29 de setembre del 2012

John Williams en el Hollywood Bowl (I)



En la agenda profesional de John Williams hay una cita ineludible que se repite cada año a finales de agosto. Dicha cita no es otra que su visita al Hollywood Bowl para deleitar al público en una doble sesión de conciertos que siempre cuelga el cartel de "sold out".

Acudir a un concierto en el Hollywood Bowl es ya de por sí algo enormemente impactante. Un auditorio al aire libre, con capacidad para 18000 espectadores, resulta espectacular. Las vistas a las colinas de Hollywood y al icónico cartel de la fábrica de sueños le confiere al lugar un aire mágico, donde siempre se percibe que estás en un escenario reservado a los grandes.

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El maestro Williams lleva varios años ofreciendo uno de los momentos cumbre en la temporada musical veraniega de la ciudad. Dirigiendo a la Philharmonic Orchestra de Los Angeles, el virtuoso se las ingenia para concebir un programa de piezas musicales que, incluyendo algunas de sus composiciones más memorables, también se reserva espacio para obras menos conocidas. El repertorio incluye también homenajes cinéfilos y momentos de recuerdo a acontecimientos recientes. Cuando un compositor posee una obra tan extensa y prolífica, puede resultar incluso fácil la posibilidad de ofrecer al respetable una emoción diferente año tras año. Pero si a eso le añades la enorme sensibilidad artística que el personaje posee y su avezado sentido para generar situaciones que agraden el público, tenemos ante nosotros un evento absolutamente maravilloso.

El pasado 1 de septiembre tuve el privilegio de asistir al segundo de sus conciertos y debo decir que la experiencia fue magnífica. Escuchar "in situ" a una gran orquesta interpretando espléndidas bandas sonoras bajo la dirección de uno de los mejores compositores de la historia del cine, resulta algo increible. Y eso es algo que llega muy fácilmente al fondo del alma artística porque representa oir temas que forman parte de un imaginario colectivo, piezas míticas e imprescindibles cuyo recuerdo perdurará eternamente.

Al tratarse de un año Olímpico, Williams inició el concierto con las dos magníficas marchas que compuso para los Juegos de Los Angeles 1984 y Seúl 1988. En la gran pantalla, que colgaba del escenario del Bowl, se proyectó un video en el que se reunían grandes momentos olímpicos de la historia reciente.


Los aplausos empezaron a resonar para no abandonar el auditorio a lo largo de las dos horas de actuación. Otro de los momentos que querría resaltar especialmente es el de la entrada en el escenario de uno de los violinistas más solicitados del momento, Gil Shahan, quien asumió, de forma brillante, los "solos" en piezas como "Remembrance" de Schindler's List, El Violinista sobre el Tejado (que significó el primer Oscar en la carrera de JW), y también el célebre tango compuesto por Carlos Gardel y Alfredo Le Pera, "Por una Cabeza", que podemos escuchar en una de las primeras escenas de Schindler's List. Momentos únicos e inolvidables que ilustran una gran experiencia.




En el apartado de los homenajes, cabe decir que hubo dos de gran calado. El primero de ellos fue el que aconteció tras una breve introducción en que Williams recordó uno de los mejores temas románticos jamás compuestos. Fue el que David Raksin concibió para uno de los films más emblemáticos del cine negro americano, Laura (Otto Preminger, 1944). La belleza de Gene Tierney sirvió para introducir una vasta galería de actrices icónicas de la Edad de Oro de Hollywood y también del cine más reciente. Todas ellas unidas por el siempre valorado rol de femme fatale. Cine en estado puro bajo los acordes de una melodía inmortal en la que también interviene Gil Shahan.