16 de febrer del 2018

Black Panther (2018)


Tras los acontecimientos vividos en Civil War, T'Challa (Chadwick Boseman) debe afrontar su ascensión al trono de Wakanda mientras trata de sobrellevar la pérdida de su padre. El peso del liderazgo y el deseo de mantener unida a su nación se combinará con el surgimiento de una nueva amenaza que pondrá en cuestión el equilibrio reinante en Wakanda y fuera de ella...

Con BlackPanther, Marvel Studios demuestra, una vez más, su capacidad para mutarse y abordar, con solvencia, apuestas muy diversas de su extenso repertorio. Ryan Coogler sobresale en la puesta en escena y construye un mensaje donde destacan grandes valores humanos y culturales. La premisa del director consiste, ante todo, en conocer la historia de Wakanda y su sociedad para mostrar sus complejidades. Este viaje por los recovecos de un reino africano aislacionista e hipertecnológico, se traslada a la pantalla con sobriedad y elegancia, aunque no por ello se despega de los elementos arraigados en la tradición más salvaje. El sentido del humor, además, fluye sin imposturas y degrada a películas fallidas como Thor Ragnarok e Iron Man 3.

El personaje creado por Stan Lee y Jack Kirby en 1966, encuentra en esta película una traslación modernizada que construye argumento desde el respeto y el cariño. El libreto del propio Coogler y Joe Robert Cole está imbuido por la tradición expresada en las viñetas pero, a la vez, traza nuevas interpretaciones que en todo momento se integran con naturalidad al relato. Coogler y Cole son dos jóvenes cineastas que han destacado en proyectos independientes y que tienen ganas de demostrar que su talento puede hallar pábulo entre las grandes audiencias. En el caso del primero, ya vio recompensado su buen hacer con Creed (2016), demostrando que sabe adaptarse a una franquicia reverenciada para generar nuevas expectativas de calidad.

Este respeto y admiración por el material de origen es palpable a lo largo de todo el metraje. El prólogo de la cinta tiene la virtud de ser suficientemente evocador como para captar la atención a partir de elementos de fascinación por lo exótico. La nobleza y la honorabilidad, mezclada con el misticismo, están muy patentes y suponen el primer paso hacia la definición cultural de una nación africana que, desde la ficción, actúa como factor de reivindicación para todo un continente. Wakanda es un reino ancestral que atrae irremisiblemente a todo aquel espectador que mantenga intacta la capacidad de soñar.

ATENCIÓN, SPOILERS A PARTIR DE AQUÍ.

Además de la excepcional puesta en escena, que logra un medido equilibrio entre tradición y ultra-modernidad, tenemos la oportunidad de conocer también su cultura, la organización de sus clanes, los rituales tradicionales y la devoción existente entre los wakandianos ante el ideal irrenunciable de preservación. Sienten la necesidad de defender unos valores frente aquellos que intentan actuar como depredadores de todo lo ajeno. De alguna manera, nos hallamos ante una metáfora de la vida salvaje en África que, en esta ocasión, conecta con la permanente amenaza que supone el mundo "civilizado" para una nación que defiende el aislacionismo. Esta es la filosofía que durante siglos ha imperado como forma de proteger al mundo de la especulación y la barbarie que acontecería si el vibranium sobre el que se asienta fuera esquilmado sin control.

Al mismo tiempo, el reino de Wakanda y su idiosincrasia es aprovechado por los guionistas para establecer interesantes conexiones con las reivindicaciones de la comunidad afroamericana y con los conflictos raciales que se viven alrededor del mundo.

Black Panther posee un bellísimo envoltorio pero, en su esencia, es una película de personajes. Para los amantes de los cómics supone un enorme gozo ver a T'Challa tan fenomenalmente adaptado. Chadwick Boseman consolida lo que apuntaba en Civil War. No solamente posee la presencia regia indispensable sino que sabe transmitir las profundas emociones que le recorren mientras observa una actitud de honorabilidad y devoción hacia su pueblo. No obstante, esta es una película que honra y dignifica el papel de las mujeres y es en el trabajo de muchas de sus actrices donde Black Panther muta para convertirse en una brillante aportación al Marvel Cinematic Universe. 

Por un lado tenemos a Nakia (Lupita Nyong'o). La ganadora del Oscar por 12 Años de Esclavitud (12 Years a Slave, 2013) da vida a la persona que conquistó el corazón de T'Challa hace tiempo y que éste nunca ha olvidado. Convertida en agente de infiltración al servicio de Wakanda, recorre el mundo ayudando a comunidades en peligro. Su espíritu independiente y el compromiso con su trabajo es lo único que puede mantenerla alejada de su amada nación. Otro personaje femenino fuerte es Okoye (Danai Gurira). Como líder de las Dora Milaje, la guardia personal del Rey, está al cargo de la seguridad y se confirma como la más firme aliada de T'Challa en la protección del territorio. Danai Gurira aporta entereza y fiereza, a partes iguales, y desde un personaje alejado de la desaliñada Michonne de The Walking Dead, consigue trasladar una idéntica sensación de indocilidad.


Antes comentaba que el sentido del humor fluía con naturalidad y sin imposturas en la película. Eso se consigue, en gran parte, gracias a la participación de la hermana de T'Challa, Shuri (Letitia Wright), quien representa el aliento de modernidad que está llegando inexorablemente al reino de Wakanda. Shuri posee un cerebro privilegiado para la ciencia y la tecnología y lo demuestra constantemente al frente de la división de diseño avanzado. Letitia Wright asume el rol aportando naturalidad a sus salidas humorísticas que, de hecho, están arraigadas en su constante tendencia a incorporar valores y usos occidentales a la rigurosa sociedad wakandiana. Wright insufla frescura a la película y equilibra la seriedad de su hermano con notas de humor bien insertadas. Además, se complementa perfectamente con el estilo interpretativo de Martin Freeman, quien regresa al MCU tras Civil War y, con algo más de tiempo, genera buenas situaciones narrativas.

Finalmente, también reconocer la labor de Angela Bassett como Ramonda, la reina madre de Wakanda. Bassett otorga prestancia y dignidad a su papel, ofreciendo una credibilidad fuera de toda duda. El reflejo masculino en el film, en cuanto a estos valores, lo aporta el siempre brillante Forest Whitaker como el hechicero supremo Zuri.

El film posee también unos villanos de altura. Si bien es Ulysses Klaue (Andy Serkis) el que conquista inicialmente por su socarronería y crueldad, el escenario se abre cuando toma el control Erik "Killmonger", interpretado por el actor fetiche de Ryan Coogler: Michael B. Jordan. La motivación de Killmonger es una de las mejores que hemos visto hasta ahora en el MCU. Su linaje wakandiano fue barrido por los pecados de un padre que, en el fondo, justificaba un plan sangriento como forma de revertir las injusticias que vivía su raza. Criado en soledad, Erik se moldea a sí mismo mientras espera su oportunidad de usurpar el poder para completar la visión de su padre. Su plan busca aprovechar el vibranium para crear armas que expandan la guerra en todo el mundo con el fin de que las comunidades oprimidas puedan alzarse victoriosas. Esta concepción, largamente bloqueada por los soberanos de Wakanda, le enfrenta al heredero de esa tradición, T'Challa. El aislacionismo surge de la voluntad de preservar la cultura del vibranium y evitar su mala utilización. Optar por otro camino destruiría a la nación. Sin embargo, hay otro contra-prestación que aparece en escena y que, de alguna manera, otorgará un destino diferente al nuevo portador del manto de la pantera negra. 

Gracias al misticismo ancestral, T'Challa puede reconectar con su difunto padre en el mundo del más allá. En el averno del futuro, se pone de manifiesto que el aislacionismo también impide que los grandes avances logrados por el pueblo wakandiano puedan expandirse hacia las comunidades hermanas, donde la miseria, la desnutrición y la destrucción de los derechos humanos campa a sus anchas. ¿Cómo poder encontrar una solución intermedia que satisfaga a ambas partes? Esa, sin duda, será la misión de T'Challa como nuevo depositario del trono.

Por otra parte, hablar del más allá me sirve para comentar otro de los grandes aciertos del film. La visualización del mismo, con un árbol poblado de panteras que son el reflejo de los antiguos monarcas, da paso a momentos de profunda conmoción emotiva cuando has vivido de primera mano el pesar de una gran ausencia. La película se muestra tremendamente evocadora al mostrar otra dimensión en la que los ancestros continúan formando parte indispensable mientras esperan a que otros se unan a ellos. Hay momentos en que la conversación entre T'Chaka (John Kani) y su hijo reflejan la amargura de la pérdida, la inseguridad del vástago sobre si será merecedor de la responsabilidad y, especialmente, el miedo a fracasar por no poder contar con el apoyo o el consejo de alguien más sabio y experimentado. Por toda esta demostración de sentimientos profundamente arraigados en el ser humano, Ryan Coogler y su equipo merecen el mayor de los reconocimientos. Que el cine de superhéroes pueda llegar a este nivel de implicación, revela que detrás de los proyectos hay gente con mucha calidad humana.

Por otra parte, esta emotiva plasmación de amor y cariño, más allá de las fronteras que nos impone el realismo, no está reñida con la posibilidad de criticar parte de la herencia recibida. Ante la disrupción que supone la reaparición de Killmonger, T'Challa no desea reproducir el comportamiento de su antecesor y, desde el respeto y la estimación, no repetirá los pecados de T'Chaka. Por todo ello, la película nos prepara para una resolución final en que el choque de voluntades responderá a los errores que cometemos en nuestro devenir y que finalmente degradan unas convicciones nobles en su inicio. El duelo entre los discípulos de la pantera negra dará forma al camino de la redención para ambos.

Así pues, Black Panther es un compendio de muchos valores e inyecta una nueva dosis de energía al cine de superhéroes reciente. Más allá de las cuestiones trascendentales anteriormente citadas, el film es un ejercicio consistente de entretenimiento y está dotado de un ritmo incesante. El sentido del humor está bien insertado, siendo respetuoso con el tempo narrativo. La acción es sólida y las set pieces funcionan razonablemente bien. En última instancia, la película es un espectáculo solemne que subraya el sentido de la honorabilidad por delante de cualquier otra consideración. La propuesta se asienta sobre un terreno que casi puedes tocar y que ruge en tu interior mientras la tierra se escurre entre tus manos. Cintas como estas son más necesarias que nunca en Hollywood puesto que reflejan su pluralidad y reconocen el talento supremo de la comunidad afroamericana.

Por último, resulta indispensable destacar el trabajo de la directora de fotografía, Rachel Morrison, la diseñadora de producción, Hannah Beachler, el vestuario de Ruth E. Carter y la banda sonora de Ludwig Göransson, que también se complementa con una serie de canciones producidas por Kendrick Lamar donde sobresalen especialmente "All the Stars" y "Pray for Me".