8 de maig del 2024

Civil War (2024)


Un artículo de Juan Pais


Lamentablemente, vivimos un presente muy turbulento, una constante en el siglo actual. En Estados Unidos la agitación es especialmente acusada. La administración Trump (2016-2020) resultó muy controvertida y polarizó a la sociedad norteamericana, un problema aún no resuelto. Es por ello que Civil War propone un futuro tan posible que parece tener una ambientación contemporánea.

Las llamadas Fuerzas Occidentales de California y Texas se han sublevado contra el gobierno federal, al que en su imparable ofensiva van empujando hacia el este. La fotógrafa Lee Smith (Kirsten Dunst) cubre el conflicto en Nueva York. Es una mujer experimentada pero, por fortuna, la reiterada visión del horror no la ha privado de la sensibilidad ni del sentido común. Además, se siente responsable de la joven Jessie (Caisee Spaney), también fotógrafa, que la idolatra. Junto a ellas se hallan otros colegas: el veterano Sammy (Stephen McKinley Henderson), hombre sabio y sensato, y Joel (Wagner Moura), uno de esos reporteros a los que las guerras han convertido en adictos al riesgo.


En un momento dado, Lee decide que deben dirigirse a Washington para entrevistar al presidente, cada vez más cercado. A bordo de una furgoneta, los cuatro parten desde Nueva York hasta la capital del país presenciando durante el trayecto diferentes sucesos que los sobrecogen. Ante sus ojos, Estados Unidos se ha convertido en un espacio caótico, una tierra sin ley. Nuevamente, una road movie representa un camino metafórico, en este caso, el de la decadencia estadounidense.

Alex Garland, brillante realizador responsable de Ex Machina (2014) y Men (2022) propone una película inquietante y tensa, transmitiendo una permanente sensación de peligro. Narrativamente, es imprevisible. Cuando estamos en una escena no sabemos lo que ocurrirá en la siguiente, pero intuimos que nada bueno. Como ejemplo, la secuencia que comienza jovialmente, con Lee y sus compañeros bromeando con otros fotoperiodistas desde sus respectivas furgonetas, y termina con Jessie aterrorizada dentro de una fosa común y rodeada de cadáveres.


Civil War se suma a la relación de películas sobre reporteros comprometidos, del estilo de El Año que Vivimos Peligrosamente (The Year of Living Dangerously, 1982) o Los Gritos del Silencio (The Killing Fields, 1984). Al igual que sucede en estas, el periodista actúa no solo como testigo de los hechos, sino también como una suerte de reserva moral de un mundo que parece haber renunciado a esta. Cierto es que Lee afirma que la función del periodista es ser neutral y documentar. Pero en realidad su intención no es neutral: sabe que las imágenes se bastaran por sí mismas. La objetividad también puede tener valor moral.

Otro aspecto remarcable es la agudeza con la que se capta el ambiente de locura, y esto no se refiere únicamente a la extravagancia de los periodistas. La guerra significa una suspensión de la cotidianidad de las personas y, en cierta medida, de la sensatez que rige sus vidas. Es significativo que nuestros protagonistas lleguen a un pueblo y entren en una tienda cuya dependienta actúa como si no estuvieran en medio de un conflicto bélico. Puede comprenderse su resistencia a entrar en la espiral de violencia y locura que conlleva la guerra.


No se sabe mucho de esta guerra civil. ¿Por qué comenzó, cuál fue el detonante?¿Quiénes son esas Fuerzas Occidentales de California y Texas?¿Cuáles son sus asideros ideológicos o qué intereses representan? Garland no es explícito. Tampoco lo es con el presidente, al que se quiere ver como una representación ficticia de Donald Trump. Se habla de un tercer período presidencial, algo que indicaría una ruptura de la legalidad, de la supresión del FBI...El espectador debe implicarse para aclarar esa ambigüedad, resultándole seguramente más fácil a los politizados.

Alex Garland ha anunciado que dejará la realización por su descontento con la industria cinematográfica. Es de lamentar esta decisión, pues se trata de director imaginativo y audaz. Cierto es que no siempre funcionan sus ideas. El enfoque irónico en el uso de las canciones de la banda sonora de Civil War puede resultar contraproducente. Sin embargo, es de agradecer que un director asuma riesgos. Esperemos que reconsidere su intención y dirija más películas.

15 de març del 2024

Corazones de Hierro (Casualties of War, 1989)


Un artículo de Juan Pais


Corazones de hierro (Casualties of War, 1989) está inspirada en un suceso real: el rapto, violación grupal y asesinato de una muchacha vietnamita por integrantes de un pelotón del ejército norteamericano durante la guerra del país surasiático. No tan conocido como la matanza de My Lai, el Incidente de la Colina 192 causó también conmoción, sobre todo a partir de la publicación de un artículo del periodista Daniel Lang en el New Yorker (inicialmente, las autoridades pretendieron silenciarlo). Entre los lectores impactados por su lectura se encontraba un joven Brian de Palma, que desde ese momento se planteó llevar el suceso al cine, aunque hubo de esperar casi veinte años.

De Palma no fue ajeno a la revolución social que cambió el paradigma moral en los años 60. El progresismo reemplazó al conservadurismo imperante, e instituciones sagradas, como el ejército, y valores asociados, como el patriotismo, fueron cuestionados. El desconcertado estado de ánimo de los soldados norteamericanos en Vietnam y las protestas mundiales contra la guerra son consecuencia de esta nueva moral.

El cine abordó a partir de los años 70s, con la aparición del Nuevo Hollywood, el tema de Vietnam, y lo hizo con potentes películas que incidieron en la crudeza del conflicto y en los devastadores efectos en sus participantes. Es por ello que Corazones de Hierro está narrada como si fuera una pesadilla. La película se inicia y se termina con el protagonista Eriksson dormido en el metro, insinúandose que todo lo narrado por él es un mal sueño. Sabemos que por desgracia los hechos narrados se produjeron, pero De Palma con esa sugerencia proporciona una suerte de alivio al agobiado espectador.

En el recuerdo/sueño de Eriksson es un soldado que integra un pelotón comandado por un bravo sargento, Meserve, al que sus hombres siguen con admiración y fidelidad, incluído Eriksson. Sin embargo, este se horroriza cuando su superior, después de la muerte de un compañero, propone raptar a una chica vietnamita para utilizarla como "máquina de ocio portátil" durante una incursión en la selva. El pelotón irrumpe en una aldea y se lleva a una muchacha que dormía en su choza. Eriksson trata de que Meserve libere a la chica, llamada Oanh, pero sus ruegos son desoídos, e incluso empieza sufrir la ira del resto del grupo.


En el guion de David Rabe destaca la penetrante perfilación de los personajes. A dos de ellos podemos considerarlos villanos, los sargentos Meserve y Clark, aunque mientras que se percibe a Clark como un tipo genuinamente perverso, el primero parece haberse corrompido debido a las terribles experiencias vividas. Los otros soldados que participan en la violación son el bobalicón Hatcher y el débil Díaz. Este inicialmente se niega a participar en el crimen, pero no resiste la presión de sus superiores. Hatcher, simplemente, no sabe muy bien lo que hace.

El componente moral de Corazones de Hierro es muy relevante, ensalzando la ética frente a la manipulación, en consonancia con los nuevos tiempos. La obediencia ciega a las órdenes superiores no es tan uniforme como en el pasado. Eriksson se muestra firme en su negativa a participar en el crimen y también en llevar adelante la denuncia, en contra del parecer de sus superiores. Es posible que se pueda advertir cierto maniqueismo, pero hay que tener en cuenta que la guerra es una experiencia que lleva a los combatientes a situaciones extremas. La degradación de Meserve o el heroísmo de Eriksson son buenos ejemplos.

Uno de los aciertos de Corazones de Hierro se halla en las poderosas interpretaciones de Sean Penn y Michael J. Fox. Su elección es una muestra de sagacidad por parte de los responsables de casting. Sean Penn tiene una presencia poderosa, alimentada por su aureola de bad boy, y se percibe su influjo sobre sus hombres. Fox, intérprete más ligero, se enfrenta al primero recurriendo a la sensatez. El primero representa la fuerza y el segundo la razón, y es gracias al óptimo trabajo de estos actores que son reflejadas las implicaciones morales de su enfrentamiento.

Es destacable, e incluso curioso, que en esta película De Palma no haga demasiados alardes de virtuosismo. Acaso en un largo plano secuencia en la que se intenta matar a Eriksson con una granada, pero por lo demás la puesta en escena está sometida a la historia. Cabe señalar también que la atmósfera opresiva de la selva está certeramente captada. A destacar el estremecedor tiroteo en unas vías de tren cuya víctima es Oanh, una muestra de buen cine y del talento del autor de Scarface (1983) y Los Intocables (The Untouchables, 1987).


En el epílogo de Corazones de Hierro, Eriksson charla un rato con una joven a la que conoce en el metro. Asiática, le recuerda a Oanh (de hecho, esta interpretada por la misma actriz, Thuy Thu Le). Es una chica normal, el tipo de chica que habría sido si no hubiera caído en manos del pelotón de Meserve, al igual que Eriksson tendría una existencia acaso anodina pero posiblemente no traumática si la guerra no irrumpiera en su vida.

1 de gener del 2024

Les millors pel·lícules de 2023, segons l'equip d'El Cinema de Hollywood

El 2024 entona les seves primeres hores i, com hem anat fent els darrers anys, és el moment de triar aquelles pel·lícules que més ens han emocionat, fet vibrar, entretingut, afectat, alegrat, emocionat i, fins i tot, colpejat durant 2023. Són els films que més han connectat amb les sensibilitats de cadascun de nosaltres i que us tornem a presentar a partir de les seleccions de cadascun dels redactors d'aquesta web.

El Cinema de Hollywood tenim, a més, la immensa sort d'haver reunit un grup de redactors bastant transversal. Això ens dóna contrast i diversitat en les opinions i apetències fílmiques. Podem observar, una vegada més, com els rànquings resultants cobreixen tota mena de procedències, gèneres i nivells de producció. L'heterogeneïtat tan desitjada en aquest tipus de valoracions l'aconseguim representar, d'una manera notable, amb les nostres eleccions personals.

A banda de tot això, hem de continuar lamentant un fet crònic que sempre ens tenalla a les nostres contrades. Les distribuïdores no planifiquen adequadament l'últim trimestre d'estrenes i, superades per l'acumulació de títols que arrosseguen de mesos anteriors, ens condemnen a veure només una part dels grans títols que s'estrenen, a escala mundial, en aquest últim terç.

Això es tradueix amb l'evidència de presentar-nos en aquesta valoració sense haver pogut veure títols tan rellevants com The Holdovers, Perfect Days, The Zone of Interest, Poor Things (la seva estrena massiva tindrà lloc a finals de gener), The Color Purple, Ferrari, Priscilla, The Iron Claw, May December, All of Us Strangers, Dream Scenario, American Fiction, i The Royal Hotel, entre d'altres.

Aquest problema de l'endarreriment en les estrenes és aplicable a bona part d'Europa i és per això que quan comparem els nostres rànquings amb els dels col·legues nord-americans, ens trobem amb diferències molt notables. Amb els títols esmentats anteriorment havent estat objecte de consideració, apareixen seleccions on no és possible que nosaltres hi puguem convergir i això ens fa perdre pistonada com a analistes.

De tota manera, aquesta és la nostra visió a partir de tot allò que hem pogut veure i, en tot cas, ja estem acostumats al fet que la nostra valoració de la collita anual l'hem d'acabar fent poc abans dels Òscars, ben entrat el mes de març. És per tot això que també acceptem en els nostres tops la presència de títols de 2022 estrenats a inicis de 2023. Fem evident, doncs, aquesta periodicitat desajustada a la qual ens enfrontem permanentment.

Volem aprofitar aquest primer post de 2024 per enviar una forta abraçada a tothom i desitjar-vos un molt bon any!


Mike Sanz



Eva Buendía



Juan Pais



Carles Martínez Agenjo



Jaume Figa



Adriano Calero



Nèstor Company

13 de desembre del 2023

Crítica doble: Killers of the Flower Moon (2023). La visión de Juan Pais


Por lo general, el espectador sabe cuando entra en la sala que Los Asesinos de la Luna (Killers of the Flower Moon) dura tres horas y veinte minutos, y posiblemente en la taquilla se lo hayan advertido. No es algo nuevo en el cine de Martin Scorsese, que ofreció un montaje final de El Irlandés (The Irishman, 2019) de una duración muy similar. Los estándares de metraje de las obras ambiciosas artísticamente han cambiado en los últimos años, y es común que superen las dos horas. Es por ello que Los Asesinos de la Luna ha sido concebida como una película que pretende dignificar el cine, alejándose del consumo rápido y la banalidad, exigiendo dedicación al espectador. Y, con sus errores, debe reconocerse que se trata de una película muy notable merecedora de dicha dedicación.

Los Asesinos de la Luna adapta el libro Killers of the Flower Moon: The Osage Murders and the Birth of the FBI (2017), de David Grann, publicado en España como Los Asesinos de la Luna: Petróleo, dinero, homicidio y la creación del FBI. Se trata de un true crime histórico que aborda las extrañas desapariciones y asesinatos sufridos por los miembros de la comunidad de indios Osage, repentinamente enriquecida tiempo atrás por la aparición de petróleo en sus tierras. El libro narra la investigación llevada a cabo por el incipiente FBI para desentrañar el misterio, y en principio ese era el enfoque que habría de llevar la película, para lo que se había previsto que Leonardo DiCaprio diera vida al agente federal Tom White. Sin embargo, dicho enfoque se abandonó y este personaje pasó a ser secundario (lo interpreta Jesse Plemons). Más adelante abordaremos las consecuencias de ese cambio.

Ernest (DiCaprio) regresa de los campos de batalla europeos tras participar en la Primera Guerra Mundial, y es acogido por su tío William Hale (Robert De Niro), un próspero ganadero con excelentes relaciones con los Osage. Ernest comienza a trabajar como chófer, y es así como conoce a la bella y acaudalada Mollie (Lily Gladstone), con la que su tío pretende que Ernest se case. Tal y como se irá descubriendo, Hale no es ningún benefactor de los indios, sino un tipo perverso y anhelante de apoderarse de sus fortunas.


Los Asesinos de la Luna estudia atinadamente la convivencia entre los indígenas y los wasp, que además evidencia una oculta y destructiva pulsión entre la inocencia y la maldad, entre la integridad y la manipulación. Mientras el libro de Grann incide en el misterio y el suspense, la película describe la espiral de violencia generada por la ambición en su forma más inescrupulosa y letal.

Siendo una película abundante en virtudes, Scorsese, no obstante, comete el error de centrar la película en la relación entre Ernest y Mollie, ya que esta no resulta convincente ni emotiva. Él es un personaje demasiado débil y necio al que se ve más confundido que enamorado, mientras que ella transmite dignidad pero escasa pasión. La suya es una historia de amor a la que le cuesta conmover. Es posible que el tratamiento true crime del libro hubiera dado pie a una película más formularia, que a duras penas permitiera el análisis que propone Scorsese. Pero eso entra en el campo de lo hipotético, obviamente.

Con todo, Los Asesinos de la Luna es una obra monumental, una tragedia americana que ahonda en el conflicto racial que desde el nacimiento de Estados Unidos ha emponzoñado la convivencia en ese país, evidenciando cómo la violencia actúa de factor ordenador de su estructura económica. La puesta en escena — bellísima la fotografía de Rodrigo Prieto— ensalza el esplendor de los escenarios, en los que paradójicamente se desata una violencia provocada por la deshumanización y la amoralidad a las que conduce la avaricia. Nuevamente, la perversidad del ser humano destruye el paraíso.


“Detrás de una fortuna, siempre hay un crimen” escribió Honoré de Balzac. Esta cita, recogida por Mario Puzo en El Padrino (The Godfather), también podría ilustrar los hechos que recoge Los Asesinos de la Luna. De hecho, pueden hallarse similitudes entre esta película y la célebre saga de Francis Ford Coppola, especialmente en su elegante solemnidad, en la sabia combinación de lo panorámico y lo íntimo. Sin ir más lejos, ¿acaso no cabe identificar al perverso William Hale con Hyman Roth, el taimado mafioso que ejerce una suerte de padrinazgo — nunca mejor dicho — sobre Michael Corleone cuando en realidad no duda en ordenar su muerte?

Cineasta inicialmente contemporáneo, es a partir de los años 90 cuando Scorsese se propone estudiar los orígenes de la violencia urbana tan certeramente descrita en sus obras. Así crea frescos lúcidos e incisivos como Gangs of New York o El Irlandés, películas que demuestran la corrupción del espíritu americano, provocando que la historia de su país se haya escrito con sangre. Una conclusión, sin duda amarga, a la que se adhiere Los Asesinos de la Luna.