18 de setembre del 2011

Mad Men, en la antesala de los Emmy


La próxima noche se entregan los premios Emmy, unos galardones que distinguen a las mejores producciones televisivas de la temporada. La magnífica serie Mad Men ha conseguido hasta ahora 13 Emmy y parte, un año más, como favorita para engrandecer aún más esta lista. Veamos algunas de las claves de su éxito.

La imagen, la estética y las tendencias tienen un gran peso en nuestra sociedad desde hace siglos. A lo largo del tiempo, se observan recuperaciones o repeticiones de modas anteriores que vuelven a estar en primera línea casi de una forma cíclica.

A menudo se dice que hay épocas con modas o estéticas irrecuperables por considerarse fuera de lugar o poco reciclables en el tiempo. Es el caso de tendencias que tenemos muy presentes en la conciencia colectiva y que, en muchas ocasiones, hacen referencia a la década de los 70. También hay otros momentos que se consideran excesivamente antiguos y, por tanto, no tienen opciones de volver a estar presentes en la sociedad actual.

Pero, de vez en cuando, se observan otras tendencias que, por su propia definición, parecen perfectamente adaptables a nuestra época. Es el caso de los años 50 y 60 donde podemos detectar numerosos elementos en la imagen del momento que nos parecen bien factibles de reproducir.
Existe, además, un componente de fascinación, de atracción inmediata por una imagen, por unos usos, por un estilo glamuroso que, por la notable diferencia respecto a lo que estamos acostumbrados a ver, despierta un interés creciente. Este hecho es claramente aprovechado por todos los productos audiovisuales que localizan su acción en estas dos décadas.

Son muchos los ejemplos de películas, más o menos recientes, que están ubicadas en este momento histórico: LA Confidential, Mulholland Falls, Trece Días, El Aviador, Revolutionary Road, Shutter Island, La Dalia Negra ... etcétera.

Pero una serie de televisión sobresale por encima del resto y alcanza un nivel de significación y repercusión mayor. Se trata de Mad Men, producida por la cadena de Tv por cable AMC. Dirigida por uno de los creativos que estuvo detrás del enorme éxito de los Soprano, Mad Men es la mejor serie dramática del panorama actual y destaca por la calidad de sus guiones en paralelo a una cuidadísima puesta en escena. La caracterización de los personajes, la interpretación, el vestuario, los escenarios ... todo es de primer nivel y consigue introducirnos en una época como nunca nadie había logrado.


El creador y productor de Mad Men, Matthew Weiner, nos introduce en el mundo de los negocios de publicidad, en la década de los 60, con una perfección casi absoluta en caracterización de escenarios y vestuario. Construye un retrato de época impecable. Y, además, diseña unas tramas argumentales, unos diálogos y unos personajes que están entre lo mejor que se puede ver en el panorama audiovisual actual.

Weiner, que fue uno de los artífices del éxito de la mítica Los Soprano (HBO), tenía un argumento, desde hacía años, que era la semilla de lo que acabaría siendo Mad Men. Propuso el proyecto a HBO y a Showtime, pero ambas cadenas lo rechazaron. Así fue como llegó a una relativamente desconocida AMC, que aceptó el reto de producirla convirtiéndose en la primera serie original que programaba en su parrilla. Obtuvo un éxito de audiencia espectacular, para los parámetros de una emisora ​​de cable, y se convirtió rápidamente en el emblema de una incipiente cadena de televisión.

Durante los años 50 y 60, en Nueva York, solían llamar Mad Men a los ejecutivos que trabajaban en publicidad. La mayoría de las empresas estaban ubicadas en la Avenida Madison. La contracción de la expresión Madison Men es la que da el título a la serie.

Un protagonista solvente: Don Draper

La agencia de publicidad Sterling & Cooper es una de las más prestigiosas de Nueva York a principios de los 60. El secreto de gran parte de su éxito comercial reside en su director creativo, Don Draper (Jon Hamm), un publicista con una capacidad innata para conocer qué es lo que busca el cliente y el consumidor. Su habilidad para los negocios permite que la agencia tenga como clientes a poderosas marcas comerciales.

Ambicioso y amoral, Draper vive una doble vida que no es más que el reflejo de una tragedia personal anterior que parece perseguirlo eternamente.


Las vicisitudes laborales y personales de Draper se mezclarán con las de los demás personajes que interactúan con él, ofreciéndonos un mosaico muy diverso de cómo era la sociedad norteamericana de los años 60.