10 d’octubre del 2016

Sitges 2016: The Wailing y Under the Shadow

Un artículo de Adriano Calero.




El llanto infinito

El tercer día de este Sitges 2016 amanece con la terrible noticia de un asesinato. Todo el mundo está realmente compungido… Y extrañado. Horas antes, la calma era tal que nadie lo habría podido imaginar. Ni siquiera ese pescador que acariciaba la noche con su caña frente al mar. Sustraer una vida no parece difícil, ¿Cuántas arrebatará dicho pescador? La respuesta de muchos será quedarse en casa y disfrutar de un copioso desayuno. Es un día lluvioso y parece no querer remitir. No lo hará. Tal vez debamos plantearnos si hay alguien desde el cielo que nos observa y llora sin cesar. Dios o Alá. De dioses (y demonios) tenemos que hablar.

En un año del festival en que el anuncio promocional parte de la diversidad religiosa, para referirse a una religión sanadora y universal como es el cine, la elección de películas como The Wailing de Na Hong-Jin (Corea del Sur, EEUU, 2016) y Under the Shadow de Babak Anvari (UK, Jordania, Qatar, Irán, 2016) supone un acierto a destacar. Principalmente, porque ambos directores han sabido integrar en los géneros predilectos del festival, un discurso crítico sobre las diferentes manifestaciones de la religión en la sociedad. De un modo que, las dos películas, funcionan al mismo nivel como thriller y sátira religiosa. Y, en general, como obras de gran calidad.



Por un lado, The Wailing, estrenada esta mañana de un día gris y húmedo, pero no lluvioso, nos propone reflexionar sobre el mal y todas sus manifestaciones, dentro de un marco religioso cristiano. El epígrafe que abre la película no deja lugar a dudas:

“Entonces ellos, espantados y atemorizados, pensaban que veían un espíritu. Mas él les dijo: ¿Por qué estáis turbados y surgen dudas en vuestros corazones? Mirad mis manos y mis pies, que yo mismo soy; palpad y ved, porque un espíritu no tiene carne ni huesos como veis que yo tengo.”
Del Evangelio según Lucas 24, 37-39

Con este punto de partida, que hará pensar (incluso a los que no hicieron la catequesis) en la resurrección de Cristo, al que le sigue el plano de un extraño personaje que parece meditar mientras pesca (los que sí la hicieron recordarán que un trozo de pescado es lo que se dice que comió Jesús tras su resurrección), Na Hong-Jin construye un relato de vida y muerte, de persecuciones, por supuesto, también, pero sobretodo de duda, sospecha y terror. Sentimientos que se originan en el espectador con el despertar lluvioso de una zona rural de Corea, quizás anticipado por la terrible noticia de un asesinato, pero que se agudizan en el transcurso del relato cuando la enfermedad se intensifica en el pueblo casi en forma de posesión demoníaca. La cual deriva, en todos los casos, en nuevos e inexplicables asesinatos que dibujan, sin embargo, el mismo rastro de sospecha hacia un extraño personaje, un forastero, que ya ni medita ni pesca.


Curiosamente, The Wailing que en su traducción literal hace referencia al lamento humano, ha sido traducida en nuestro país como El Extraño. Y, por una vez, cambiarle el título a una película, aporta más que resta. El primero de los títulos bien podría representar al personaje protagonista, el detective encargado del caso, que, teniendo a la hija enferma (o poseída), intenta por todos los medios dar con el responsable y evitar la gran tragedia. Pero se autocompadece… es cobarde, dubitativo e iracundo. En definitiva, terriblemente humano. Mientras que el forastero, extraño y meditativo, es en apariencia un turista japonés dotado de un carisma demoníaco. Si representa al mal, nadie lo sabe, pero que sea nipón en un año del festival en el que varios de los títulos coreanos, como The Tiger de Park Hoon-Jung y The Age of Shadows de Kim Jee-Woon, hacen referencia a la ocupación japonesa que sufrió el país durante casi treinta y seis años, no parece una decisión arbitraria del director.


Como ya hiciera en sus dos anteriores películas: The Chaser (2008) y The Yellow Sea (2010), su revisión del género policíaco va más allá de los límites establecidos. Na Hong-Jin ha demostrado dominar todas las capas del discurso narrativo, tanto formal como argumental, imprimiendo un lirismo impropio en las escenas de acción y una risa paradójica en las escenas dramáticas. Todo ello como muestra de la contradicción y el patetismo humano que en The Wailing alcanza cotas impensables. No solo hay acción, suspense y terror, sino crítica, misterio y reflexión. Y mucha simbología a interpretar…

La irónica relectura que hace Na Hong-Jin sobre algunos episodios de los evangelios, se manifiesta de un modo tan críptico que pide a gritos un segundo visionado. Aunque será un placer detenerse, una vez más, en la intensa lluvia que impide ver con claridad, como metáfora de la ceguera popular. En las plantas que se marchitan ante la presencia del mal, como antítesis de los milagros de Jesús. En el plato de pescado que engulle la hija del protagonista al enfermar y que recuerda al mismo que comió Jesús al resucitar. En las tres veces que se debería escuchar el canto del gallo para evitar la muerte colectiva en la película, mientras que Jesús necesitó tres días para volver a la vida… La importancia del número 3 en la religión cristiana es por todos conocida. La inculpación y el castigo también. Sino vean lo caro que le sale al protagonista retrasar su requerimiento en la escena del crimen por un copioso desayuno. Menos mal que a nosotros, la prensa de Sitges, no se nos pasa por la cabeza retrasar nuestras obligaciones por un delicioso manjar. ¿Falta de tiempo? De medios también. 





Fantasmas con burka

De factura muy distinta es Under the Shadow de Babak Anvari, aunque no por ello de menor calidad. Gracias a un uso depurado de las claves del género de terror y fantasmas, que recuerda al Babadook de la australiana Jennifer Kent (Premio del Jurado y el de Mejor Actriz en el Festival de Sitges 2014)Anvari construye un relato humilde y sencillo, pero muy poderoso, que sitúa al espectador en Teherán durante los años 80. En plena guerra entre Irán e Irak, una madre, joven y moderna, permanece en casa junto a su hija, mientras la ciudad de Teherán es bombardeada y el marido (y padre), doctor en primer lugar, se ve obligado a marcharse hacia la zona de conflicto como médico de guerra. Mientras tanto, en el hogar, la aparición fantasmagórica de ciertos desconocidos ofrece un motivo de duda al espectador, quien pueda debatirse entre la salud mental de la protagonista y la aceptación de un mal inexplicable, pero real.



Con este sencillo argumento y una predominancia de los interiores en el apartado visual, Anvari consigue trasmitir la asfixia y angustia de la guerra. Y algo más… Una crítica sutil y elaborada al extremismo religioso que se sustenta a partir de una sobria puesta en escena, enriquecida con pequeños detalles visuales. Porque no es de extrañar que todos los fantasmas que se aparecen ante la protagonista y su hija hagan un uso restrictivo de la vestimenta: el velo y la túnica, ahora ya en boca de todos. Del mismo modo que uno de los sustos memorables del film llega de la mano de la protagonista vistiendo la ropa tradicional, cuando se choca contra su propio reflejo en el espejo. O que dichos fantasmas aparezcan del techo agrietado del apartamento (el cielo) o a través de las ventanas que dan al exterior, todas ellas marcadas por una X (lo desconocido). 


Porque es en el hogar donde reside la paz, donde no es necesario fingir ni cubrirse el cabello. Así lo demuestran las dos únicas secuencias que transcurren fuera de la cercanía del edificio donde viven las protagonistas. Escenas alejadas del tono fantástico que destila la mayor parte del metraje, aunque marcadas por el terror realista de un rector que prohibe la entrada de una mujer a la universidad o de la amenaza policial que recibe la misma al no vestir de la manera “correcta”

Pareciera la descripción de un pasado muy lejano, más allá tal vez de los años 80… Paradójicamente, Under the Shadow podría contextualizarse en la época actual, cuando el incremento del yihadismo sigue siendo una de las fuentes principales del terror mundial. Porque es de este horror que habla la película. De la privación de libertad progresiva que sufrió la sociedad iraní, en especial las mujeres… y del miedo al castigo. De la mentira, delación y soledad. De la superstición y la interpretación equivocada del Corán.