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2 de gener del 2025

Les millors pel·lícules de 2024, segons l'equip d'El Cinema de Hollywood

En aquest primer post de 2025, volem aprofitar per desitjar-vos un molt bon any! Que sigui profitós per tothom i que en ell pugueu fer realitat tots els vostres somnis i projectes. Que hi hagi també salut i empenta per tal de fer front a les dificultats amb determinació. 

En el món cinèfil, ens trobem davant d'un any que promet un ventall de produccions molt potents que, si finalment són capaces de captivar al públic, podrien fer pujar un esglaó més cap a la recuperació del box-office cap a nivells pre-pandèmics. Esperem, doncs, que el cinema de gran format per la seva banda i les propostes independents, per l'altra, formin un bon conglomerat que asseguri i enforteixi la supervivència del setè art a les sales d'exhibició.

Pel que fa als nostres habituals rànquings de valoració de l'any, a El Cinema de Hollywood tenim la immensa sort d'haver reunit un grup de redactors bastant transversal. Això ens dóna contrast i diversitat en les opinions i apetències fílmiques. Podem observar, una vegada més, com els rànquings resultants cobreixen tota mena de procedències, gèneres i nivells de producció. L'heterogeneïtat tan desitjada en aquest tipus de valoracions l'aconseguim representar, d'una manera notable, amb les nostres eleccions personals.

A banda de tot això, hem de continuar lamentant un fet crònic que sempre ens tenalla a les nostres contrades. Les distribuïdores no planifiquen adequadament l'últim trimestre d'estrenes i, superades per l'acumulació de títols que arrosseguen de mesos anteriors, ens condemnen a veure només una part dels grans títols que s'estrenen, a escala mundial, en aquest últim terç.

Això es tradueix amb l'evidència de presentar-nos en aquesta valoració sense haver pogut veure títols tan rellevants com Heretic, We Live in Time, Queer, A Real Pain, Sing Sing, Babygirl, The Order, The Apprentice, The Brutalist, September 5, A Different Man, Maria Callas, A Complete Unknown, Hard Truths, i The Last Showgirl, entre d'altres.

Aquest problema de l'endarreriment en les estrenes és aplicable a bona part d'Europa i és per això que quan comparem els nostres rànquings amb els dels col·legues nord-americans, ens trobem amb diferències molt notables. Amb els títols esmentats anteriorment havent estat objecte de consideració, apareixen seleccions on no és possible que nosaltres hi puguem convergir i això ens fa perdre pistonada com a analistes.

De tota manera, aquesta és la nostra visió a partir de tot allò que hem pogut veure i, en tot cas, ja estem acostumats al fet que la nostra valoració de la collita anual l'hem d'acabar fent poc abans dels Òscars, ben entrat el mes de març. És per tot això que també acceptem en els nostres tops la presència de títols de 2023, estrenats a inicis de 2024. Fem evident, doncs, aquesta periodicitat desajustada a la qual ens enfrontem permanentment. Tot seguit, doncs, les nostres preferències. En alguns casos, hem esgotat al màxim el termini per poder valorar films com Conclave, Nosferatu o Saturday Night. 

Un cop més, tornem a desitjar-vos un molt bon any i us enviem una fortíssima abraçada! Continuarem en la lluita!


Juan Pais



Carles Martínez Agenjo




Mike Sanz




Eva Buendía




Adriano Calero




Jaume Figa



Nèstor Company

16 d’octubre del 2024

Sitges 2024: El Baño del Diablo (Des Teufels Bad, 2024)

EN UN TIEMPO FÍLMICO

Un artículo de Adriano Calero

Hace nada que el film Presence de Steven Soderbergh inauguraba la postrera edición (la quincuagésimo séptima) del Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña: el Festival de Sitges para los amigos. Diez días más tarde, o 230 largometrajes después, nuestro certamen cinematográfico de referencia llegaba a su fin. Sitges se despedía de nuestras vidas, como suele ser habitual, con una doble clausura. Una oficial, gala incluida, durante la cual se proyectó Nunca Te Sueltes (Never Let Go), la nueva aportación de Alexandre Aja (cuyo estreno comercial está previsto para el 31 de octubre), antes de culminar con otro cierre más popular, en el que las maratones cinéfilas ofrecieron un colofón en mayor concordancia con la desmesura de todo el Festival. Hace nada que vivíamos atiborrándonos de cine y, a pesar de la irregularidad cualitativa o de la exigencia que provoca el exceso, hoy todo es nostalgia. O trastornos propios de un síndrome de abstinencia fílmica. Por eso, gracias a esos caprichos de la percepción temporal, la intensa luminosidad de Sitges sigue alumbrando. Dialoga ahora con nuestro presente como ayer dialogaba con la oscuridad de las salas de proyección. Todavía perdura la luz y, sobre todo, el buen cine. No solo en nuestra memoria. Tomen nota.

Sorprende positivamente que varias de las películas proyectadas tengan una fecha de estreno definida y cercana. Llegarán en cuestión de semanas obras como Cloud, la última rareza de Kiyoshi Kurosawa, quien estira los límites del thriller hasta dar con un resultado tan mordaz como terrorífico: un camino hacia el infierno lleno de erróneas decisiones (y de malas intenciones); o la película de animación Mariposas Negras del documentalista David Baute, quien reescribe el drama real de mujeres y familias desplazadas por culpa del cambio climático, actualizando y mejorando la denuncia de su anterior documental Éxodo Climático (2020). Y se estrenarán otras dos maravillas en los primeros días del próximo año, tonalmente en las antípodas: El Segundo Acto (Le Deuxième Acte), la nueva genialidad de un habitual de la casa como Quentin Dupieux, quien huyendo de toda corrección política y convención narrativa nos sumerge en una mordaz reflexión metacinematográfica, que es asimismo sátira actoral y social; y Maldoror de Fabrice Du Welz, otro asiduo director del Festival, quien recupera los crímenes sexuales que salpicaron durante los años noventa a toda la cúpula policial y judicial belga, en una intenso thriller cuyo ritmo está intrínsecamente ligado a la propagación del mal que nos muestra.

Pero si hay una obra que el público debería esperar y que llega lo suficientemente pronto como para que la expectación no decaiga (el 15 de noviembre), es evidentemente la película ganadora de la Sección Oficial: El Baño del Diablo (Des Teufels Bad), de los guionistas y directores austriacos Severin Fiala y Veronika Franz. Un tándem creativo que repite en Sitges por tercera vez, tras la premiada Goodnight Mommy (2014, Méliès d'or a Mejor película) y The Lodge (2019), y que en esta ocasión cuenta con la garantía de Ulrich Seidl en la producción (quien es, curiosamente, tío de Fiala y marido de Franz). Toda una familia creativa que ha conseguido dar con la fórmula perfecta en El Baño del Diablo. Un film tan impactante y sugestivo en el apartado visual como lo es en su guión, el cual sorprende además con un inesperado valor periodístico. De un modo que, pese al evidente dialogo formal con el folk horror, sabe aflojar el corsé del género que lo viste, dando lugar a un drama histórico que se puede medir en cualquier liga.


Y es así como en este Sitges 2024, tras años de premios discutibles y películas entronadas difíciles de imaginar fuera de los circuitos habituales del género, El Baño del Diablo triunfa y parece contentar a casi todos. Triplemente premiada, ha recibido el mayor galardón tanto por parte del jurado de la sección oficial, así como ha obtenido el Premio de la crítica José Luis Guarner y el Premio del Jurado Carnet Jove. Un plural reconocimiento que se suma al Oso de Plata ganado por su contribución artística sobresaliente en la Berlinale y a la elección del país austríaco como representación en los próximos Premios Óscar. Y aunque un futuro galardón de Hollywood parece improbable, El Baño del Diablo es en sí misma una victoria del cine a perpetuidad. Lo es en su pulso fílmico y en el desarrollo histórico que ofrece, en su capacidad divulgativa y en el modo como, mostrándonos el pasado, nos interpela desde el presente. Pura lección de historia. Incluso la sinopsis suena a actualidad: la depresión de una mujer que, al no encajar en sociedad, se autoexige hasta la enfermedad. Así suceda en el s. XVIII y la melancolía nos sumerja, literalmente, en el baño del diablo.


LA ANTESALA DEL MAL

Es fácil imaginar como en el pasado una simple depresión (que nunca es simple) era motivo suficiente para que te percibieran bajo un estigma diabólico. Desde la ignorancia popular de la época y por culpa de tanta superstición religiosa (que los barberos hicieran de médicos tampoco ayudaba), era imposible sanar a quienes padecían de una tristeza profunda y permanente. Dicha resistencia melancólica era entendida como obra del mal y, precisamente, el baño del diablo era ese espacio intermedio entre lo terrenal y la definitiva posesión demoníaca. Una triste evolución para una problemática que desde la Antigua Grecia se había abordado desde la filosofía o la ciencia. Sin soluciones concluyentes, pero sin la nebulosa del prisma religioso. Para Aristóteles, según Problemata XXX (o según las notas de su alumno Teofrasto), la melancolía era un síntoma de la excepcionalidad de los grandes personajes, de las mentes sensibles. Queda claro que durante el medievo lo vieron de otra manera.

Por todo ello, siempre será más fructífero quedarse con el devenir histórico posterior, con la aportación artística de melancolías como la de Alberto Durero, Edgar Degas, Edvard Munch, Edward Hopper o, ya en nuestro terreno y en nuestro milenio, la de Lars von Trier (Melancolía, 2011). Ahora es el tándem creativo austríaco compuesto por Fiala y Franz quienes abordan en El Baño del Diablo las complejidades de la condición humana: la frontera entre el yo interior (consciente e inconsciente) y el mundo exterior, entre el individuo y la otredad, y sobre los conflictos derivados de tanta incomprensión existencial. Parten de una terrible realidad acontecida en el contexto de los siglos XVII y XVIII en el que cientos de personas (más de 400 casos reales en los países de habla germana), en su mayoría mujeres, optaron por el crimen para evitar la condena eterna que suponía el suicidio. Bajo el prisma religioso, era mejor matar y arrepentirse en la confesión, que quitarse la propia vida.


Así comienza El Baño del Diablo, con el llanto de un bebé que hiere emocionalmente desde el fuera de campo. Le sigue un asesinato y una confesión. Una madre que asesina a su propia criatura. Tal vez, como una declaración de intenciones sobre lo que vamos a ver y a sufrir. Aunque El Baño del Diablo continúe con la vida de otra mujer, con la historia de Agnes: una humilde campesina que abandona la casa familiar al casarse con Wolf y que ansía la maternidad más que nada en su mundo. Pero es la dura realidad de antaño en los profundes bosques del norte de Austria y la soledad del domicilio conyugal aquello que realmente encuentra. Exigencia e incomprensión. Y paulatinamente, la depresión. La melancolía puede (sobre todo, podía) suponer un viaje de no retorno y es así, a fuego lento, como el film gana intensidad. Para alcanzar al final del camino la excelencia. Aunque la precisión y el mimo cinematográfico con el que se ha hecho El Baño del Diablo conmueve desde el primer instante.

Por un lado está la veracidad que rezuma la película. La documentación preexistente facilitada por la historiadora Kathy Stuart es un gran punto de partida. Los directores Franz y Fiala se apoyan en casos reales de la época, en sus registros históricos judiciales, y escriben su película a partir de los interrogatorios y de las confesiones criminales que contienen. Eva Lizlfellnerin es una de las voces del pasado, la interrogaron en tres ocasiones. Agnes es su reflejo. Por eso la película resulta tan verosímil. Y todo suma en la adecuación de la fidelidad histórica: el casting, la caracterización, el vestuario, el maquillaje, los amuletos o el atrezzo que las representa, las prácticas diarias y los rituales del momento (boda y sacrificios incluidos). Todas ellas son voces del pasado que emergen en el presente fílmico como figuras naturales del lugar. La labor de los directores en la puesta en escena es tan rigurosa como el diseño de personajes. Mas la actuación de la actriz protagonista quien encarna a Agnes, Anja Franziska Plaschg, es claramente el resultado de un talento interpretativo extraordinario.

Lo admirable es que Plaschg sea antes cantante (y compositora) que actriz. Conocida principalmente por su proyecto musical Soap&Skin y por canciones como Me and the Devil de la serie Dark, Plaschg apenas cuenta con dos trabajos en la actuación (Still Life, 2011, y The Dreamed Ones, 2016). De ahí que fuera inicialmente propuesta como la compositora de la banda sonora del film (que asimismo firma) y que la oigamos tararear y cantar a modo de manifestación vital del personaje. Porque los directores vieron en ella a la Agnes real y el resultado lo confirma con creces. Plaschg te atrapa en su devenir emocional, el de Agnes, conduciéndonos sutilmente hacia una tragedia llena de matices. Su labor culmina con una de las interpretaciones más desgarradoras, exuberantes y alucinadas que se han podido ver en Sitges. En una secuencia donde el susurro se confunde con el llanto y el llanto con la alegría desmedida. Y la pasión en la mirada. Sentimos el triunfo del alma sobre la muerte. Como si Plaschg sonorizara la inolvidable interpretación de Maria Falconetti, en una composición que nos invita a recordar La Pasión de Juana de Arco (La Passion de Jeanne d'Arc, 1928) de Carl Theodor Dreyer. La abstracción espacial y el predominio del rostro sobre el fondo. Tan solo impresa sobre ella la sombra reticular del confesionario. Unas rejas que dialogan con las rejas de otro rostro, de otra mujer. En la película y a través de la historia.


El Baño del Diablo es, sin embargo, una película que se manifiesta cómodamente en el plano general (y en el gran plano general). La escala utilizada es múltiple y cuando la vida fluye la cámara se acerca desplazándose en su seguimiento, pero los directores y el director de fotografía Martin Gschlacht (quien repite con Fiala y Franz tras su primera colaboración en Goodnight Mommy) impactan numerosas veces con composiciones fijas alejadas del objetivo. Es la distancia moral y el estatismo provocado por los crímenes que se muestran, pero es asimismo la prueba fehaciente del vacío que queda tras semejante monstruosidad. Los personajes, a veces imperceptibles en la lejanía, se difuminan en un marco de belleza natural, aislados, perdidos ante su destino. Se siente la tensión entre la inmensidad de la naturaleza y su gélida belleza, filtrada por la cámara con una fría temperatura lumínica. Llega la noche y con ella el fuego de antorchas, calderos y velas que irrumpen en la oscuridad intentado infructíferamente ganarle terreno a las sombras. La ambientación está servida.

He aquí una película que será difícil de olvidar y, aún así, pese a sus potentes imágenes, solo quedará su significado. Porque es el drama narrado el que se erige por encima de todo y de todos. Y si impresiona la tragedia de un pasado remoto, convence por su paradójica actualidad. La directora Veronika Franz lo ha comentado en más de una entrevista. El conflicto sigue vivo. Puede que no busquemos la curación en la sangre del prójimo, pero aún queda mucho camino por recorrer en el terreno de las enfermedades mentales. El trayecto parece aún más largo por el camino de la sociedad actual. Han pasado casi trescientos años, pero seguimos habitando un escenario que fagocita a sus habitantes. Si antes era la religión, o su interpretación, ahora es la ley del mercado. Este capitalismo enfermizo que todo lo rige. Todo es presión en el exterior. El Baño del Diablo nos abre los ojos. Se cierne sobre nosotros la sombra reticular del confesionario.

1 de gener del 2024

Les millors pel·lícules de 2023, segons l'equip d'El Cinema de Hollywood

El 2024 entona les seves primeres hores i, com hem anat fent els darrers anys, és el moment de triar aquelles pel·lícules que més ens han emocionat, fet vibrar, entretingut, afectat, alegrat i, fins i tot, colpejat durant 2023. Són els films que més han connectat amb les sensibilitats de cadascun de nosaltres i que us tornem a presentar a partir de les seleccions de cadascun dels redactors d'aquesta web.

El Cinema de Hollywood tenim, a més, la immensa sort d'haver reunit un grup de redactors bastant transversal. Això ens dóna contrast i diversitat en les opinions i apetències fílmiques. Podem observar, una vegada més, com els rànquings resultants cobreixen tota mena de procedències, gèneres i nivells de producció. L'heterogeneïtat tan desitjada en aquest tipus de valoracions l'aconseguim representar, d'una manera notable, amb les nostres eleccions personals.

A banda de tot això, hem de continuar lamentant un fet crònic que sempre ens tenalla a les nostres contrades. Les distribuïdores no planifiquen adequadament l'últim trimestre d'estrenes i, superades per l'acumulació de títols que arrosseguen de mesos anteriors, ens condemnen a veure només una part dels grans títols que s'estrenen, a escala mundial, en aquest últim terç.

Això es tradueix amb l'evidència de presentar-nos en aquesta valoració sense haver pogut veure títols tan rellevants com The Holdovers, Perfect Days, The Zone of Interest, Poor Things (la seva estrena massiva tindrà lloc a finals de gener), The Color Purple, Ferrari, Priscilla, The Iron Claw, May December, All of Us Strangers, Dream Scenario, American Fiction, i The Royal Hotel, entre d'altres.

Aquest problema de l'endarreriment en les estrenes és aplicable a bona part d'Europa i és per això que quan comparem els nostres rànquings amb els dels col·legues nord-americans, ens trobem amb diferències molt notables. Amb els títols esmentats anteriorment havent estat objecte de consideració, apareixen seleccions on no és possible que nosaltres hi puguem convergir i això ens fa perdre pistonada com a analistes.

De tota manera, aquesta és la nostra visió a partir de tot allò que hem pogut veure i, en tot cas, ja estem acostumats al fet que la nostra valoració de la collita anual l'hem d'acabar fent poc abans dels Òscars, ben entrat el mes de març. És per tot això que també acceptem en els nostres tops la presència de títols de 2022 estrenats a inicis de 2023. Fem evident, doncs, aquesta periodicitat desajustada a la qual ens enfrontem permanentment.

Volem aprofitar aquest primer post de 2024 per enviar una forta abraçada a tothom i desitjar-vos un molt bon any!


Mike Sanz



Eva Buendía



Juan Pais



Carles Martínez Agenjo



Jaume Figa



Adriano Calero



Nèstor Company

23 d’octubre del 2023

Sitges 2023: Dream Scenario

ASIMILANDO LA RESACA

Un artículo de Adriano Calero

Hace días que Sitges nos ofrecía su adiós anual, agitando la mano entre galas festivas, maratones fílmicas, un palmarés tan sorpresivo como discutible y un verano que siempre espera el fin del certamen para poder ausentarse de verdad. Mientras nosotros, su público devoto, nos alejábamos con ojos llorosos (también por el sueño acumulado) de dicho municipio costero con vocación de hogar.

Nos marchamos para volver aunque sea una vez más. La mirada retrospectiva resulta ineludible. Tras el elevado número de obras ingeridas, la resaca es tan intensa que, a pesar de la distancia presente, sus títulos aún resuenan en nuestra memoria pidiéndonos más. Más cine, más tiempo protegidos por la oscuridad de las salas, atravesados solamente por la luz del fantástico. O, en su defecto, más tiempo para recordar.

Aunque hay películas que se imponen. No necesitan el aval de los premios, ni el altavoz de una sección determinada para perdurar. Ni tan siquiera el tiempo que acabamos de reclamar. Se cuelan mientras trabajas, mientras finges trabajar, mientras conduces, haces deporte, conversas o ves el tiempo pasar. Se cuelan y te sorprenden con una sonrisa o con una mueca dibujada en tu cara, reflejo de una indomable abstracción. 

Pues bien, Dream Scenario es esa prevaleciente película: la última aportación del director noruego Kristoffer Borgli (Drib, Sick of Myself) que cuenta con el hilarante protagonismo de Nicolas Cage.



CUANDO LA CALIDAD TAMBIÉN ACECHA

A pesar de que este año ha triunfado Cuando Acecha la Maldad (Demián Rugna, 2023), una muestra descarnada de terror argentino que obtuvo el Premio a Mejor película y el Premio Blood Window, Dream Scenario clausuraba oficialmente el Festival generando una paradójica sensación de victoria entre algunos espectadores. En al menos uno de ellos. Porque no competía, pero llevaba la esencia del Festival a su máxima expresión. A esa nueva hibridación de géneros tan propia de la actualidad cinematográfica y tan presente en la programación actual del certamen. Ya que Sitges tanto opta por el fantástico y el terror, como recurre al thriller, la comedia o la ciencia ficción. Géneros por separado o en diálogo, tan solo adulterados por miradas culturalmente ajenas o por aquella autoría que se proyecta desde el molde para alcanzar la singularidad.

Y así, mientras que Cuando Acecha la Maldad se imponía gracias a su apuesta exclusivamente terrorífica, más emocional que cerebral, Dream Scenario hacía lo propio al trasladar el género a una realidad más bien poliédrica. A la narración de un mundo reconocible fantásticamente verosímil, a caballo entre la pesadilla y la carcajada, cuya onírica secuencia inicial tal cual lo anticipa. Todo un universo fílmico creado por Borgli, también desde la escritura del guión y el montaje de la película, donde el protagonista es Paul Matthews (Nicolas Cage), un hombre de mediana edad, profesor universitario y padre de familia, tan correcto como insulso, quien ansía el reconocimiento por sus investigaciones académicas, aunque se hace famoso el día que todo su entorno empieza inexplicablemente a soñar con él. A Matthews le reconocen primero los alumnos y luego la gente en general, y progresivamente alcanza una notoriedad totalmente inmerecida, pero en seguida asimilada y satisfactoria. Todo parece ir a mejor para nuestro protagonista, hasta que el sinsentido de la fama se manifiesta asimismo en los giros de la narración. Y en el escenario de los sueños suele haber unos cuantos.


REALIDAD, SUEÑOS Y REDES SOCIALES

Mordazmente actual, la película ofrece un discurso heterogéneamente compacto, en el que todas sus capas tonales se sostienen gracias a la fluidez visual de Borgli y la interpretación magistral de Cage (presente durante casi todo el metraje), pero también a partir de la risa inevitable que vehicula reflexiones de necesaria autocrítica social: la autoindulgencia de una masculinidad tan herida como hiriente, la arbitrariedad de la fama sometida al capricho del consumidor, la cultura de la cancelación en la era del yo, el victimismo como herramienta oportunista y muchos más dardos venenosos que impactan en el espectador.


Puede que en Dream Scenario el director noruego haya dejado a un lado el body horror de su anterior film, Sick of Myself (2022), pero no ha suavizado el discurso. Borgli sigue deconstruyendo el significado vigente del éxito y la aprobación externa que nos somete, como complemento crítico a la sociedad de consumo de la cual formamos parte. Un consumo que en su cine no tiene límites y que suma la persona a los bienes y servicios ofertados, reduciendo la imagen del individuo a la mera cosificación. Para ello, en la elaboración del personaje protagonista, el director no solo ha sabido aprovechar la multifacética imagen de Cage, tan reconocido como vilipendiado por su labor de actor, sino que ha conseguido igualar en Matthews la figura del perdedor y del ganador. Porque ¿dónde están los límites en una sociedad moralmente gamificada que iguala la viralidad de las redes con la propia existencia?

Quizá los sueños tengan la respuesta… Mas en Dream Scenario los sueños se equiparan a las plataformas digitales y son tan creíbles como una imagen descontextualizada. Por eso son tan acertados los efectistas travellings de acercamiento (sello audiovisual de Borgli) cuyo movimiento y musicalidad nos conecta inquietantemente con el protagonista, abstrayéndonos del resto (al espectador y al personaje por igual): pues tanto expresan el onirismo de una sociedad aletargada, como reflejan la ambición individualista de unos personajes supuestamente comunitarios.

En definitiva, Dream Scenario cierra la puerta fantástica de Sitges, sumándose a un aval que lleva el sello de A24 y la firma del director Ari Aster (Hereditary, Midsommar), quien tras aventurarse por primera vez en la producción de su último film, Beau is Afraid (2023), ha producido asimismo la última obra de Borgli. Pero Sitges no ha tenido la exclusividad. Dream Scenario se estrenó en septiembre de este año en otro festival, en Toronto, allí donde previamente se había rodado la película. Aunque dicha ciudad pudiera ser en pantalla cualquier urbe occidental y todo lo vivido simplemente un sueño o una pesadilla.

O el reflejo exacto de la vida.

15 d’octubre del 2023

Sitges 2023: Kubi


CUANDO LA HISTORIA SE ESCRIBE CON SANGRE

Un artículo de Adriano Calero


Una canoa en la distancia descansa sobre una gran masa de agua en calma. En ella tres samuráis se muestras muy concentrados. Dos de ellos permanecen en los márgenes de la embarcación, en seiza: de rodillas y sentados sobre sus talones. En el medio destaca el auténtico protagonista de la secuencia, quien viste un kimono de un blanco impoluto. Antes de perder el equilibrio, se arrodilla y, tan constreñido como apasionado, se entrega al sake y a la escritura de un poema a mano alzada. Una suerte de obra pictórica, una despedida. Tras cada trazo aparece una pulsión de vida en su rostro, aunque, paradójicamente, le espera la muerte. La que él mismo se autoinflige. La que otros solicitan. Pues no estamos solos, hay más espectadores en la pantalla.

Desde tierra firme otros tres samuráis observan impacientes y uno en especial desespera frente a la espera. Todos lo conocemos, fuera de la ficción se llama Takeshi Kitano y dentro de ella, sobre todo en esta escena, se comporta como el recordado Beat Takeshi de Humor Amarillo (1986). Aquí es un Señor de la Guerra del siglo XVI llamado Hideyoshi. Y no entiende de poesía, tan solo de muerte. Por eso, el suicida toma una daga (o tantō) envuelta en un pañuelo, también blanco, y dicha pureza textil desaparece ante el chorro de sangre que emana de su vientre. Como si el puñal fuera un pincel y su barriga un lienzo en blanco. Pero antes de que el sufrimiento (divertimento en el rostro de sus enemigos) sea excesivo, uno de sus acompañantes le secunda y, con un único movimiento de sable, le decapita. La cabeza cae al agua, mientras los observantes la reclaman entre exclamaciones de ridícula preocupación. Por la conservación de la misma, que la vida poco importa.


Así avanza la última película como director de Takeshi Kitano titulada Kubi (2023), cuya traducción literal sería “cuello” o incluso “cabeza”. Los motivos para semejante título son evidentes, la intención y el tono del film quizá no tanto. Pero acabamos de presenciar un suicidio por ritual samurái llamado harakiri o, formalmente, seppuku, y, todo y la gravedad del asunto, no hay espacio en la secuencia para la solemnidad, la belleza y el honor que siempre se han pretendido del pasado samurái. Ni para la sorpresa trágica, entre la incomprensión y la aversión, que uno esperaría en la mirada actual, occidentalmente globalizada. En manos de Kitano, esta muerte coreografiada cae en un patetismo delirante, deliberadamente irrespetuoso con el belicismo precedente. Alejada tonal y visualmente de la maestría acromática de Seppuku (1962), Kubi plantea la misma denuncia desde las antípodas. Sin tragedia ni lágrimas, mas con la festividad sangrienta que caracteriza al director nipón. Una violenta crítica sobre la violencia, tan cruelmente verosímil que resulta cómica. Pero vamos por partes, que aún queda mucho cuerpo.


KITANO AÚN NO HA PERDIDO LA CABEZA

Kubi es, ante todo, una película histórica. La adaptación fílmica de un acontecimiento de máxima importancia, ocurrido en el Japón feudal del s. XVI: el incidente de Honnō-ji (recordada y sorpresiva matanza en el Templo Honnō de Kioto). Una traición acaecida en 1582, que determinó la evolución política del archipiélago y que implicó a numerosos samuráis de alto rango y al daimio, jefe y señor de todos ellos, Oda Nobunaga. De hecho, Kubi empieza un poco antes, acercándonos progresivamente a la razón del conflicto. deconstruye lo sucedido a partir de la intención original de Nobunaga de unificar el país bajo su mando, confiando en la fidelidad y en la espada de sus vasallos para ampliar sus territorios. Pero pronto uno de sus generales, Araki Murashige, se rebela y desaparece, provocando la ira de Nobunaga y una orden de captura que promete la sucesión real.


A partir de aquí, al espectador le espera un juego de tronos samurái, en el que es muy fácil perderse. Al que uno entra (de no haber leído esta crítica) atraído por la magnificencia de la épica, empujado por una saludable intención de asimilación histórica y un no tan sano apetito bélico. Pero Kitano lo tiene claro, no se puede asumir lo incomprensible. Y, en consecuencia, en Kubi nos invita al caos de unas batallas libradas por clanes y estandartes de colores totalmente intercambiables. Protagonizadas y originadas por una sucesión de personajes, nombres y perfidias inasumibles en tan poco tiempo (aunque la película dure 131 minutos). Hideyoshi, Nobunaga, Murashige, Mitsuhide, Ieyasu, Kanbei, Hidenaga, Mosuke, Hannya… Samuráis, ninjas, granjeros, artistas, asesinos y embusteros. Todos ellos importantes. Todos ellos interpretados por rostros que, a pesar de la caracterización, dotan al personaje de una verdad indiscutible.

Porque a Beat Takeshi (Kitano en pantalla), le siguen Tadanobu Asano, Kenichi Endō, Hidetoshi Nishijima, Susumu Terayima, Ittoku Kishibe, Ryo Kase y Nao Ômori, entre otros. Actores del pasado y del presente nipón que elevan la película a una dimensión que está más allá de la ficción. Figuras de la interpretación intrínsecamente ligadas a la magia cinematográfica de Takeshi Kitano y a la grandeza del cine en general. Algunos de ellos ya formaban parte de su primera apuesta fílmica, Violent Cop (1989), mientras que otros se fueron sumando o repitiendo en películas como Sonatine (1993), Hana-Bi (1997), Brother (2000), Dolls (2002), Zatoichi (2003) o incluso en la más reciente saga Outrage. Por lo general, personajes desquiciados al borde del abismo… Yakuzas de la ilusión pretérita que siguen siendo mafiosos en nuestra memoria, aunque en Kubi vistan de kimono y lleven el corte chonmage.


Y así es como Kubi deviene un mayúsculo producto del tiempo. Una película que vive en la reconocible experiencia de su elenco y en el análisis de la historia japonesa feudal, en la que Kitano se ha sumergido durante los últimos treinta años. Fue precisamente durante los años ’90, mientras hacía historia con su cine, cuando el director empezó a interesarse en este proyecto que asimismo escribe y produce. Y su investigación ha sido tal, que a Kubi le precede una novela escrita por él mismo, publicada en el año 2019. Siendo ésta su última aportación como escritor tras una carrera menor en la misma. Como leen, Kubi (libro) no es ni mucho menos el único, pero sí el que más tiempo le ha llevado.

Estamos, pues, ante una sana obsesión a la que Kitano ha sabido sacarle partido. La riqueza de un guión que apunta en varias direcciones así lo demuestra. Con elementos que se manifiestan en algunos casos como una aparente travesura del director, emergiendo entre los enredos del poder y de la ambición desmedida, pero que realmente responden a un estudio exhaustivo de la época. El fanfarroneo suicida marcial, la infantilidad masculina, la homosexualidad samurái (ya descrita en Gohatto de Nagisa Oshima), la capacidad artística de los ninjas, la rígida jerarquía social, el sometimiento total al poder o incluso la diversidad racial, cultural y religiosa existente. Todo ello en una película con vocación testamentaria que demuestra, paradójicamente, la eterna juventud de Kitano. Un cineasta que puede seguir caminando con la cabeza bien alta.

10 d’octubre del 2023

Sitges 2023: Black Flies

NO SOLO MOSCAS

Un artículo de Adriano Calero



Volvemos a Sitges. A su Festival de cine y a la magia de sus películas. A sus salas de proyección con pretensiones refrigerantes, entre multitudes sanguinarias, asimismo educadas en otros apetitos fantásticos. Volvemos. Al diálogo entre las composiciones fílmicas y las palabras críticas, igualmente encuadradas por pantallas de cine o portátiles. Volvemos al mismo amor y a la misma rutina. Al Sitges que nosotros conocemos: la villa que durante unos días deviene ciudad. Allí donde impera un cielo claro y un sol imponente, fiel a un verano que, como los protagonistas del género, se resiste a morir.

Pero Sitges es mucho más y durante el certamen puro abigarramiento. Paraíso de nórdicos jubilados, constantemente en conflicto con el oscuro atuendo de unos feligreses que no pierden la confianza otoñal ni su amor por las sombras. Visitantes de negro. Creadores, artistas, académicos, periodistas y lugareños. E insectos. Hogar de veraneantes atemporales y de una superpoblación de moscas dopadas en altas temperaturas. Sitges tampoco se salva. Pero se acerca a la redención en su intento de hacer con estos bichos alados algo más que una anécdota molesta. Empezando por el título y culminando con unos personajes secundarios. O incluso protagonistas.

Pues es ésta una edición, la 56ª, en la que coinciden películas como la producción española Moscas, la esperada nueva aportación del director donostiarra Aritz Moreno (Ventajas de viajar en un tren, 2019), con las Black Flies del director francés Jean-Stéphane Sauvaire (A Prayer Before Dawn, 2017). Si bien la primera obra alude a dichos insectos de un modo comúnmente despectivo, abreviando el título de la adaptación literaria de la que parte (Que de lejos parecen moscas de Kike Ferrari), la película de Sauvaire utiliza a estos simúlidos ávidos de cuerpos en descomposición como metáfora de una loable profesión que se aproxima, noche tras noche, a la muerte: los paramédicos. Concretamente, aquellos que trabajan en la jungla de asfalto de la ciudad de Nueva York, donde vive el director galo desde hace catorce años.



CUANDO SUENAN LAS CAMPANAS

Así es como recupera Black Flies a estos insectos de mala reputación, como los agentes potencialmente médicos que realmente son: entre otras aportaciones, las moscas permiten estimar el tiempo transcurrido desde su llegada a un cadáver y su hallazgo oficial. Ellas son las primeras que llegan. Luego los protagonistas de la metáfora.

Por eso, en Black Flies, las ambulancias zumban en el infierno nocturno de Brooklyn, mientras que las moscas vuelan impelidas por las buenas intenciones. Y a pesar de las necesidades del paciente, casi nunca están bienvenidas. Son moscas negras vestidas de uniforme que huelen la cercanía de la muerte y de la enfermedad. Moscas como Ollie Cross (Tye Sheridan), un joven paramédico que va para médico y que, mientras no aprueba el examen de ingreso en la Facultad de Medicina, entrena en el caos mortal de las calles de Brooklyn.

Pero Cross, aunque está muy solo, tiene algo de compañía: una amante sin nombre que le permite parar para amar de una manera más agradecida (Raquel Nave), un compañero molesto que tiene mucho de mosca cojonera (Michael Pitt), un jefe que ordena mucho y escucha poco (Mike Tyson) y un maestro en el trabajo, Rutkovsky, quien sabe todo aquello que Cross no podrá leer jamás en los libros de medicina (Sean Penn). Cross aporta juventud y valor, y Rutkovsky, experiencia y decepción. Comparten ambulancia, pero viven en tiempos distintos. Como si el joven fuera lo que Rutkovsky un día fue y, por añadidura, Cross pudiera acabar como él.

Y así, a medio camino entre Al límite (Bringing Out the Dead, 1999) y Training Day (2001), Sauvaire nos acerca a la vertiginosa realidad de los paramédicos y a su ritmo frenético de vida (y de muerte), a la vez que nos muestra un sistema sanitario estadounidense totalmente fallido que, según palabras del director: “se impone como otra forma de violencia social”. Pero Sauvaire nos ofrece, o más bien nos impone (la violencia también es suya), otras reflexiones de índole moral.

“Cuando las puertas de la ambulancia se cierran ya no somos peones, somos dioses…” dice el paramédico interpretado por Michael Pitt (quien vuelve a la gran pantalla tras haber sido uno de esos pacientes en la realidad). “Somos nosotros quienes decidimos quién vive y quién muere”. Y con dicha conclusión, concluye también la ilusión de un pueblo redentor. La religión aparece y no solo en forma de palabras. La cruz de Cross son las alas que dibujan su chaqueta (cuando va de paisano) y el arcángel que cuelga en su habitación. El peso de una bondad que le precede y de una fe que cada día tiene menos razón de ser.



LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD

Black Flies también parte de una adaptación literaria, la novela homónima de Shannon Burke, basada en su experiencia como paramédico. Pero en el intento de hacer suya la experiencia, el mismo Sauvaire, además de recurrir personalmente al escritor (quien también colabora en la elaboración del guión), pasó más de un año en el campo de batalla aprendiendo de los auténticos protagonistas de esta historia. Viviendo de cerca los dramas médicos a los que se enfrentan los sanitarios, autoimponiéndose la urgencia de la vida y la tozudez de la muerte, desde el asiento trasero de una ambulancia en plena acción. Recorriendo y reconociendo las calles de una ciudad otrora descubierta, según el propio Sauvaire, gracias a maestros del cine como Scorsese, Ferrara, Friedkin, Schlesinger, Lumet o Cassavetes. Buscando la verdad y su propio retrato como director.

Sauvaire también busca la autenticidad de las historias y por eso las llamadas de emergencia que aparecen en la película están basadas en hechos reales. Además, gran parte del elenco lo forman actores no profesionales del lugar, que han vivido en primera persona los dramas de Black Flies. Principalmente, el drama de ser pobre en un país con una saturada sanidad privada. Aunque no es del todo distinto para los intérpretes más experimentados que asimismo comparten ciertas conexiones con la realidad mostrada. Sauvaire ha intentado que la película rezume veracidad desde su planteamiento creativo y en cierto modo lo ha conseguido. Penn ayudó al departamento de bomberos de Los Ángeles en la vacunaciones durante la pandemia, Pitt es hijo adoptivo de Brooklyn y Tyson creció en las calles que aparecen en la película. Pero la verdad no siempre es creíble y, aunque Tyson sea de Brooklyn, Tyson sigue siendo un boxeador famoso a nuestros ojos.

Con todo, se agradece la intención y la coherencia de un discurso formal en equilibrio con la tragedia. La película se hace grande cuando se acerca al documental (casi bélico) en un montaje de planos largos y pocas fisuras que no permite descanso alguno. El sonido ayuda. Con un diseño de sonido magistral, avalado por la firma de Nicolas Becker (Punk, Sound of Metal, Earwig), Black Files se desdobla para ofrecer el mismo pulso violento de la ciudad. El desequilibrio de la cámara en mano y la cercanía con los personajes que ésta le permite, nos sitúa en medio del conflicto, obligándonos a sentir el drama de unos individuos salpicados de sangre, sudor y lágrimas. La escala reduce los cuerpos y rostros a una realidad matérica, a simple carne y fluido, mientras las miradas intentan rescatar lo que queda del alma. Y la fotografía, de nuevo en manos de David Ungaro (tras su colaboración con Sauvaire en A Prayer Before Dawn), apuesta por un cromatismo de contrastes lumínicos, entre la frialdad azul de la nocturnidad y la abrasión del rojo más expansivo, como medio para elaborar su propio infierno urbano. Tan dicotómico como el propio audiovisual. Tan lleno de violencia y de esperanza como la ficción y la realidad.

24 de març del 2023

SECCIONS DE CINEMA 086: Los Reyes del Mundo

Continuant amb la nostra idea d'expandir contingut cap a cinematografies internacionals, ens centrem en la nova aportació d'Adriano Calero en el seu pòdcast Empanada Cultural. En l'entrega més recent, l'Adri ens parla de Los Reyes del Mundo, un film colombià, dirigit per Laura Mora Ortega, que es va alçar amb el triomf a l'últim Festival de Donostia assolint la Concha de Oro.

Aquest viatge iniciàtic de cinc joves de Medellín a la recerca de la terra promesa, apel·la directament a la sensibilitat de l'espectador i l'arrossega a camins inexplorats mitjançant una narrativa profundament subversiva.

No us perdeu el programa on s'analitza tot el que ofereix aquest bon film.

31 de desembre del 2022

Les millors pel·lícules de 2022, segons l'equip d'El Cinema de Hollywood


Valorar amb rànquings els títols preferits de cadascú no és en ell mateix una certificació de res, perquè les sensibilitats de les persones davant l'experiència cinematogràfica són molt diverses. Però realitzar-los sí que ofereix una panoràmica força interessant sobre el que ha ofert l'any, en termes cinèfils, i és per això que tornem a presentar-los amb la voluntat de fer un exercici de catalogació d'aquelles pel·lícules que, en cadascun dels nostres racons de pensament, perduraran amb més intensitat en el futur.

A El Cinema de Hollywood tenim, a més, la immensa sort d'haver reunit un grup de redactors bastant transversal. Això ens dóna molt contrast i diversitat en les opinions i apetències fílmiques. Podem observar, una vegada més, com els rànquings resultants cobreixen tot tipus de procedències, gèneres i nivells de producció. L'heterogeneïtat tan desitjada en aquest tipus de valoracions l'aconseguim representar, d'una manera notable, amb les nostres eleccions personals.

A banda de tot això, hem de continuar lamentant un fet crònic que sempre ens tenalla a les nostres contrades. Les distribuïdores no planifiquen adequadament l'últim trimestre d'estrenes i, superades per l'acumulació de títols que arrosseguen de mesos anteriors, ens condemnen a veure només una part dels grans títols que s'estrenen, a escala mundial, en aquest últim terç.

Això es tradueix amb l'evidència de presentar-nos en aquesta valoració sense haver pogut veure títols tan rellevants com The Whale, Babylon, Living, Decision to Leave, The Banshees of Inisherin, Tár, Devotion, The Fabelmans, Women Talking, Till, The Son, i Empire of Light, entre d'altres.

Aquest problema de l'endarreriment en les estrenes és aplicable a bona part d'Europa i és per això que quan comparem els nostres rànquings amb els dels col·legues nord-americans, ens trobem amb diferències molt notables. Amb els títols esmentats anteriorment havent estat objecte de consideració, apareixen seleccions on no és possible que nosaltres hi puguem convergir i això ens fa perdre pistonada com a analistes.

De tota manera, aquesta és la nostra visió a partir de tot allò que hem pogut veure i, en tot cas, ja estem acostumats al fet que la nostra valoració de la collita anual l'hem d'acabar fent poc abans dels Òscars, ben entrat el mes de març. És per tot això que també acceptem en els nostres tops la presència de títols de 2021 estrenats a inicis d'aquest any que ara acaba. Fem evident, doncs, aquesta periodicitat desajustada a la qual ens enfrontem permanentment.

Així i tot, creiem que els nostres rànquings poden ser de molta utilitat com a balanç de l'exercici i de recopilació d'allò que més ens ha emocionat, afectat, alegrat o colpejat durant un 2022 on ja hem pogut gaudir de l'exhibició, a les grans sales, sense cap tipus de limitacions. 

Volem aprofitar aquest últim post de 2022 per enviar una forta abraçada a tothom i desitjar-vos un molt bon 2023. Que l'excel·lència que s'albira en moltes de les propostes que el cinema ens té preparades, per al proper exercici, es pugui traslladar també cap a altres camps de la vida social. En un món en permanent convulsió, intentem trobar feixos de llum que ofereixin esperança i facin venir ànsies de construir un futur millor. Bona entrada d'any!


Mike Sanz




Eva Buendía




Juan Pais




Carles Martínez Agenjo




Jaume Figa




Adriano Calero




Nèstor Company

22 de desembre del 2022

SECCIONS DE CINEMA 082: Close, de Lukas Dhont


Ningú dubtava que el film Close, del debutant Lukas Dhont, passaria a la llista definitiva de les pel·lícules internacionals que aspiren a ser nominades per a la pròxima edició dels Oscars. Bèlgica hi té dipositades grans esperances de victòria perquè es dona per fet que estarà entre les cinc candidates a guanyar la daurada estatueta. 

El seu recorregut per festivals ha estat exitós perquè tot en ella està presidit per una sinceritat suprema. Cinema d'autor, que pren el pols de la realitat més propera i dels sentiments més fugaços a la vegada. Adriano Calero ha dedicat un especial del seu pòdcast a aquesta gran pel·lícula i ara en compartim el seu contingut amb tots vosaltres. No us el perdeu!

4 de novembre del 2022

SECCIONS DE CINEMA 077: "Crimes of the Future"

El retorn de David Cronenberg a les pantalles, eludint una retirada que ell mateix havia insinuat, ha estat considerat per alguns com una obra menor. Curiosament, en el meu cas, la vaig considerar una pel·lícula de gran rellevància, reflexiva sobre el món que ens envolta i el que vindrà, i posseïdora dels elements característics de to i llenguatge cinematogràfic que tant han caracteritzat al mestre Cronenberg

Adriano Calero i el seu equip a Empanada Cultural han dedicat el seu últim pòdcast a un film que potser s'està avançant clarament a allò que la humanitat viurà en el futur. I aquest esdevenidor podria ser molt més proper del que sembla.