8 d’agost del 2014

Guionizando un clásico: Todos los Hombres del Presidente (All the President's Men, 1976). Segunda parte


Con el visto bueno de Warner Brothers y el inicio oficial de la pre-producción, Redford empezó a buscar director. Sin embargo, seguían sin noticias del Post y del tándem Bernstein & Woodward

El primer director al que se envió el guión (cuyo nombre, por razones legales, no se puede revelar) dijo que sí inmediatamente. Pero ese entusiasmo inicial se tornó en decepción al ir pasando las semanas sin contacto ninguno con el elegido. Nunca estaba en su oficina para atender llamadas. Dos semanas después, se enteran de la verdad. Al parecer, el realizador tenía un pleito con Warner y sólo había aceptado para perjudicar al estudio, dilatando la producción y haciendo perder tiempo.

Los periodistas seguían sin reaccionar al envío del guión aunque los redactores jefe sí lo hicieron. No les gustaron las bromas que Goldman había insertado en las reuniones diarias del periódico y que procedían directamente de su experiencia como visitante mientras se documentaba a fondo para escribir el guión. Las bromas y payasadas existían pero lo que no querían los jefes es quedar, en la gran pantalla, como un grupo de patanes superficiales.

No fue una reacción agradable pero fue una contestación al guión. Habían pasado tres meses desde que enviaron el libreto a Bernstein & Woodward y seguían sin respuesta. Aunque, a ciencia cierta, la respuesta ya se estaba preparando. En noviembre de 1974, Goldman recibe una llamada en su despacho de Nueva York. Era Redford. Le comunica que Carl y Bob están con él y que quieren reunirse para hablar del guión. Se acercaba uno de los peores momentos de la carrera de William Goldman como guionista.  

Goldman llega al apartamento de Redford en Nueva York  con bastante buen humor. Y se encuentra al actor junto a los periodistas y un guión sobre la mesa del salón. Tras saludarse, el silencio se podía romper con un sable. Entonces Redford pronuncia las siguientes palabras:

"Escucha, Carl y Nora han escrito su versión del guión."

Nora Ephron era, por entonces, la novia de Bernstein. Esta relación se convertiría en matrimonio y finalmente en divorcio, precipitando sin saberlo la aparición de un guión, inspirado en esta convivencia, que Mike Nichols trasladó al cine: Se Acabó el Pastel (Heartburn, 1986). Nora siguió trabajando como guionista y directora obteniendo muchos éxitos y convirtiéndose en la nueva reina de las comedias románticas. Pero, en 1974, era una periodista, en proceso de divorcio de su primer marido, que trataba de estar constantemente al nivel de su nueva pareja.  


Goldman se quedó sin habla ante la situación que le presentaban. Podía aceptar que le despidieran y que contrataran a otro guionista sindicado para reescribir parcial o totalmente el libreto. Pero lo que no aceptaba era lo siguiente:

"Que dos outsiders, un periodista de moda y su novia, lo hagan por su cuenta y cambien lo que yo he hecho sin decírselo a nadie y acudan luego al productor... y todo ello en un proyecto que ya estaba en marcha... no, no era posible."

Goldman no interrumpió su silencio. Seguía esperando que Redford interviniera en su favor y le lanzara el guión a la cara de Bernstein. Esperaba una defensa de su productor. Tras ocho meses trabajando intensamente y con el beneplácito de Warner Brothers, quería que Redford actuara en consecuencia. Pero las palabras del actor y productor no iban en esta línea:

"Todos queremos que el guión sea lo mejor posible, así que podrías echarle un vistazo; todos estamos en el mismo bando, todos queremos que la película sea la mejor posible."

El estado de ánimo de Goldman se refleja en estas palabras:

"Estaba de Watergate hasta las narices. Me había vuelto loco con lo de Haldeman cuando había hablado con Mitchell y con cómo encajar en todo ello al Juez Sirica y cómo hacer que Erlichman apareciera como el perfecto vecino que decían que era y a la vez pudiera hacer lo que hizo. Yo estaba completamente consumido, había bebido demasiado, había pasado noches en vela porque no sabía cómo hacer que la cosa funcionara y finalmente conseguí que funcionara y ahora quería que se reconociera que se había perpetrado una ofensa grave contra mí."

Por consiguiente, Goldman afirmó que él no iba a leer ni una sola palabra de ese borrador hasta que algún abogado le dijera que podía hacerlo. Y, dicho esto, abandonó el apartamento.

Redford quería contar con todo el apoyo del Washington Post y aceptar la colaboración de Bernstein suponía no enemistarse con nadie, excepto con el guionista que había contratado y a quien le había dado toda la confianza. 

Los abogados dictaminaron que Goldman podía leer la versión Bernstein/Ephron. A decir verdad, parecía no aportar nada relevante a lo ya escrito previamente. Woodward, por su parte, manifestó su arrepentimiento en un encuentro posterior con Goldman:

"No sé cuáles serán las seis peores cosas que habré hecho en mi vida, pero dejar que eso pasara, dejar que lo escribieran es una de ellas."

Pero los cotilleos en Washington empezaron y pronto se extendieron a nivel nacional. Se estaba distribuyendo la opinión general de que el guión de Goldman era una porquería. Mientras tanto, Dustin Hoffman firmó para interpretar a Bernstein. Sin embargo, la revista Time denunció la falta de calidad del libreto pese a que habían conseguido "engatusar" a Hoffman.

Los héroes reales junto a sus alteregos en la ficción.

Pero, afortunadamente, estas opiniones no hicieron mella en la junta de Warner Brothers que no sólo deshechó la versión de Bernstein sino que renovó el apoyo a Goldman y a su libreto. 

En la primavera de 1975, ya hacía más de un año que estaba trabajando en el guión de la película y empezó una nueva fase al iniciar la colaboración con el director finalmente elegido: Alan J. Pakula.

Pakula aportaba un gran nivel de calidad a la película. Además de ser un caballero cultivado, con estudios en Yale, tenía buena prensa y todos en el negocio cinematográfico hablaban bien de él como persona. Había sido un productor importante antes de empezar a dirigir: Matar a un Ruiseñor (To Kill a Mockingbird, 1962) lo certifica. Después, como director, había obtenido el éxito en Klute (1971) y The Parallax View (1975). Los actores le adoraban por su buen trato.

Así pues, empezaron las reuniones entre ambos. Esta fase resulta bastante apasionante porque es donde la creatividad fluye con más fuerza. Es el momento en que se realizan cambios, ajustes, añadidos... todo lo necesario para mejorar el guión en su traslación definitiva a imágenes. Cuando a un guionista se le saca más provecho es precisamente en este momento. Porque es cuando se decide como será finalmente la película y el escritor puede pulir detalles con alguien que tiene una concepción más visual y sabe lo que funciona mejor ante la cámara. Pero Pakula siempre le decía: "No quiero privarme de nada."

Alan J. Pakula dando precisas instrucciones a Robert Redford en el set de rodaje.

Cuando Goldman le preguntaba si quería la escena más larga o más corta, Pakula respondía: "las dos cosas, quiero ver las dos cosas". Si la pregunta hacía referencia a la mayor o menor dureza de una secuencia volvía a responder lo mismo. Acabó siendo evidente la incapacidad de Pakula para decidirse por algo, para priorizar. 

La desesperación del guionista fue en aumento. Tras más de un año con un guión que ya solo necesitaba retoques finales, todo volvía a derrumbarse. No tenía ni idea de lo que buscaba Pakula. Estaba escribiendo a ciegas. Un día, a Pakula se le ocurrió una maravillosa escena entre Bernstein y su ex-mujer. La improvisó y Goldman la escribió. Al menos, pudo sentirse bien por haber agradado en algo a su director. Aunque, al hacer eso, desagradó a su productor. Redford era consciente que sus mayores éxitos siempre se habían dado en películas de "colegas". Y ahora, nuevamente, estaba atrapado en una película con otra co-estrella masculina. 

Por tanto, durante los meses siguientes, Goldman siguió escribiendo escenas de forma rutinaria y cada vez con menos pasión. Se vio implicado en el enfrentamiento entre productor y director. Redford estaba molesto por la falta de decisión de Pakula y al realizador le importaban un pimiento las nuevas escenas que proponía el rubio de California. Estas tensiones irresolubles parecían no tener fin.

De repente, el teléfono de Goldman dejó de sonar. El rodaje había empezado y Pakula había llamado a otro guionista para que estuviera con él en Washington DC. La idea es que este otro escritor realizaría cambios diarios en el libreto según las necesidades del día a día. 

El film se estrenó el 9 de abril de 1976. Y fue, sin lugar a dudas, un éxito total de crítica y público. Sobre un presupuesto de 8,5 millones de dólares, la cinta recaudó más de 70 sólo en Estados Unidos. Goldman la fue a ver al cine de su barrio y la encontró muy parecida a lo que él había escrito. Por supuesto, había cambios, mucha improvisación, escenas situadas en lugares diferentes, pero la estructura general permaneció sin cambios. La dirección era excelsa al igual que las interpretaciones de Redford, Hoffman, Jack Warden, y Jason Robards. En los Oscar, obtuvo ocho nominaciones y cuatro estatuillas, etre ellas la de mejor guión adaptado para William Goldman

William Goldman en la ceremonia de los Oscar de 1977, donde consiguió su segunda estatuilla.

A pesar de este gran éxito general y personal, se mantiene en su firme opinión: 

"Si me preguntaran qué cambiaría de mi vida si pudiera vivirla de nuevo, respondería que habría escrito los mismos guiones. Sólo que nunca me hubiera acercado a Todos los Hombres del Presidente."