14 de juny del 2023

Toro Salvaje (Raging Bull, 1980)


Un artículo de Juan Pais


Toro Salvaje (Raging Bull) se estrenó en 1980, pero espiritualmente es una película de los años 70. La historia de un autodestructivo boxeador que alcanza a herir a sus seres queridos en una dinámica devastadora no encajaba en el cine clásico, más edulcorado, pero sí en la orientación realista de realizadores como Francis Ford Coppola, William Friedkin o Martin Scorsese. Este último es el realizador de Toro Salvaje. Hasta entonces había demostrado su talento en películas como Malas Calles (Mean Streets, 1973) o Taxi Driver (1976), entre las más celebradas del Nuevo Hollywood. Scorsese se implica en los diferentes aspectos de la producción, siguiendo la política de autor de la inspiradora Nouvelle Vague, y llega a definir a sus obras en los títulos de crédito como "A Martin Scorsese Picture". Toro Salvaje es su décima película (el número no está claro debido a sus realizaciones inacabadas e inéditas).

Fue Robert De Niro quien convenció a Scorsese para que dirigiera Toro Salvaje, después de varias negativas por parte de su director en las películas antes citadas y también amigo. El sí llegó cuando, estando Scorsese hospitalizado por problemas derivados del consumo de drogas, leyó finalmente la biografía del boxeador Jake La Motta de la que De Niro le había hablado, Raging Bull: My Story. En seguida se sintió identificado con el descenso a los infiernos del púgil, muy similar al suyo propio, que le había llevado a cometer excesos que minaron su salud, delicada desde niño. En buena medida, Scorsese encontró su camino hacia la luz con la realización de Toro Salvaje.

Al igual que Scorsese, La Motta descendía de inmigrantes italianos de Nueva York. Siendo niño había comenzado a practicar boxeo, lo que le apartó de la delincuencia, con la que había tenido un breve contacto en su primera juventud. Boxeador y persona agresiva, tuvo una vida personal turbulenta al no reservar su abundante ira para el ring. Como muchas personas que no saben gestionar el éxito, sobre todo cuando lo alcanzan a edad temprana, La Motta fue arruinándose vitalmente, lo que es relatado prolijamente en el libro de memorias antes mencionado. De Niro acertó plenamente al intuir que podría ser un material adecuado para Scorsese.


Una vez decidió filmar Toro Salvaje, Scorsese se dedicó a la película en cuerpo y alma. Tenía a su favor que la acción se desarrollaba en el Bronx italiano, un ambiente que le resultaba muy familiar (nacido en Queens, se había criado en Little Italy, Manhattan). Como La Motta, el joven Scorsese vio como su vida se iniciaba entre curas y mafiosos, rodeado también de las risas de los extravertidos italianos y del olor a sémola y salsa de tomate de sus deliciosas comidas. Pero también había visto muchas veces sangre derramada en las aceras por la pasión de su gente. De Niro/La Motta se desenvuelve en esa populosa atmósfera, cuya representación es un triunfo del departamento artístico.

Como es habitual en el cine de Scorsese y en el de Paul Schrader, co-guionista junto a Mardik Martin, Toro Salvaje es una película con un fuerte componente religioso. Sigue un esquema de auge y caída, sí, pero aplicándose elementos de pecado, culpa y redención. Jake La Motta es un pecador que se hace daño a sí mismo y a los demás. No sabe lo que hace, diría de él Jesucristo, y por ello acaba perdido una vez es saciada su sed de triunfo material. Todo lo positivo de su vida queda arrasado, especialmente, la familia. Un aspecto de Toro Salvaje revela la influencia de la religión en la cultura italoamericana: el sexo. En las escenas en que Jake La Motta y Vikki mantienen relaciones estás se llevan a cabo de manera furtiva. Hay un acercamiento vergonzante y morboso del boxeador hacia su entonces novia (una vez casados ya se convierte para él en una mamma) en el piso familiar, rodeado de iconografía católica que acrecienta su sentimiento de pecado. Scorsese se había planteado hacerse cura y Schrader fue educado en la rígida fe calvinista, por lo que conocían bien el tema.

La Motta avanza hacia el éxito, simbolizado en el campeonato del mundo de los pesos medios, con decisión. Es lo que más le importa, y precisamente su victoria en este campeonato significa un punto de inflexión en su carrera. A partir de entonces baja cuesta abajo y sin frenos. Toda su furia se vertía en el cuadrilátero como la sangre y el sudor. Sigue peleando, pero revalidar un título que ya ha alcanzado no es un aliciente. Y lo paga con sus seres queridos. Precisamente una de las características relevantes en Toro Salvaje es el equilibrio de las escenas que podríamos llamar profesionales con las domésticas. Estas no son subalternas a las anteriores, sino que contribuyen enérgicamente a trazar el retrato de La Motta. La estructura de Toro Salvaje incluye un prólogo y un epílogo, que abordan su vida en el mundo del espectáculo.


Toro Salvaje está rodada en blanco y negro, una decisión muy sabia que además de evocar las películas de cine negro sobre boxeo atenúa la repulsión que podría provocar la constante visión de la sangre. La labor de Michael Chapman, director de fotografía, mereció una nominación al Oscar en la edición de 1980. Precisamente su exquisito trabajo, que reivindica el valor artístico de la violencia, provoca lo que puede parecer el curioso contrasentido de que Toro Salvaje critique dicha violencia pero al mismo tiempo la ensalce estéticamente. Esa dicotomía crítica/fascinación también aparece en Uno de los Nuestros (Goodfellas, 1990), en la que Scorsese parece sentir atracción y rechazo por el mundo que retrata. Sin embargo, la excelencia artística no disminuye la potencia de un mensaje. Al contrario, lo evidencia al ilustrarlo.

Robert De Niro realiza una de sus más conseguidas interpretaciones en Toro Salvaje, e incluso está considerada justamente una de las mejores de la historia del cine. Como ya se ha señalado, De Niro se implicó profundamente en el proyecto que él mismo había concebido. Así fue que aprendió a boxear y alcanzó una destreza tal en el combate que el propio Jake La Motta afirmó que podría ser un buen peso medio. Siguiendo con su compromiso, inspirador para muchos actores posteriores que le consideran un referente, De Niro llegó a subir 30 kilos para encarnar al demacrado púgil en sus años de declive, una impresionante caracterización que sumada a la anterior ofrece un recital interpretativo realmente asombroso.

Dada la difícil psicología de Jake La Motta tuvo que ser para De Niro un desafío darle vida. Autodestructivo, sadomasoquista, con la agresividad siempre dispuesta a ocultar su inseguridad, De Niro pelea contra los demás púgiles y contra sí mismo. En este último aspecto resulta interesante la figura de Sugar Ray Robinson. Este es su contrincante más recurrente, y puede verse como una suerte de otro yo. Robinson es opuesto a La Motta: negro, espigado. Además, en toda la película no abre la boca, nada que ver con un italiano. No es La Motta pero lo es al mismo tiempo, y representa a todos sus demonios internos. Esa sensación de soledad de LaMotta está condensada en los bellísimos títulos de crédito iniciales. A los sones de la Cavalleria Rusticana, de Pietro Mascagni, vemos a La Motta solo, sin ningún contrincante enfrente, calentando en el ring, cuyas cuerdas lo delimitan subrayando la sensación de aislamiento.


Joe Pesci y Cathy Moriarty acompañan a De Niro en el reparto. Él es Joey, el hermano de Jake, y su mano derecha. Pesci interpreta a un hombre mucho más juicioso que su hermano, aunque tampoco se sustrae del todo de la violencia que impregna el ambiente. Tiene que haber causado muchas bromas entre ambos el hecho que tanto en Toro Salvaje y Uno de los Nuestros, Pesci le da una buena tunda al actor Frank Vincent. Pero por otro lado, poco tienen que ver el Joey de esta película con el volcánico Tommy de la estrenada en 1990, aunque Pesci hace notar en ambas películas su potente magnetismo. Cathy Moriarty aporta belleza y frescura (es su primera película), amén del buen hacer interpretativo que demuestra en las escenas dramáticas. Con el atractivo de las divas del cine clásico, no desarrolló posteriormente una carrera exitosa, lo que es lamentable: Cathy Moriarty tenía madera de estrella.

Toro Salvaje cuenta con numerosas escenas sobresalientes que la hacen memorable. El primer combate, contra Jimmy Reeves, es muy definitorio. La Motta noquea finalmente a Reeves, pero los jueces consideran que este es el ganador por su dominio durante toda la pelea. Así queda determinada la condición de La Motta como ganador/perdedor, que como un manto sombrío se extiende sobre el resto de la película. Otra escena resulta escalofriante. Robinson le propina una brutal paliza en un combate que pasó a la historia como La Matanza del Día de San Valentín. El actor que interpreta a Robinson, Johnny Barnes, golpea hacia la cámara con una energía sobrecogedora, enfatizada por los efectos de sonido. La Motta, sujeto a las cuerdas, parece recibir el castigo como algo merecido.

Y también podemos resaltar otros momentos extraordinarios fuera del cuadrilátero. Posiblemente la secuencia que sigue a la consecución del campeonato del mundo sea la más conseguida por lo que revela sobre La Motta. Este se halla en la salita de su casa arreglando el televisor mientras charla con Joey. Todo parece apacible, pero progresivamente la neurosis se apodera de él. Los celos son el detonante, y Jake termina apaleando a su hermano en la casa de este acusándolo de haberse acostado con su esposa. Finalmente, tras años de deterioro, acaba en la cárcel, golpeando la pared con los puños y la cabeza. "¡¿Por qué, por qué?!" repite una y otra vez, llorando, desamparado. Ha tocado fondo, y desde ese momento solo cabe redimirse. La cita bíblica ("era ciego y ahora ve") del texto que Scorsese dedica a su mentor, Haig P. Manoogian, en los títulos finales constata el camino redentor de La Motta.

Nadie niega que Toro Salvaje es una de las cimas de la carrera de Martin Scorsese, posiblemente la más alta. Taxi Driver y Uno de los Nuestros son también excelentes, pero en el caso de la primera el propio realizador declaró que le pertenecía más a Paul Schrader que a él mismo. Uno de los Nuestros es un alarde de dirección, ciertamente, pero el personaje de Henry Hill carece de la profundidad de LaMotta. El cine de Scorsese, en líneas generales, brilló especialmente en los años 70 y 80. Después de esas décadas mantuvo un nivel muy alto, dado su talento y el oficio aprendido, pero integrado en el mainstream hollywoodiense, con grandes presupuestos y rutilantes estrellas, sus películas perdieron el nervio que desborda Toro Salvaje.