9 de març del 2010

La creación de un clásico del cine: Casablanca



Muchas veces se tiende a pensar que una gran película tiene forzosamente que salir de un proceso bien estructurado, sin improvisaciones, con un guión firme, y con pocos sobresaltos. Eso se cumple en muchas ocasiones pero no siempre. Hay películas que son clásicos del cine y que, sin embargo, han sido producto de unos rodajes turbulentos, guiones que se iban modificando día a día, divergencias entre director y actores, relevo de alguno de los mismos, etcétera.

La pre-producción de Casablanca no se puede considerar caótica en los términos anteriormente expresados pero sí que fue poco convencional para la idea que tenemos de un film que casi siempre se califica como perfecto en todos sus elementos.

Se puede afirmar con rotundidad que Casablanca acabó siendo lo que fue gracias a la visión y la convicción de un gran productor de la era dorada de Hollywood: Hal B. Wallis. Éste trabajaba, a principios de la década de los 40, en Warner Brothers como productor independiente. En su contrato con el magnate Jack Warner, constaba que él mismo tenía la potestad de elegir los proyectos que iba a encabezar.

Así fue como en 1941 llegó a sus manos, a través del analista de argumentos del estudio Stephen Karnot, una obra de teatro aún no estrenada cuyo título era Everybody Comes to Rick’s. Tras leerla y consultar con alguno de los asesores, Wallis vio un buen material en ella y decidió comprar los derechos de adaptación por la cantidad de 20.000 dólares, la cifra más alta pagada hasta el momento por una obra no estrenada. Pero así es como debe trabajar un productor en cualquier época. Si cree que tiene un buen material debe apostar por ello y dotar al proyecto de los recursos necesarios para lograr buenos resultados. Wallis, sin duda formaba parte de esta clase de productores de “raza” y así fue como inició un proceso que le reportaría innumerables éxitos y reconocimientos.

La obra teatral había sido escrita por Murray Burnett y Joan Allison pero en ningún momento se consideró que ellos mismos pudieran transformarla en guión. Wallis llamó a los hermanos Epstein (Julius y Philip) para que se encargaran de la adaptación pero, paralelamente, contrató también los servicios de Howard Koch para que hiciera, por su parte, su propia versión. De esta forma consiguió dos enfoques diferentes que, al ser fundidos, generaron un libreto mucho más completo que combinaba política, melodrama, y frases de un ingenio fuera de toda duda. Un cuarto guionista se incorporó al proyecto, Casey Robinson, cuando el recién nombrado director, Michael Curtiz, creyó conveniente más escenas de diálogo entre Rick e Ilsa.

Con un primer guión finalizado, Howard Koch y Michael Curtiz tuvieron una serie de reuniones en las que se mantenían fuertes discusiones por lo que parecían unas diferencias irreconciliables a la hora de enfocar el film. Pero, curiosamente, de ese choque de posiciones enfrentadas resultó un guión final completo y muy unificado. Se trata de uno de los casos en que de la mayor divergencia ha acabado saliendo un producto mejorado en todas sus vertientes. Es evidente que esta forma de trabajar no la compartirían directores como Steven Spielberg o Clint Eastwood, que son realizadores que no se sientan a trabajar sin un guión perfilado en el inicio. Pero en ese momento y para Casablanca queda claro que funcionó aunque no sea el escenario más deseable como punto de partida.

Y es que el guión de Casablanca está tan bien construido que no envejece. Sitúa la acción en el Norte de África ocupado por la Francia de Vichy en plena Segunda Guerra Mundial. Un lugar apasionante donde se mezclan todo tipo de personajes que buscan salir adelante por todas las vías posibles, sean legales o no. Así pues, enmarcado en un contexto histórico inmutable, nos encontramos con un libreto completo y en el que abundan también referencias a determinadas situaciones que en la época estuvieron a punto de ser cortadas por la censura imperante. Sin embargo, los guionistas fueron hábiles y consiguieron rebajar el significado de algunas situaciones que, sin embargo, dejan implícito a lo que se refieren.

Este es el caso del siguiente diálogo entre Rick y el Capitán Renault, en el que queda claro que el buen gendarme utiliza su influencia para conseguir determinados favores no muy lícitos:
Capitán Renault: ¿Por qué se interfiere en mis dulces romances? 
Rick Blaine: Lo hago en aras del amor. 
Capitán Renault: Le perdono por esta vez pero mañana vendré con una rubia preciosa y me vendrá muy bien que pierda al juego...

Aunque en la creación del guión la situación fue bastante turbulenta, no podemos decir lo mismo del rodaje. Es cierto que la primera opción de Wallis para la dirección era William Wyler pero estando éste ocupado con otros trabajos, el productor se decantó por el austríaco Michael Curtiz (que había emigrado a Estados Unidos en la década de los 20 y ya había firmado títulos muy relevantes) y la colaboración entre ambos siempre estuvo presidida por el entendimiento.

Dado el carácter internacional de la temática del film, la composición del reparto acabó siendo también un crisol de nacionalidades que enriqueció y dio veracidad al film. Hal Wallis consiguió a la sueca Ingrid Bergman, que estaba bajo contrato con David O. Selznick, gracias a que le cedió a Olivia de Havilland. Los británicos Claude Rains y Sidney Greenstreet fueron elegidos para interpretar a Renault y Ferrari, respectivamente. Paul Henreid y Peter Lorre, austríacos como Curtiz, dieron vida a Victor Laszlo y a Ugarte mientras que el alemán Conrad Veidt hizo lo propio con el papel del malévolo Mayor Heinrich Strasser. Hubo autenticidad entre los actores seleccionados y sus respectivos personajes pero hacía falta un gran protagonista que encarnase a Rick Blaine, un norteamericano de pasado oscuro, que ahora se dedica a practicar la política de la no-intervención para no verse en situaciones poco deseables. Desgraciadamente para sus planes, el destino le tiene preparada una gran sorpresa.

Tras valorar la posibilidad de Ronald Reagan y George Raft, Wallis decidió apostar por el que ya era una estrella de la Warner, Humphrey Bogart. Y no pudo estar más acertado puesto que su interpretación de Rick es una de las mejores de su carrera y parece haber nacido para el papel por su gestualidad interiorizada, sus ademanes, y su elegancia natural.
El rodaje se desarrolló entre el 25 de mayo y el 3 de agosto de 1942. Tal como se hacía en la época, se rodó completamente en los estudios Warner donde se recrearon las supuestas calles de la ciudad norte-africana. Sólo las secuencias del aeropuerto fueron filmadas fuera de los estudios. Para ello se utilizó el aeródromo Van Nuys en San Fernando Valley.

Bogart y Paul Henreid, aunque jugaban frecuentemente al ajedrez en el set, no se tenían mucho aprecio entre ellos pero, en general, no hubo rencillas entre los demás miembros del reparto. Eso sí, Ingrid Bergman era más alta que Bogey y hubo que planificar las escenas entre ambos con mucho cuidado para que esa situación no se viera en pantalla. Sólo hubo un elemento que no acabó de satisfacer a Wallis tras ver el primer montaje del film. Se trataba ni más ni menos que de su famoso final. Encontraba que le faltaba algo, una frase de conclusión más memorable. Y la verdad es que esa frase tan conocida, que ha sido referenciada en multitud de ocasiones a lo largo de la historia, se le debe también al ingenio de Wallis.
El film terminaba con Renault advirtiendo a Rick de la posibilidad de unirse a las tropas de la Francia libre iniciando una nueva y apasionante aventura:

Capitán Renault: Tal vez le convenga desaparecer de Casablanca un tiempo. Hay tropas de la Francia Libre en Brazzaville. Podría conseguir un pasaje.Rick Blaine: ¿ Con salvoconducto ?Capitán Renault: Sí.Rick Blaine: Me vendría bien un viaje y gastarme el dinero de la apuesta, aún me debe 10000 francos.Capitán Renault: Ese dinero podrá pagar nuestros gastos.

En ese punto, Wallis creyó que faltaba una línea más. Rick debía cerrar el film con algo importante. Y se le ocurrió la frase que todos tenemos en mente, una idea brillante que ha pasado a la historia del cine:

Rick Blaine: ¿ Nuestros gastos ? Louis presiento que este es el comienzo de una gran amistad…

Por tanto una contribución definitiva y espléndida que, a lo largo de los años, ha aumentado la dimensión mítica de la película. Uno de las escenas más reverenciadas y aplaudidas de la historia del cine.

En un contexto en el que el mundo se encontraba sumido en plena guerra mundial, la película se englobó en la corriente general del cine del momento en el que se pretendía insuflar confianza y fervor ante la amenaza que representaba el nazismo. Se reconoció siempre que la escena en la que los alemanes cantan una canción tradicional en el local de Rick y son finalmente acallados por la fuerza de las voces que cantan La Marsellesa, fue incluida expresamente para levantar los ánimos en una época en que los tiempos de oscuridad parecían cernirse sobre la humanidad.

El film fue estrenado el 26 de noviembre de 1942 haciéndolo coincidir con la invasión aliada del Norte de África que incluía la liberación de Casablanca. Su estreno general se pospuso hasta enero de 1943 aprovechando también la celebración de la Conferencia de Casablanca, una reunión de alto nivel entre Franklin Roosevelt y Winston Churchill.

El éxito de la película fue importante desde el principio aunque es cierto que el tiempo la ha revalorizado aún más. Lejos de parecer envejecida o desfasada, Casablanca se mantiene como una cinta de referencia, que ha atrapado a la audiencia de varias generaciones por su calidad y sus brillantes diálogos.

Tras lograr ocho nominaciones en los Oscar de 1944, el film se alzó con los premios de mejor película, dirección, y guión adaptado. Curiosamente, la creación de un guión que tuvo una gestación poco convencional, acabó siendo tan brillante que obtuvo reconocimientos por doquier. Los implicados quizá no creyeron al principio que de ese proceso tan particular pudiera salir algo bueno pero los resultados fueron mucho más allá de las mejores predicciones que podían hacerse.
En definitiva, Casablanca es un film para la historia, con interpretaciones memorables y momentos inolvidables, pero nada de todo ello se habría conseguido sin el talento de un genio visionario llamado Hal B. Wallis.