1 de març del 2018

Historias de Hollywood: Hugh Jackman y Lobezno


El 14 de julio de 2000 se estrenó X-Men. La primera entrega de la saga mutante abrió también una nueva etapa para el cine de superhéroes. Tras varios años de proyectos fallidos y sonoros fracasos se decidió apostar decididamente por un mayor grado de calidad que pudiera reconectar con el segmento fan adulto.  Fue entonces cuando el público empezó a reconciliarse con los superhéroes como variante al tradicional género de aventuras. Por tanto, bastante antes que Marvel Studios iniciara su andadura creando el primer universo fílmico, Fox había iniciado un camino, con fuertes riesgos, que dio ánimos a otros estudios para dar el paso definitivo en el camino de constitución de un subgénero estable de películas.

De la saga X-Men, cuya trayectoria continúa dieciocho años y diez películas después, nos llevamos la sensación de haber presenciado grandes aciertos pero también sonoras decepciones. Lo que no se puede negar es la gran categoría del reparto que ha formado parte e importantes éxitos como los dos primeros films de la primera generación de mutantes y, en especial, la calidad argumental e interpretativa de una de las mejores películas de superhéroes jamás rodada: Logan.

Y en este punto conecto con el que siempre ha sido considerado como uno de los motores del éxito de X-Men: la interpretación de Hugh Jackman como Lobezno (Wolverine) y la forma como el actor se ha impregnado del personaje para generar una versión fílmica, diferente a la de las viñetas, pero igualmente aplaudida por el público general y los fans más acérrimos.

Jackman capturó la esencia de Lobezno y pronto hizo olvidar al público que su altura y apariencia física estaban bastante por encima de las que concibieron para el personaje sus creadores en los cómics: Roy Thomas, Len Wein y John Romita Sr.

Jackman pudo con el peso emblemático de Lobezno dentro de Marvel Comics y lo atrajo a su registro manteniendo su ferocidad pero aumentando su versatilidad desde el rol protagónico. Tras nueve intervenciones en la gran pantalla, su imagen se ha fosilizado tan fuertemente con Wolverine que ahora resulta difícil imaginarse a un sustituto que sea capaz de blandir las poderosas garras de adamantium en futuros proyectos.
No obstante, si echamos la vista atrás, comprobaremos que la presencia de Hugh Jackman en la franquicia y su consiguiente estrellato en Hollywood son fruto de la casualidad, la suerte y un calendario de rodaje muy exigente...

En 1999, Bryan Singer se preparaba para el rodaje de un film repleto de incógnitas. Tras varios intentos infructuosos de llevar a los X-Men al cine, por fin Lauren Shuler Donner (esposa de Richard Donner, director de Superman) y Ralph Winter habían conseguido que Fox diera un paso adelante y aportara 75 millones de dólares para la realización de una película largamente esperada. Tenemos que darnos cuenta de que veníamos de una época donde Warner Brothers había fracasado con dos horrendas cintas de Batman (Batman Forever y Batman & Robin) y que se consideraba a los superhéroes un delirio kitsch que ya no era aprovechable para la gran industria de Hollywood. 

Así pues, nos encontrábamos ante una oportunidad imponente a la par que envenenada. Además, el proyecto reposaba sobre un realizador de 34 años que había mostrado buenas cartas al haber dirigido la soberbia Sospechosos Habituales (The Usual Suspects, 1995) y la correcta Verano de Corupción (Apt Pupil, 1997) pero que nunca había manejado un gran presupuesto en una cinta de impacto global.

Singer no quería fallar ante este gran reto y trabajó mucho el guión con Tom de Santo y David Hayter para después centrarse en reunir el mejor reparto posible. En este sentido, dispuso de buenos recursos y pudo contar con dos astros de la interpretación: Patrick Stewart e Ian McKellen. Los dos excelsos intérpretes británicos estuvieron rodeados por Halle Berry, Famke Janssen, James Marsden, Anna Paquin y Bruce Davison, entre otros. Pero... ¿Quién daría vida al más querido y carismático de los X-Men? El fanbase sería implacable con aquel que diera vida al misterioso canadiense dotado de un esqueleto indestructible. Más que con cualquier otro personaje, Singer sentía una enorme presión en este tema. Decidió optar por un actor australiano que ya había dejado buenas muestras de su talento y cuya fiereza natural podía ser idónea para el personaje: Russell Crowe.

¿Qué ocurrió con Russell? Pues que no le interesó demasiado la propuesta y, además, ésta confluía con un rodaje en ciernes a las órdenes de Ridley Scott: Gladiator (2000). El australiano declinó la oferta pero recomendó para el papel a un compatriota suyo, mucho más desconocido, cuyo nombre era Hugh Jackman.

Singer y los productores analizaron el currículum de Jackman y lo descartaron por su falta de experiencia cinematográfica. Donde más había destacado era en el campo del teatro musical. La búsqueda continuó y finalmente Singer firmó al escocés Dougray Scott tras verle en Por Siempre Jamás (Ever After, 1998). Cuando el rodaje ya llevaba tres semanas, llegó la hora de empezar a rodar las escenas de Lobezno. Scott, que ya había solicitado un aplazamiento para incorporarse a la filmación, descoyuntó a la producción cuando afirmó que renunciaba a X-Men debido a que el rodaje de Mission: Impossible 2 en Australia se alargaba varios meses más por problemas diversos de producción y por la enorme dificultad de coreografiar las secuencias de acción diseñadas por el director John Woo.

Ante una situación de total desesperación y con la producción a toda máquina, los responsables de X-Men decidieron volver a la opción de Jackman y le contrataron contra-reloj. Hugh se encontraba en plena gira del musical Oklahoma pero estuvo más que satisfecho de entrar, aunque fuera por la puerta de atrás, en una gran producción.

Jackman sorprendió a todo el equipo con su buen hacer, profesionalidad y extraordinaria cordialidad. Los implicados suelen recordar lo divertidas que podían ser algunas pausas de rodaje en las que espontáneamente Jackman y Patrick Stewart se lanzaban a cantar extractos de Oklahoma mientras lucían sus respectivas caracterizaciones fílmicas.

Cuando la película se estrenó el éxito fue inmediato y los ejecutivos se dieron cuenta que existía una enorme sed entre el público por este tipo de historias y personajes de las grandes viñetas. La saga debía continuar con más presupuesto, más acción y mayor exigencia artística. Y en este combo de objetivos, Hugh Jackman sería una punta de lanza al haber conseguido convencer a propios y extraños.

A partir de ese momento, el actor australiano se incorporó a la rueda del cine hasta establecerse como una estrella del firmamento contemporáneo de Hollywood en el que ha tenido la oportunidad de diversificar sus papeles y mostrar su extraordinaria versatilidad artística, destacando por igual en la acción, la comedia y, en especial, en el favorito de sus géneros: el musical.

Dougray Scott, por su parte, ha tenido una carrera en la que ha ido claramente de más a menos. ¿Cuantas veces se habrá lamentado por haber participado en ese interminable rodaje a las órdenes del perfeccionista y ultra-simbólico John Woo?