20 d’abril del 2020

Bugsy Siegel y su adicción a Hollywood (III)

810 North Linden Drive

Las pérdidas de Siegel en Las Vegas habían enfurecido a la Comisión. Luciano convocó una cumbre en La Habana (que inspiraría la que vemos en El Padrino Parte II) a la que acudieron Meyer Lansky, Frank Costello, Vito Genovese, Tommy Lucchese, Albert Anastasia, Carlos Marcello, Tony Accardo, Santo Trafficante y Joe Profaci. El punto principal de la reunión era decidir el futuro de Siegel.

Lansky había sido siempre su principal protector y benefactor. Quizá por ello su decepción fue aún mayor al ver traicionada la confianza que le había depositado durante más de treinta años. Además de los cuatro millones de dólares invertidos, Lansky afirmó tener conocimiento de que se había apropiado de 600.000 dólares de sus socios para huir a París con Virginia Hill. Se decidió, por consiguiente, que Siegel debía ser eliminado.

El Flamingo volvió a abrir en marzo de 1947 pero los días de Siegel estaban contados. Aunque mayoritariamente se considera que el fiasco del Flamingo fue el detonante de la orden de asesinato, existen algunas fuentes que apuntan hacia otra causa. Resulta ser que Virginia Hill también se acostaba con Moe Dalitz, jefe de una banda mafiosa de Detroit. Hill le habría enseñado a Dalitz las numerosas marcas de moratones resultantes de los malos tratos físicos que sufría a manos de Bugsy. Dalitz amenazó a Siegel pero al continuar con la actitud violenta, habría ordenado su muerte.

Sea como fuere, Siegel llegó a Los Angeles pasada la medianoche del 20 de junio de 1947. Se dirigió a la casa de Hill, situada en el 810 de North Linden Drive, y abrió la puerta con la llave que Virginia le había dado. Ella estaba en París pero su hermano Chick se alojaba allí con su novia. La noche siguiente, Siegel condujo hasta Jack's, una marisquería de Ocean Park. Quería cenar esa noche con George Raft pero el actor tenía una cita previa con un productor. Al final, se reunió allí con su colega Al Smiley y la pareja formada por Chick Hill y su novia, Jerri Mason. Pasadas las nueve de la noche salieron del restaurante y volvieron a la casa de North Linden Drive. Al llegar, la pareja subió al dormitorio mientras que Siegel y Smiley se quedaron en la sala de estar. Las cortinas debían estar descorridas para facilitar la visión del asesino. Smiley se aseguró de ello. Aunque le adoraba llevaba días mentalizándose que la orden recibida era irrevocable y que debía colaborar en el asesinato si quería seguir con vida. 

Smiley siguió el plan establecido y se sentó en el sofá junto a Siegel para no despertar sospechas. De repente, un ruido de impacto retumbó en la estancia. Una bala había impactado en la parte trasera del cráneo de Siegel, destrozándole su ojo derecho y enviándolo a unos cinco metros sobre el suelo del comedor. Una segunda bala le desgarró el cuello rozando la manga de Smiley, que trataba de tirarse al suelo. El tirador no tuvo suficiente puesto que una tercera bala impactó de nuevo en el cuello de Bugsy rozando, en su salida, un cuadro del comedor. El asesino disparó un total de nueve veces agujereando todo el espacio con un rifle Carbine M1 de 30 milímetros. Chick Hill y Jerri Mason bajaron desnudos a la sala de estar. La orgía de sangre provocó la histeria en la chica. Smiley se había quedado encogido al lado de la chimenea temblando irrefrenablemente. 


Siegel fue enterrado en la zona judía del Hollywood Memorial Park, el actual Hollywood Forever. Ninguno de sus amigos de la meca del cine acudió al sepelio, ni siquiera George Raft. La policía nunca averiguó nada acerca del autor material del asesinato. No fue hasta 1987 cuando un antiguo chófer de Jack Dragna, llamado Eddie Canizzaro, declaró a un reportero del Los Angeles Herald Examiner que él había sido el autor de los disparos. Confesó que le habían elegido por conocer bien a Siegel y, obviamente, por su destreza como tirador. Poco más se sabe del caso. Todo parece indicar que las órdenes de Luciano eran claras y Lansky llegó a un punto en que ya no pudo impedir el fatal desenlace. 

Desde los años 70, Warren Beatty desarrolló un fuerte interés por la figura de Bugsy Siegel. El actor le describía como una estrella de cine que no hacía películas. 

"El propio Bugsy es una estupenda metáfora de Hollywood. Ese hombre se hizo a sí mismo, se deshizo de su acento de Brooklyn. Vestía bien, se relacionaba con actrices de cine... desarrolló una personalidad despreocupada y con buenos modales que ocultaba a un verdadero asesino."

Warren Beatty

En 1984, Beatty le encargó a su amigo, el director y guionista James Toback, que se ocupara de escribir un libreto para una futura película. Toback estaba totalmente endeudado y dijo que podría escribirlo en diez días. Finalmente, necesitó seis años. Entregó la versión final en 1990 confiando en ser él mismo el director. Pero Beatty no confiaba demasiado en sus artes detrás de la cámara y contrató al oscarizado Barry Levinson para el puesto. Levinson aceptó fascinado por el hecho de que los gángsters forman una parte intrínseca de la historia de Estados Unidos. Como país joven y necesitado de una mitología propia, la fascinación por el mundo del crimen se ha convertido en parte de la cultura popular. 

Beatty contrató personalmente a Annette Bening para el papel de Virginia Hill. Ya había sido candidata al papel de Tess Trueheart en Dick Tracy. Pero Beatty no la había olvidado y llegó a confesarle a Levinson que acabaría casándose con ella, cosa que cumplió.


El reparto estaba complementado con grandes nombres: Ben Kingsley como Meyer Lansky, Harvey Keitel dando vida a Mickey Cohen, Elliot Gould fue Harry Greenberg,y Joe Mantegna asumió el rol de George Raft. El film obtuvo buenas críticas y un éxito moderado en taquilla. En la cinta, podemos ver el Hollywood más idealizado y glamuroso, adornado por una estilizada fotografía a cargo de Allen Daviau. La belleza en la puesta en escena resulta magnífica pero, como suele pasar en estos casos, se aleja poderosamente de la realidad. El escritor James Ellroy tiene un parecer muy distinto a la visión que Beatty quiso implementar en la película. El célebre autor de L.A. Confidential y La Dalia Negra opina todo lo contrario: 

"Siegel era un matón sanguinario. La terrible verdad es que estos tíos eran un montón de basura. Si escribieras la auténtica historia de los gángsters, sería un relato estúpido y fatuo de codicia y corrupción. Pero Hollywood sólo muestra la sensualidad asociada a la búsqueda de más poder. No muestra toda la escoria que conlleva."


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