8 de març del 2020

La historia de Florence Lawrence (II)


Con su nombre publicitado en las pantallas, Florence Lawrence realizó 50 películas con IMP en 1910. Después se marchó a la Lubin Manufacturing Company hasta que puso en marcha su propia empresa, Victor Film Company, bajo el paraguas de la recientemente creada Universal Studios de Carl Laemmle.

Desgraciadamente, el infortunio se cebó con ella en 1915. Durante el rodaje de un incendio para Pawns of Destiny, Lawrence sufrió quemaduras graves y una dura caída que le provocó la fractura de varias vértebras. Las secuelas físicas marcaron un antes y un después en su carrera. Culpaba a su marido, el actor y director Harry Solter, de haberla empujado a realizar ella misma la peligrosa escena. La mala relación consiguiente acabó en divorcio.

Universal se negó a pagar sus facturas médicas y la necesidad de seguir trabajando topaba con sus múltiples dolencias físicas que muchas veces causaban desvanecimientos durante las filmaciones. En 1916 volvió a trabajar para Universal pero el esfuerzo realizado la sumió en una parálisis que duró cuatro meses. En esa época, el cine se estaba expandiendo extraordinariamente gracias al trabajo brillante y continuado de Charles Chaplin, Mary Pickford (a quien ella misma recomendó para que la sucediera en la IMP), Douglas Fairbanks y Buster Keaton estaban conquistando al público y las audiencias pronto empezaron a olvidar a Florence Lawrence. 

En 1921, viajó por primera vez a Hollywood puesto que toda su carrera anterior se había desarrollado en la costa Este. Desde que Cecil B. De Mille se había trasladado a la dorada California, la región de Los Angeles estaba capitalizando, cada vez más, la producción cinematográfica estadounidense. Allí había más horas de Sol, mayor diversidad paisajística y, además, un nuevo entorno mucho menos rígido que el que imperaba en la industria neoyorkina. El auténtico espíritu emprendedor ganaba enteros en Hollywood y pronto ese distrito angelino se auparía como dominador de la industria.

Sin embargo, a Florence Lawrence no le fue mejor en el Oeste. Consiguió pocos papeles, en muchas ocasiones no acreditados. Junto a su segundo marido, el vendedor de automóviles Charles Byrne Woodring, puso en marcha Hollywood Cosmetics, un negocio que pareció arrancar bien puesto que estaba orientado a la comercialización de maquillaje fílmico, además de contener una línea de productos diseñados por la propia Florence, pero tampoco acabó siendo una aventura empresarial sólida y tuvo que cerrar en 1931.

A finales de los años 20, los reveses fueron constantes para Florence. Su querida madre murió súbitamente, perdió un gran cantidad de dinero en el crack financiero de Wall Street y las cuentas negativas de la tienda de cosmética se pulieron prácticamente todo lo que había ganado durante su carrera. Además, su matrimonio con Woodring también llegó a su final.

Su vida en Los Angeles se convirtió en un constante deambular por pequeñas viviendas de alquiler que pudiera pagar con los pequeños papeles no acreditados que le ofrecían en los primeros años del sonoro. En uno de estos cambios de domicilio conoció a Henry Bolton, con el que celebró su tercera boda. Bolton era un maltratador y un alcohólico y la unión solo duró cinco meses.

A partir de 1936, Florence pudo firmar contrato con la Metro Goldwyn Mayer a cambio de un sueldo de 75 dólares a la semana. Louis B Mayer, sintiéndose caritativo, decidió contratar a viejas glorias del cine mudo a cambio de pequeños papeles de relleno en algunas de las producciones de la casa.

Desgraciadamente, pasar de la primera línea al cuasi olvido conlleva graves secuelas psicológicas en personalidades inseguras. El camino de degeneración anímica de Lawrence acabó siendo uno de los primeros "sueños rotos" de Hollywood.

Tampoco ayudó la aparición de una incipiente enfermedad ósea que agrandó su depresión. A finales de 1938, compartía una vivienda en West Hollywood con un trabajador de MGM y su hermana. El día 28 de diciembre llamó al estudio para informar que no iría a trabajar por enfermedad. En realidad, había decidido cual iba a ser su plan maestro. Dejó una nota de despedida muy cordial para su compañero de piso, Bob Brinlow, y se suicidó ingiriendo jarabe para la tos y veneno para hormigas.

Florence Lawrence fue la primera gran estrella del celuloide por su enorme desparpajo, por ser capaz de trascender la pantalla con su gran gestualidad, en una época de enorme hieratismo. Su carisma rompió la rigidez interpretativa y conectó, de forma inusitada, con un público ávido de ídolos. Su fin temprano no puede empañar el enorme legado que dejó en los orígenes del séptimo arte.


Precedido por:

- La historia de Florence Lawrence (I)