20 de juliol del 2018

Historias de Hollywood: reivindicando la figura de Conrad Veidt


En la inmortal Casablanca (1942), presenciamos el enfrentamiento táctico entre Rick Blaine (Humhrey Bogart) y el Mayor Heinrich Strasser (Conrad Veidt), máxima autoridad del régimen nazi en la ciudad marroquí.

Veidt realizó, una vez más, una fantástica interpretación como un alto mando alemán que, bajo una apariencia de elegancia, es capaz de orquestar acciones brutales de represión. No obstante, no se conoce demasiado la historia de Conrad Veidt y la verdad es que esa trayectoria merecería una película biográfica que nos ofreciera una aportación sensible al llamado "metacine" (cine dentro del cine).

Veidt nació en Berlín en 1893. Inició su trayecto interpretativo en 1916 demostrando un enorme talento que le valió formar parte de grandes joyas del expresionismo alemán como El Gabinete del Doctor Caligari (Das Cabinet des Dr. Caligari, 1920). A lo largo de su carrera, intervino en más de cien películas aunque poco podía imaginarse que su papel en The Man Who Laughs (1928) sería tan importante para la cultura popular de las siguientes décadas. En dicha película, adaptación de un clásico de Victor Hugo, Veidt daba vida a un heredero de la nobleza que, tras ser castigado terriblemente, sobrevivía como un artista de circo cuyo rastro más distintivo era una sonrisa permanente, fruto de la desfiguración sufrida. Años después, Bob Kane y Bill Finger, los creadores de Batman, se inspiraron en su imagen para crear los rasgos distintivos del Joker...


La historia de excelencia fílmica de Veidt en Alemania terminó, como muchas otras trayectorias, con la llegada de Adolf Hitler al poder en 1933. Conrad denostaba a los nazis y advirtió en varias ocasiones de los peligros que supondrían para Alemania y Europa. Su clara posición anti-fascista despertaba las iras de los dirigentes nazis y eso solo podía ir a peor cuando contrajo matrimonio con una mujer judía, Ilona Prager. Afortunadamente, pudieron emigrar a Inglaterra antes de que Joseph Goebbels culminara una terrible purga en la industria fílmica que condenó al ostracismo a todos aquellos que discrepaban del régimen.

También se dice que el propio Adolf Hitler tenía previsto enviar un escuadrón para asesinar a Conrad Veidt, puesto que le veía como un símbolo mediático contrario a la filosofía imperante. Por suerte, el actor pudo anticiparse a esos planes. La suya, sin duda alguna, fue una lucha constante contra la intolerancia y en favor de la justicia y las libertades. En Gran Bretaña y Estados Unidos, continuó trabajando intensamente y colaboró económicamente en el esfuerzo de guerra de los aliados. Desgraciadamente, sufrió un infarto un año después de concluir el rodaje de Casablanca y no pudo ver con sus propios ojos el final de la guerra y la derrota de Hitler.


Sin embargo, el papel del Mayor Strasser no fue el único rol de nazi que tuvo que interpretar. Además de ser alemán, daba el pego y era un intérprete brillante. Siendo consciente que en Hollywood se le podía encasillar en este tipo de papeles, estableció una cláusula en sus contratos por la cual siempre debían ser villanos. Su enorme profesionalidad hizo el resto.

En definitiva, un gran actor y una persona comprometida con los valores democráticos y de justicia social.