollar en la turbia oscuridad de los bajos fondos, de los garitos de mala muerte, de los calabozos de las comisarías. La iluminación expresionista subraya la atmósfera corrupta. En su conjunto, La Jungla de Asfalto rezuma una lírica muy especial.

Con La Jungla de Asfalto, John Huston consiguió una de sus más celebradas obras. Un conseguido tono de fatalidad la envuelve, desarrollándose la acción con sobriedad y precisión. Además, cabe citar el magnífico pulso narrativo de Huston para contar una historia compleja por el número de subtramas que la componen y que deben integrarse de manera precisa en una narración que resulta tan metódica como el plan del doctor Reidenschneider. Aunque a diferencia de éste, la película sea todo un éxito.

24 de febrer de 2023

Los Fabelman (The Fabelmans, 2022)


Un artículo de Juan Pais


Es el llamado rey Midas del cine posiblemente la figura más importante de Hollywood en los últimos cincuenta años, y su éxito se debe tanto a su innegable talento artístico como a su asombroso olfato comercial. Conocida es su trayectoria, plagada de éxitos como Tiburón (Jaws, 1975), Encuentros en la Tercera Fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977), En Busca del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981), E.T. (E.T. The Extraterrestrial, 1982), Parque Jurásico (Jurassic Park, 1993), La Lista de Schindler (Schindler's List, 1993), Salvar al Soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998) o Munich (2005), a la que se suma su labor en la producción, apoyando a cineastas como Robert Zemeckis o Joe Dante y financiando celebradas filmes como Los Goonies (The Goonies, 1985) o Poltergeist (1982). En los años 80 ya era un Hollywood Mogul, y desde entonces su carrera ha continuado a similar altura. Es por ello que Steven Spielberg haya podido permitirse rodar una película tan personal en el momento adecuado, abundado de experiencia y en pleno dominio de su capacidad. El privilegio de poder filmar una película así es totalmente merecido.


Sammy (el prometedor Gabrielle Labelle) es el personaje trasunto de Spielberg en The Fabelmans. Es hijo de un ingeniero introvertido, Burt (un ajustado Paul Dano) y una pasional artista, Mitzi (brillante trabajo de Michelle Williams, justamente premiado), que viven en Arizona hasta que el trabajo del padre les lleva a California, donde la vida cambiará enormemente para ellos. Los Fabelman es una crónica familiar que refleja el influjo de sus progenitores en Sammy y también relata la trayectoria cinéfila del chico, en un viaje de descubrimiento en el que indagará en las posibilidades del celuloide.

Las escenas de la infancia de Sammy son un prodigio narrativo. La película arranca cuando Burt y Mitzi llevan al pequeño Sammy a ver una película por primera vez, explicándole lo que va a pasar una vez entren en la sala, en un encantador ejercicio de enseñanza. La proyección de El Mayor Espectáculo del Mundo (The Greatest Show on Earth, 1952) fascina al chico, que en casa trata de reproducir una escena impactante para él. Con la maqueta del tren de su casa recrea el arrollamiento de un coche por un ferrocarril, en una suerte de mutación del Sammy espectador en el Sammy creador. Como si de un Georges Méliès infantil se tratara, el vástago de los Fabelman explora las posibilidades dramáticas de un arte para él incipiente. Esta primera media hora de la película debería explicarse en las escuelas de cine.


La inquietud creadora e investigadora es un rasgo de la familia. Tanto por su profesión como por su carácter ensimismado y metódico, Burt representa perfectamente a la ciencia en la familia Fabelman, mientras Mitzi, mujer excéntrica, tiene un temperamento más artístico. En buena medida, Sammy se parece a ambos progenitores, pero la mayor cercanía del muchacho con su madre, su complicidad, evidencia que para Spielberg el arte añade calidez a la ciencia.

Sammy es un chico solitario que ha heredado la introversión vital de su padre. Para él el cine es un asidero vital, se refugia en la fantasía. Ya sabemos que el divorcio de sus padres fue traumático para Spielberg, y aquí nos cuenta como sus primeras incursiones en la realización de películas amateurs y cortometrajes le ayudaron mucho. En realidad, mientras su familia se resquebraja no tiene a nadie: sale con una chica frívola y estúpida y no le conocemos amigo alguno. Solo tiene el cine. Los Fabelman narra el influjo de sus avatares personales en su progreso creativo. Es una obra muy emocional, que refleja dolor y felicidad y cuenta con la fuerza indescriptible de lo vivido, siempre más intensa que lo imaginado.


El trabajo en el guion de Tony Kushner, habitual del director en los últimos años, es remarcable. Girando en torno a Sammy, el libreto de Kushner relata los aspectos más condicionantes en la trayectoria vital del chico, tan impactantes en su profesión. Otro colaborador habitual de Spielberg, Janusz Kaminski, fotografía las imágenes con una sensibilidad pictórica, resaltando la vitalidad de los escenarios. John Williams, por su parte, deja constancia de su excelencia con una banda sonora en la que destaca una bonita pieza de piano.

Al margen de la valoración final que se otorgue a la nueva película de Steven Spielberg, Los Fabelman, cuenta con numerosos puntos de interés. Uno de ellos es abordar una cuestión surgida desde que el lenguaje audiovisual se integró en la cultura contemporánea: ¿la cámara miente o dice la verdad?¿Está diseñada para alterar la realidad o, por el contrario, la veracidad que capta tiene una fuerza incontenible? Spielberg aporta a dicha controversia su parecer: tanto la cámara reveladora que descubre un secreto en la vida de Mitzi como la manipuladora que convierte a un compañero de estudios macarra en un héroe admirable, pero evidenciando su necedad contribuyen a la segunda opción. Para Spielberg la cámara no miente, ni siquiera cuando miente.

Los Fabelman incluye una escena que recoge el encuentro entre Spielberg y John Ford. La anécdota ya fue relatada por el primero hace unos años, de lo que posiblemente se arrepienta porque habría resultado más potente siendo relatada por primera vez en la película. El director de El Hombre Tranquilo (The Quiet Man, 1952) recibió a nuestro hombre en su despacho, le ordenó que mirase un par de cuadros y le dijese dónde estaba el horizonte. Spielberg respondió que arriba y abajo respectivamente, lo que para Ford fue acertado. Añadió que si en una película el horizonte estaba en una posición o en otra, la película es buena, pero si está en el centro "es un bodrio de cojones". Luego, con su habitual — y según muchos, impostada — mala uva, echó al bisoño Spielberg del despacho para a continuación desearle que le fuera bien. Y le fue bien.

14 de febrer de 2023

La Ballena (The Whale, 2022)


Un artículo de Mike Sanz


Charlie enseña Literatura Inglesa en la universidad. No puede salir de casa y teletrabaja porque padece obesidad mórbida. Su única compañía es su amiga Liz, que hace de enfermera altruista. Durante los meses previos a las elecciones generales de 2016, Charlie empeora y decide reconectar con su hija adolescente, a quien abandonó hace casi una década.

El neoyorkino Darren Aronofsky se ha convertido en uno de los cineastas independientes más interesantes de las últimas dos décadas, si bien su carrera queda marcada por los altibajos. Títulos como La Fuente de la Vida (The Fountain, 2006), Madre (Mother!, 2017) o la infumable Noé (Noah, 2014) nos han hecho dudar si no habríamos leído mal los créditos. Pero sí, detrás de ellas se hallaba el artífice de la magistral El Luchador (The Wrestler, 2008). La línea temática que vertebra su filmografía es la obsesión y la autodestrucción, como vimos en los drogadictos de Réquiem por un Sueño (Requiem for a Dream, 2000), la bailarina de Cisne Negro (Black Swan, 2010) y la ya mencionada película que protagonizó un glorioso Mickey Rourke. Más que por la puesta en escena o la soberbia técnica, el cine de Aronofsky se caracteriza por la artesanía y la excelsa dirección de actores, en cuya humanidad y miserias consigue ahondar.


Un buen ejemplo de ello es La Ballena (The Whale, 2022), adaptación de la pieza teatral homónima de Samuel D. Hunter. La película en sí es bastante teatral, pues la acción se ve confinada al espacio donde está varado el protagonista, su apartamento, y a una semana de duración. No es coincidencia que se ambiente en los meses de campaña electoral que culminaron con la elección de Donald Trump, uno de los momentos más desasosegantes que hemos vivido en la historia reciente. Mediante los diálogos que Charlie mantiene con su enfermera, con su hija y con un predicador ambulante, los espectadores descubrimos el motivo que lo ha conducido a la autodestrucción definitiva: la pérdida de un ser querido, quien murió a causa de las abominables terapias de conversión a las que se intenta someter al colectivo LGTB+ en ciertas regiones de Estados Unidos. Tampoco es casual que el protagonista se dedique a enseñar literatura en lengua inglesa, pues se trata de una profesión con notables posibilidades dramáticas, como ya se viera con el capitán John Miller de Salvar al Soldado Ryan (Saving Private Ryan, 1998), el señor Keating de El Club de los Poetas Muertos (Dead Poets Society, 1989) y los múltiples personajes que hemos conocido en la obra de Stephen King, caso de 11/22/63 (2016). En los instantes más oscuros de la película, el humanismo emana de Charlie a golpe de referencias a “El cuervo” de Poe, el “Canto a mí mismo” de Whitman o cierto cachalote blanco de Melville.

La desesperación de Charlie, su tragedia, sus obsesiones y contradicciones son el motor narrativo de la película. Y aquí es donde sobresale el trabajo de un Brendan Fraser pletórico de realismo. Quien fuera amo y señor del cine de aventuras de los noventa y dos mil desapareció hace casi una década. Como nos acaba de mostrar Babylon, es una dinámica habitual en la industria hollywoodiense. Poco a poco, Fraser fue reapareciendo en roles secundarios, por ejemplo, en calidad de mafiosillo de tres el cuarto en uno de los últimos entretenimientos de Soderbergh, No Sudden Move (2021). Aronofsky ha logrado que el intérprete renazca y nos ofrezca el que, posiblemente, se trate del mejor trabajo de su carrera hasta la fecha. Charlie es capaz de conmover al público con una risa, un gruñido o las miradas de ojos azules y soñadores que les dedica a su hija (Sadie Sink) y exmujer (Samantha Morton, que para mí siempre es la precog de Minority Report).


Como contrapunto al optimismo enfermizo de Charlie destaca la enfermera de Hong Chau, actriz de reparto a quien hasta ahora habíamos visto en pequeños roles en series y películas variadas. Sus comentarios mordaces, hirientes y cariñosos dialogan a la perfección con las aportaciones de Charlie. Completa el reparto Ty Simpkins (aquel niño de Iron Man 3), que encarna el fanatismo religioso y el odio que tanto daño han causado al protagonista y sus allegados.

Con La Ballena, Darren Aronofsky ha filmado un película tremendamente melancólica y humanista. Ha retomado las temáticas que marcaban sus mejores trabajos y nos ha devuelto a Brendan Fraser con una interpretación antológica, capaz de reflexionar acerca de los prejuicios y la intolerancia que marcan nuestros días, además de la humanidad que tanto echamos en falta.