16 de maig del 2020

Tensiones en lo más recóndito de Mexico


"Muchas cosas salieron mal en Mayor Dundee. Sam fue el responsable de la mayoría de ellas, aunque lo fue también de las cosas que salieron bien. Era un hombre difícil pero con mucho talento. Pienso que se parecía mucho a los hombres de espíritu independiente que inventaron el cine, en la época en que una película costaba sólo unos cuantos miles de dólares y el cineasta la hacía más o menos solo. También pillé a Sam en los comienzos de su carrera, cuando su energía y su talento se encontraban en una fase de plenitud, antes de que los diversos excesos a los que era vulnerable empezaran a mermar sus facultades."
Charlton Heston. Memorias (1995)


Configurado el reparto, Peckinpah siguió concentrado en acabar el guión. Richard Harris, contratado para interpretar a Tyreen, seguía rodando en Italia un film dirigido por Antonioni. El inicio del rodaje se retrasó unas semanas más, lo cual otorgó algún tiempo extra para trabajar en el guión.

Se veía que el guión no acaba de estar perfilado, pero eso ocurre en muchas películas así que Heston no le dio más importancia. Pensó que no supondría un problema. Finalmente, el 5 de febrero empezó el rodaje en localizaciones de la provincia de Durango, el corazón del Mexico rural. Por expresa voluntad del director, el film iba a tener un 95% de exteriores. Las localizaciones estaban muy alejadas de los centros urbanos, cosa que complicó mucho la logística a los equipos de producción y disparó enormemente los costes. Pero Peckinpah quería un enfoque realista de la acción y, con el paso de los años, hay que darle la razón en que la ambientación que consiguió fue lo más logrado de la película.

Pero la informalidad y el carácter especial del cineasta pronto se dejaron notar. Siempre llegaba tarde al rodaje y, en varias ocasiones, muy afectado por la resaca de la noche anterior. Lo que ocurría es que era tan brillante que, cuando llevaba unos minutos en el set, ya empezaba a dar órdenes transmitiendo la idea que tenía en la cabeza para la escena en cuestión. Las discusiones con los técnicos, sin embargo, no cesaban. A las dos semanas ya no se hablaba con el productor y con varios miembros del equipo técnico. Cuando llevaban un mes rodando ya había despedido a todos aquellos que le habían contrariado.

Heston se convirtió en su sombra para tratar de encauzar las cosas. A pesar de ser un hombre poco noctámbulo, decidió acompañar a Peckinpah en sus juergas nocturnas y se aseguraba que a la una de la madrugada ya estuviera de vuelta en el hotel.

Hacia la mitad del rodaje ya se estaba acumulando un considerable retraso en el plan de producción. El sentido común dicta que los exteriores deben estar razonablemente cerca del centro de operaciones de un rodaje. Pero Peckinpah escogió localizaciones muy alejadas que implicaban larguísimos viajes en coche y traslados masivos de material en una región con carreteras pésimas. El calor empezaba a pasar factura y las energías del equipo se apagaron más rápido de lo debido a causa de los interminables traslados. Los ejecutivos de la Columbia, preocupados por los informes que les iban llegando, se desplazaron a Durango. Visitaron varios sets y departieron con Peckinpah y Heston durante toda una tarde. Todo parecía normal pero cuando los jefazos regresaron a Los Angeles, se filtró que tenían decidido despedir a Sam.

En ese momento, el presupuesto ya se había sobrepasado en lo que actualmente serían unos 15 millones de dólares y en Columbia estaban desesperados. Entonces fue cuando Heston ejerció su influencia de estrella y persuadió a los ejecutivos para que no tomaran esa decisión. Sustituir al director cuando la filmación estaba tan avanzada podría haber sido un remedio ineficaz. Les hizo ver que la prioridad era terminar la película y traer a un nuevo director en esos momentos, y en un rodaje tan complejo, podría provocar que Mayor Dundee acabara en el baúl de los recuerdos.

Sin tener responsabilidades en la producción, Heston puso a disposición del estudio su salario complementario para compensar parte de las pérdidas. Aunque eran muchos los problemas que estaba provocando el caótico rodaje, Heston salvó el puesto de Peckinpah. Pero Sam nunca se lo agradeció.
Ya en el mes de abril, cuando terminaban una larga jornada de filmación a cincuenta kilómetros de Cuautla, el cineasta se acercó al protagonista y le indicó que montara a caballo y llevara a la tropa a lo alto de un cerro. "Tenemos el tiempo justo para hacer un plano bajando de allí arriba aprovechando la hora mágica" dijo el director.

La hora mágica es ese momento del amanecer o atardecer en que el Sol está bajo. Si se aprovecha bien, ofrece unas posibilidades extraordinarias ya que se pueden captar sombras muy oscuras y puntos rojizos en la pantalla. Pero esa luz sólo dura veinte minutos por lo que hay que ser diligentes. Los actores empezaron a subir la cuesta y Heston preguntó si quería que bajaran al trote o al medio galope. Peckinpah respondió que al trote ya estaba bien y le increpó para que se apresurara. La tropa descendió al trote, con la luz roja del Sol detrás de ellos, y la cámara ascendiendo. Parecía que se había logrado la toma perfecta.

Pero Sam no opinaba lo mismo. Mandó cortar y ordenó que bajaran más aprisa. Heston le recordó que había dicho "al trote". Y Peckinpah, de una forma seca y hosca, respondió: "Y un cojón. Dije a medio galope... ¡gilipollas!". Heston se encendió, en ese momento no solo el Sol emanaba luz roja sino que todo el cerro estaba teñido de rojo ante sus ojos. Espoleó al caballo, dio media vuelta, y se lanzó contra el realizador con el sable en alto. El director se quedó paralizado y, cuando se acercó más a él, saltó a la silla del operador de grúa y mandó que la elevara. De esta manera se alejó del enfurecido actor, que siguió cargando como si estuviera poseído por los espíritus de Phil Sheridan o Jeb Stuart.

En sus memorias, Heston añade lo siguiente: "No creo que hubiera sido capaz de atropellar a Sam, y mucho menos herirle con el sable, pero no recuerdo haber estado tan furioso en toda mi vida. En realidad no sé el motivo. Supongo que por muchas razones que se habían acumulado."

Tras calmarse y envainar el sable, se dirigió a Peckinpah con las palabras: "quieres una más, a medio galope". El director respondió afirmativamente utilizando un tono mucho más educado. Esa toma se rodó, Sam la dio por buena, y nunca jamás volvieron a hablar de lo que allí pasó.

La filmación continuó, plagada de incidentes, aunque Heston y Peckinpah no volvieron a chocar directamente. Las condiciones de alojamiento eran pésimas, la comida parece ser que era bazofia, y el calor en abril era desesperante. Pero esas condiciones acercaron más al actor con su personaje de Dundee. El reparto, en general, acabó machacado físicamente y eso les asemejó a la tropa mixta que recibía un palo detrás de otro en la búsqueda del líder apache Charriba.

El rodaje terminó el 29 de abril. Heston partió rápidamente hacia Los Angeles y disfrutó de tres semanas de descanso antes de desplazarse a Roma para trabajar en El Tormento y el Éxtasis, bajo las órdenes de Carol Reed y con un guión al que no había que tocar una sola coma.

Sam Peckinpah se siguió peleando con los ejecutivos de la Columbia para preservar su montaje. Pero el productor Jerry Bresler estaba tan harto de él que no aceptó ninguna de sus demandas. La versión finalmente estrenada no fue la que el director prefería. La película fue una decepción, muy pronto se ve que la interesante premisa inicial no se desarrolla adecuadamente. Hacia la mitad del film, el ritmo se encalla y todo lo que sucede es simple y previsible. La trama y el desenlace no estaban bien definidas en el guión y eso era una brecha en la línea de flotación de la cinta.

Tal como asegura Charlton Heston: "Mayor Dundee no contribuyó a aumentar la gloria de nadie. Las mejores películas de Sam estaban por venir. No hace mucho volví a verla. En ella hay muchas cosas buenas, sobre todo interpretaciones. Lo mejor es que los jinetes tienen aspecto de auténticos soldados de caballería. Cada uno de nosotros. Me conformo con eso."

Tiene razón cuando asegura que lo mejor de Peckinpah estaba por venir. En los años siguientes, firmó grandes títulos como Grupo Salvaje (1969), Perros de Paja (1971), La Huida (1972), Pat Garrett y Billy el Niño (1973), y La Cruz de Hierro (1977), entre otras.

Imprimió a su cine un tono realista, contundente, e innovador. Hizo evolucionar el género del western y abrió un camino que otros siguieron en su esfuerzo por adaptar el cine a los intereses de una nueva generación de espectadores que demandaba más veracidad en la expresión física de la acción.