31 de març del 2011

Los matrimonios de Elizabeth Taylor (I)

El historial matrimonial de Elizabeth Taylor es un hito de la historia de Hollywood. Sólo la trayectoria personal de Zsa Zsa Gabor la supera.


Quizá el hecho de haberse sometido a la estricta autoridad de su madre, desde que se convirtió en actriz infantil, influyó en que la joven decidiera abrir horizontes con prontitud. A los 17 años conoció a uno de los herederos del magnate Conrad Hilton y, poco después de cumplir los 18, se casó con él. "Nicky" Hilton, de 24 años, resultó ser un alcohólico con tendencias agresivas fruto de su carácter de playboy malcriado. El matrimonio se disolvió nueve meses después del enlace. Hilton murió en 1969, con 42 años, a causa de un infarto fulminante.


Pero Taylor no tardó mucho en encontrar a otro hombre que calmara sus inquietudes sentimentales y la ayudara a combatir la soledad que tanto le aterraba. Aunque, en esta ocasión, buscó un perfil completamente diferente a la relación anterior. Durante una estancia en Inglaterra para rodar Ivanhoe, Elizabeth conoció a un actor británico que, tras una estancia breve en Hollywood, había regresado a su país para continuar trabajando. Se trataba de Michael Wilding, un recién divorciado veinte años mayor que Liz. Se casaron en febrero de 1952 y un año después nacía su primer hijo, Michael Howard Wilding. En 1955, Taylor dio a luz a otro niño cuyo nombre fue Christopher Edward. El matrimonio vivió momentos felices durante la etapa en que vivieron en Londres pero cuando Elizabeth tuvo que regresar a California para trabajar más asiduamente, la relación se resintió. Wilding no soportaba la vida glamurosa de Los Angeles, las premieres, y las fiestas constantes. Progresivamente, la relación se fue deteriorando hasta concluir en divorcio a principios de 1957.

Retirado del cine en los 60's, Wilding volvió a casarse en dos ocasiones más aunque vio como sus problemas de epilepsia se iban agudizando cada vez más. Su muerte, en 1979, fue debida a las lesiones cerebrales que sufrió tras caer por unas escaleras durante uno de sus ataques epilépticos.




Cuando se formalizó el divorcio entre Taylor y Wilding, ya hacía tiempo que vivían separados. Durante ese tiempo, Elizabeth había conocido a otro hombre: Michael Todd. Se trataba de uno de los productores más importantes de la época (ganó el Oscar por La Vuelta al Mundo en 80 Días) y, además, era un gran innovador en el apartado técnico habiendo contribuido a la expansión y mejora de la técnica de proyección en salas. Fue el creador del sistema Todd-AO, que amplió y mejoró las posibilidades del formato de imagen panorámico. Surgido del mundo del teatro, su desembarco en Hollywood había supuesto un auténtico vendaval. Su fuerte carácter y la vitalidad y pasión que imprimía en todos sus proyectos le valió el sobrenombre del "Testosterone King". Un hombre tan vital encandiló rápidamente a Taylor y, a pesar que su relación fue breve y tempestuosa, la bella actriz siempre le consideró como el mayor amor de su vida junto a Richard Burton. Se casaron en febrero de 1957, con Liz ya embarazada. Les separaban 23 años de diferencia.


En agosto nació su hija Elizabeth Frances pero toda esta felicidad se vio truncada el 22 de marzo de 1958. Ese día, Todd viajaba de Los Angeles a Nueva York en su avión privado, el Lucky Liz. El Lockheed Lodestar tuvo un fallo mecánico y se quedó con un solo motor en unas condiciones de altitud elevada y sobrepeso en cabina. El aparato cayó en barrena sin que el piloto pudiera hacer nada para detenerlo. Todd y los otros tres ocupantes murieron en el acto cuando el avión se estrelló cerca de Grants (New Mexico). Elizabeth había empezado a rodar La Gata sobre el Tejado de Zinc el 12 de marzo. El día 19 contrajo un virus que la mantuvo de baja y que también le impidió acompañar a su marido a Nueva York en el fatídico vuelo. Rota por el dolor de su muerte, Taylor no volvió al set de rodaje hasta el 14 de abril y hay quien dice que utilizó todo su dolor interno para conferirle a su personaje una emoción más contundente cada vez que se encara con Brick (Paul Newman).


Este fue el único matrimonio que no acabó en divorcio y la viudedad hizo mella en su estado anímico. En esos momentos, uno de los mejores amigos de Michael Todd, el cantante Eddie Fisher, empezó a visitarla con asiduidad para consolarla. Casado con la también actriz Debbie Reynolds (con la que tuvo dos hijas, una de ellas la popular Carrie Fisher), el actor, cantante, pianista, y showman empezó a enamorarse de Taylor. Pero eso lo veremos más adelante. Hasta entonces, to be continued...

23 de març del 2011

In Memoriam: Elizabeth Taylor (1932-2011)


Hoy se han cerrado definitivamente los ojos más espeluznantes del Hollywood clásico. La bella Elizabeth Taylor ha sucumbido a una insuficiencia cardíaca crónica que la mantenía ingresada en el Hospital Cedars Sinaí de Los Angeles desde hacía dos meses.

La trayectoria profesional y personal de Liz Taylor es fascinante. Vivió intensamente, amó apasionadamente, y obsequió al público de varias generaciones con trabajos memorables en el cine que perdurarán eternamente.

Taylor nació en Londres en 1932. Era hija de una adinerada familia de norteamericanos que residían en la capital inglesa desde hacía años. Cuando estalló la Segunda Guerra Mundial, sus padres decidieron volver a Estados Unidos para escapar de los horrores del conflicto. De vuelta en Los Angeles, en 1940, la belleza incipiente de Liz no pasó inadvertida para uno de los conocidos de la familia y cazatalentos de Universal Pictures. La insistencia del representante del estudio acabó convenciendo a su madre que, a finales de 1941, firmó un contrato en nombre de su hija con la major. Así fue como Elizabeth debutó en el cine con tan sólo nueve años en la película There's One Born Every Minute. A partir de aquí se convirtió en una estrella infantil de gran calado, capaz de llenar los cines con mensajes de esperanza en una época dura y difícil. Metro Goldwyn Mayer fue el estudio que aprovechó mejor sus posibilidades contratándola para aparecer en varias películas de Lassie. Después vendría otro gran bombazo, la película ecuestre Fuego de Juventud (1944), que definitivamente la encumbró como actriz con futuro.

Progresivamente le fueron llegando más papeles de transición que culminaron con Mujercitas (1949), una película de gran formato, dirigida por un gran maestro como Mervyn LeRoy, con un reparto formado por jóvenes que pronto serían estrellas (June Allyson, Janet Leigh) junto a intérpretes ya consolidados como Mary Astor y Peter Lawford. Mujercitas se considera el fin de su primera etapa interpretativa. Con su siguiente film, Traición (1949), empieza su etapa adulta en el cine.

La década de los 50 presenció la consagración de Taylor como actriz de referencia en Hollywood. Tras intervenir en El Padre de la Novia (1950), llegaron títulos como Un Lugar en el Sol (1951), Ivanhoe (1952), La Senda de los Elefantes (1954), Beau Brummel (1954), Gigante (1956), El Árbol de la Vida (1957), La Gata sobre el Tejado de Zinc (1958), y De repente, el Último Verano (1959). Trabajaba con los mejores y disfrutaba de una posición privilegiada en la industria. Su belleza le abría muchas puertas pero también demostraba que más allá de su imagen, disponía de un gran talento interpretativo.


Su turbulenta e inestable vida personal, en la que iba acumulando matrimonio tras matrimonio, no encajaba con la imagen angelical que a veces mostraba delante de la cámara. Pero en la década de los 60, la profundidad de los personajes que interpretó fueron in crescendo. La actriz y la mujer se iban pareciendo cada vez más y así fue como su talento se vislumbró con mayor claridad.

Una Mujer Marcada (1960) abrió una nueva fase en su carrera en la que, con más asiduidad e intensidad, demostró hasta donde podía llegar en su esfuerzo artístico. Gracias a este papel obtuvo su primer Oscar. Tras este film se embarcó en la superproducción Cleopatra, quizá el film por el que más se le recordará. Joseph L. Mankiewicz tuvo que afrontar una accidentada producción que tardó dos años en completar su rodaje. Más adelante, ya tendremos ocasión de comentar con más profundidad lo ocurrido en ese tormentoso set.

Formando ya pareja con Richard Burton, los éxitos no cesaron en su carrera. Con ¿ Quién Teme a Virginia Woolf ? (1966) consiguió su segundo Oscar y siguió transitando por sendas de alta creatividad y exigencia con títulos como La Mujer Indomable y Reflejos en un Ojo Dorado. En los 70 se fue apartando progresivamente del cine y disfrutó de su acomodada situación aceptando colaboraciones especiales en series y películas para televisión.

Su divismo dio paso a la extravagancia y sus apariciones públicas en los 80 y 90 se alejaban de esa imagen idealizada que el cine trataba de perpetuar.

En cualquier caso, el día de hoy supone la pérdida de una leyenda, de un símbolo de belleza y de glamour del Hollywood clásico. Y supone también la pérdida de una maravillosa actriz capaz de hacernos sentir las emociones de una forma directa y, en ocasiones, brutal.

En un próximo artículo analizaré su trayectoria personal que, por sí sola, merece un capítulo especial.

18 de març del 2011

Sobre Cameron y Deschanel


James Cameron es un director brillante pero, como saben todos los aficionados al cine, goza de un carácter duro e irascible que ha estallado, en mayor o menor medida, en los sets de rodaje de sus películas.

Conocemos bien los problemas que tuvo con Ed Harris en Abyss y las declaraciones de éste último diciendo que jamás volvería a trabajar con el realizador canadiense. También los enfrentamientos con el montador Ray Lovejoy en Aliens. De hecho, fue el propio director el que montó definitivamente el film aunque nunca fue acreditado por ello. Su animadversión por Lovejoy se tradujo en una broma interna presente en Titanic. Le puso su nombre al vil guardaespaldas de Cal Hockley (Billy Zane), al que dio vida el actor David Warner.
En Titanic estuvo a punto de desatarse una rebelión de actores y extras ante el gran número de horas que debieron pasar en el agua mientras se rodaban los planos del hundimiento. El perfeccionismo de Cameron obligó a rodar durante días las mismas secuencias puesto que no le acababan de convencer los resultados.

Pero, en la pre-producción de Titanic, hubo otro roce que es menos conocido. Cameron nunca ha tenido buenas relaciones con directores de fotografía de gran prestigio. Él mismo se considera capacitado para esta función pero, como no disfruta aún del don de la ubicuidad, tiene que dejar esa responsabilidad en otras manos. Dada la envergadura de Titanic, Cameron y su socio y productor, Jon Landau, pensaron que debían contar con un cinematographer de gran currículum y con experiencia en el rodaje de escenarios marinos.

Así fue como Caleb Deschanel fue contratado para el puesto. Pero muy pronto empezaron las fricciones con el director. Deschanel siempre ofrecía su punto de vista y no adoptaba la actitud remisa que Cameron esperaba en sus subordinados. Durante la grabación de planos de situación en Halifax (Nueva Escocia) surgieron las tensiones definitivas. El DF propuso rodar las escenas de 1912 en tonos ocre, que remarcaran el cambio de época, y acercaran más las imágenes a las fotografías que se conservan. Pretendía darle al film un tono más onírico, más sentimental. Ante tal sugerencia, Cameron reaccionó expeditivamente. Se reafirmó en que toda la película utilizaría la misma paleta de colores y consideró que esa idea sería la última tontería que estaba dispuesto a asumir. Cuando acabaron de rodar las tomas de Halifax, el realizador habló con Landau y le dijo lo siguiente: "Jon, despide a Deschanel y tráeme a Russell..."

Cameron se refería a Russell Carpenter, el director de fotografía con el que había trabajado en True Lies (1994). Un profesional solvente, aunque de perfil bajo, y apto para ser dominado. Con Carpenter sabía que no tendría problemas porque éste siempre ejecutaría sus órdenes sin queja alguna.

El buen Russell demostró su buen entendimiento con Cameron en todo momento y la película pudo avanzar en su rodaje sin problemas en la parcela creativa. Al final, su labor fue tan satisfactoria que acabó ganando el Oscar a la mejor fotografía en 1997. Una gran recompensa para un trabajo que le vino de sorpresa.

15 de març del 2011

La presunta soledad de Desmond Hume

La vida transcurre de forma monótona para Desmond Hume. A la espera de un relevo que no llega nunca, consume sus días convencido de que tras los muros de la estación El Cisne se halla un peligro biológico ante el cual debe inmunizarse. Su rutina es concienzuda y viene determinada, especialmente, por el misterioso código de números que debe introducir en un vetusto ordenador cada 108 minutos...

Hasta que un día su meticuloso programa se ve interrumpido por una explosión exterior. Alguien está intentando entrar por la escotilla trasera del Cisne. El día que Desmond decidió poner en el tocadiscos el clásico de Cass Elliott, "Make your own kind of music", su vida cambió para siempre y un nuevo horizonte se abrió ante él.

Disfrutad con el magnífico comienzo de la segunda temporada de Lost.

12 de març del 2011

Los Coen superan el reto del western con Valor de Ley


Los lectores del blog conocen mi pasión por los escenarios naturales del Medio Oeste norteamericano. Y, obviamente, el género del western es el que mejor ha podido representarlo habiéndonos descubierto enclaves de una extraordinaria magnificencia que resaltan, con fuerza, la sensación de espacios abiertos, extensas estepas, montañas agrestes...

El ser humano trata de recorrer esos caminos aunque, en ocasiones, queda sometido por la inalcanzable fiereza de estos paraisos naturales.

Los hermanos Coen han honrado al género del western con su nueva versión de Valor de Ley. Y lo han hecho valiéndose de una puesta en escena clásica, utilizando al máximo el formato panorámico y la amplitud de campo en los enfoques. Han conseguido que una nueva generación haya vuelto a enamorarse de los paisajes del viejo Oeste demostrando que son unos cineastas brillantísimos, capaces de afrontar un reto de una dificultad enorme en un género que no les era cercano.

Y es que su éxito en esta película se construyó desde el principio. Decidieron sabiamente recurrir a la novela originaria de Charles Portis, construyendo su guión desde allí. Y dejaron fuera cualquier influencia de la película precedente que rodó Henry Hathaway, en 1969, con el mítico John Wayne en el papel del marshal "Rooster" Cogburn.

"The Duke" estuvo espléndido en el film y logró su único Oscar por la espléndida interpretación. Pero el contexto general de la película obedecía a lo cánones de la época en los que se pedía un film de ámbito más familiar. Muchas de las situaciones más controvertidas fueron reducidas o eliminadas y la película tenía, en ocasiones, un tono demasiado cómico. Además, a pesar de rodar en grandes escenarios naturales, nunca se mostró el entorno con la dureza necesaria. El exceso de color y el tono ligero han hecho perder fuerza a la cinta con el paso de las décadas.

Los Coen eran conscientes que la novela de Portis contenía los elementos de dureza que ellos necesitaban y vieron en la historia una magnífica oportunidad para debutar en el western por la puerta grande. Recuperaron un prólogo y epílogo narrado por Mattie Ross, 25 años después de los hechos que se nos cuentan. Y, además de utilizar un estilo visual más naturalista y agreste que coincide mejor con el paisaje de la época, aportaron numerosos elementos de violencia y de incorrección que, sin duda alguna, constituyen la huella principal de los directores en esta espléndia película.

El reparto que han formado es también excepcional, incluso en aquellos papeles que tienen poca presencia. Jeff Bridges es un espléndido actor, se agotan los calificativos para él. Pero es que en esta película ha vuelto a sobresalir especialmente. Dando vida al implacable, violento, y harapiento Reuben "Rooster" Cogburn, Bridges nos hace olvidar al mismísimo John Wayne.

A su lado, Matt Damon está sumamente correcto en el papel del Texas Ranger LaBeouf, y Josh Brolin vuelve a brillar al frente de un breve pero decisivo personaje: el necio Tom Chaney.

Salida de un casting que se realizó por todo el país, la jovencita Hailee Steinfeld resulta perfecta para dar vida a la obstinada y precoz Mattie Ross. De su credibilidad frente a la cámara dependía, en buena parte, el éxito del film y, desde luego, su elección resultó perfecta. El trabajo posterior de los directores sobre ella y la interpretación que han logrado sacarle es otro aspecto muy valorable.

Quiero hacer una mención especial para el maestro Roger Deakins. Tras más de diez colaboraciones como responsable de la dirección de fotografía en películas de los Coen, Deakins se reafirma como un magnífico cinematographer para el western. Tal como hizo hace unos años con El Asesinato de Jesse James, Deakins utiliza una paleta en tonos ocres para reafirmar la dureza de los escenarios naturales. Aunque el film se ambienta en Arkansas y Oklahoma (el conocido como Territorio Indio hasta 1907), la película se rodó en localizaciones del oeste de Texas y New Mexico, que se mantienen mucho más inalteradas. Todos los planos de situación resultan maravillosos y la variedad geográfica de los enclaves enriquece mucho al film.

Un último aspecto a comentar es el del enorme aprecio que sienten los Coen por las películas de Sergio Leone, en especial por Hasta que llegó su hora, la cual consideran su western de referencia de todos los tiempos. Pues bien, la referencia no cae en saco roto ni mucho menos.

La película de Leone prácticamente se abre con un plano de Claudia Cardinale caminando en lo que parece un desierto desolado que, de repente, tras superar una loma, irrumpe con fuerza desvelándonos la existencia de toda una ciudad en plena efervescencia. Pues bien, los Coen homenajean claramente este recurso escénico brillante cuando, al poco de iniciarse el film, el tren que lleva a Mattie Ross llega al fin de la línea en lo que parece ser una estación de paso que, sin previo aviso, se convierte en una gran ciudad del Oeste cuando el tren hace marcha atrás para continuar su camino. A medida que el ferrocarril se aparta, se nos abre un plano en el que aparece Fort Smith (Arkansas) ante nosotros. Donde no parecía haber nada, surge la civilización.

En fin, una película que es un deleite para los sentidos. Y, en mi caso particular, una aportación más para saciar mi infinita pasión por la historia del Far West.

8 de març del 2011

Cisne Negro, un relato oscuro que nace de los rincones más sombríos de la mente humana


El día a día de una bailarina clásica en una importante compañía de danza a todos se nos antoja duro por la dedicación y el esfuerzo necesario asociado al talento natural. Todo ello lo vemos representado en la figura de la frágil Nina Sayers (Natalie Portman), protagonista absoluta del último trabajo del siempre brillante Darren Aronofsky.

Nina vive una existencia completamente atenazada por una madre sobreprotectora y por una dedicación a la danza que la está llevando hacia límites absolutamente enfermizos. Encerrada en una casa en la que parece ser una más de las muñecas que adornan las paredes de su habitación, la joven Nina halla en el ballet clásico su válvula de escape. Pero también allí las cosas son extraordinariamente difíciles para ella. El impulsivo director, Thomas Leroy (Vincent Cassel), quiere reactivar la trayectoria reciente de la compañía de ballet clásico de Nueva York abriendo la temporada con un atrevido y rompedor nuevo montaje del clásico El Lago de los Cisnes. Para ello, fuerza la retirada de la primera bailarina, Beth MacIntyre (Winona Ryder), y busca dar la oportunidad a un nuevo rostro que aporte novedad y frescura a una propuesta que el público conoce pero que nunca habrá visto representada de una forma tan renovada. El punto fundamental de esta nueva concepción del espectáculo reside en el hecho que la protagonista interpretará los dos polos opuestos, el Cisne Blanco y el Negro. Leroy no tiene dudas acerca de que Nina es la mejor opción para el Cisne Blanco pero no confía demasiado en que saque el temperamento necesario para representar la oscuridad y la villanía intrínseca del Cisne Negro. La dualidad del personaje exigirá una catarsis personal.

Sin embargo, decide apostar por ella pensando que en los ensayos conseguirá sacar una faceta apasionada que se oculta bajo un envoltorio de contención deliberada. Lo que sucederá a partir de este momento nos trasladará a los rincones más oscuros y tenebrosos de la mente y veremos como una joven inocente y virtuosa encierra dentro de sí una bestia que lucha denodadamente por salir, por expresarse. Nina sufre porque no es libre, porque se ha visto obligada a fabricarse una identidad que la limita constantemente y no es posible vivir así tanto tiempo sin experimentar secuelas. Progresivamente, las alucinaciones de toda índole se apoderarán de ella a medida que progresa en la preparación de este brillante y exigente papel. Muchos creen que al final verá la luz, pero no existe redención para las almas torturadas.

Siguiendo la carrera de Darren Aronofsky, podemos comprobar que nunca concibe nada fácil ni complaciente. Es una de las grandes fuerzas creativas de la industria del cine actual porque innova y renueva constantemente sus propuestas. En manos de un realizador más convencional, un guión tan modesto como Cisne Negro no habría obtenido ninguna trascendencia. Pero Aronofsky siempre amplía y mejora el material que recibe. Gracias a su excepcional técnica visual, el film te conduce a un mundo de bella estética aunque plagado de grandes egos, traiciones, pasiones, y viles manipulaciones. El entorno perfecto para enmarcar un relato poco clasificable que deambula por los terrenos del horror y el thriller psicológico. La fuerza dramática que Aronofsky siempre insufla a sus proyectos, se vislumbra con muchísima fuerza y el resultado es una película sugerente y brillante técnicamente.

Ahora bien, en ocasiones la voluntad de trascender, de ser tan brillante, puede jugarle una mala pasada al director. En su afán de querer ser tan diferente y demostrar que es un genio de la visualización cinematográfica, Aronofsky está olvidando el que debería ser también su objetivo: llegar cada vez a un público más amplio.

Quizá por ello decidió aceptar la oferta para ponerse al frente de la nueva entrega de Lobezno. En el emblema mutante con esqueleto de adamantium, el director ha visto muchas posibilidades. Se trata de uno de los personajes más complejos e interesantes de la historia de los cómics y ofrece amplias opciones para un realizador brillante. A la vez, le asegura llegar a ese público más amplio que también quiere disfrutar de su talento. Y, por tanto, se le presenta una gran oportunidad para equilibrar su carrera pensando en esa antigua sentencia que ningún director puede olvidar nunca: "Nuestro trabajo consiste, fundamentalmente, en poner culos en asientos..."

Cisne Negro ha generado muchos apoyos pero también importantes disensiones en la crítica especializada. El público no ha tenido una reacción clara manteniendo la consideración de Aronofsky como una especie de outsider que realiza buenas películas pero al que le faltan varios pasos para llegar al nivel de Nolan y Snyder. La clave está en el equilibrio filmográfico que siempre ha caracterizado a Steven Spielberg, capaz de combinar grandes éxitos de taquilla que marcan a a una generación y dejándose espacios para proyectos más personales que ha culminado con gran brillantez. El mío no es un alegato contra el cine más independiente o arriesgado, ni mucho menos. El cine debe ser lo más diverso posible y entiendo que un director de la nueva generación debe poder manejarse con soltura por varios formatos. El futuro de la industria del cine está en las manos de estos jóvenes talentosos y su compromiso con el público debe ser una máxima irrenunciable. Aronofsky es una fuerza de la naturaleza, su forma de rodar es maravillosa, pero le queda un reto por conseguir si quiere trascender: trasladar su enorme talento a proyectos de todo tipo, por el bien del cine.

1 de març del 2011

En un año con grandes títulos en competición, "El Discurso del Rey" triunfa en los Oscar


Celebrada la edición número 83 de los Oscar en el Kodak Theatre de Hollywood, es el momento de hacer algunas valoraciones entorno al reparto de premios de este año.

La brillante El Discurso del Rey se ha alzado, como era previsible, con el galardón a la mejor película. Se incorpora, pues, a una galería de títulos inmortales de la historia del cine que, en los últimos años, estaba recibiendo a películas poco merecedoras de este alto honor. Este año se ha premiado a un film que tiene todos los elementos para perdurar en el tiempo por la brillantez que han demostrado todos los implicados en el mismo.

En general, los Oscar han seguido la dinámica de votación de los premios precedentes (Golden Globes, SAG, BAFTA...) y no ha habido sorpresas en las categorías principales. Natalie Portman se ha hecho, con todo merecimiento, con el premio a mejor actriz (su interpretación es extraordinaria) y Colin Firth se ha impuesto a James Franco que, aunque gozaba de mis preferencias por considerar su papel de mayor dificultad, dispone de mucho tiempo por delante para conseguir multitud de reconocimientos. Christian Bale y Melissa Leo eran dos apuestas seguras en la categoría de secundarios por sus papeles en The Fighter y el genial Aaron Sorkin es un justo ganador del Oscar al mejor guión adaptado por La Red Social. Ahora bien, que Tom Hooper, con una dirección solvente pero plana, se haya adjudicado el Oscar a la mejor dirección...

Considero un error de bulto que Chris Nolan no estuviera ni nominado por su excelsa dirección en Origen. Cuando uno ve su película, te das cuenta que la puesta en escena arriesgada, la coordinación de los elementos, la escala del film, y el ritmo que obtiene, son elementos que, según mi criterio, le otorgaban el mérito suficiente para ser considerado el mejor realizador del año. Además, también había otras opciones como David Fincher e, incluso, Darren Aronofsky que técnicamente se sale en el Cisne Negro (aunque el tema del argumento sea otro tema...).

Ignorar a Nolan en esta categoría emplazaba a la Academia para, al menos, reconocer el inmenso valor del guión original de Inception que, en mi opinión, es con diferencia el mejor libreto original del año. Pues tampoco lo consiguió. De nuevo, los votantes se decantaron mayoritariamente por David Seidler y su script para El Discurso del Rey. Un guión obviamente bueno y bien estructurado pero que palidece ante la novedad y la ruptura de conceptos que supone la propuesta de Origen.

Tras todo esto, cabe preguntarse... ¿qué necesita Christopher Nolan para alzarse con un Oscar?

Lleva años obsequiándonos con grandes películas, una tras otra, y aún no han conseguido el máximo premio acumulando un total de tres nominaciones. Es evidente que lo logrará pronto pero es curioso que otros lo obtienen, sin apenas referencias previas, y a la primera mientras que otros necesitan acreditar una carrera más que brillante para ganarlo. Algo muy parecido a lo que le ocurrió a Steven Spielberg, que no lo obtuvo hasta 1994 por La Lista de Schindler (en su quinta nominación).

Origen me sigue pareciendo el mejor film de 2010. Ya expuse los motivos en una extensa crítica en que volqué toda mi admiración por el proyecto y por el trabajo de Nolan. El esfuerzo no es baldío porque ha obtenido cuatro estatuillas técnicas, que hay que valorar muchísimo y reivindicar. Particular ilusión me ha hecho el Oscar a la mejor dirección de fotografía para Wally Pfister, un maestro de la luz cuyo nivel de perfección está al alcance de muy pocos. Tras tres nominaciones por sus fenomenales trabajos en Batman Begins, El Truco Final, y El Caballero Oscuro, el "cinematographer" de Nolan ha obtenido el reconocimiento que hacía tiempo que merecía por su fenomenal lección de iluminación y encuadre de imagen en Inception.

También me parece injusto que la maravillosa banda sonora de Daft Punk, para Tron Legacy, no estuviera nominada.

Pero hay que quedarse con lo bueno y reconocer que, en esta edición, se ha encumbrado a una película que tiene todos los elementos para formar parte del Olimpo cinéfilo.

Ha sido un año con muchos títulos de gran calidad: El Discurso del Rey, La Red Social, Origen, The Fighter, Valor de Ley, 127 Horas, The Town, e incluso Cisne Negro. Eso no ocurre siempre, aunque tengo la impresión de que la cosecha de 2011 va a recorrer una senda parecida en cuanto a los valores de calidad y trascendencia. Seguiremos allí con una ceremonia que, digan lo que digan, es la gran cita mundial cinematográfica y lo será siempre. Un cordial saludo a todos los lectores del blog.