31 d’octubre del 2011

Criadas y señoras (The Help)


Jackson (Mississippi), a principios de la década de los 60, seguía representando un modelo de segregación racial estricto. La población de raza negra vivía completamente separada de las clases altas burguesas aunque, eso sí, se mantenía la tradición de contratar a las mujeres como criadas en las casas familiares. Además de ocuparse de todas las tareas domésticas, realizaron durante décadas una gran labor al criar a los hijos mientras sus verdaderas madres se dedicaban a eventos sociales y demás actividades de ocio. Este reverso oscuro del idílico "American Way of Life" es el foco de atención de Criadas y Señoras.

Basándose en el best-seller de Kathryn Stockett, el director y guionista Tate Taylor sorprende agradablemente construyendo una cinta que rezuma pasión, emotividad, y sensibilidad. Un ejemplo de cine social bien construido que, sin pretender convertirse en referente exclusivo de una época, es capaz de retratar una serie de características en el marco de una etapa histórica del sur de los Estados Unidos.

Taylor, que prácticamente debuta con este largometraje, se apoya también en un excelente reparto de actrices, capaces de llevar en volandas la narración de la película. El cuidado cásting consigue ofrecernos algunas de las mejores interpretaciones del año. Resulta impecable el trabajo de Viola Davis en el papel de la sufrida Aibileen Clark (atención a la escena en que recuerda la muerte de su hijo, sencillamente impresionante) y también el de Octavia Spencer dando vida a la indomable Minny Jackson.

Emma Stone continúa confirmando su status de actriz en alza, capaz de asumir papeles de exigencia, y no se puede decir menos de la gran Sissy Spacek (memorable en su papel de la señora Walters), y de Bryce Dallas Howard, sobre la que recae el rol de "villana" de la función. Tampoco podemos olvidar a la poliédrica Jessica Chastain, que también se sigue confirmando como una intérprete a tener muy en cuenta en el futuro.

Tate Taylor ha sido capaz de integrar este enorme caudal interpretativo dentro de un guión equilibrado, con importantes dosis de humor en un contexto dramático, y que se caracteriza por mantener un pulso narrativo constante que logra mantener la atención del espectador a lo largo de los 137 minutos del film. Por consiguiente, creo que estamos ante una de las películas revelación del año. Viendo sus datos de taquilla, no cabe duda de que se está convirtiendo en un sleeper o éxito sorpresa, y todos los que han estado implicados en ella van a beneficiarse de un fuerte impulso en sus carreras.

Es difícil obtener un grado de emotividad tan grande como el que consigue Criadas y Señoras. Y esto lo consigue a base de pinceladas, de momentos muy bien dosificados a lo largo del metraje. Cuando hay tal grado de involucración y entrega, resulta más fácil tocar la fibra sensible porque las situaciones y las interpretaciones trascienden más y ese es el éxito de una película que nunca trata de ser un film que sente cátedra en el retrato de una época. Su objetivo no es otro que contarnos la historia de una serie de personajes en un contexto concreto. No busca adoctrinar ni ofrecernos la enésima versión sobre cómo se vivieron los conflictos raciales en los 60. Lo que vamos a presenciar es lo que sucede entorno a unas personas que tratan de vivir dentro de un sistema separador sin perder la entereza ni el amor propio. La película es un reflejo del enorme poder que posee el espíritu humano para superar y derribar cualquier obstáculo.

Quizá por todo ello, lo único que eché en falta en la película fue que se llegara al momento en que se firmó el Acta de Derechos Civiles (1964), una ley federal histórica que barrió para siempre la segregación racial y la discriminación en los estados del Sur. Un momento clave en la mejora social de un país que seguía dividido en los derechos de las comunidades y que, gracias a la implementación de esta legislación, inició un camino de reconciliación sin vuelta atrás posible.

28 d’octubre del 2011

Cheverny, inspiración para Hergé

Es muy recomendable realizar una ruta por los majestuosos castillos de la región del río Loira. Uno de ellos es Cheverny. Construido entre 1624 y 1630, está abierto al público desde 1914.
Precisamente, uno de sus visitantes fue Georges Prosper Remi más conocido como Hergé (1907-1983). La estructura del castillo le inspiró a la hora de crear el castillo de Moulinsart, residencia del Capitán Haddock en la saga de aventuras de Tintín.

En las fotos puede apreciarse el enorme parecido aunque Hergé hizo Moulinsart algo más pequeño al no incorporar las dos alas del palacio. Aún así, se puede observar que la estructura central es practicamente idéntica.



En el día del estreno de Las Aventuras de Tintín, es interesante conocer esta referencia.

26 d’octubre del 2011

Los rostros de Bond (V): Pierce Brosnan


Cuando Metro Goldwyn Mayer-United Artists y Eon productions resolvieron sus diferencias legales, estábamos ya en 1994. Habían pasado cinco años desde el estreno de Licencia para Matar. Este parón sin precedentes implicó cambios importantes.

Tras la renuncia de Timothy Dalton había que contratar a un nuevo actor protagonista y, además, la salud de Albert Broccoli había empeorado bastante. Cubby decidió dar un paso atrás y entregó la máxima responsabilidad a la nueva generación. Así fue como su hija, Barbara, y su hijastro, Michael G. Wilson, tomaron las riendas del nuevo proyecto. Albert Broccoli murió siete meses después del estreno de Goldeneye y el siguiente film, Tomorrow Never Dies, estuvo dedicado a su memoria. Desde entonces, su nombre aparece al inicio de los títulos de crédito, al mismo nivel que el de Ian Fleming.

Wilson, que llevaba trabajando en Eon desde 1972, conocía de primera mano las características de la saga habiendo sido productor y guionista de varias películas. Sin embargo, tanto él como Barbara, eran partidarios de hacer cambios que revitalizaran la franquicia. Empezaron contratando a guionistas completamente nuevos para que aportaran ideas frescas y renovadas. Así fue como implicaron a cuatro escritores (Michael France, Kevin Wade, Jeffrey Caine, y Bruce Feirstein) para que fueran aportando su visión en lo que acabó siendo el guión definitivo de Goldeneye (1995).

Quizá la última decisión de Cubby Broccoli, antes de ceder el timón, fue la de contratar a Pierce Brosnan. Tras no poder conseguirlo en 1987, el actor irlandés por fin se hacía con el personaje que tanto se ajustaba a su presencia y estilo interpretativo. No habiendo más impedimentos y bajo la enérgica dirección de otro debutante en la saga, Martin Campbell, el regreso de Bond a la gran pantalla fue enormemente exitoso.

El público estaba ávido de 007 y, además, se consiguió atraer a una nueva generación de espectadores que conectó rápidamente con la fórmula y los planteamientos de una película de acción que seguía manteniendo los cánones del personaje pero, a la vez, introducía nuevos elementos preparando el terreno para competir con otras grandes producciones del género que estaban cautivando al público mediante grandes dosis de espectacularidad.

Brosnan firmó un contrato para tres películas, con opción a una más . A Goldeneye le siguieron El Mañana Nunca Muere (1997), y El Mundo Nunca es Suficiente (1999). Los rendimientos económicos aumentaban en cada título y debido a eso los productores le renovaron para intervenir en el siguiente título: Muere Otro Día (2002).

El Bond de Brosnan también incorporó nuevos elementos que merece la pena comentar. Pierce siempre comentó que quería aproximarse al personaje desde otra óptica tratando de profundizar más en las características que le hacían ser quien es. Como había ocurrido en anteriores ocasiones, los guionistas se adaptaron a ese planteamiento y configuraron un Bond más humanizado y vulnerable. Una de los aspectos que más claramente definen la etapa de Brosnan es la relación de 007 con las mujeres. La misoginia y el desdén deja paso a una relación mucho más emocional. Bond se implica mucho más y se entrevee que podría enamorarse con mucha más facilidad que antes. En este sentido, su fuerte arraigo con mujeres como Paris Carver (Teri Hatcher) o Elektra King (Sophie Marceau) supone una muestra importante de ello. Incluso la traidora Miranda Frost (Rosamund Pike) parecía despertar en él un sentimiento de pena al verla muerta.

Esta vulnerabilidad emocional, que sólo había sido expresada en Al Servicio Secreto de su Majestad (1969), también se deja ver con otros personajes. El caso más claro lo vemos en Goldeneye donde tenemos la oportunidad de comprobar la fuerte amistad que le une con otro agente del MI-6: Alec Trevelyan (Sean Bean). Su afectación tras la muerte de éste y la reacción que tiene cuando comprueba que sigue vivo y que todo aquello había sido una mascarada para ocultar su traición, comporta que Bond sufra una cierta crisis interior. Él se autoconvence de que Trevelyan es ahora su enemigo y no dudará en eliminarle pero interiormente sufre y eso es bien palpable en las horas previas al enfrentamiento final. Natalya Simyonova (Izabella Scorupco) le recrimina diciéndole "¿ Cómo puede ser tan frío ?" porque detecta la turbulencia que sufre en su interior ante lo que está a punto de hacer.



Estamos, pues, ante una aportación importante y trascendente para la saga. Sin duda fue la mayor contribución de Brosnan en sus cuatro films. Su etapa al frente del personaje pudo ser más larga. De hecho él mismo había declarado que le hubiera gustado hacer seis películas. En MGM también creían que podía seguir puesto que aún tenía 49 años y las cintas estaban funcionando fenomenalmente en taquilla. Cabe recordar que Muere Otro Día marcó un record histórico dentro de la franquicia al recaudar, a nivel mundial, la impresionante cifra de 432 millones de dólares.

A lo largo de 2003 y parte de 2004 hubo contactos entre Brosnan y los productores pero algo diferente parecía flotar en el ambiente. Pierce veía poca voluntad de entendimiento y en julio de 2004 anunció que dejaba el personaje.

Esa falta de decisión por parte de Wilson y Broccoli no era tal sino que respondía a una reflexión profunda acerca de como querían encarar la continuidad de la saga. En un audaz y para algunos ilógico movimiento, los productores decidieron dar un golpe de timón. Creían que las enormes recaudaciones no debían cegarles. Era necesario anticiparse a un posible agotamiento de la audiencia realizando cambios que aseguraran frescura y dinamismo.

Esta nueva vuelta de tuerca pasaba por volver a los orígenes del personaje adaptando la primera de las novelas que Ian Fleming escribió: Casino Royale. Este argumento, debidamente actualizado, les permitiría presentar al personaje desde sus inicios como agente 00, cosa que nunca antes había sido vista en la gran pantalla. Y en el esfuerzo de presentar de nuevo al personaje y rodearlo de elementos que definirían su actitud y trayectoria futuras, estaba claro que Brosnan no encajaba. Hacía falta un nuevo actor, más joven e impetuoso. Alguien capaz de recuperar las esencias literarias que Fleming estableció. Y ese hombre iba a ser Daniel Craig.

24 d’octubre del 2011

Bienvenidos a la segunda temporada de Boardwalk Empire, el mayor espectáculo del mundo... en los años 20.


La "magnánima" obra de Enoch "Nucky" Thompson (Steve Buscemi) al frente de la tesorería de Atlantic City está dejando a muchos damnificados por el camino. Y uno de ellos no es otro que su mentor, el Comodoro Louis Kaestner (Dabney Coleman). Su decidido impulso, y las poderosas influencias políticas que posee, pueden ser la fuerza decisiva que les permita usurpar el imperio de contrabando de licor, corrupción, y negocios sucios que Thompson ha construido con los años. Varios ex-colaboradores suyos están convencidos de ello y por eso han decidido unirse a Kaestner, con quien comparten unos irrefrenables deseos personales de tomar cumplida venganza por los agravios que han sufrido a las órdenes de Nucky. Jimmy Darmody (Michael Pitt) se convierte así en el brazo armado del grupo.

Pero Nucky no va a claudicar. Nunca hay que menospreciar el valor de un león ejaulado porque cualquiera de sus arañazos puede resultar mortal. Y eso es lo que él va a hacer ante el lobby que pretende aislarle y destruirle.

Lo que sucede a continuación es una guerra encubierta, una guerra de influencias, de contactos y sobornos, y en ella participarán varios nombres "ilustres" de la época. En Nueva York, Arnold Rothstein (Michael Stuhlbarg) va a movilizar a sus "wise guys", Charlie Luciano (Vincent Piazza) y Meyer Lansky (Anatol Yusef), para que ayuden a Nucky a distribuir sus remesas de licor en Philadelphia (la costa de Atlantic City está bloqueada por la Guardia Costera, que sigue órdenes del Comodoro).

Mientras, en Chicago, Johnny Torrio (Greg Antonacci) envía a su mejor hombre, Al Capone (Stephen Graham), para que deje constancia de que los negocios con Nucky ya no están tan claros como antes y quizá se imponga cambiar de aliados. El Bureau of Prohibition sigue haciendo redadas e incautaciones de alcohol en la zona de New Jersey, bajo las órdenes del temible e inestable Nelson Van Alden (Michael Shannon). Pero ¿ de veras creen que una infradotada unidad formada por oficinistas y novatos puede representar un peligro para los avezados gángsters ?

Entramos en la América de 1921, en plena vigencia de la Volstead Act. Una época que es representada de una forma cruda y realista en Boardwalk Empire. Si la primera temporada nos dejó con ganas de más, la segunda está superando las expectativas mientras introduce más elementos que aumentan la tensión narrativa y el interés por conocer más acerca de ese interesantísimo periodo histórico.

Por si faltaba poco, las conexiones de Nucky Thompson llegan incluso hasta la nueva administración Republicana que acaba de llegar a la Casa Blanca en 1921. El propio Presidente, Warren Gamaliel Harding, debe un favor a Thompson aunque el que está más implicado en ello es su jefe de campaña convertido ahora en Fiscal General de los Estados Unidos: Harry M. Daugherty (Christopher McDonald).

Desde un garito de juego en Nueva York, donde asoma la cabeza un jovencísimo Benny "Bugsy" Siegel, hasta un prostíbulo en Chicago, pasando por los carteles luminosos del paseo marítimo de Atlantic City; se nos va introduciendo, con un ritmo impecable, en los entresijos de unas vidas marcadas por la avaricia, la corrupción, y el espíritu de beneficio individual. Las fórmulas de vida honrada son para perdedores, ningún hombre que haya probado el suculento modo de vida de los gángsters es capaz de volver atrás. Quien entra en el vendaval de los negocios sucios queda impregnado de por vida y, a partir de ese momento, solo cuenta ganar dinero cada vez más rápido y apartar a todo aquél que pueda interponerse en la realización de esos planes.

Tras ver los primeros capítulos, creo que hay que seguir apostando por Nucky como vencedor de esta confrontación. ¿ Qué pensáis vosotros ?


21 d’octubre del 2011

Caballeros medievales en el sur de California


Charlton Heston fue un coloso del cine. Se caracterizó por ser un actor que honró a su profesión con interpretaciones en películas de gran complejidad técnica y logística. Aportó realismo y profundidad a sus interpretaciones amparándose en su imponente presencia, que ya de por sí conseguía hacerle creible ante el público. No me cansaría nunca de homenajear a este titán pero hoy quiero tratar una pequeña historia (nada comparable a lo sucedido en el rodaje de Mayor Dundee).

En su espléndida autobiografía, publicada a mediados de la década de los 90, el veterano actor explicaba las vivencias adquiridas durante los largos viajes que realizaba mientras saltaba de un rodaje a otro. En la década de los 60, esto fue más patente que nunca.

Pero, en 1964, Heston aceptó intervenir en El Señor de la Guerra, un relato medieval que iba a ser dirigido por Franklin J. Schaffner. El guión escrito por Millard Kaufman y John Collier, se basaba en una obra teatral de Leslie Stevens que describía las vicisitudes de un caballero normando, Chrysagon, cuando asume el control como nuevo señor feudal de un remoto territorio en la Francia del siglo XI.

Heston no estaba interesado en participar en una nueva película medieval que transitara por los habituales caminos hollywoodienses de irrealidad histórica y contexto glamuroso. Pero cuando leyó el guión se dio cuenta que se encontraba ante una gran oportunidad. Y eso se debe al hecho de que El Señor de la Guerra fue la primera película de un gran estudio que fue capaz de reflejar, con mayor verosimilitud, el estilo de vida y de gobierno en la Alta Edad Media. Por fin se mostró la dureza de esos tiempos, la brutalidad, y la violencia descarnada. Y además, se reflejó la organización feudal como nunca antes. Chrysagon es un señor que vive en un pequeño torreón y que tiene derecho a percibir rentas y a dominar la vida de sus bárbaros vasallos hasta el último extremo.

Quedaron atrás los grandes decorados de majestuosos castillos que nunca existieron en la realidad. La vieja costumbre de hacer de Camelot el referente para la creación de películas medievales se vino definitivamente abajo con este film de Universal Pictures.


Así pues, Charlton Heston volvió a romper barreras con su participación en la película y reafirmó su consabido buen ojo para elegir proyectos. Además, este rodaje le aportó otra importante satisfacción personal. En esta ocasión, no tendría que irse a la otra parte del mundo para filmar porque Franklin Schaffner decidió localizar los exteriores en varias áreas naturales de California (Colusa County y Marysville) y también en las cercanías de Malibú, donde se encontraba el domicilio familiar de Heston.

En su autobiografía suele citar que hubo dos películas que le reportaron una gran tranquilidad y sosiego en la década de los 60. Una fue El Señor de la Guerra y la otra el western Will Penny (1968). En ambas producciones, casi todos los días podía volver a su casa al final de la jornada y eso fue muy reconfortante para él.

Pero en El Señor de la Guerra sucedió una anécdota interesante. Durante la mayor parte de los días de rodaje en exteriores siempre había un joven de unos 17 o 18 años apostado tras las barreras de seguridad del set. El muchacho solía llevar una libreta en la que escribía sin parar y parecía querer empaparse de todo lo que alcanzaba a ver. Era tal el seguimiento y la fidelidad del joven que un día Heston se acercó hasta la valla y se interesó por saber lo que hacía.

El caso es que ese joven inquieto era un tal Steven Spielberg, futuro alumno de la escuela de cine de la Universidad del Sur de California. Su pasión por el cine, desarrollada a muy temprana edad, le movía a tener interés por estar presente en los rodajes y por conocer el oficio, aunque fuera desde la distancia. Enterado de que el equipo de Schaffner estaba rodando en las cercanías de Malibú, el joven Spielberg no dudó en acercarse.

Nunca concluyó sus estudios en la USC pero, gracias a una beca que obtuvo para trabajar como guía en Universal Studios, Spielberg fue entrando en el negocio y gracias a sus prometedores cortometrajes consiguió que le dieran la oportunidad de dirigir episodios de series de TV como Night Gallery, Marcus Welby, y Colombo. Y ese fue el inicio de una carrera brillante y meteórica.

19 d’octubre del 2011

Los rostros de Bond (IV): Timothy Dalton


"I think Roger was fine as Bond, but the movies had become too much techno-pop and had lost track of their sense of story. I mean, every movie seemed to have a villain who had to rule or destroy the world. If you want to believe in the fantasy on screen, then you have to believe in the characters and use them as a stepping-stone to lead you into this fantasy world. That's a demand I made, and Albert Broccoli agreed with me.”

Timothy Dalton


Cada vez que un nuevo actor ha asumido el papel de James Bond, la franquicia ha sufrido convulsiones y cambios que en muchas ocasiones han venido determinados por las diferentes personalidades de los intérpretes elegidos y el consiguiente nuevo enfoque que aportaban.

Cuando Roger Moore dejó la saga en 1985, Eon Productions volvió a entrar en un gran proceso de renovación iniciando un nuevo casting para elegir al cuarto actor que asumiría el protagonismo. En esta ocasión, Albert Broccoli recuperó a Timothy Dalton (a quien ya quería contratar en 1968) e incluyó a Sam Neill, Lewis Collins, y Pierce Brosnan en las pruebas. Muy pronto se vio que Neill y Collins no eran los idóneos. En cambio, Dalton convenció completamente.

Pero el actor galés, con una sólida trayectoria interpretativa forjada en el teatro y el cine, tenía varios compromisos pendientes y rechazó el papel por falta de tiempo. Ante esta situación, Broccoli optó por contratar a Pierce Brosnan, un intérprete irlandés que acababa de concluir un largo periplo en una serie de televisión de la NBC que había sido cancelada por una fuerte caída en su audiencia: Remington Steele.

Todo parecía encarrilado aunque nada más lejos de la realidad. Cuando la NBC se enteró de la noticia, decidió ejercer una opción en el contrato de Brosnan por la cual podían renovarle automáticamente el compromiso para una temporada más. Hasta la sede de la cadena había llegado una gran cantidad de cartas de aficionados que pedían que la serie continuara ahora que su protagonista iba a ser James Bond.

Pero esta prórroga unilateral del contrato de Brosnan no hizo más que enfurecer a Albert Broccoli que, muy indignado, optó por rescindir el convenio con el irlandés afirmando lo siguiente: "Remington Steele nunca será James Bond". Lo curioso del caso es que la audiencia de los nuevos episodios de Remington nunca remontó y al final sólo se rodaron cinco episodios de esa hipotética última temporada. Ese moribundo compromiso cerró las puertas a Brosnan aunque, como todos sabemos, se le iba a presentar otra oportunidad más adelante.

Desesperados ante la situación, Broccoli y Michael G. Wilson volvieron a reunirse con Dalton y le presentaron un plan de rodaje que podía adecuarse al tiempo del que disponía. Finalmente, consiguieron su implicación y nunca mejor dicho porque se puede asegurar, con rotundidad, que Dalton es el actor que más se ha sumergido en el mundo literario de Bond para prepararse en su papel. The Living Daylights (1987), con guión de Richard Maibaum y Michael G. Wilson, fue su debut en la franquicia.

El galés siempre había sido un gran seguidor del personaje y solía repasar las novelas de Fleming en el set de rodaje. Como queda claro en las palabras que destaco al inicio del artículo, Dalton quería volver a las esencias de 007 desmarcándose del tono más cómico que caracterizó la etapa de Roger Moore. Los responsables de la franquicia estaban en perfecta sintonía con esa demanda y escribieron guiones más oscuros, intensos y complejos, adaptándose a los tiempos y alejándose del enfrentamiento entre bloques como motor principal de la narración.

Además, el Bond de Dalton es el primero que empieza a manifestar abiertamente su desacuerdo con las órdenes que recibe. Su lealtad se mantiene firme aunque se cuestiona, en varias ocasiones, algunas de las indicaciones que le llegan confiando más en su instinto y experiencia para solucionar los problemas que se le van presentando.

El crítico y especialista en 007, Stephen Jay Rubin, escribió que el Bond de Dalton era el candidato idóneo para ser paciente de una consulta de psiquiatría. Sus implicaciones personales se inmiscuyen constantemente en su misión dando como resultado un sufrimiento que es bien palpable en la interpretación. Dalton hace gala de una contención y un lenguaje gestual que te hace llegar una sensación de enorme sufrimiento. A diferencia de sus predecesores, casi nunca "disfruta" de su peligroso trabajo.



En su segunda y última encarnación de Bond, Licencia para Matar (1989), 007 llega incluso a ser repudiado por el MI-6 cuando se niega a dejar de investigar el ataque sufrido por su amigo Félix Leiter. A partir de entonces le vemos actuando por libre, como un rogue agent, dispuesto a desatar un huracán con tal de destruir el imperio del narcotraficante Franz Sánchez (Robert Davi).

A pesar de que los rendimientos económicos de ambas películas no fueron extraordinarios, los productores y United Artists querían continuar por ese camino y estaba previsto que Dalton volviera en una nueva película que debía estrenarse en 1992 y que ya tenía título: The Property of a Lady (título que procedía de una novela corta de Ian Fleming).

Pero todos esos planes se desvanecieron cuando empezó una enorme batalla legal entre las diferentes compañías implicadas en la franquicia. La imposibilidad de iniciar la pre-producción acabó provocando la renuncia definitiva de Timothy Dalton.

Estoy entre los que piensan que sus dos películas fueron buenas. Licencia para Matar es uno de los títulos que más he visto y que más me interesan. Me gusta su aproximación al personaje y la evolución del mismo a lo largo del film. Me apasionó la venganza salvaje que 007 decide emprender contra el imperio de un gran villano. Un hombre que verdaderamente parecía capaz de poner al mundo en jaque con su persistente y continuada actividad criminal. Y, además, considero que la canción principal, en la voz de Gladys Knight, es una de las mejores de toda la saga. Sé que estos comentarios pueden suscitar opiniones contrarias y la verdad es que la voluntad de provocación está muy unida a estos artículos.

18 d’octubre del 2011

Especial "The Age of Scorsese" en Harper's Bazaar

La prestigiosa revista Harper's Bazaar ha realizado su particular homenaje al cine de Martin Scorsese como anticipo al estreno de su más reciente trabajo como realizador: La invención de Hugo.

Y su aportación ha sido, como no podía ser de otra forma, elegante y brillante. Han recreado varios momentos de algunas de las películas del cineasta utilizando a actores actuales. La puesta en escena y la exactitud en la caracterización permite que podamos saber, casi instantáneamente, a qué película pertenecen cada una de las fotos. Harper's Bazaar apela al bagaje cinematográfico del lector para sorprendernos con una apabullante reinterpretación de algunos clásicos inmortales.

Keanu Reeves y Chloe Moretz emulando a Robert de Niro y Jodie Foster en Taxi Driver (1976).



Christina Hendricks (Joan Holloway en Mad Men) y Jack Huston (Richard Harrow en Boardwalk Empire) recrean una escena que Cameron Diaz y Leonardo di Caprio protagonizaban en Gangs of New York (2002).


Emily Blunt se convierte en una nueva Ellen Burstyn para representar a la icónica Alice Hyatt de Alicia ya no Vive Aquí (1974).



Howard Hughes y Katharine Hepburn vivieron un apasionado romance a finales de la década de los 30. Scorsese recreó maravillosamente el glamour del Hollywood clásico y construyó el entorno adecuado para que Leonardo di Caprio y Cate Blanchett se sintieran parte de la historia del cine en El Aviador (2004). Alessandro Nivola y Emily Mortimer reproducen de nuevo ese mágico instante.



Un habitual del cine reciente de Scorsese, Ben Kingsley, se junta con dos miembros del reparto de Boardwalk Empire, Michael Pitt (Jimmy Darmody) y Vincent Piazza (Charlie "Lucky" Luciano), para recrear el gran clásico Uno de los Nuestros (1990). Resulta curioso ver a estos intérpretes representando, por un instante, los papeles que recayeron en Joe Pesci, Robert de Niro, y Ray Liotta.



Kate Bosworth representa a la Condesa Ellen Olenska en esta recreación de La Edad de la Inocencia (1993). Esta será la única posibilidad de que una actriz tan floja pueda al menos acercarse a un tipo de cine que siempre le será vetado.

14 d’octubre del 2011

Eilean Donan, un castillo muy cinematográfico en el corazón de Escocia


En el área occidental de las Highlands escocesas, dentro del lago Duich, se alza el solitario castillo de Eilean Donan.

Esta curiosa construcción, que se levanta sobre la islita del mismo nombre, fue construido en el siglo XIII. En 1719, durante un importante levantamiento jacobita, el castillo fue el escenario de una dura batalla en el que la Marina Inglesa acabó cañoneando los muros del castillo destruyéndolo casi por completo.

No fue hasta 1919 cuando empezaron los trabajos de reconstrucción, que dejaron el castillo con el aspecto actual en 1932.

El particular y pintoresco enclave del monumento ha atraído especialmente a los localizadores de exteriores. La primera película que rodó escenas allí fue El Señor de Ballantrae (1953). La película dirigida por William Keighley fue uno de los últimos grandes títulos que protagonizó Errol Flynn.

Después vendría La Vida Privada de Sherlock Holmes en 1970 (en una breve escena en que Sherlock, Watson, y Gabrielle Valladon, inspeccionan varios castillos buscando el escondite del Club Diógenes). Y, en 1986, fue el escenario de varias secuencias de Los Inmortales. Los clanes escoceses se reúnen allí y marchan después hacia la contienda.


En los 90, el castillo fue reproducido en Rob Roy, La Trampa (donde se convertía en la mansión privada de Robert MacDougal), y El Mundo Nunca es Suficiente (oficiando de cuartel general alternativo del MI-6 tras el atentado acaecido en la sede de Londres al inicio del film).


Un paraje idílico y, nunca mejor dicho, inmortalizado eternamente en la pantalla de cine.

6 d’octubre del 2011

Los rostros de Bond (II): George Lazenby


Timothy Dalton pudo ser Bond mucho antes de 1987. En 1968, "Cubby" Broccoli ya había pensado en el por entonces jovencísimo actor galés. Pero éste declinó la oferta por considerarse demasiado joven para el papel. Los caminos del destino volverían a cruzarse en la vida de Dalton a mediados de los 80 y entonces dijo sí.

Quiso el destino que Broccoli acabara encontrando al nuevo Bond en un anuncio de televisión. El elegido era el desconocido George Lazenby, un australiano de 29 años que nunca había trabajado en el cine.

La prueba de casting que realizó acabó de convencer aún más a los productores al propinar un fuerte golpe a un especialista con el que realizaba un ensayo de combate cuerpo a cuerpo. La agresividad que Lazenby ofrecía y sobre todo el bajo sueldo que exigía, fueron determinantes para que decidieran ponerle al volante de un precioso Aston Martin.

No le fue fácil a un actor sin experiencia asumir un personaje icónico en una franquicia exitosa. Y el panorama se complicó aún más por la propia temática de la película elegida. Al Servicio Secreto de su Majestad (1969) es el film de Bond más atípico puesto que nos cuenta la historia de cómo un mujeriego empedernido cae en los brazos de la joven Condesa Teresa De Vicenzo (Diana Rigg) y llega a contraer matrimonio con ella. La cinta concluía con Bond y Teresa iniciando su viaje de novios en coche y siendo abordados por Ernst Stavro Blofeld (Telly Savalas) que, en su intento de eliminar a 007, acaba con la vida de su esposa.

Era una historia rompedora pero básica para construir la biografía del personaje. La viudedad de Bond le cambia para siempre y, a partir de ese momento, radicaliza aún más sus métodos y opta por no volver a comprometerse con ninguna otra mujer. Ian Fleming creó una trama que le otorga entidad y justificación al protagonista y el cine tenía que abordarla en algún que otro momento, aunque fuera en la sexta entrega de la saga.


Lazenby, pues, afrontó un reto difícil e intentó mostrarnos a un personaje conocido en circunstancias extraordinarias o casi imposibles teniendo en cuenta el bagaje y trayectoria de Bond. Su escasa expresividad y su rudeza, indisimuladamente poco refinada, no ayudaron a que su trabajo pudiera ser considerado como aceptable. Sin embargo, Broccoli estaba convencido de que tenía a un actor de futuro y le ofreció un contrato para siete películas. Aunque las cifras de recaudación habían bajado respecto a la película anterior, se mantuvieron suficientemente altas y la cinta fue una de las más exitosas de 1969.

Pero entonces ocurrió uno de aquellos momentos en que las personas juegan a ser futurólogos y casi siempre fallan en sus predicciones. El flamante agente artístico de Lazenby le desaconsejó firmar el contrato porque creía que la figura de Bond era profundamente anacrónica y poco acorde con los tiempos presentes. Según él era más que evidente que, en los 70, la franquicia se eclipsaría y bajaría el interés del público.

Y así fue como Lazenby fue un visto y no visto como James Bond. Quizá debemos agradecer a ese representante "agorero" su pésima prognosis al creer acabada una saga que es la más larga de la historia del cine y sigue extraordinariamente fuerte en el siglo XXI. Su error permitió librarse de un actor hierático, de rostro pétreo y cuadrado; alguien impropio para vestir el esmoquin y seducir a mujeres al mismo tiempo que disfruta de un martini con vodka.

Su carrera posterior fue el reflejo de sus escasas habilidades interpretativas y se acabó perdiendo en producciones de serie B, y telefilms.

Su presencia en la saga es casi anecdótica aunque hizo cosas que no se han vuelto a ver. El ejemplo más claro es la ruptura de la "cuarta pared". Ocurre al inicio de la película cuando pronuncia aquello de... "This never happened to the other fellow..."

Hay que tener en cuenta que era el primer relevo en la franquicia y el guionista Richard Maibaum quiso introducir algún elemento extra que fuera parte de una broma interna entre el protagonista y el público.

2 d’octubre del 2011

Los rostros de Bond (I): Sean Connery


Cuando Albert Broccoli y Harry Saltzman planeaban la producción del primer film de Bond que habían decidido realizar, Dr. No (1962), pensaban en ofrecerle el papel de 007 a Cary Grant. Pero dos dificultades se presentaban en el camino. En primer lugar, el alto salario que exigiría una superestrella de Hollywood (Dr. No disponía de un presupuesto muy ajustado para una producción de este tipo); y no menos importante era el hecho de que Grant nunca se habría comprometido para más de una película. Estas razones fueron suficientemente evidentes para que los productores abandonaran esa idea imposible.

Con la llegada de Terence Young al puesto de director, surgió el nombre de Richard Johnson. Pero éste no podía aceptar porque tenía un contrato exclusivo con MGM. Entonces la atención se dirigió hacia el norteamericano Patrick McGoohan, que había destacado interpretando a un espía en la serie de televisión Danger Man. Tras rechazar la oferta, se consideró también al emblemático David Niven, aunque siempre fue más una fantasía que una realidad factible.

Tras fracasar todas estas opciones, se decidió buscar entre intérpretes menos conocidos y empezaron a realizarse sesiones de casting. A una de ellas acudió un rudo actor escocés, de 30 años, llamado Sean Connery. Era demasiado brusco y desaliñado para dar vida a Bond pero en la prueba demostró que tenía un carácter y una forma de expresión que le daba muchos puntos en la valoración final. Su actitud contundente y viril convenció a los productores. Cuando el screen test acabó, Broccoli y Saltzman miraron por la ventana mientras Connery se dirigía hacia su coche y ambos estuvieron de acuerdo en que era el hombre indicado.

Con el apoyo del gran jefe, Connery se hizo con el papel y firmó un contrato para intervenir en cinco películas. En cuanto al tema del refinamiento, el escocés recibió un curso intensivo de buenos modales por parte de Terence Young. Además, le sumergió en la noche londinense llevándolo a buenos restaurantes, casinos, y locales lujosos. Le mostró el tipo de vida que haría Bond si existiera y culminó su immersión con visitas a los mejores sastres de Savile Road.

Ian Fleming fue inicialmente contrario a la elección de Connery. Sus palabras fueron: "no es un hombre que coincida con la imagen que yo he descrito en los libros". Y añadió que en él no veía al Comandante Bond sino a un "rudo y robusto especialista para escenas de acción". Pero su impresión cambió totalmente después de ver Dr. No. Quedó tan impactado por la credibilidad de Connery en el papel, que hasta llegó a modificar la biografía del personaje, en las últimas novelas, adjudicándole unos ancestros medio escoceses.

Connery había llegado al mundo de la interpretación tras ser un trotamundos laboral. Sus modales rudos habían sido forjados por su experiencia como mozo de limpieza en discotecas, obrero en una fundición, repartidor de carbón, camionero, y maquinista de teatro, entre otras cosas. También trabajó como modelo para clases de dibujo y fue haciendo esta actividad cuando le recomendaron que se presentara a las pruebas de selección para el musical South Pacific, en el West End londinense. Consiguió entrar en ese mundo y de allí pasó a participar en telefilms para la BBC, que le catapultaron hacia pequeños papeles en películas de serie B. En ocasiones, también pudo formar parte de proyectos algo más elevados y así fue como en uno de ellos coincidió con Lana Turner. En ese set de rodaje se produjo un altercado con el entonces novio de la estrella de Hollywood: Johnny Stompanato.

Así pues, la posibilidad de conseguir el papel de Bond colmaba sus aspiraciones para poder hacerse con un nombre en la industria que después le permitiera emprender una carrera fructífera en la gran pantalla. Aceptó firmar un contrato para intervenir en cinco films como agente 007. A Dr. No (1962), le siguió Desde Rusia con Amor (1963), Goldfinger (1964), Operación trueno (1965), y Sólo se Vive Dos Veces (1967). Tras este último film anunció que dejaba el personaje pero cuando su sustituto, George Lazenby, decidió no prolongar su relación contractual con la franquicia, "Cubby" Broccoli volvió a llamarle para que interviniera en un film más. Los posibles sustitutos no convencían o no estaban dispuestos y la producción de Diamantes para la Eternidad (1971) no podía demorarse. Connery acabó aceptando porque le pagaron la astronómica cifra de 1,2 millones de libras (actualmente equivaldría a 16 millones de dólares).


Con Diamantes para la Eternidad, Connery puso fin a una etapa clave en su carrera artística (recordemos que Nunca Digas Nunca Jamás no es una película oficial de la saga). Ya en los 60 había combinado las películas de Bond con una carrera paralela propia en la que había trabajado con Alfred Hitchcock, Sidney Lumet, e Irvin Kershner. Lo que vino después es de sobras conocido y no cabe duda de que, hasta su retirada en 2003, Sean Connery se convirtió en una gran estrella del celuloide y en un valor seguro para cualquier proyecto.

El Bond que Connery compuso es el que siempre se ha considerado como el mejor según los cánones de las novelas creadas por Ian Fleming. Su dureza natural fue el mejor reflejo posible para reflejar las bases de un personaje que cumple con su trabajo sin piedad alguna. Sentó las bases del Bond cinematográfico que ha ido perdurando pero destacó especialmente en la contundencia; algo que se ha echado en falta con actores posteriores.

Con su interpretación estableció el patrón del nuevo héroe de acción que revolucionó al cine de los 60. Al mismo tiempo, se movió como pez en el agua derrochando encanto con las mujeres pero a la vez tratándolas con un asombroso desdén. Algo que en los tiempos actuales sería considerado como "machismo recalcitrante". Pero así estaba definido en las páginas de Fleming y así debía hacerse.

El Bond de Connery respondió perfectamente a la definición de "cold, bloody, son of a bitch killer", patentada por el propio Ian Fleming. Sus encarnaciones pasan por ser las mejores de toda la saga pero yo quiero reseñar un aspecto importante. Tengo una gran admiración por el trabajo que está desempeñando Daniel Craig en los últimos años y pienso que con él se han recuperado esos trazos de dureza y contundencia que le hacían tanta falta al personaje. Y creo que es por ello que sus películas han conseguido un éxito tan rutilante. El público quería y añoraba esa brutalidad y por fin hemos podido recuperarla, adaptándola a los usos y costumbres del siglo XXI.