24 de març del 2015

Spielberg on Spielberg: E.T. el Extraterrestre (E.T. the Extra-Terrestrial, 1982)

 
"Cuando empecé E.T. estaba henchido y contento por tener las películas que tenía en mi lista. Y no sentía que tuviera nada que perder. No tenía nada que demostrar a nadie excepto a mí."

Spielberg llevaba pensando en una idea para una nueva película desde hacía algunos años. El motor de la misma radicaba en su propia infancia cuando era "un niño que se sentía un poco perdido y distanciado por ser siempre el judío en barrios de gentiles".  Con el divorcio de sus padres, esa sensación se acrecentó y tuvo que lidiar con un sentimiento de soledad muy agudizado. Su pasión por el cine y el empeño que puso para convertirse en director, alejaron esas historias de su mente por un tiempo. Pero cuando rodaba Encuentros en la Tercera Fase, esa experiencia personal regresó con fuerza ya que sentía más tristeza por la marcha del alienígena que por la de Roy Neary (Richard Dreyfuss). Sobre esa apreciación germinó una historia.

Durante el rodaje de En Busca del Arca Perdida en Túnez, Spielberg solía quedarse un rato sobre la arena en el set de la ciudad de Tanis. Le gustaba contemplar como el viento provocaba ondulaciones en las dunas. Mientras observaba, recordó con fuerza sus vivencias personales y la historia que le gustaría desarrollar. Decidió no pensarlo más y lo comentó con Melissa Mathison que también estaba en el set de rodaje por ser la novia de Harrison Ford. Mathison había co-escrito el guión de El Corcel Negro (The Black Stallion, 1979), una película que al director le había encantado. Sin más dilación, le propuso que escribiera esta historia "sobre el encuentro de un niño perdido y un extraterrestre perdido."

Spielberg junto a Melissa Mathison y Harrison Ford

Mathison aceptó el reto y empezó a trabajar sobre temas como la familia, el padre ausente, la separación y la tristeza subsiguiente en la casa. El alienígena vendría a llenar el hueco, sin saberlo. Era el encuentro entre un extraterrestre, perdido y solo a cuatro mil millones de kilómetros de su hogar, y Elliott, un niño disgustado por el divorcio de sus padres, que ya no está interesado en las cosas de niño pero que aún no está preparado para la convulsión que supone la adolescencia. Son dos almas gemelas que se reúnen en el mejor momento para ayudarse mutuamente.

Elliott se iba a convertir en el primero de los "niños perdidos" de Spielberg. Este es, indudablemente, uno de los temas de mayor arraigo en su filmografía. Él tenía un bagaje personal amplísimo para dotar a esos personajes de contenido y transmitir a los actores las sensaciones y sentimientos que debían expresar ante dichas situaciones. E.T. fue la primera película personal del director y según palabras de él mismo: "ninguna otra ha podido ser tan íntima para mí como E.T. porque en ella volqué lo que representaba vivir con un sentimiento de soledad interno, provocado por el resquebrajamiento de mi familia."


Mathison y Spielberg trabajaron primero cómo debería ser el visitante. Tendría el poder de curación pero sería un agricultor y su aspecto sería terroso. La guionista trabajó mucho la dinámica entre hermanos y cada cinco días comentaba sus avances con Spielberg. Fue un proceso muy fluido que duró ocho semanas y en el que incluyeron una entrañable referencia a una de las películas favoritas de ambos: El Hombre Tranquilo (The Quiet Man, 1952).

La curiosidad que experimenta E.T. en el bosque de secuoyas, al inicio del film, es lo que acaba derivando en su abandono cuando sus congéneres regresan a la nave y despegan sin percatarse de la ausencia de su agricultor. A partir de aquí, entramos en el tema de la conexión con un niño, perdido en su propio ambiente, que acaba viendo en E.T. un motivo para romper su tristeza con una misión que cambiará la vida de ambos. La conexión no será fácil pero ésta acabará fluyendo con una naturalidad pasmosa.
"Cuanto más tiempo pasan las personas en una habitación cerrada, forzadas a romper la barrera de la lengua, más profundamente conectan esas almas. Las amistades profundas se forjan cuando nos esforzamos lo suficiente para hacerle saber al otro cuáles son nuestros sentimientos. Y eso era lo que unía a E.T. y a Elliott, dos almas perdidas que se necesitan la una a la otra durante un período de tiempo muy breve, para poder sobrevivir las dos de forma espiritual. E.T. es la película más espiritual que jamás he hecho y no fue algo accidental. Fue algo que siempre sentí profundamente."


En cuanto al trío protagonista, la primera en ser contratada fue una niña de seis años descendiente de una gran familia de actores: Drew Barrymore. Costó encontrar a Elliott pero finalmente Spielberg quedó impresionado con Henry Thomas, de nueve años, que cautivó a la hora de reflejar sentimientos durante su prueba de cámara. Robert McNaughton fue fichado para dar vida al hermano mayor, Michael. El director volcó sobre él algunos de sus propios recuerdos ya que las bromas que gasta a Elliott y Gertie, al principio del film, son las mismas que el cineasta solía hacerle a sus hermanas.

Los personajes adultos iban a ser completamente secundarios y la idea era no mostrarlos nunca por completo (al estilo de los cartoon de Tex Avery). Aunque habría dos excepciones: la madre, interpretada por Dee Wallace, y el investigador jefe del Gobierno, Keys, al que dio vida Peter Coyote. El misterioso Keys irrumpe en la película para devorar el mundo de los niños aunque después resulta ser más amigable de lo que parecía. Coyote se había presentado a las audiciones para Indiana Jones. Su prueba fue bastante mal puesto que el actor entró en la sala tropezándose y cayendo al suelo pero Spielberg no le olvidó y le ofreció el papel en E.T.

De forma genérica, los adultos son tratados como una amenaza permanente porque el film reivindica la inocencia infantil como un valor que nunca debería ser vulnerado.


En cuanto a la caracterización de E.T., Spielberg no quería que fuera como los alienígenas de las otras películas. El aspecto debía ser nuevo y sorprendente. Tras desechar las ideas del diseñador Ed Verreaux, el director volvió a reunirse con Carlo Rambaldi, con el que ya había trabajado en Close Encounters, y el italiano dio en el clavo con el diseño definitivo.

E.T, debía asustar al principio pero también ser capaz de conectar con la audiencia, pasado el impacto inicial. El diseño de Rambaldi cubría las dos prestaciones y sus ayudantes fueron capaces de desarrollar  un sistema de cables para mover al personaje en las tomas fijas.

Por otra parte, Spielberg contrató como director de fotografía al que había sido uno de sus compañeros de aventuras amateurs en los 60. Se trataba de Allen Daviau. Tras haberse ocupado de la fotografía en Amblin' (1968), había trabajado en telefilms y cortometrajes. E.T. iba ser el primer gran título de su carrera en el cine. Resulta interesante como, junto al director, diseñaron una iluminación llena de contrastes que destaca especialmente en las secuencias nocturnas. En las siguientes dos décadas, Daviau se reivindicó como uno de los técnicos más notables del panorama hollywoodiense acumulando cinco nominaciones para los premios Oscar.  

Pero lo que realmente dotó de alma a la película fue la empatización total de los jóvenes actores con el visitante del espacio. Spielberg consiguió sacar una grandísima interpretación de Henry Thomas y le transmitió los sentimientos que tenía que expresar con una gran claridad. La expresividad del joven hizo el resto para canalizar la respuesta emocional y transmitir el mensaje principal del film. El propio director se encargaba de darle la réplica poniéndose en el personaje de E.T. durante las escenas en que ambos personajes hablaban. Pero esa interactuación constante con el muñeco en el set de rodaje se convirtió en algo más para esos tres niños. De alguna manera, ellos humanizaron al personaje de E.T. tanto dentro como fuera de la pantalla, creando un vínculo que se vio reforzado gracias a un rodaje con continuidad temporal. Los niños no tenían que ponerse en situación a cada escena sino que ya habían hecho el viaje emocional de forma continuada, al mismo tiempo que lo hacen sus personajes de ficción. Por tanto, al final esa tristeza que les invade es en parte natural pues lamentaban despedirse definitivamente de ese muñeco al que habían llegado a querer.
"Para mí, E.T. fue la quintaesencia de mi infancia y, a la vez, el final de ella; me dio la valentía, gracias a su éxito, para empezar a tratar temas más adultos. E.T. me dio una especie de pase para fracasar."
E.T el Extraterrestre es una película profundamente emocional que apela a la nostalgia. Sus mayores ataques los recibió por este concepto pero no hay que perder de vista algo importante: como seres emocionales que somos tenemos derecho a dejarnos llevar por la sensibilidad cuando el material nos lo sugiere. No debemos dejar de lado esta implicación sensible si compartimos el objetivo que el director persigue. La frialdad y la distancia no deben ser un "canon" para la nueva narrativa audiovisual, aunque los "gurús" y los "gafapastas" así lo crean.

La emotividad de muchas de las secuencias se mantiene imperturbable gracias a los momentos icónicos y a la partitura musical de John Williams, capaz de enaltecer los sentimientos a la máxima potencia.
"Yo puedo hacer que las bicicletas se eleven. Pero John reescribe la película musicalmente. Él hace que sean verdaderamente aéreos, porque el público se eleva del suelo gracias a los violines de John Williams. Creo que los últimos quince minutos de E.T. son como una ópera, gracias a la aportación de John."

Esta fue la segunda película producida por Amblin Entertainment. La compañía había sido fundada un año antes por Spielberg, Frank Marshall y Kathleen Kennedy. Tras Continental Divide, dirigida por Michael Apted con guión de Lawrence Kasdan, llegó la película que aportaría la imagen corporativa de Amblin: Elliott y E.T. volando en la bicicleta con la Luna como telón de fondo. Kathleen Kennedy y Spielberg debutaron como productores con este film que Universal Pictures se encargó de distribuir. Su presupuesto fue de 10 millones de dólares recaudando un global de 792 si incluimos su reestreno en el veinte aniversario. La cinta se convirtió, desde su estreno, en una experiencia comunitaria en familia y así fue como obtuvo su colosal éxito.
"No hice E.T. con tremendas visiones de grandeza. Sólo quería hacerla. La llevaba en mi corazón. Quería ver esa película hecha realidad, todo lo demás era complementario."
"Es un cliché decir que esta película es para el niño que llevamos dentro. No, esta película es para las personas que somos, las que hemos sido y las que queremos volver a ser. Sí, creo que es para todos." 
La cinta obtuvo nueve nominaciones en los premios Oscar aunque nuevamente perdió los más importantes. Esta vez, la gran triunfadora fue Gandhi, dirigida por Richard Attenborough. John Williams sí lo obtuvo por su maravillosa banda sonora, al igual que Carlo Rambaldi y los técnicos de sonido y efectos visuales. Michael Kahn no se pudo encargar del montaje por estar volcado en el problemático proyecto de Spielberg como productor: Poltergeist. Carol Littleton le sustituyó en las labores de edición y obtuvo una nominación al Oscar por su trabajo.

Sin embargo, el propio Attenborough, que años después se pondría a las órdenes de Spielberg en Jurassic Park, declaró lo siguiente:
"Estaba convencido no solo de la victoria de E.T. sino de que era la que más merecía ganar. Era una película inventiva, poderosa y maravillosa. Yo hago películas más mundanas..."  
Con ocasión del veinte aniversario de la película, el reparto volvió a reunirse con Steven Spielberg y Kathleen Kennedy.




Precedido por:

En Busca del Arca Perdida (Raiders of the Lost Ark, 1981)

Continúa en:

Indiana Jones y el Templo Maldito (Indiana Jones and the Temple of Doom, 1984)