12 d’octubre del 2017

Sitges 2017: A Ghost Story (It's all about time)



MORIR AL DESPERTAR
Un artículo de Adriano Calero.

Cierto, todo es cuestión de tiempo. Y de espacio también. Como hemos podido ver en The Endless (2017), cualquier análisis sobre el tiempo implica hacer lo mismo con el espacio. Ambos conceptos son indisociables y son la base de cualquier discurso cinematográfico. Incluso cuando se trata de una historia de fantasmas…

Pero no os dejéis engañar, esta película no pertenece a ningún genero donde el susto sea la carta de presentación o el medio para la reflexión. A Ghost Story (2017) es simplemente eso, un drama sobre un fantasma. A la vez que historia de pérdida, soledad y aceptación. Todo ello reducido a la mínima expresión, como el nombre de sus protagonistas: Casey Affleck es C y Rooney Mara es M. Los dos viven en una gran casa, llevando una vida sencilla. Pero un día C muere en un accidente de coche y, sin embargo, vuelve a casa. Esta vez, en forma de fantasma.

Que David Lowery no pretende asustar a nadie se hace evidente cuando Affleck se pasa casi toda la película luciendo una sábana blanca con dos agujeros a la altura de los ojos. Imagen icónica de lo fantasmagórico que en la actualidad provoca risa, pero que conecta con una realidad pretérita que tiene su origen en los sudarios (lienzos de lino o algodón blanco con los que antiguamente se envolvían los cadáveres). Entonces, ¿qué ha pasado con las cadenas? Aquí la atadura de C con la vida terrenal es su amada. Por eso, ante la imposibilidad de la comunicación directa, un mensaje escrito por M y escondido en la grieta de una pared puede suponer un peso mayor que cualquier grillete. Y su descubrimiento, la libertad. 

Sin embargo, el título está ahí y no para aclarar lo indudable, sino para crear una contradicción con un trasfondo que invita al observador a descubrir el porqué de tal enigmática creación, a destejer la compleja tela de araña que con tanta sutileza ha elaborado Lowery. Porque A Ghost Story está mucho más cerca de Deseando amar (Faa Yeung Nin Wa, 2000) y de Personal Shopper (2016) que de Ouija (2016) o Verónica (2017). 

Por un lado, comparte con la primera la inclemencia del desencuentro (idea latente en toda la obra de Wong Kar-wai) y la necesidad de un espacio neutro, una grieta en la historia donde la comunicación sea posible (la cavidad en las ruinas de Angkor Wat). En segundo lugar, puede que el muerto de Assayas sí se manifieste de una manera terrorífica… Pero es que el homólogo de Affleck no es otro que el personaje de Kristen Stewart, quien (desde la vida) establece una dependencia con la muerte y con la casa que ocupa. 


En el apartado técnico cabe destacar una fotografía digna de cualquier instagramer de moda que hará las delicias de los hipsters del momento, pero que a su vez es muy coherente con aquello que Lowery nos está contando. Planos fijos como síntoma del estatismo y colores neutros, sin vida, para hablarnos de la muerte o de lo que queda tras ella. Bordes redondeados en un formato casi cuadrado, el cada vez menos utilizado (en cine) 4:3, que sin ser tan asfixiante como el 1:1 de Mommy (2014) aprisiona a los personajes de un modo que solo parecen tener libertad en el fuera de campo. M mira más allá del plano y C la observa en silencio desde un segundo término, mientras que Lowery demuestra tener un gran dominio de la composición fotográfica y la profundidad de campo. La muerte irrumpe, la pareja se rompe y ambos pasan a ocupar posiciones distintas frente a la mirada del espectador. 

Por último, no podemos reflexionar sobre A Ghost Story sin mencionar el gran trabajo sonoro de la película. Como buena historia de fantasmas, la melodía del silencio es la clara protagonista. Aunque las paredes también hablan, la casa se pronuncia y los objetos resuenan con fuerza en nuestra cabeza. Como si estuviéramos ante una obra de Robert Bresson… Pero corren otros tiempos (y otras pretensiones) y las bandas sonoras se venden en las tiendas, mentira, en Spotify o iTunes, junto a los discos de moda más comerciales. Así que Lowery repite con Mara y Affleck tras la más convencional En un Lugar sin Ley (Ain't Them Bodies Saints, 2013), pero hace lo propio con Daniel Hart, quien firma la BSO de esta película y de gran parte de su filmografía. No es de extrañar. Hart rebosa talento y no sólo compone una historia musical, complementaria a la de M y C, sino que se trae a su banda Dark Rooms y nos regala el estallido emocional “I Get Overwhelmed” que, por arte, no acaba con la película.

Nos encontramos ante una historia circular. La vida te lleva a la muerte y, tras ella, tal vez, a volver a empezar… 

Vida, obligación perentoria de la humanidad. Cierto. Todo mortal. Fulgor de origen, resplandor final. Relativa percepción del tiempo. Morir al despertar.