30 d’abril del 2013

Iron Man 3 inicia la fase II de Marvel Studios


La trama de Iron Man 3 arranca pocos meses después de los hechos acontecidos en Nueva York durante The Avengers. Tony Stark vuelve a trabajar intensamente en su casa taller de Malibú tratando de crear una nueva tecnología remota que le dé el control de una o múltiples armaduras a distancia. Tony sufre secuelas emocionales tras la experiencia vivida en la lucha contra Loki y su armada Chitauri y, ante una nueva amenaza global que vislumbra como inminente, prepara un nuevo salto tecnológico que pueda multiplicar sus fuerzas.

Pero si en la entrega anterior, Stark debía hacer frente a un enemigo cuyas deudas pendientes se remontaban a la trayectoria profesional de su padre, ahora tendrá que vérselas con un enemigo que él mismo creó. Los pecados del padre dan paso a los del hijo y siempre habrá un nuevo empresario de la tecnología con ganas de destruir al genio billonario, playboy, y filántropo que es el señor Tony Stark.
La fuente de inspiración directa para esta nueva secuela de Iron Man procede del arco agumental Extremis, creado por Warren Ellis y Adi Granov, y publicado entre 2005 y 2006. Drew Pearce y el nuevo director, Shane Black, han adaptado sus contenidos y han añadido nuevos elementos para crear un guión pletórico en intensidad. La mejora con respecto a la secuela anterior es reseñable y reduce esas conversaciones tan saturantes entre Stark y Pepper pero, sin embargo, expresa algunos problemas que responden al lógico desgaste de una saga cuando llega a la tercera entrega.
La comicidad que ha caracterizado a anteriores entregas se mantiene y agudiza en algunos momentos. Shane Black parece recuperar la esencia de sus guiones en la saga Arma Letal transmutándolo al mundo de Marvel en una serie de situaciones que tienen como protagonista a un Stark, empeñado en mostrar que es mucho más que su traje, y un Jim Rhodes cada vez más desdibujado en cuanto a entidad e intenciones.
Por consiguiente, nos encontramos ante una película que depara un buen entretenimiento pero carece de alma, de falta de apasionamiento de sus creadores para contar una historia que, además de hacerte pasar un buen rato, pueda permanecer en el recuerdo de muchos de los aficionados al cine de superhéroes.
Desde que el film se ha estrenado, se ha vivido un auténtico alud de controversia en cuanto al tratamiento que recibe el Mandarín. Soy seguidor acérrimo de los cómics pero no soy tan cercano a Iron Man en su trayectoria en las viñetas. Yo no me expresaré tan contundentemente como algunos han hecho contra la representación del gran archienemigo de Stark. Ahora bien, cabe decir que la apuesta por utilizar al Mandarín como un simple títere, un señuelo, a las órdenes de Aldrich Killian y además dotarlo de una escena de revelación extremadamente ridícula, no es aceptable. Yo pensaba que presenciaríamos una batalla entre Iron Man y un dúo de enemigos mortal, con motivaciones realmente justificadas para cometer sus actos. Una alianza que representaría un reto nunca antes imaginado. Pero de eso nada. La tecnología extremis depara algunos buenos momentos de acción pero el tono excesivamente cómico nunca desaparece y se tiene la sensación constante de estar viendo algo que linda peligrosamente con el terreno de la “payasada”. No debería ser ésta la impresión a la salida de la sala de cine. No lo ha sido hasta ahora en la historia de Marvel Studios. Para algo así, no hacía falta rescatar al personaje ni poner a un actor, de la categoria de Sir Ben Kingsley, en dicha tesitura. Podría haberse confiado exclusivamente en Killian (también surgido directamente del cómic) y en la siempre acertada presencia de Guy Pearce en este tipo de papeles. Ahora bien, Aldrich debería haber alimentado su inquina contra Stark por algún motivo más grave que dejarle plantado en la azotea de un hotel.
 
Respeto máximo por Downey. Gracias a él y a su éxito arrollador, en un papel que ha nacido para interpretar,  la franquicia de Marvel ha crecido, se ha expandido, y ha podido emprender los ambiciosos proyectos que hemos visto hasta ahora y que están por llegar. Pero en el contexto que su amigo Shane Black le ha preparado para esta película, su brillantez no es motor suficiente.

Black no es Joss Whedon, eso está claro. No sabe generar dinámicas entre personajes y tampoco aprovecha del todo las posibilidades que le ofrece el rico universo de Marvel más allá de pequeñas referencias poco trascendentes. Sabemos que hay consignas por parte de la producción para construir películas con entidad propia, pero cuesta asumir que una organización como SHIELD sólo sea citada, de forma subliminal, en un único momento de la cinta.
 
Cuando la seguridad del país está amenazada, el Presidente ha sido secuestrado, y hay indicios de una conspiración dentro del mismo gobierno, no puede ser que una organización del calibre de SHIELD no esté, al menos, al tanto de la situación. Había miles de maneras de ofrecer un trazo, una muestra de que Nick Furia y los suyos siguen los acontecimientos y están dispuestos a prestar ayuda. No hay nada de eso.
La ansiedad que sufre Stark, tras la batalla de Nueva York, se expresa de una forma demasiado grotesca, en la línea cómica del guión, pero ridícula si no aceptas la propuesta que plantean Shane Black y Drew Pearce.
 
Quizá también el problema es que venimos de The Avengers, una película en la que todo funcionó a las mil maravillas y los engranajes se movieron para crear un espectáculo visual de primer orden, con varios niveles de lectura, convenciendo a la mayor parte de la audiencia. Abrir el fuego tras lo visto el año pasado era sumamente difícil y ni siquiera el enorme carisma y talento de Robert Downey Jr. han podido darle una salida completamente satisfactoria.  
Con IM3 se inicia la Fase II del Marvel Cinematic Universe. Las nuevas entregas de Thor y Capitán América (y, en menor medida, Guardians of the Galaxy) nos conducirán hacia The Avengers 2 en 2015. El camino seguido hasta ahora ha sido el correcto. El proyecto siempre ha entrañado una suprema dificultad puesto que es la primera vez que el cine trata de integrar a varios superhéroes individuales en un mismo universo fílmico. Podemos confiar en que la supervisión de Joss Whedon y su idea para la nueva reunión de los “Earth’s Mightiest Heroes” nos deparará una gran experiencia. Pero quizá el productor y CEO de Marvel Studios, Kevin Feige, debería elegir con más cuidado a los directores y guionistas que van asumiendo los encargos, independientemente del rendimiento en taquilla de las cintas. No se pueden pervertir los mismos valores que esta compañía de cómics se juró defender en su paso a la industria del séptimo arte: entretenimiento y autoexigencia, margen para dotar de un camino propio a los personajes, pero respeto a las bases.
Seguiremos, con interés, los progresos de todos estos films. Ahora, es el turno del debate y la controversia.

28 d’abril del 2013

Oblivion: luchando contra el olvido


Oblivion despertó en mí una sensación inesperada. Acudí a la sala de cine pensando en un film de ciencia ficción, de factura técnica impecable, pero no pensé que tendría una repercusión más allá del entretenimiento.
Joseph Kosinski concibió el argumento hace más de ocho años y había co-escrito una novela gráfica que siempre ansió llevar al cine en cuanto pudiera establecerse como director. Después de rodar Tron Legacy para Disney, trató que el estudio de Burbank financiara y distribuyera el film pero la necesidad de una calificación PG-13 alejó el proyecto puesto que se escapaba de la idea que tenía la major para una película familiar sin restricciones.  Manteniendo su propuesta intacta, y tras haber escrito el guión con William Monahan y Karl Gajdusek, Kosinski consiguió atraer a Universal Pictures que compró los derechos a Disney y autorizó la calificación PG-13.  Una vez en Universal, el guión recibió un último toque por parte de Michael Arndt (el guionista del momento gracias a su implicación en la nueva entrega de Star Wars). Y, poco después, el script llamó la atención de Tom Cruise, que aceptó protagonizarlo.
Con Cruise a bordo y un presupuesto de 120 millones de dólares, el sueño de Kosinski se hizo realidad de la forma más deslumbrante posible. Ese borrador inicial que había escrito largo tiempo atrás, cobró vida con unos medios que le han permitido presentarnos una película con una puesta en escena impresionante. Hago una anotación en este momento: me parecerá muy injusto si el equipo de dirección artística, encabezado por Darren Gilford, no recibe nominación en los Oscar 2014.

El ambiente de la película seduce desde el primer momento. Es imposible no sentir una sensación de fascinación inmediata por los maravillosos entornos que nos ofrece la Sky Tower (uno de los mayores decorados construidos en el cine reciente), iluminada por una luz que no procede de fondos artificiales colocados en post-producción sobre pantalla azul. El set se iluminó con la luz desprendida por proyectores con imágenes de cielos grabados, para la ocasión, en las islas de Hawaii. Eso le confiere a los interiores una naturalidad pocas veces vista hasta ahora. La idea de Kosinski siempre fue la de crear un film épico de ciencia-ficción en escenarios de máxima claridad, alejándolo de las habituales tomas nocturnas. Y eso también lo consiguió rodando exteriores en Islandia, durante la fase de noches de Sol. Excepcional, una vez más, el trabajo del recientemente oscarizado director de fotografía chileno, Claudio Miranda. Su maestría y su aprovechamiento de la luz en interiores y exteriores está plasmada en cada plano, en cada escena de la cinta.
No quiero hablar en esta reseña del argumento de la película. Sólo pretendo trasladar al texto sensaciones e impresiones, en ocasiones estéticas, porque de allí surgió gran parte de la satisfacción recibida como espectador. Considero que, en líneas generales, la película nos presenta un argumento interesante y cautivador en el que hay momentos de emotividad muy logrados. No podría describir mejor los elementos fundamentales de la historia que mis amigos Octopus y Mike Lee en la valoración que escribieron hace unos días. Os las recomiendo fervientemente.

El sentimiento de pertenencia, el aprecio por el entorno, la sensación de añoranza; son características que distinguen a Jack Harper (Tom Cruise) ante las dos semanas que le quedan viviendo en la Tierra. Eso le diferencia de su compañera de trabajo y amante, Victoria, a la que el borrado de memoria que sufrieron hace años parece haber cundido más efecto. Pero Jack presiente algo, los recuerdos brotan en su interior, puesto que su papel en el pasado fue demasiado decisivo para poder ser eliminado. Creo que el principal mensaje que nos traslada la película es que el poder de la mente humana para no olvidar es algo demasiado poderoso. Incluso una entidad alienígena, extremadamente avanzada, no puede derribarlo totalmente. La fuerza que tiene la mente y el espíritu humano para recordar, para mantener vivos los recuerdos y experiencias más agradables o traumáticos, es aquello que más nos distingue y, al igual que las buenas canciones o las buenas películas, perdura para siempre.

Escenas como las que se viven en el lago con el “A Whiter Shade of Pale” representan, mejor que ninguna otra cosa, la visión del director en su esfuerzo por explicarnos una historia de emociones y sentimientos recuperados en el marco de un film épico de ciencia ficción. Y eso debe ser valorado y reconocido. Porque la película tiene escenas trascendentes de acción, busca impactar con su propuesta visual, pero incorpora también un fluir de elementos dramáticos casi poéticos.

Tom Cruise canaliza la narración con su solvencia habitual y, a través de su sentida interpretación, nos traslada ese halo de humanidad que aún pervive en un mundo post-apocalíptico. Al mando de esa maravilla de “nave burbuja” parece guiarnos física y emocionalmente por unos páramos desolados que, sin embargo, guardan un encanto visual arrebatador.

Y también hay que destacar la presencia de Andrea Riseborough y Olga Kurylenko. Dos actrices de características necesariamente opuestas para dar vida a personajes totalmente diferentes. Riseborough, en el papel de Victoria, parece compartir esa belleza etérea, casi de ambiente estéril y “apple-designed”, que desprende la Sky Tower. Su contención y devoción extrema hacia la misión sólo parecen romperse en una bellísima escena que tiene lugar en la increíble piscina de la torre. Un lugar mágico en el que la sensación de nadar sobre un precipicio, dota al momento de una relevancia cinematográfica de gran calibre.


Olga Kurylenko, en el papel de Julia, aporta otros valores. Su belleza más racial, más apegada a la realidad, corresponde al rol que la historia le otorga. Y su relación con Jack Harper, vivida muchos años atrás, más allá del tiempo y del espacio, puede volver a surgir gracias al impulso y al carácter más vivaz que la caracteriza.
Morgan Freeman nunca está mal, es uno de los mejores actores de Hollywood desde hace varias décadas. Pero su irrupción en la película y la definición de sus seguidores es, sin lugar a dudas, el punto más flojo de un film que nunca he tratado de definir como perfecto.

Lo que sí pretendo trasladar en este artículo es que Oblivion es una aportación brillante al género de ciencia-ficción y merece la oportunidad que muchos le niegan. Sus influencias son diversas aunque yo sintonizo especialmente con la forma en que Joseph Kosinski ha logrado contar una historia, con buenos niveles de profundidad, sin perder el concepto del entretenimiento. Hay otros directores, a los que muchos veneran, que realizan una película del mismo género entre cuatro paredes y reciben fragorosas ovaciones. Yo no estoy dentro de esta corriente de opinión.

22 d’abril del 2013

Recreando Sicilia en Las Salinas de Almería


En 1969, Franklin J. Schaffner dirigió una ambiciosa producción de la 20th Century Fox sobre la figura del General George S. Patton (1885-1945). Con un presupuesto de más de 12 millones de dólares de la época y disponiendo de un guión firmado por Edmund H. North y Francis Ford Coppola, Schaffner formó un reparto en el que George C. Scott realizó la interpretación más conocida y alabada de su carrera en el papel de Patton. Karl Malden (General Omar Bradley), Karl Michael Vogler (Mariscal Erwin Rommel)Michael Bates (Mariscal de Campo Bernard Montgomery), Stephen Young (Capitán Chester B. Hansen), y Michael Strong (General de Brigada Hobart Carver) completaron el resto del casting principal.
 
El film consiguió reflejar la compleja personalidad de un gran estratega militar, cuya genialidad siempre estuvo acompañada por la polémica y la constante rebeldía ante la autoridad del Comandante en Jefe de las Fuerzas Aliadas en Europa: el todopoderoso General Dwight D. Eisenhower. La cinta arranca a principios de 1943 cuando Patton llega al Norte de África para tomar el mando de unas demacradas tropas norteamericanas, al borde de la derrota ante las Afrika Korps de Rommel. Bajo su mando, el signo de la batalla cambia por completo y concluye con el control total de la región. Tras esta gran victoria, se le concedió el mando conjunto de las operaciones en la campaña de reconquista de Sicilia. Al frente del Séptimo Ejército, plantea una estrategia mucho más agresiva que la de Montgomery y pronto se asegura el control de Palermo, llegando antes al Puerto de Messina.
 
Pero sus constantes desafíos y una serie de incidentes de tipo disciplinario, con alguno de sus subordinados, le condena al ostracismo en la gran operación del Día D. Siendo el General más temido por los alemanes, se le asigna el mando de un ficticio Primer Ejército en Inglaterra sólo para despistar al enemigo. Sin embargo, la contraofensiva de Hitler en las Ardenas, obliga a Eisenhower a volver a confiar en él para que rompa el frente enemigo en Bélgica y permita el avance hacia el interior de Alemania.
 
Una película brillante que, ya desde el primer minuto, con el poderoso discurso de Patton, bandera norteamericana al fondo, y ante un numeroso auditorio que nunca vemos, ya te seduce hasta los créditos finales. Fue la gran triunfadora en la gala de los Oscar de 1971 al recibir siete estatuillas: mejor película, dirección (Franklin J. Schaffner), actor principal (George C. Scott, que rechazó el premio porque consideraba ridícula la competencia entre actores por premios), guión adaptado (Edmund North y Francis Ford Coppola), montaje (Hugh Fowler), equipo de dirección artística (Gil Parrondo, entre ellos), y sonido.
 
La película rodó algunas escenas en Inglaterra y Marruecos pero el grueso de la producción tuvo lugar en localizaciones españolas. En la provincia de Segovia se rodaron todas las escenas pertenecientes a la campaña de las Ardenas y, en tierras almerienses, tuvo lugar la filmación de los exteriores en las secuencias del Norte de África y Sicilia.

Mi amigo Xavi, en su reciente viaje por la provincia de Almería, tuvo oportunidad de visitar un enclave utilizado en la película. En la parte occidental del Parque Natural del Cabo de Gata-Níjar, se encuentra la zona de Las Salinas. Siguiendo la carretera que separa Las Salinas del Mar Mediterráneo, se llega a la entrada de la Almadraba de Monteleva, al principio de la cual se alza solitaria la Antigua Iglesia, que ha sido recientemente restaurada.

En el film, esta Iglesia sirve como telón de fondo para ilustrar el avance de las tropas de  Montgomery mientras coordina los esfuerzos de su ejército en Sicilia. En la escena, recibe las noticias del parón en la progresión de Patton y se muestra convencido de poder llegar antes a Messina.

Aquí tenéis una imagen de la película en el mismo enclave que después podéis admirar en las fantásticas fotos tomadas por Xavi. Almería tiene muchos tesoros fílmicos ocultos. Los iremos descubriendo poco a poco.
 
 
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20 d’abril del 2013

"Let my armies be the rocks and the trees and the birds in the sky"

Huyendo del acoso de los aviones nazis, Indiana Jones (Harrison Ford) y su padre llegan a una playa en la que parecen estar a merced de su último perseguidor. En ese momento, el padre sorprende al hijo con una ocurrencia que nunca habría tenido un hombre de acción, pero sí un experto en literatura que defiende fervientemente la idea de que "la pluma es más fuerte que la espada".

Tras conseguir derribar al caza alemán con un truco circense, el Profesor Henry Jones Sr. (Sean Connery) ilustra el acto con su erudición refiriéndose a una frase atribuida a Carlomagno:

"Let my armies be the rocks and the trees and the birds in the sky..."





Esta escena se ubica, en la ficción, en la costa meridional de Turquía, cerca de la frontera con Siria. Pero, al igual que muchas otras localizaciones de Indiana Jones y la Última Cruzada (1989), fue la provincia almeriense la que alojó al equipo de rodaje dirigido por Steven Spielberg. En el caso que nos ocupa, se trata de la Playa de Mónsul, dentro del Parque Natural Cabo de Gata-Níjar.

En esta playa se han rodado escenas de muchas otras películas destacando Marco Antonio y Cleopatra (1972), El Viento y el León (1975), La Historia Interminable (1984), Las Aventuras del Barón Munchausen (1988), y Hable con Ella (2002).

Mi amigo Xavi ha vuelto a visitar tan emblemáticos parajes durante estos días y ha querido compartir con nosotros estas imágenes, que él mismo ha tomado, y que nos retrotraen inmediatamente a esas poderosas palabras pronunciadas por un actor legendario.

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15 d’abril del 2013

El fuego se extingue: Spartacus llega a su fin (Spoilers)



Spartacus:
The same one that saw
my innocent wife torn from grasp
and condemned
to slavery and death.

 
Crassus:
And now you
would lead thousands
to join her in futile attempt.
 
Spartacus:
Whatever happens to my people
it happens because
we choose for it.
We decide our fates.
Not you.
Not the Romans.
Not even the gods.
 
Crassus:
You choose but time
and place of journey's end.

 
Spartacus:
Better to fall by the sword
than by the master's lash.
 
Crassus:
And will
it balm festering wound?
If the Bringer
of Rain heralds miracle
and defeats Crassus
and his legions,
will he withdraw
from the Republic?
Content that he's brought those
who so injured him to justice?
 
Spartacus:
There is no justice.
Not in this world.
 
Crassus:
At last.
A thing we agree upon.
 

En las horas previas a la batalla final, los dos grandes antagonistas intercambian unas palabras que cierran meses de hostilidades, escaramuzas, y persecuciones que han acabado llevando a los personajes hacia el camino que nos cuenta la crónica histórica. En este encuentro queda claro que ambos contendientes sienten respeto mútuo. Craso incluso le admira y llegará a reconocer que le hubiera gustado tenerle a su lado. Pero estas intenciones no pueden pasar por encima de la enemistad visceral que les separa y que  responde a algo más grande que todo ello: a su honor de guerreros.

Espartaco está dispuesto a asumir la tragedia, la derrota. Tras lo sucedido en los dos últimos años, ha decidido que la huida termina ahora. Hacer frente, en batalla abierta, a Craso y sus legiones es lo que debe hacer para honrar a aquellos que no han podido llegar a este momento tan ansiado. Porque vivir en libertad, decidir tu propio camino y defenderlo, es algo que pesa más en la horda rebelde que la mismísima supervivencia. Es necesario dejar un mensaje que resuene en la eternidad. Una idea que inspiró a sus seguidores y que Espartaco debió asumir en sus propias carnes, compartiendo el destino de la mayor parte de ellos.
 
La captura y muerte de Sura, unida a su caída en desgracia, fueron el motor para la venganza de un hombre que no se conformó con castigar a los directos responsables sino que quiso golpear el corazón de la República Romana reclutando para ello a quienes habían sido víctimas de su tiranía: los esclavos. Hombres y mujeres que eran los rostros anónimos de una institución básica en el esquema social y productivo. Por consiguiente, un elemento imprescindible que iba a ser defendido a ultranza mientras los ideales de conquista y expansión seguían alimentando el orgullo de senadores, patricios e incluso de los plebeyos que sobrevivían en las calles al frente de sus pequeños negocios. Mientras los líderes seguían conspirando e incluso eliminándose para conseguir el poder máximo, el pueblo llano disfrutaba de una falsa impresión de estabilidad. Espartaco hizo temblar esos cimientos durante un breve periodo de tiempo y su rebelión acabó siendo un símbolo al que otros libertadores acudieron cuando, en siglos posteriores, trataron de derribar otros órdenes establecidos.
 
Por su parte, Craso no sale indemne de tan dura y extenuante campaña en el mismo corazón de la península itálica. La muerte de su hijo, la traición de su adorada amante esclava, y la pérdida de valiosos colaboradores, le dejan huella. Sin embargo, el hombre más rico de Roma volverá a la capital habiendo vislumbrado el futuro que Julio César, nublado por la impetuosidad de su juventud, aún no es capaz de percibir. Dejar que Pompeyo se atribuya gran parte del crédito en la sofocación de la rebelión, es un cálculo estratégico que Craso está dispuesto a afrontar y que demuestra su enorme sagacidad. Entrar en un conflicto interno no traería nada bueno. Por contra, tener un gesto hacia Pompeyo, tras su vuelta de Hispania, puede situarle en la mejor posición para, en colaboración con la imparable irrupción de Julio César, empezar a construir una alianza que, con el tiempo, se convertirá en el primer gran triunvirato de la historia de Roma. Craso ha mostrado también su lado más humano aunque, ante todo, es un patricio romano y eso implica que no concederá el perdón final a Kore. Una amnistia hacia ella no sería entendida conociéndose públicamente su traición. El perdón más personal, más íntimo, no le servirá para preservar la vida. Sin duda alguna, estamos ante uno de los momentos más contundentes del capítulo final. Y, por añadidura, la enésima constatación de la compleja y apasionante personalidad de uno de los mejores villanos de la historia reciente de la televisión.
 
Steven S. De Knight no ha hecho concesiones en la conclusión de la serie. Muchos seguidores creíamos que, en último termino, existiría un halo de esperanza aunque eso podria modificar los hechos históricos. Nada de eso, el final es devastador y está dotado de una fuerza dramática que incluye momentos de conmoción muy potentes. Las lágrimas pueden inundar los ojos del espectador más sensible y, aunque existe una vía de luz al final del camino, muchos personajes emblemáticos que hemos llegado a admirar, no consiguen pervivir. También es cierto que mueren como habrían deseado: en el campo de batalla y luchando contra el opresor.
 
Se ha cumplido con la historia una vez más. El cuerpo de Espartaco nunca fue descubierto y eso ha permitido a los creadores idear una despedida que toca la fibre sensible como nunca pensamos que podría ocurrir cuando, en 2010, empezamos a ver una serie que casi todos los expertos definían como "simple orgia de sangre y sexo".
 
No ha sido así. Spartacus, a través de sus tres temporadas y su excelente precuela, nos ha dejado momentos, personajes y situaciones inolvidables. Y ha cambiado la forma de mostrar la acción y la violencia, haciendo evolucionar la técnica visual y situándose como un producto revolucionario, dotado de la misma actitud guerrera y combativa que han demostrado sus protagonistas.
 
La serie ha ido creciendo, aumentando la complejidad de sus tramas y la repercusión de su propuesta. Al mismo tiempo, ha ido acostumbrando a la audiencia adulta a una nueva formulación de la narrativa visual, reflejando una época brutal sin concesiones y llegando más lejos que cualquier otro drama histórico previo. Romper fronteras, atreverse a pisar nuevos terrenos, debería premiarse y no denostarse.
 
Tal como afirma Espartaco casi al final de su conversación con Craso, la justicia que persigue no pertenece ya a este mundo. Lo que importará es como él y sus seguidores hayan vidido, luchado, y perecido y eso ha dejado una huella en la historia que, incluso en 2013, ha resonado entre una audiencia mundial. Tal es la fuerza de una historia que ha demostrado su inmortalidad.

Así pues, cuando concluye esta trayectoria televisiva, hay que reconocer los méritos. Gracias Steven S. De Knight, Robert Tapert, Aaron Helbing, Todd Helbing, Jed Whedon, y Jeffrey Bell. Gracias por recrear tan apasionantes historias y por construir grandísimos personajes: Batiato, Lucrecia, Illythia, Glabro, Ashur, Enomao ("Doctore"), Varro, Mira, Tulio, Solonio, Tito, Agron, Melitta, Naevia, Gannicus, Crixo, el taimado Craso, y el indomable Espartaco.

Y gracias también a los maravillosos actores que han dado vida a esas líneas de guión: John Hannah, Lucy Lawless, Viva Bianca, Craig Parker, Nick E. Tarabay, Peter Mensah, Jai Courtney, Katrina Law, Stephen Lovatt, Craig Wrightson, Jeffrey Thomas, Dan Feurriegel, Marisa Ramírez, Lesley Ann Brandt, Cynthia Addai-Robinson, Dustin Clare, Manu Bennett, Simon Merrells, Liam McIntyre, y el nunca olvidado Andy Whitfield, forjador del origen del éxito de la propuesta por su valiente y atronadora interpretación del tracio indómito. Una valentía y bravura que también exhibió en su lucha contra la enfermedad que, en último término, acabó con su vida. Magnífico el recuerdo-homenaje que los productores han concebido en los títulos de crédito finales del capítulo. Un detalle emotivo y conmovedor.


 
Tres años de narración palpitante llegan a su fin haciendo justícia a la historia que quedó grabada con sangre y fuego hace casi 2100 años. Otros proyectos épico-históricos llegarán en el futuro. Y algunos tratarán de seguir la estela marcada por Spartacus. Que todos aquellos que lo intenten tengan el mismo talento, suerte y acierto que han demostrado De Knight y su equipo. Y esperemos que también dispongan de una mayor comprensión por parte de importantes sectores de la crítica.

6 d’abril del 2013

In Memoriam: Roger Ebert (1942-2013)


 
Apreciado Roger,
 
a mediados de los años noventa, cuando ni se me había pasado por la cabeza que algún día podría escribir sobre cine, empecé a conocer tu trabajo gracias a "Cinemania", un por entonces revolucionario Cd-Rom que contenía una enciclopedia cinéfila. Encontrabas fotos, videos, y textos, sobretodo críticas y reseñas de películas. Cuando internet aún no se había generalizado, productos como éste parecían ser la única salida posible para saciar la sed de conocimientos de aquellos que nos considerábamos cinéfilos en ciernes.
 
En ese Cd se incluían miles de críticas escritas por tí y por tus colegas: Leonard Maltin, James Monaco y Pauline Kael (también tristemente desaparecida). Al leer tus valoraciones y comprender la forma como analizabas las películas, algo surgió en mí que me hizo disfrutar del séptimo arte de una forma diferente, agudizando mis sentidos para poder presenciar el acto artísitico con más profundidad, valorando más los mensajes y las intenciones de los films. Tus amplísimos conocimientos siempre venían acompañados por un tono amable que nunca perdías, aunque tuvieras que valorar proyectos que no te interesaban demasiado. Porque tú no disfrutabas catalogando y descalificando, como hacen otros. Siempre trataste de hacer llegar tus ideas al lector para despertar en él su espíritu crítico. Y eso lo hacías sutilmente, con inteligencia, y haciendo gala de una maestría que echaremos de menos a partir de ahora.
 
Tocaste todas las teclas, trabajaste en televisión, estuviste presente en los nuevos canales de comunicación y en las redes sociales, manteniendo tu estatus de referencia absoluta en la crítica cinematográfica estadounidense.
 
Has luchado lo indecible frente a una enfermedad que no ha podido impedir que hayas trabajado hasta el final. Ahora te has ido y serás añorado pero dejas un criterio, una línea de pensamiento como herencia.
 
Has sido mi mentor en la distancia, he hallado inspiración en tus textos. Te has convertido en un maestro que me ha acompañado en la apasionante travesía por descubrir las coordenadas fundamentales de un arte en contínua expansión y evolución. Nunca te quedaste atrás, siempre cambiaste y te adaptaste a las nuevas tendencias encontrando nuevos valores y reivindicando la calidad del cine americano en todas sus vertientes y manifestaciones.
 
Seguirás siendo el faro que guiará los destinos de muchos de nosotros en esta aventura de vivir y escribir sobre cine.
 
Farewell Roger, you'll be deeply missed.

5 d’abril del 2013

The Walking Dead: serie de éxito


Frank Darabont (guionista y director del capítulo piloto de la serie que duró 60’) adaptó el cómic a serie de televisión con el mismo título que su origen ilustrado, estrenándose en EEUU el 31 de octubre de 2010 (se había empezado a rodar en mayo del mismo año), convirtiéndose pronto en un fenómeno de masas. Darabont se dio a conocer por el cortometraje “Dollar Baby” a partir de la adaptación de una novela de Stephen King de 1983. El éxito le llegó cuando en 1994 adaptó otra obra de este escritor, “The Shawshank Redemption”, que también dirigió y que le valió las nominaciones al Oscar por mejor guión adaptado de ese año y por mejor película. También es conocido por haber escrito varios guiones para la serie televisiva “El joven Indiana Jones”. En años posteriores, su trayectoria volvería a unirse a su admirado Stephen King ya que dirigió “The Green Mile” (1999) y "The Mist" (2007). Se le considera uno de los mejores guionistas de Hollywoood, además de ser uno de aquellos hombres que es capaz de dirigir, con mano maestra, todo el proceso creativo de un proyecto.

Respecto a la serie, Darabont eligió a un interesante reparto liderado por el británico Andrew Lincoln (en el papel del atormentado Rick), a quien acompañan los estadounidenses Sarah Wayne Callies (como su infiel esposa Lori), Chandler Riggs (Carl, el hijo de ambos, preadolescente que no sabrá nunca qué es la niñez ya que la suya quedará interrumpida irremediablemente, obligado a tomar decisiones cada vez más adultas) y Jon Bernthal (en el papel de Shane, el amigo…o no tan amigo, de Rick).


A Lincoln lo hemos podido ver en producciones como las series “This life” y “Teachers” y en participaciones en “Human Traffic” (1999) o “Love Actually” (2003). Por su parte, a Sarah Wayne Callies la recordamos por su papel de Dra. Tancredi en “Prison Break”, además de contar en su trayectoria con intervenciones en series como “Numbers”, “Ley y Orden” y “House”, complementadas por papeles en las películas “Whisper” (2007)  y “Las Nueve Revelaciones” (2006).  Por último, Jon Bernthal (escogido expresamente para el papel de Shane por su talante creativo y dureza física) cuenta en su haber con papeles en series como “Ley y Orden”, “The Class”, “The Pacific”, “Numbers”, “CSI: Miami” y en películas como “World Trade Center” (2006) y “The Ghost Writer” (2010).

Una de las cosas que más nos ha gustado (aunque tiene sus detractores, evidentemente) a los fans de “The Walking Dead” (da igual en qué formato) es el hecho de que no toda la serie es un fiel reflejo del cómic. Kirkman, en las introducciones de estos últimos, nos explica que tiene la necesidad de hacer cambios en los personajes y en los sucesos que les acontecen. Si bien es verdad que, ambas historias, siguen paralelamente una serie de hechos clave para poder entender la evolución personal de sus personaje, el director y el guionista se permiten hacer unos pequeños cambios, a mi modo de ver, muy sanos e inteligentes: para la gente que nos hemos leído el cómic, existe el interés por ver cómo van a enfocar lo que ya conocemos que va a suceder (de hecho, hay multitud de secuencias bastante diferentes entre ambos medios) y, para los que no lo hayan hecho, estas pequeñas adaptaciones son mucho más rápidas de enfocar y de desarrollar en un formato como el de serial que está repartido en unos 12 capítulos por temporada (y que hubieran sido imposibles de adaptar a este límite de proyección si se hubiera seguido a pies juntillas la idea original).

De esta manera, tanto los fans de un medio como del otro (o de ambos), podemos estar muy satisfechos de cómo se van desarrollando las vicisitudes con las que se encuentran los protagonistas en esta nueva era que empieza para la raza humana a principios del siglo XXI.






Otro de los aspectos que creo que tanto Kirkman como Darabont han acertado de lleno para mantener vivo el interés por “The Walking Dead” ha sido el de que ninguno de sus protagonistas es intocable, todos pueden morir, si bien es cierto que el personaje de Rick es el único que se irá manteniendo bastante fielmente porque es a través de él de quien vamos los espectadores sacando el hilo conductor de toda la historia: pérdida de seres queridos, cambio de esquemas morales, aprendizaje de estrategias de supervivencia y de defensa (tanto hacia los zombies como hacia a otros seres humanos que han sobrevivido), planificación de la vida a corto plazo… Es un personaje que irá cambiando, y mucho, sobrepasado por las circunstancias ya que, además de sobrevivir al fin del mundo, no todos los grandes problemas le vendrán dados por los muertos… los vivos también sacarán a flote sus personalidades más oscuras y terribles, aquellas que en la civilización están aletargadas por las normas sociales y jurídicas pero que, en una tierra sin leyes, pueden campar a sus anchas, como ocurrirá con la figura del Gobernador (interpretado por el británico David Morrisey, conocido por “Mucho ruido y pocas nueces”, 1993; “The Commissioner”, 1998 o “Sentido y Sensibilidad”, 1995). El gran éxito que tuvo este personaje dentro del elenco de la serie hizo que se escribiera un libro independiente sobre él: “The Walking Dead: el Gobernador” (2011).


De todos ellos, me gustaría hacer especial mención de Shane, el compañero y mejor amigo de nuestro protagonista (o así lo cree este último hasta que las evidencias de lo contrario son demasiado grandes, lo que deja a Rick bastante “huérfano” ya que él sí ha sido hasta el momento un amigo fiel). En la serie, y me alegro porque ha dado mucho juego, han mantenido este personaje muchísimo más tiempo que en el cómic. En éste, Shane es abatido pronto, demasiado quizás y los responsables de la serie supieron ver el potencial que tenía este personaje tan atormentado que acaba suponiendo un peligro para los demás. Y así ha sido: Jon Bernthal ha levantado tanto seguidores como enemigos y es que su personaje es la suma de muchas contradicciones: quiere hacer el bien pero pretende erigirse también dentro del grupo como si se tratase de un cabecilla militar.


Todos los demás personajes son una mezcla de lo que creó Kirkman en el cómic junto con la adaptación que Darabont ha hecho sobre ellos; muchos otros ni siquiera aparecen en la serie. Y este hecho, cuenta el primero, le ha provocado que muchos de sus seguidores le hayan escrito quejándose largo y tendido. Pero, como dice él, no puede llover siempre a gusto de todos y hay que tener en cuenta que la serie debe poder ser adaptada de manera creíble en mucho menos tiempo que en el cómic y, por ello, son necesarios algunos retoques.

No sé si le pasará a más gente, supongo que sí, el hecho de que toda esta historia puede ser perfectamente tomada desde un punto de vista bastante filosófico ya que, en esencia, no deja de ser un tema muy utilizado para ahondar en la fe humana y en la resistencia de cada uno a nivel personal. También hay que ver a los zombies como seres que hay que matar pero no por miedo o por repugnancia sino porque, en primer lugar, hay que impedir que sigan infectando a más gente y, en segundo lugar, por respeto a su propia dignidad ya que no hay que olvidar que esos zombies han sido hasta no hace mucho vecinos, amigos, familiares de alguien. Llega un punto de la historia en que hay que matarlos por compasión, además de precaución, porque nadie merece “vivir” de esa manera ya que no se lo han buscado. De hecho, bastantes de los personajes que nos acompañarán en esta apasionante aventura, se irán transformando por mordeduras o…porque, como se descubre muy pronto, todos los seres humanos están ya infectados y provoca que todo el que muera se acabe transformando al cabo de pocas horas, aun cuando no haya sido atacado nunca por un zombie (esto supuso un fuerte shock para todos sus seguidores, porque por fin entendíamos bien el título: los muertos vivientes que da pie al título no son los zombies sino los seres humanos que han sobrevivido y que se acabarán transformando de todas maneras cuando mueran). Es decir: ya están sentanciados a morir, son muertos en vida y hay que ser piadosos con ellos y evitar que se conviertan una vez fallecidos.

Si comparamos esta serie con otras películas de calidad sobre este género, siempre podremos observar que el hecho de ser zombie no es más que la alteración del ADN humano hasta tal punto que, toda la región cerebral que rige nuestra conducta y sentimientos, queda totalmente inutilizable y pasa a regir el cerebelo, el encargado de las acciones motrices y de una de las necesidades más primitivas de todo ser vivo: comer.

Visto así, no podemos dejar de reflexionar sobre que una alteración genética de tal tipo podría ser perfectamente posible hoy en día. ¿Qué pasaría si alguno de los virus que tienen encerrados en los grandes laboratorios de alto nivel del mundo se esparciera, inocentemente o como arma terrorista? En resumen: no es una historia tan increíble ni imposible.


Recordemos algunas de sus predecesoras: “La noche de los muertos vivientes” (todo un clasico de 1968, que Kirkman reconoce no haber visto hasta hace muy poco), “28 días después” (2002), “30 días de oscuridad” (2007), “Resident Evil” (2002) , la española “Rec” (2007) o “Soy leyenda” (2007). En todas ellas, el causante de que la raza humana se degrade tanto ha sido o un error del propio ser humano o un experimento que se ha ido de las manos. Es decir, la Naturaleza no ha tenido nada que ver, solamente se ha hecho real una de sus máximas leyes: sobrevive el más fuerte. Que el hombre es el peor enemigo del propio hombre ya era una realidad en los siglos II y III aC, como lo demuestra la cita del comediógrafo latino Tito Macio Plauto: “el hombre es un lobo para el hombre” (“homo homini lupus”).

En todas estas películas se observa cómo las acciones humanas han acabado por destruir tantos siglos de evolución, de conocimiento y de vida: una prueba nuclear subterranea en la primera, experimentos químicos para crear el arma bélica más poderosa del mundo en la cuarta, unos experimentos genéticos sobre la gripe en la quinta o la búsqueda por encontrar la cura de cualquier tipo de cáncer en la última.

Así pues… ¿por qué no podría pasar realmente? Y con esta gran duda existencial casi nos deja Kirkman colgados a lo largo de todos los capítulos del cómic sabiendo que, con casi toda probabilidad, nunca obtendremos la respuesta deseada que todo cerebro humano necesita para darle sentido a su existencia. Y este caos personal es otro de los factores que enganchan de esta historia. Kirkman juega magistralmente con los factores de miedo, repugnancia, sorpresa, desazón y lástima por todos estos seres que ahora dominan la Tierra. Darabont y Glen Mazzara (el showrunner que tomó su relevo) también lo han sabido plasmar perfectamente en la serie televisiva.

Aunque, al igual que como ya comentó Néstor en su artículo sobre “Spartacus”, no a todo el mundo gusta y hay quien ha tachado la serie de sanguinaria y excesivamente violenta. Claro, tienen razón… pero ¿cómo se defenderían ellos ante tal situación? Hay que dejar un poco de lado tantos escrúpulos y saber mirar las escenas desde un punto de vista crítico y maduro, acorde con los hechos que se nos están relatando.
Con todos estos elementos (argumento, formato, equipos técnicos, actores y hasta ejercicios de reflexión personal) no es de extrañar que la televisiva “The Walking Dead” haya sido nominada a los premios del Gremio de Escritores de América y en los Globos de Oro como mención a la mejor serie dramática.


Así pues nació, hace ya 10 años, esta saga de culto seguida por millones de fans acérrimos (entre los que se encuentra una servidora) que por el momento, según su creador, no tiene un fin establecido que nos dé la explicación que tanto ansiamos desde el primer capítulo. Al igual que tampoco ha tenido un inicio porque, sencillamente, no hay nadie que quede para explicarlo que se encuentre entre los protagonistas. Seguirá hasta…que los fans lo decidamos. Es su manera, como él mismo nos cuenta, de darnos las gracias por nuestro apoyo incondicional y ayudarle, de esta manera, a hacer real su proyecto: que la gente reflexione acerca de lo que piensa sobre la moral humana e intente, al menos, hacer una profunda reflexión sobre si realmente nos conocemos a nosotros mismos tan bien como creemos o si, por el contrario, nosotros mismos somos nuestros más grandes desconocidos.

Eva Buendía

3 d’abril del 2013

The Walking Dead: cómic de referencia

Atraído por una idea que está funcionando muy bien en otros blogs cinéfilos, he decidido incorporar a firmas invitadas que, periódicamente, puedan aportar sus visiones a esta bitácora. Creo que puede ser una iniciativa muy interesante y enriquecedora. Hace tiempo que me seducía la idea de escribir sobre The Walking Dead pero, pensándolo bien, me pareció que podría ser una oportunidad excelente para que una gran amiga y lectora del blog, Eva Buendía, pudiera aportar su conocimiento sobre una saga que le fascina. Su valioso texto, que hemos dividido en dos artículos, supone una espléndida mirada sobre el fenómeno global. Empieza analizando el trabajo de Robert Kirkman, en los cómics, y dedica una segunda parte al estudio de la serie que puso en marcha Frank Darabont en 2010.

Sin más dilación, os dejo con Eva y su análisis.

“¿Cuándo fue la última vez que cualquiera de nosotros DE VERDAD hizo algo para conseguir lo que quería?¿Cuánto tiempo ha pasado desde que cualquiera de nosotros NECESITÓ algo de lo que QUERÍA? El mundo que conocíamos ya no existe. El mundo del comercio y las necesidades superfluas ha sido reemplazado por un mundo de supervivencia y de responsabilidad. En cuestión de meses, la sociedad se ha desmoronado, SIN GOBIERNO, SIN SUPERMERCADOS, SIN CORREO, SIN TELEVISIÓN POR CABLE. En un mundo gobernado por los muertos, POR FIN NOS VEMOS OBLIGADOS A EMPEZAR A VIVIR”.
   Con estas palabras, hablándonos del costumbrismo que comporta la rutina, empieza el guionista Robert Kirkman en sus cómics en 2003 a hacernos plantear un gran dilema: ¿Qué podemos entender por tiempo prestado? ¿Qué pasaría si, todo lo que conocemos y conforma nuestra rutina de golpe (y, lo que es peor, sin saber por qué) se acabara irremediablemente? ¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para poder sobrevivir o salvar a los nuestros? La moral… ¿dónde quedaría entonces en este nuevo escenario?
   De esta manera, a través de muertos vivientes, gestó Kirkman el proyecto de reflejar todo este razonamiento filosófico adaptado al siglo XXI y del que nació la saga de “The Walking Dead”, cuyos cómics y serie televisiva posterior son fenómenos de culto a nivel mundial. En ambos formatos, la sempiterna idea que nos hacemos como raza mortal y moral, capaz de racionalizar todos nuestros actos y sobre si somos tan civilizados como nos gusta dar a entender, es puesta en duda. Es más, salta por los aires.

 
   Gracias a sus protagonistas, gente normal y corriente que nos podemos encontrar cada día por la calle o dentro de nuestras propias familias, Kirkman nos pretende hacer reflexionar, a través de la evolución de sus personajes principales, acerca de cómo un ser humano al que creemos conocer de sobras puede acabar, condicionado por las circunstancias, transformándose en un completo desconocido, capaz de los actos más atroces que nos podamos imaginar por simple instinto de supervivencia. Es más: Kirkman quiere que este planteamiento nos lo hagamos sobre nosotros mismos, no sobre terceras personas, y pongamos a prueba nuestra propia fe.
   Para ello, se sirve del protagonista principal, Rick, policía de una población cercana a Atlanta (EEUU) y de su familia y conocidos: Lori (su mujer), Carl (su hijo) y Shane (su compañero de patrulla) para arrancar con la historia.
   Tanto en los cómics como en su adaptación televisiva, el relato se inicia cuando Rick despierta un día en un hospital conectado al suero y en estado de shock y fatiga. Poco a poco, va recordando haber recibido un tiro en una persecución a un delincuente junto con otros compañeros policías (entre ellos, su gran amigo Shane) hace tan solo unos días y que… precisamente esto: que no sabe nada más. Cuando ninguna enfermera acude a su llamada es cuando, alarmado,  intenta salir de la habitación (¿con la puerta bloqueada desde fuera?) y es entonces cuando ve que todas las instalaciones están completamente abandonadas y devastadas, como si se hubiera producido una batalla campal sin vencedores ni vencidos. Lejos de llegar a encontrar una explicación racional sobre lo que sus ojos ven pero que su cerebro se niega a aceptar, Rick sale por fin al exterior y observa que no hay ningún ser humano a la vista y que no se escucha absolutamente nada en una ciudad poblada por millones de personas y miles de automóviles. Solo unos pasos más y Rick empezará a darse cuenta de que hay muchas personas (o lo que queda de ellas) esparcidas por toda la calle, con señales de haber sido salvajemente mutiladas… solo que algunas de ellas aún andan y parecen estar buscando comida… En este escenario es cuando Kirkman da el pistoletazo de salida sobre la historia de zombies que fue tejiendo durante años en su cabeza.
  
Y aquí es donde entra como la gran protagonista de esta serie de culto (en cualquiera de sus dos formatos) la gran pregunta: ¿QUÉ HARÍAMOS SI FUÉRAMOS RICK? Y lo peor: ¿POR QUÉ ha pasado todo esto? ¿Qué es lo que ha podido suceder para que esta plaga de zombies haya supuesto el casi exterminio total de la raza humana? Ha podido ser un virus, un atentado con armas biológicas, una degradación genética… pero, si os paráis a pensar… ¿quién queda que lo pueda explicar? Y aquí es, según mi opinión, donde radica el gran éxito de esta idea: que, acostumbrados como estamos a que todo nos lo den explicado ya que estamos viviendo en la era de la información al alcance de todos, de repente los pocos supervivientes que quedan y con los que el protagonista se va encontrando conforme se van sucediendo los capítulos no saben absolutamente nada de lo que está pasando porque, como ya hemos podido ver en otras filmaciones sobre este género, conforme las distintas epidemias zombies van ganando terreno las retransmisiones informativas a la población van desapareciendo progresivamente hasta que, la humanidad, se queda totalmente sola e indefensa ante el peligro.
Robert Kirkman, rodeado por sus creaciones...  
En esta serie, Kirkman quiere que reflexionemos sobre ello: si nos despertáramos un día cualquiera y no encontráramos a nadie por las calles salvo los seres grotescos y terriblemente primitivos en que se han transformado la mayoría de los humanos y que el último recuerdo no nos arrojara ninguna posible información (al menos una pista) sobre ¿¿QUÉ PASA??... ¿cómo nos quedaríamos? ¿Ha sucedido en todo el mundo? ¿Hay alguien, fuerzas militares por ejemplo, buscando supervivientes? ¿Ha sobrevivido algún gobierno? En cierta medida, es una comparación a un nacimiento: el bebé llega a este mundo pero está completamente perdido en él, necesita de los demás para sobrevivir, pero desconoce cuanto le rodea. Así es como quiere Kirkman, como él mismo va explicando a los lectores de sus cómics, que nos sintamos: como bebés indefensos que deben buscarse la manera de sobrevivir sin estar preparados para ello, característica de toda especie viva.
Pero Kirkman no trabaja solo. En sus cómics siempre agradece a todo su equipo un trabajo y esfuerzo sin el cual este proyecto no podría haber visto la luz: los dibujantes Tony Moore y Charlie Adlard, además del encargado de dar tonos grises a todas las viñetas de cada uno de los fascículos: Cliff Rathburn. En el capítulo 24 del cómic, Tony Moore dejó paso, como dibujante en solitario, a Charlie Adlard. Pero la saga continúa y así seguirá hasta que Kirkman decida ponerle fin, cosa que no implicará necesariamente una conclusión argumental cerrada.
Eva Buendía

1 d’abril del 2013

"Valar Dohaeris": primeras impresiones del nuevo capítulo de Juego de Tronos


Juego de Tronos abre su tercera temporada y lo hace con un capítulo que supone una brillante reintroducción al universo y personajes creados por George R.R. Martin.

Los showrunners y guionistas, David Benioff y DB Weiss, recuperan para este primer capítulo algunas de las tramas más potentes de esta compleja y multiargumental orgía de fantasía épica. El reto y dificultad que deben afrontar, constantemente en su esfuerzo de adaptación, debe ser reconocido por el público cuando son capaces de crear un guión de capítulo que prioriza la claridad de las líneas narrativas centrando la acción en los personajes más destacados.

Si nos detenemos a pensar en el episodio, comprobamos que, a lo largo de sus 54 minutos, hemos estado en las agrestes tierras de más allá del muro, en Desembarco del Rey, también en las ruinas del aterrorizante Castillo de Harrenhal, e incluso en Rocadragón y, más allá del Mar Angosto, siguiendo la llegada de Daenerys Targaryen a la arcana ciudad de Astapor. Conseguir que todos estos cambios de ubicación constante puedan fluir en continuidad y, además, no confundan ni despisten al espectador es, ya de por sí, un éxito. Y, hay un elemento que apreciamos de una forma muy inmediata y que es el mejor ejemplo de conexión del espectador con el material: la sensación del tiempo real transcurrido para visualizar el capítulo es muy inferior a los 54 minutos del metraje. Hay tanta tensión narrativa y un ritmo tan espectacular que se nos hace extraordinariamente corto el visionado. Se pueden hablar de muchas cuestiones técnicas, pero cuando se tiene esta sensación quiere decir que lo que has visto es algo realmente brillante.

Resulta una obviedad subrayar la enorme categoría de los intérpretes. Pero, no por ello, nos tenemos que ver obligados a soslayar el fastuoso trabajo de un elenco que asombra una y otra vez. En este capítulo, en particular, hay dos escenas que son auténticas joyas y, no por casualidad, en ambas aparece Tyrion Lannister (Peter Dinklage), un personaje que, ya de por sí, inspira miles de artículos cada temporada en los medios convencionales y en las "nuevas columnas de opinión" del ciberespacio.

La primera de estas escenas nos muestra el intercambio de opiniones entre dos hermanos cuyo odio mutuo no puede ser mayor. Un Tyrion descabalgado de su posición y cargo, físicamente lacrado y, habiendo eludido una muerte segura que le estaba aguardando en la Batalla del Aguasnegras; se plantea ahora reclamar su beneficio tras ser el único Lannister que defendió a Desembarco del Rey de las tropas de Stannis Baratheon. Pero su existencia prueba que, aún siendo un Lannister, nada le vendrá sin luchar ni conspirar. Porque el primero de sus enemigos es su propia familia.

Resulta fantástico ver la escena en que Cersei (Lena Headey) y Tyrion muestran parte de sus cartas en el gran juego de traiciones que van a seguir librando. Hay un extracto de su conversación que me ha parecido especialmente interesante:

Cersei: I expect you'll tell lies
about me, about Joffrey.

Tyrion: Any lies in particular?

Cersei: You're a clever man,
but you're not half as clever
as you think you are.

Tyrion: Still makes me
more clever than you.



Y la segunda escena que me ha llamado la atención es aquella en la que Tyrion se reúne con su padre, el gran Tywin Lannister, que ya está disfrutando de su cargo como Mano del Rey, y le pide la recompensa material a sus servicios. No habrá gratitud humana ni el mínimo atisbo de fraternalidad entre padre e hijo. Pero aún cree que puede obtener los derechos de herencia que le corresponderían, particularmente el control de su hogar ancestral: Roca Casterly.

Pero Tywin no oirá ni aceptará ninguna demanda sobre la Roca de la que mana todo el oro de Poniente. Tyrion es su hijo pero reniega de él, le detesta porque su nacimiento implicó la muerte de la persona a quien más amaba en el mundo: su esposa. Y, además, ese tercer hijo que le causó ese horror infinito resultó ser un enano que conculca, desde su primer aliento de vida, el orgullo y la prestancia de la Casa Lannister. Tywin no puede negar que Tyrion es hijo suyo pero eso no cambiará su apreciación y su deseo de otorgarle un destino paralelo al que le correspondería por herencia.


Los guionistas nos deparan una escena de magna repercusión que, obviamente debe ser mucho más corta que la de la obra original, pero que destila una fuerza atronadora y demuestra la excelente capacidad intepretativa de Peter Dinklage y, especialmente en esta ocasión, de Charles Dance como Tywin. Un hombre que es capaz de expresar, en sus gestos y miradas, el enorme disgusto que incluso le produce escuchar a su hijo cada vez que pronuncia una palabra. Y cuando tiene la oportunidad de hablar, su castigo a Tyrion llega a ser mucho más severo...


You, who killed your mother
to come into the world?

You are an ill-made,
spiteful little creature
full of envy, lust,
and low cunning.

Men's laws give you
the right to bear my name
and display my colors since I
cannot prove that you are not mine.

And to teach me humility,
the gods have condemned me

to watch you waddle about
wearing that proud lion
that was my father's sigil
and his father's before him.

But neither gods nor men
will ever compel me
to let you turn Casterly Rock
into your whorehouse.



Grandes momentos para un episodio muy solvente en el que también vemos, por primera vez, a Mance Rayder (Ciarán Hinds promete mucho en el papel) como Rey de Más Allá del Muro. Viajamos hasta Harrenhal, con la llegada de las tropas de Robb Stark. Vemos una nueva fase del devenir de ese caballero de la triste figura que es Stannis Baratheon (Stephen Dillane) y su "Grima Lengua de Serpiente" particular. Finalmente, el capítulo acaba con las andanzas de Daenerys en Astapor, a la búsqueda de un ejército sin igual que pueda otorgarle el Trono de Hierro. Historias apasionantes que seguirán inundándonos durante las próximas nueve semanas. Qué afortunados seremos durante este tiempo!!!