9 de juny del 2011

Clásicos inmortales: Como un Torrente (Some Came Running, 1958)


Se abre el plano y vemos el interior de un autobús casi vacío en el que viaja un somnoliento pasajero vestido con el uniforme militar. La contundente música del maestro Elmer Bernstein nos alerta acerca del contenido eminentemente dramático del film. Sabemos que algo va a ocurrir cuando el misterioso transeúnte llegue a su destino. Y su destino es un pequeño pueblo de Indiana llamado Parkman, un triste "agujero" en el que no hay futuro ni posibilidades.

Nos preguntamos entonces... ¿por qué Dave Hirsch (Frank Sinatra) viene a un sitio como éste, haciendo el camino contrario de todos aquellos que quieren una vida mejor ? Pronto conoceremos la respuesta...

Este es el formidable inicio de Como un Torrente (1958), una magnífica película dirigida por Vincente Minnelli y protagonizada por Frank Sinatra, Dean Martin, Shirley MacLaine, y Arthur Kennedy. La cinta nos ofrece una de las mejores interpretaciones del genio de Hoboken aunque éste es un film que se ha revalorizado con los años. No suele ser tan reconocida como otras grandes películas del actor y cantante entre las que podríamos citar "De Aquí a la Eternidad", "El Hombre del Brazo de Oro", o "El Mensajero del Miedo". Entorno a este tema es interesante conocer que el mismo Sinatra solía considerar su interpretación en "Some Came Running" como la mejor de su carrera y lo defendía con la explicación siguiente: "Es la única película en que no me veo a mí mismo. Veo la película y no me reconozco, fue una de las pocas veces en las que conseguí interpretar a un tipo sin ninguno de mis trazos distintivos a nivel gestual."

Así pues, nos encontramos ante un film sumamente interesante, que nos introduce de lleno en la sociedad norteamericana de la postguerra (se ambienta en 1948), justo en los inicios de lo que se llamó el "American Way of Life". Los rendimientos económicos que siempre se obtienen cuando un país interviene en una guerra pero no la sufre en su territorio, permitieron que en Estados Unidos floreciera una potente clase media, vinculada a la indústria y al comercio. Una middle class acomodada, hipócrita y conservadora.

El auge de esta clase media supuso el triunfo de un modelo de familia presuntamente conservador que, en muchos casos, enmascaraba engaños, perversiones, y envidias. Una sociedad de "cuento de hadas" que tenía unos fundamentos endebles, siempre cubierta por el halo de la hipocresía y la vana ostentación. En ese contexto nos sumerge Como un Torrente.


Dave Hirsch vuelve a Parkman, después de 16 años de ausencia, con varias cuentas pendientes que atañen a su aburguesado hermano. Frank Hirsch (Arthur Kennedy) es un hombre que se vanagloria de haber alcanzado el éxito gracias a su esfuerzo personal. Administra un negocio próspero de joyería (que le llegó gracias a la herencia de su esposa), vive en una mansión, es respetado por la comunidad, y tiene una familia ejemplar. Pero con eso sólo rascamos la superficie. La llegada de Dave, un escritor fracasado que encontró en el ejército una vía de escape, supone para su hermano Frank una amenaza. Dave puede romper el esquema de vida idílico que su hermano tiene montado. A sus ojos, no es más que un descastado que pone en peligro todo aquello por lo que ha luchado.


Pero las intenciones de unos y otros no acaban siendo tan claras. Lo bueno de la película es que la trama se vuelve más compleja por la desviación de los personajes sobre el camino que parecían destinados a recorrer. Dave no es tan amenazante para Frank aunque su presencia parece despertar sentimientos ocultos que no tardará en explorar con una de sus empleadas, rompiendo así la hipocresía en la que se estaba convirtiendo su matrimonio.

El film es un retrato social, la radiografía de una época, y tiene la virtud de mostrarnos lo aparente y lo oculto, avanzándose a su época a la hora de enseñar determinados comportamientos. Basada en una novela de James Jones, los guionistas John Patrick y Arthur Sheekman realizan una magnífica labor de adaptación y construyen un guión sólido y rompedor dentro de lo que era la tónica moral del cine norteamericano en los 50. Vincente Minnelli, al que muchos conocen únicamente por sus musicales, confirma su innegable talento para expresar hasta donde llega el poder de las emociones humanas. En un año en el que realizó tres películas (y ganó el oscar por Gigi), Minnelli afrontó Some Came Running como un encargo de la Metro-Goldwyn Mayer. Pero pronto se olvidó de eso y quedó fascinado por el guión implicándose cada vez más y obteniendo uno de los mejores títulos de su dilatada y brillante carrera. Las relaciones con Sinatra no siempre fueron fáciles pero la sangre no llegó al río y hubo el entendimiento suficiente para mantener un rodaje tranquilo. Fue idea de Minnelli contratar a Dean Martin, gran amigo de Sinatra, para el papel del tahúr Bama Dillert, siendo ésta la primera vez que ambos coinciden en la gran pantalla.

Y en cuanto a Shirley MacLaine, nominada al Oscar por su interpretación de la joven de vida disoluta, Ginny Moorehead, sólo cabe decir que está impecable a pesar de ser uno de sus primeros papeles dramáticos. Suya es la mejor escena del film, aquella que transcurre después de que un relato corto de Dave haya sido publicado en una revista. Éste le recrimina que diga que le ha gustado cuando no ha entendido el contenido del cuento y ella se defiende diciendo: "es verdad que no lo he entendido, pero eso no quiere decir que no me guste...". Un razonamiento simple pero que sorprende por su enorme sinceridad y honestidad. Dave se queda pensativo y experimenta la misma sensación que tiene el espectador. En ese momento, se da cuenta de la bondad intrínseca de Ginny y empieza a ver que hay algo más en ella de lo que parece a simple vista.



Es curioso que el razonamiento de Ginny se sigue explicando en clases de narrativa y crítica cinematográfica. Es un ejemplo perfecto de un hecho que ocurre continuamente. Hay personas que ven una película y dicen "me ha gustado... aunque no sabría decir por qué". Esto ocurre cada día en las salas de cine y la valoración no es menospreciable porque el sentimiento es honesto. Otros desarrollarán amplias parrafadas para llegar a una misma conclusión. Debemos tener en cuenta que el cine es un fenomeno complejo y es necesario aceptar las diferentes sensibilidades que existen entre el público que acude a las salas.

Finalmente, es importante citar que la conclusión del film es diferente a la novela de origen. Y ese cambio se debe a Sinatra que creyó, con acierto, que el final más lógico pasaba por el sacrificio de Ginny. Y cómo olvidar también el detalle en el cementerio cuando Dillert se quita, por primera vez, su sombrero como muestra de respeto en el funeral de Ginny. Un gesto casi poético que simboliza el aprecio final que Ginny consigue arrancar por parte de Bama, después de interponerse en el camino de una bala que apuntaba a Dave.

Una película digna de los mayores análisis porque en ella todo tiene un significado que va más allá de lo evidente.