8 de setembre del 2017

Spielberg on Spielberg: Mi Amigo el Gigante (The BFG, 2016)



"En el fondo, The BFG trata sobre el amor que se establece entre los niños y sus abuelos. Es lo más cerca que he estado de narrar una gran historia de amor."


La ilusión con la que había arrancado DreamWorks Studios en 1995 se había tornado en sensación agridulce a lo largo de los años. Más allá de los proyectos dirigidos por Spielberg y de algunas de sus cintas de animación, el estudio nunca llegó a consolidar su posición para poder competir seriamente con las otras majors. Después de varias alianzas empresariales, sus responsables decidieron forjar una reconversión que abriera una nueva oportunidad en el negocio del cine. Tras varios meses de negociaciones intensas se llegó a un acuerdo que se presentó oficialmente en diciembre de 2015. El sello personal de Spielberg (Amblin) iba a recuperar la preponderancia en este nuevo modelo organizativo puesto que nacía oficialmente la corporación Amblin Partners. Esta nueva entidad agrupa a cuatro compañías que ya llevaban tiempo colaborando en base a acuerdos temporales. En concreto, bajo el paraguas de Amblin Partners, se halla DreamWorks Studios, Participant Media, la compañía india Reliance Entertainment y eOne Entertainment. Spielberg firmó en representación de DreamWorks, Jeff Skoll lo hizo en nombre de Participant, Anil Ambani por parte de Reliance y Darren Throop en representación de eOne.

Así pues, surgió una nueva entidad generadora de contenidos en cine, televisión y medios digitales que mantiene su sede en Universal City. El plan de distribución de la nueva corporación es complejo y responde bien al perfil de las diversas compañías implicadas en el acuerdo. A través del sello DreamWorks Pictures, Amblin Partners distribuirá las películas de gran formato. El contenido infantil y juvenil será distribuido por el sello Amblin Entertainment que, a su vez, dispondrá de una división televisiva. El tercer elemento de este esquema lo representa Participant Media, bajo el amparo de la cual se distribuirán los proyectos de mayor compromiso social. Además, la compañía que preside Jeff Skoll mantiene su condición de entidad independiente y podrá producir películas en paralelo a su colaboración con Amblin Partners. Por lo que respecta a eOne, ésta se encargará de la distribución en varios países (Reino Unido, España, Belgica, Luxemburgo, Holanda) y en el continente oceánico.

Steven Spielberg es el Presidente fundador de Amblin Partners mientras que el día a día de la gestión corresponde a Michael Wright y Jeff Small. Poco después de la presentación empresarial, se anunció que se había llegado a un acuerdo de co-distribución no exclusivo con Universal Pictures y Focus Features, valedero para los cinco próximos años.

Esta introducción empresarial viene al caso al ser Mi Amigo el Gigante (The BFG, 2016) el primer proyecto dirigido por Spielberg que se desarrolló bajo la cobertura de Amblin Partners.    



The Big Friendly Giant surgió de la sagaz creatividad del escritor británico Roald Dahl (1916-1990). Dahl está considerado como el escritor de literatura infantil más importante del siglo XX y el conjunto de sus obras ha superado los 250 millones de ejemplares vendidos. Entre sus títulos más destacados se encuentra Charlie and the Chocolate Factory, Fantastic Mr. Fox, Matilda, James and the Giant Peach y la ya mencionada The BFG. Paralelamente a su especialización en literatura infantil, Dahl dedicó una pequeña etapa de su labor creativa a los guiones de cine. A él le debemos las adaptaciones de dos novelas de Ian Fleming: el quinto film de la serie Bond, Solo se Vive Dos Veces (You Only Live Twice, 1967), y Chitty Chitty Bang Bang (1968). El productor Albert R. Broccoli contó con él en las dos ocasiones pero Dahl no tuvo tanta suerte cuando intentó infructuosamente adaptar su propia obra, Charlie and the Chocolate Factory. Fue incapaz de cumplir los plazos y acabó siendo sustituido por David Seltzer, quien firmó la versión de 1971 con Gene Wilder como protagonista.

En 1989 se realizó una adaptación de The BFG en animación y recibió los elogios del propio autor. Desgraciadamente, falleció al año siguiente y los derechos quedaron en manos de un grupo de herederos que, con el paso de los años, han favorecido acuerdos de adaptación para sacar tajada económica del legado de Dahl. El matrimonio formado por Kathleen Kennedy y Frank Marshall (co-fundadores de Amblin junto a Spielberg) acudió a las negociaciones con el objetivo de hacerse con los derechos de The BFG para un film de imagen real. Sin embargo, a pesar de su constante relación personal y profesional con Spielberg y, en general, sus buenos contactos con la industria de Hollywood no habían conseguido llevar el proyecto a buen puerto hasta el año 2011 cuando llegaron a un acuerdo definitivo con DreamWorks para la distribución. Kennedy & Marshall seguían pensando en convencer a su antiguo socio para que se pusiera alk frente del proyecto pero nunca le tantearon en serio hasta que no dispusieron de un guión en condiciones.



Con un material de origen tan célebre entre el público infantil, decidieron acudir a una auténtica experta en el mundo de los niños. La elegida fue Melissa Mathison, quien en su momento escribiera el guión de E.T (1982) y cuya sensibilidad hacia la infancia estaba fuera de toda duda. Con ella tenían también una relación de profunda amistad ya que, además de haber colaborado en E.T., acumulaban muchas vivencias en común al haber estado Mathison casada con Harrison Ford durante la década en la que se estrenaron las entregas originales de Indiana Jones.

Mathison volvió a demostrar las cualidades que habían convencido a Francis Ford Coppola a finales de los 70 y el libreto definitivo le llegó a Spielberg en 2012. El realizador no estaba demasiado interesado en regresar al terreno del cine infantil tras lo sucedido con Hook (1991) pero el guión de su amiga le hizo cambiar de opinión y decidió situar el rodaje de la película poco después de concluir la post-producción de El Puente de los Espías (Bridge of Spies, 2015). 

Muchos nos seguimos preguntando el por qué decidió realizar un film de este tipo en el momento actual de su vida y carrera. No hallaremos nunca una respuesta completamente satisfactoria a esta pregunta. Sin duda, se trata de una decisión muy íntima del realizador y quizá la mejor de las explicaciones sea que un profesional como él, con un estatus tan elevado, puede llevar a cabo los caprichos que desee. De alguna manera, hizo la película porque podía permitírselo; porque no debía pedir permiso a nadie. Spielberg puede levantar cualquier proyecto de la nada sin tener que justificarse. Eso permite a este tipo de directores construir una carrera diversa en la que pueden aparecer títulos que supongan incluso un cierto retroceso creativo.



Tras su experiencia con Mark Rylance en Bridge of Spies, Spielberg volvió a contar con él para el papel del gigante. Esta vez, Rylance trabajaría con la técnica de captura de imagen y ofrecería su talento para crear la mejor versión posible de su alterego digital. En cuanto al personaje de la huérfana Sophie, se inició un casting muy numeroso del que surgió una jovencita de Knutsford (Cheshire, Inglaterra) que impresionó al director tras haber interiorizado seis páginas del guión y actuar con un desparpajo ante las cámaras impropio de una niña de diez años. Ruby Barnhill es el último ejemplo del magistral acierto del realizador a la hora de seleccionar y dirigir a intérpretes infantiles. Ruby trasciende la pantalla con su espontaneidad y naturalidad. Su presencia es, sin lugar a dudas, el mayor acierto del film. El reparto se completó con Rebecca Hall, Penelope Wilton, Rafe Spall y una serie de intérpretes que dieron vida al grupo de pérfidos gigantes mediante captura de imagen. Entre ellos podemos encontrar a Jemaine Clement y al cómico Bill Hader.




De alguna manera, Spielberg quería probarse a sí mismo trasladando a la pantalla las páginas de un libro que había entretenido a niños y familias durante más de tres décadas. Se trataba de un clásico infantil anglosajón que dibujaba una fábula muy propia en la carrera literaria de Roald Dahl pues nos sumerge en la historia de una huérfana insomne que durante una noche ve, a través de la ventana, a un gigante deambulando por las calles del centro de Londres. El Gigante se da cuenta de ello y se la lleva hacia su país, más allá de nuestro firmamento, puesto que no puede permitir que hable a otras personas acerca de su existencia. Lo que se inicia como un secuestro se convierte en una trama en la que se forja una estrecha conexión entre ambos mientras hacen frente a los planes del resto de gigantes, quienes pretenden invadir el mundo de forma definitiva tras haber protagonizado varias incursiones en las que se apoderan de personas a las que luego devoran. A diferencia de la bondad de BFG, quien solo trata de entretener a los niños insuflándoles sueños, el resto de la horda son unos seres crueles a los que no se les puede permitir que cumplan sus desdichados planes.

Con esta película, Spielberg recupera su espíritu más juvenil. Entre proyectos de carácter adulto se auto-regala la oportunidad de explicar un célebre cuento infantil y compartirlo con el público. Sin embargo, y reconociendo el esfuerzo notable de todos los implicados, The BFG pareció quedarse en tierra de nadie. Los valores infantiles clásicos tienen un encaje difícil entre el público actual que se inscribe en este grupo de edad. La nueva cultura de los programas infantiles y juveniles, los videojuegos, y el auge de youtube, entre otros elementos, han transformado las apetencias audiovisuales de los niños. Ahora demandan un tipo de historias con mayor matiz narrativo y también tramas más superficiales. No estoy de acuerdo con esta deriva en los contenidos pero hay que asumir que, en este tema, se ha tomado un camino alternativo desde hace ya tiempo.

Por otra parte, The BFG es una película que bascula entre ideales clásicos de inocencia y fantasía. El pulso narrativo deriva de una concepción que acaba resultando excesivamente cargante. Spielberg no consigue implicar al espectador en el universo fantástico excepcionalmente bien recreado pero carente de alma. Sigo creyendo que a pesar del esfuerzo, Spielberg confeccionó la película desde una perspectiva rutinaria y se añora el corazón y la entidad que inunda sus films cuando está completamente implicado e interesado en lo que hace.



The BFG tiene momentos cautivadores en su introducción. El encuentro entre Sophie y el Gigante en Londres y su viaje al país de éste último es una maravilla visual pero lo que sucede después es una sucesión de momentos en los que se denota una pérdida progresiva de músculo narrativo hasta llegar a las secuencias en Buckingham, donde hay momentos completamente risibles. Precisamente, donde Spielberg se siente más cómodo, es contando la historia de la niña en el orfanato, resaltando la sensación de aislamiento y abandono. Estos sentimientos conectan con las propias vivencias del director y han supuesto un principio básico en buena parte de su filmografía. El niño o niña ante el mundo que se abre tras su ventana nos conecta con las fantasías infantiles más lustradas. Las ansias de explorar aquello que nos resulta desconocido acaba siendo un factor de atracción imperecedero. Sin embargo, lo que falla en la cinta que nos ocupa es la escasez de continuidad a la hora de captar la atención del espectador de cualquier edad. El guión de Melissa Mathison denota una estructura más literaria que fílmica. No hay, a partir de la mitad del metraje, nuevos elementos que sorprendan sino que asistimos a un desarrollo previsible y carente de un mensaje poderoso. La narración no aguanta el paso de la trama y eso sorprende especialmente dado que el director es precisamente un auténtico maestro en el arte de narrar. La descripción del amor incondicional que suele darse entre nietos y abuelos, expresada a partir de la relación entre los personajes protagonistas, no acaba de ser lo suficientemente imponente como para mantener el interés de forma constante.

No obstante, la película está muy por encima de Hook en cuanto a ejecución y calidad interpretativa. Mi opinión se ve afectada por el alto nivel de compromiso y excelencia logrado por Spielberg en los films precedentes. Pero no hay duda de que se trata de un film muy correcto cuyas deficiencias quedan muy por debajo de las que puedan manifestar otros proyectos del mismo género.

La película se rodó entre marzo y junio de 2015 en localizaciones británicas e islandesas mientras que los interiores de estudio se filmaron en Vancouver. Desgraciadamente, mientras la post-producción se encontraba en plena ebullición, se produjo la muerte de Melissa Mathison (4 de noviembre de 2015) debido a una grave enfermedad. La devastación cundió entre Spielberg, Kennedy y Marshall quienes de inmediato decidieron dedicar la película a su memoria.
"Melissa podía hacer lo que la mayoría de nosotros nunca logramos. Ella observaba a la gente sin juzgarla. Las otras personas que pueden hacer lo mismo, observar con curiosidad pero sin emitir juicios, son los niños. Y por eso creo que ella los entendía tan bien y escribía sobre ellos mejor que cualquier otra persona."
Mathison, Bill Hader, Kathleen Kennedy y Frank Marshall en el set de The BFG.

John Williams volvió a colaborar con Spielberg tras un paréntesis forzado debido a la enfermedad del primero y construyó una banda sonora que es una auténtica delicia. El compositor vislumbró la magia en la relación entre la niña y el gigante y extrajo de ella su propia vivencia cuando de niño veía los musicales de Fred Astaire. Se dejó llevar por la fascinación que sentía en la sala de cine y concibió una partitura que recuerda, en algunos momentos cumbre, a insignes películas de los años 30.

En mayo de 2016, The BFG se presentó en el Festival de Cannes en olor de multitudes. Su estreno definitivo en salas comerciales tuvo lugar el 1 de julio. Se trató de la primera película dirigida por Spielberg que llevaba el sello de Walt Disney Pictures ya que la emblemática compañía se unió a la producción y distribución durante la fase previa al rodaje. Sin embargo, con esta cinta las estratosféricas cifras que están consiguiendo los de Anaheim en los últimos años no se pudieron comparar. El presupuesto definitivo se elevó a 140 millones de dólares y la recaudación global no pasó de los 183. Aunque no se trató de un fracaso en taquilla, tampoco logró los objetivos que se imaginaban al inicio. Más allá del criterio comercial, podemos pensar que la trayectoria de Spielberg en los próximos años vendrá marcada por una mayor implicación en el material de base y por una apuesta firme en beneficio de la calidad y el entretenimiento sin fisuras. 



Precedido por:

El Puente de los Espías (Bridge of Spies, 2015)

Continúa en:

Los Archivos del Pentágono (The Post, 2017)