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23 de setembre del 2015

Escenas de acción en Spectre

"The Tradition for Bond is always real stunts, real action, real explosions..."
 Sam Mendes

"It's going to be a real rollercoaster ride."
Chris Corbould (supervisor de efectos especiales) 


22 de setembre del 2015

Las Calles de la Ciudad (City Streets, 1931). Por Carles Martinez Agenjo

Portada

Como ahora… Por muy precaria que fuera la situación de la sociedad norteamericana durante los años 30, por muy fuerte que golpease la depresión económica, por muy necesario que fuese el entretenimiento balsámico y despreocupado de cineastas como Busby Berkeley para desconectar a la clase media de su dura rutina; Hollywood también encontró la forma de lucrarse fabricando desgracias para la platea. William A. Wellman Howard Hawks nos brindaron titulazos en lo que a tragedias de mafia se refiere. Hoy nos centraremos en otro más bien optimista y mal titulado Las calles de la ciudad (City Streets, 1931), la única película gangsteril de un director entregado al drama como Rouben Mamoulian. Y lo haremos para reivindicarla. Porque si algo jode al cinéfilo es encontrar un diamante en bruto en trayectorias que podrían haber dado mucho más de sí y en películas nubladas por las obras maestras del mismo género y década.
En el film que nos ocupa hay convenciones, moralismo, personajes maniqueos, el topiquísimo happy ending… pero la carga lírica de sus imágenes y su incipiente visión antropológica –no sabemos si consciente o inconsciente por parte de sus creadores– es más que suficiente para defenderla como peliculón.
En tiempos de la Ley Seca, Nan, una joven enamorada de Gary Cooper, lo convence para que se una al negocio de su padrastro, en el que ella también trabaja, sin saber que se trata de una banda criminal que trafica con cerveza. Todo se complicará cuando Cooper entre en la banda y el líder quede prendado de su chica.

Secuencia marina

Una de las secuencias iniciales de este film tiene lugar en una playa donde Cooper y su love interest (Sylvia Sidney) se ríen y discuten a orillas del mar. Es realmente interesante leer dicha secuencia desde la óptica antropológica trazada por Gilbert Durand en su obra sobre el –¿tópico?– simbolismo visual con el que siempre han trabajado los directores del Hollywood clásico. Ese simbolismo –con el que yo no simpatizo demasiado– vincula siempre a la mujer con lo sentimental, nocturno, acuático, lunar y estático, mientras que el hombre se tiende a relacionar con lo estoico, guerrero, solar, móvil e incluso acrobático. Algo hay de esta catalogación en la secuencia de la playa. No me parece arbitrario que el mar aparezca como fondo borroso de un plano general, con la pareja protagonista en primer término, o a través de un plano-detalle de aguas espumosas intercalado entre sonrisas y besos. Es aquí y sólo aquí donde Mamoulian parece estar jugando al simbolismo durandiano. Eso sí, en modo amateur. Con una profundidad apenas esbozada. Si lo que buscamos es algo más desarrollado, tenemos que ir a por la connotación antropológica que impregna, sobre todo en su tramo final, un film que bien merece un paréntesis: Sólo los ángeles tienen alas (Only Angels Have Wings, 1939), de Howard Hawks.
Si en Mamoulian hallábamos una sola secuencia, una muestra incipiente de la clasificación de Durand, en la pieza de Hawks estalla en pantalla de principio a fin. El director de Hatari! (1962) narra aquí una complicada historia de amor entre un aviador heroico y aparentemente insensible, interpretado por Cary Grant, que vive en un entorno eminentemente masculino; y una chica con la cara de Jean Arthur y los arrestos necesarios para ponerse a su nivel, que demostrará una asombrosa capacidad de adaptación en ese pequeño mundo de camaradería y testosterona. Los minutos finales, sin duda, son los más importantes. Cary Grant insinuará sus sentimientos hacia Jean Arthur, nunca hacia fuera, nunca exteriorizándolos, sino mediante el signo sutil. “Vamos a echarlo a suerte: cruz te vas, cara te quedas” –le dice Grant a la chica, entregándole una moneda trucada que tiene la misma cara por ambos lados. Acto seguido, emprende rápidamente otra misión en avioneta, como si nada dramático hubiera ocurrido antes, mientras Arthur se queda en casa, despidiéndose de él enamorada y feliz de que hayan acabado juntos. Quizá este ejemplo es el que mejor y de forma más evidente ha absorbido lo detallado en la catalogación durandiana. Una catalogación, dicho sea de paso, que tiene su origen en la antropología, pero que no caduca en ella. Se remonta a la escritura china tradicional (Fig. 1) [2]. Ni más ni menos.



(Fig. 1)
El hombre es el campo que labra. La mujer, la casa donde cocina. Suena rígido. Retrógrado. Lo es y mucho. Pero viene al caso… Lo masculino –observamos a la luz de esta distinción– se representaba directamente con símbolos de la profesión que ejerce, de lo que es capaz de hacer para sobrevivir, mientras que la mujer –afirma Martinez Robles en el libro del que se ha extraído este esquema– ocupa una posición más sedentaria “probablemente vinculada al hogar”. Opiniones contemporáneas aparte, este cuadro nos sirve para reforzar el dinamismo y estatismo que presentan los personajes de Hawks y Mamoulian en sus espléndidas películas. Creo que este cuadro, sin duda, es el arquetipo al que remiten, la base de hormigón que sostiene toda lectura antropológica que podamos encontrar en el cine de Hollywood.
Y pasemos ya a lo exclusivamente cinematográfico que habita en Las calles de la ciudad. Como el hecho de que el personaje de Gary Cooper sea excesivamente diestro con el manejo de las armas de fuego, un “motiv” que no presenta por primera ni última vez. En El Sargento York (Sergeant York, 1941), de Howard Hawks, manifestará habilidad parecida y de forma más ingeniosa: en clave épica y humorística. Recordemos, pues, aquella famosa secuencia de tiro al pavo que se repite a modo de gag negro al final de la película, cuando Cooper elimina a dos soldados alemanes mediante el mismo procedimiento.

Escena sombrero
Curiosidades y antropología a un lado, nos queda comentar la cuestión musical, otro aspecto que salta a la vista, pues esta película carece de banda sonora,  más allá de los créditos del inicio y del final y de la habitual melodía tronante que los acompañaba siempre en las películas de la etapa clásica y que tan dañina resulta para el cinéfilo que engulle cintas con auriculares desde casa y se olvida de bajar el volumen antes de reproducirlas. Esta ausencia musical durante la trama significa, evidentemente, una virtud. Momentos como la muerte elíptica del inicio, sólo evidenciada a partir de un sombrero flotando en silencio sobre cerveza, o el beso a orillas del mar, no machacado con notas de melodía romántica, convierten esta obra en una brillante excepción que emparenta a Mamoulian con el mejor Hitchcock.
En cambio, sí encontramos énfasis –y mucho– en su gramática. Así lo vemos en el primer plano de ruedas de camión y tanques de cerveza muy cercanos a la lente de la cámara, o el plano de una mano, la del inocente Cooper, cogiendo la pistola que le ofrece Pop Cooley, su malvado contratante (Guy Kibbee), para empezar a trabajar en su banda y así ganar dinero para sacar a su chica de la cárcel, encerrada allí por un crimen que cometió Pop. Con esto, creo que la explicitud gestual de este momento enfático adquiere una dimensión mefistofélica que reafirman la visión unidireccional del film y, en general, de todo el Hollywood clásico sobre un aspecto en concreto: lo fraudulento y materialista nunca fue presentado de un modo tan negativo y maniqueo como en aquellas décadas. Y hablando de Guy Kibbee… Ese actor ya maduro, con su risa tonta, mirada pícara y lengua viperina, nos brinda la mejor interpretación de una película donde adquiere un aura diabólica gracias a la secuencia callejera en la que su sombra siguiendo al compañero que está a punto de asesinar nos sirve, además de anticipación de lo que va a ocurrir, de clara reminiscencia a los recursos expresionistas de maestros de la etapa muda alemana como F. W. Murnau y Robert Wiene.

Secuencia Kibee gatos
No menos brillante es otra secuencia -expuesta aquí arriba- de diálogos en off entre una chica que también forma parte de la banda (Wynne Gibson) y el citado Guy Kibbee. Escuchamos sus voces, pero: ¿os podéis creer quienes protagonizan el plano-contraplano mientras fluye la conversación? Dos estatuas felinas de cerámica… El punto más álgido de esta extraña secuencia viene cuando Kibbee le pregunta a Gibson si le importaría que su marido, al que odia, no viviera demasiado. La respuesta es un silencio. Mamoulian escoge la enigmática y esotérica figura gatuna para simbolizar algo tan cruel como el deseo de muerte de una esposa. El montaje resulta chocante. Pero es innegable que se trata de un uso temprano y tremendamente innovador del lenguaje cinematográfico.
Mamoulian, que cometió el error de no realizar más thrillers en su vida, rechaza las formas estridentes del cine sonoro –recién nacido por aquel entonces– para entrar en los anales de la historia con un ejercicio de hibridación que absorbe lo justo y necesario del cine hablado y que, sembrando recursos formales sumamente heterogéneos dentro de una narración convencional, se resiste a sacrificar una de las cosas más preciadas para este crítico: la poética visual de la que el cine es capaz desde que balbucea.

18 de setembre del 2015

Venecia, el lugar perfecto para The Tourist. Por Francesc Marí


Solo con hacer una rápida búsqueda en cualquier base de datos de cine, como IMDb, veremos que la capital de la Serenísima República ha sido escenario de más de quinientos títulos entre películas y series de televisión, sin embargo, sería pretencioso afirmar que en todos ellos muestra la ciudad de los canales en todo su esplendor.

El primero y el más claro ejemplo de este hecho es la serie de películas de la televisión Comisario Brunetti, basados en los libros de la escritora estadounidense afincada en Venecia, Donna Leon; y es que cuando lees alguno de sus libros puedes comprobar que si Brunetti es su personaje, ella le escribe a Venecia, y es algo que se ve perfectamente reflejado en la serie de televisión. Gracias a ella nos transportamos hasta la ciudad de los canales para tener una visión muy realista de la ciudad, alejada de los tópicos de los turistas y de las grandes producciones.

Algunas de estas grandes producciones de estilo hollywoodiense no son otras que las películas de la saga James Bond. Desde su segunda entrega, Desde Rusia con amor (From Russia with Love, 1963), 007 ha utilizado Venecia como escenario hasta tres veces, en la primera ocasión no fue más que unos minutos. La escena inicial, justo después de los créditos, en los que un plano aéreo de la entrada al Gran Canal y a la torre de la Piazza de San Marco, se convierte en el contexto perfecto para dar inicio a la historia; para regresar al final de la película en una escena de apenas cinco minutos, en la que Bond y la chica de turno se despiden del espectador a bordo de una lancha que pasa por debajo del Puente de los Suspiros, a la vez que se adentra en la Laguna dejando atrás el Palazzo del Dux, San Marco, en un perfecto happy ending.


Bond volvería a Venecia en la piel de Roger Moore en Moonraker (1979), en la que dejando romanticismos a parte, tras dar un buen repaso a la arquitectura más típica de la ciudad, se dedicaría a destrozar un museo de cristal de Murano al pelearse con un luchador de kendo, rematándolo al arrojarlo por el cristal de la Piazza San Marco. Para después emprender una trepidante persecución a bordo de una góndola tuneada por Q, que incluso se convierte en un hovercraft.

La última vez que Bond pisó Venecia fue en 2006, cuando Daniel Craig se estrenó en el papel con Casino Royale. Dudo que vuelva porque si Roger Moore destrozó todo un museo, Craig se llevó por delante un edificio entero hundiéndolo en las aguas del Gran Canal. Pero antes de esto, Daniel Craig y Eva Green llegarán a la ciudad en velero, brindando una esplendorosa visión de la ciudad; pero tampoco se olvida de elementos tan esenciales para el aspecto de la ciudad como las góndolas, las verdulerías flotantes, San Marco y los turistas, turistas por todas partes. A pesar de que Venecia es una de las ciudades del amor, en Casino Royale se convierte en el escenario final del drama de James Bond.


Alejándonos de 007, otra de las producciones que utilizó Venecia como fondo para su historia fue el remake de The Italian Job, dirigida por F. Gary Gray en 2003. En la escena inicial de quince minutos, las cámaras recorren los habituales escenarios de la ciudad: Piazza San Marco, la iglesia de San Barnaba, los canales, el Gran Canal, la Punta Dogana, aprovechando cualquier elemento para una persecución con lanchas, como las barcas-verdulerías y los basureros.

Hasta ahora hemos mencionado películas que muestran levemente Venecia en apenas unos minutos. Existen otras en que la ciudad es generada completamente por ordenador. Una de ellas es La Liga de los Hombres Extraordinarios (The League of Extraordinary Gentlemen, 2003), en la que no se rodó ni una sola escena en la ciudad aunque una parte importante de la historia transcurra en sus calles y canales. En esta película veremos la Venecia de finales del siglo XIX, en la que un inmenso Nautilus pasa por los estrechos canales rozando el puente de Rialto justo en pleno carnaval. Una de las pegas de esta película, respecto a los que nos concierne, es que se desvirtúa el tamaño de la ciudad, dándole grandes calles y plazas porticadas para que dé cabida a todas las escenas de acción que sean necesarias.

Sin embargo, eso es algo completamente prescindible, como bien nos demuestra Steven Spielberg en Indiana Jones y la Última Cruzada (Indiana Jones and the Last Crusade, 1989), que utilizó los muelles de Tillbury, en Essex, para rodar la persecución entre Indiana Jones y la Hermandad de la Espada Cruciforme, sin necesidad de efectos digitales apelmazados. Sin embargo, aunque solo fuera durante un día, se rodó la llegada de Indiana a Venecia en el Gran Canal, y varias tomas mientras los actores paseaban por una de sus calles, sin olvidar la pieza esencial de la trama de la película: la iglesia de San Barnaba, que se convierte en una biblioteca que da acceso a las catacumbas de Venecia, en las que, además de ratas, también podemos encontrar… ¡petróleo!


Pero de esta película nos quedamos con algo que dice su protagonista, justo cuando su co-protagonista le esta dando un beso. No puede evitar decir:
«¡Me encanta Venecia!»
Para seguir adelante y llegar a la película que nos interesa, debemos quedarnos con esta idea tan bien expresada por Indy. Venecia tiene algo especial que la hace diferente a otras muchas ciudades, y para ello debemos recordar una pequeña conversación, que tiene lugar hacia el final de la película de The Tourist (2010), entre el personaje de Paul Bettany y el de Rufus Sewell:
«—A ver si lo entiendo, porque estoy… Estoy un poco confuso. Usted recibió dinero de un hombre al que no había visto nunca y que le envió mensajes de texto diciéndole que se presentara en un sitio cualquiera.—Bueno… No un sitio cualquiera.»
Y es que Venecia es eso, no es un sitio cualquiera… ¡Por Dios! Si en lugar de calles tiene canales, no puede ser un sitio cualquiera. En The Tourist descubrimos esta Venecia tan especial. Hasta ahora hemos hablado de películas que utilizan Venecia como escenario, aunque podrían tener lugar en cualquier otro sitio. Sin embargo, The Tourist convierte Venecia en su único escenario posible. A pesar de que la acción nace en París —que también retrata de forma bastante interesante, mostrando la ciudad de la jet-set—, la mayor parte de la película transcurre en la ciudad de los canales. Pero, esta sensación de viaje no solo tiene lugar cuando la historia llega a Venecia. Ya desde un principio, tras una breve estancia en París, tomaremos un Eurostar que nos llevará directamente a Venecia a través de la campiña francesa, convirtiendo un mero viaje en tren en todo un placer.

The Tourist llega a Venecia de un modo poco habitual hasta entonces, en tren por la estación de Santa Lucía, una de las puertas del lugar mágico que es la ciudad, a la vez que nos muestra en un plano aéreo el escenario que les espera a nuestros protagonistas. Pero en seguida montaremos en una de las clásicas lanchas con acabados de madera que circulan por los canales a modo de taxi, hasta llegar al hotel. Y no un hotel cualquiera, sino uno de los mejores de la ciudad: el Danieli, que si bien tiene unas grandes vistas del Gran Canal y la Laguna, es físicamente imposible que pueda ver desde sus ventanas el puente de Rialto, ya que se encuentra al otro extremo de la ciudad… Pero bueno, se le perdona a la película, por el bien del clímax, ya que esa toma es la carta de presentación perfecta para Frank (Johnny Depp), nuestro turista, que descubre Venecia en la mejor de sus caras. Y, como colofón, qué mejor manera de terminar el primer día que cenando en una terraza de un restaurante mientras las luces se reflejan en las aguas del Gran Canal.


Llegados a este punto de la película, la verdad sea dicha, no hemos podido descubrir demasiado de los reclamos turísticos de la ciudad, pero sí de su esencia. Ese punto medio entre el romanticismo y la melancolía.

Será a partir de la mañana siguiente cuando a Frank le toque hacer el turista, aunque sea corriendo por los tejados, con lo que tendrá una visión magnífica de los canales y de la típica arquitectura veneciana, antes de ser detenido por la policía.

Como no podía ser de otro modo, cuando no nos damos cuenta tras los actores aparecen lugares de la ciudad, desde la Piazza San Marco y el Palazzo del Dux, hasta los estrechos callejones, en los que apenas cabe la cámara, pasando por todo el repertorio de lugares habituales, ya que si bien la ciudad es muy habitual en el cine, tiene un grave problema para el rodaje, el espacio. Debido al espacio necesario para todo el equipo de rodaje, son muchos los lugares de Venecia que repiten en diversas películas, ya que, como aquellos que han estado allí ya sabrán, la mayoría de calles y canales son más bien estrechos y casi impracticables a pie. Los que sí disponen de espacio, como San Marco, San Barnaba, el Gran Canal o el Mercado de Rialto son usados hasta el infinito.

Dejando de lado un poco la ciudad que nos muestra The Tourist, un elemento que está brillantemente buscado es la caracterización de Frank Tupelo como el típico y tópico turista americano. Para empezar, a pesar de estar en Italia, no hace más que hablar en portugués constantemente, metiendo en el mismo saco a todos los países del sur de Europa; a la vez que cuando pide ayuda porque lo están persiguiendo, los trabajadores del hotel se lo toman a pitorreo por se americano, ya que siempre están exagerando.

Para terminar, y volviendo a lo que nos interesa, a pesar de que The Tourist está repleta de acción e intriga, a través de esta película descubrimos la Venecia más romántica, en la que todo puede ocurrir y en la que cualquier historia de amor, por muy extraña que sea, puede tener su final feliz.

14 de setembre del 2015

La alargada sombra de Drácula. Por Carles Martinez Agenjo


¿Enigma es sinónimo de atracción? ¿Siempre estimula lo intrigante? No es algo que podamos elegir. Viene de serie con nuestro cuerpo. Nos extrañamos por naturaleza. Miramos una película y nos interesa un personaje u objeto, nos cuestionamos sobre él, sobre lo que nos gustaría averiguar. ¿Quién será ese caballero vestido de negro que lleva capa, espada láser y respira con dificultad? ¿Qué cara tendrá el propietario de esas manos metálicas que quiere matar al Inspector Gadget? ¿De donde ha salido ese psicótico del pelo verde y la cara pintada de blanco y carmín corrido que quiere cargarse a Batman? ¿Cómo diablos es la bruja de Blair?
La intriga activa el despertador de nuestra curiosidad. Que la película usuaria de este recurso genere polémica o aceptación, dependerá de la respuesta que ponga fin a nuestro interés. Y esa respuesta se declina en tres posibilidades: puede provocar sorpresa y satisfacción, como las oscuras palabras de Darth Vader revelando su identidad a un desarmado Luke Skywalker; que sea previsible y la sorpresa se quede en agua de borrajas, como la mayoría de desenlaces del cine de terror más convencional; e incluso puede darse el caso de que no exista un punto y final a nuestra intriga, de que no haya respuesta, como si hubiéramos encontrado vacío el cofre del tesoro que tanto andamos buscando. Tal es el caso que más nos interesa, el de la respuesta en blanco, ésta que suele indignar a los grandes públicos, como ya sucedió en su día con aquella genial tomadura de pelo llamada El proyecto de la bruja de Blair (Daniel Myric, 1999) y la novela popularísima que hoy nos ocupa; una suerte de libro epistolar, redactado a partir de una serie de inquietantes cartas y trozos de periódico, que responde a un nombre de sobra conocido: Drácula (1897), la obra maestra del irlandés Bram Stoker, el centenario de cuya muerte se celebró el pasado jueves 19 de abril.

Vlad III el Empalador (1431-1476), personaje en el que podría haberse inspirado Stoker para crear a Drácula

“Stoker es un mal escritor” –brama Rodrigo Fresán en el prólogo de una edición de 2005. “Seiscientas páginas y el conde sólo sale en unas quince” –añade otra pluma, el escritor para escritores Enrique Vila-Matas, alegando que la obra es meritoria por su ambiente y atmósfera, más que por el contenido que nos dirige hacia el sombrío personaje. Y es que no son pocas las críticas que ha recibido la historia del Conde Drácula, mientras defensores de ésta, como el ingenioso Oscar Wilde, hablaron de ella como “la obra de terror mejor escrita de todos los tiempos”.
Por supuesto, hablamos de la novela original. No de las innumerables adaptaciones que ha tenido el acolmillado protagonista a lo largo de la historia, desde que el padre de los efectos especiales, George Méliès, lo representara en uno de sus espectáculos filmados, La mansión del diablo (1896), y actores como Max Shreck en Nosferatu (Murnau, 1922), Bela Lugosi (fichado por la Universal), Christopher Lee (por la Hammer) y Gary Oldman (dirigido por Coppola) lo encarnasen posteriormente en memorables ocasiones. Por su parte, Robert Pattinson, con su expresión de Fotolog, se puso recientemente en la piel de Edward Cullen, un abstinente vampiro enamorado de una humana, en la línea de otros monstruos que también se aprietan el cilicio y quieren renunciar a su naturaleza, como Blade o la niña de Déjame entrar (Alfredson, 2008); mientras Chiquito de la Calzada se desmelenaba como nunca parodiando al “Conde” en pantalla grande. Todos estos personajes dan a entender el avanzado estado de lobotomía en el que se encuentran la historia de Stoker y el mito vampírico hoy en día. Especial mención merece, ya que repasamos a los más famosos, el Sr. Oldman, que humanizó con éxito a la bestia transilvana en aquel magistral poema sangriento de amor y deseo que es Drácula de Bram Stoker (Coppola, 1992), donde nos brindó frases tan antológicas como la que sigue: “He cruzado océanos de tiempo para encontrarte” –confiesa el enamorado conde a su esposa reencarnada, la única persona capaz de exorcizar su mal para apartarlo de su necesidad narcisista y que, de nuevo, sea acogido por la gracia de Dios.

Gary Oldman en la mejor interpretación de su carrera actoral

Con todo, y adaptaciones a parte, para busca-cosquillas culturales como Fersán y Vila-Matas, parece que la breve aparición del más famoso de los chupa-sangre en el libro que le da nombre no satisface las enormes expectativas que genera durante las páginas anteriores. A esto añaden otro reproche: es una historia más pendiente del “sang i fetge” que de la voluntad por trascender.
Sin embargo: ¿acaso no es más estimulante la intriga frustrada? ¿Acaso no es preferible incitar a la mente antes que calmarla con razonamientos? ¿Serían igual de brillantes las películas El proyecto de la bruja de Blair y REC, o la novela El corazón de las tinieblas, sin sus enigmáticos desenlaces? Desde luego que no. A veces, cuando de terror y suspense se trata, la excelencia radica en no revelar, en usar la vieja estrategia narrativa de anticipación y cumplimiento de un modo distinto al normal, en apelar a la imaginación antes que a la explicación, en acabar una historia dejando puertas abiertas y al espectador pensativo, insatisfecho, curioso… La muchas veces juzgada novela de Bram Stoker responde a estas indicaciones.
Década tras década, surgen nuevos adeptos y detractores de una obra que es el baluarte del terror gótico, que ha marcado a escritores, cineastas y dramaturgos y que, a día de hoy, es la fértil matriz de donde salen multitud de expresiones culturales. Obras que van desde el remake y la continuación literaria hasta la más descabellada de las desviaciones respecto al texto original (como la de Chiquito). Así es la sombra de Drácula. Literatura influyente y expansiva. Prosa radioactiva. Una grandísima aportación al añejo universo de las leyendas vampíricas. La creación de un mito moderno sin igual. Tan atractivo como enigmático.

8 de setembre del 2015

Secretos del cine y la televisión al descubierto

Algunos secretos no fueron desvelados en el mismo momento de crear o estrenar las siguientes películas o series pero esas anécdotas, tarde o temprano, han salido a la luz pública. La mayoría son producciones que ya habremos visto hace años o en más de una ocasión pero… ¿sabíamos de ellas hasta este punto? 

Veámoslo… 


BREAKING BAD (2008-2013)

Existió realmente un Walter White que preparó y comercializó metanfetamina de gran calidad durante años, como sucede en la aclamada Breaking Bad, del creador y productor Vince Gilligan. En la vida real, las pastillas no eran de color azul y el traficante vivió en Alabama hasta ser detenido. El resto de la historia guarda muchas coincidencias con el argumento de la famosa serie.







La película Tiburón, de Steven Spielberg, y la novela homónima, de Peter Benchley, parecen inspirarse en hechos reales. En 1916, en la costa de New Jersey, hubo una serie de ataques de tiburón conocidos como "The Shark Summer". En menos de dos semanas, murieron cuatro personas y una resultó muy gravemente herida.



ALADDIN (1992)

La película de Disney, Aladdin, tiene como protagonista a un joven inspirado en Tom Cruise para darle vida. Además, el guión original no es el que vemos en la cinta comercializada ya que en un principio, en la historia inicial de este personaje basada en los cuentos árabes de Las Mil y Una Noches, aparecían los padres de él. El personaje de Jasmine distaba mucho de ser tan fuerte como lo vemos en la producción, el Genio tenía poderes ilimitados y el propio Aladdin tuvo que ser revisado ya que su personalidad era “un poco áspera, como la de un joven Harrison Ford, según palabras de la época.

Además, en la película se hacen cameos con personajes de otras producciones de Disney, como Bestia de Beauty and the Beast (1991), Sebastián el Cangrejo de The Little Mermaid (1989), Pinocho y Goofy (en una secuencia del final de la película). 



STAR WARS (1977)

El sonido que hacen las espadas láser en la saga Star Wars tiene dos posibles motivos: hay quien dice que se origina al acercar dos altavoces, su consiguiente acoplamiento provocaría el sonido incondundible. Por otra parte, hay quien asegura que, en realidad, cogieron un ventilador estropeado que George Lucas decidió utilizar para crear tal efecto sonoro. 



GLADIATOR (2000)

En la película épica Gladiator (2000), de Ridley Scott, la coraza de color blanco que lleva Cómodo (Joaquin Phoenix), en una de las escenas finales, es una réplica fiel a la utilizada en la realidad.



REGRESO AL FUTURO (Back to the Future, 1985)

Si nos fijamos en el inicio de la primera parte de esta famosa saga de Robert Zemeckis, Marty McFly (Michael J. Fox) se agarra a un todoterreno para darse más fuerza con el monopatín en el que se desplaza a todas partes; ese todoterreno casi nadie supo en aquel momento que lo conducía el mismo Steven Spielberg. También hubo cambios de última hora en el guión ya que el perro de Marty iba a ser, en un principio, un mono. Asimismo, la calle principal que sale en la película es el mismo decorado que se utilizó en Gremlins (1984), de Joe Dante


TITANIC (1997)

La duración de la película es la misma que lo que tardó en hundirse el transatlántico de la compañía inglesa White Star Line, la noche del 14 al 15 de abril de 1912: 3 horas y 14 minutos, como homenaje a las más de 1500 víctimas del siniestro de las 2224 que llevaba a bordo.



RESERVOIR DOGS (1992)

Para que resultara creíble, Tarantino se asesoró con un médico para que le instruyera sobre si la cantidad de sangre que se mostraba en las escenas era o no la adecuada en cantidad según las heridas infligidas. 



LOS SIMPSON (The Simpsons, 1989-)

En uno de sus capítulos, Bart está jugando al Polybius en un salón recreativo. La escena es un guiño a la leyenda urbana que circulaba por Norteamérica sobre el supuesto videojuego, del que se decía que estaba diseñado por el Gobierno con consignas invisibles a primera vista para alterar la mente de los jugadores sin que estos se percataran e instalado en los salones recreativos de los EEUU en la década de los 80. Con él, se comenta, se pretendía experimentar con los jóvenes para ver cómo reaccionaban a partir de una serie de órdenes dadas por unas frases que se podían leer en la pantalla de juego a una velocidad imperceptible pero que podían ser captadas supuestamente por el inconsciente, así como kill yourself, no thought, do no question authority o surrender, entre otras. Algunas personas también afirmaban haber oído voces y lamentos mezclados ambos con el alto sonido del propio videojuego.


JUEGO DE TRONOS (Game of Thrones, 2011-)

Algunos de los hechos más importantes de la aclamada serie, como afirma el propio autor de la colección de libros en los que se ha basado (hasta el momento) la producción televisiva, George R.R. Martin, están basados en hechos reales. Así, por ejemplo, la guerra entre las casas Stark y Lannister tiene mucho parecido con la batalla librada en Inglaterra en el siglo XV entre las casas York y Lancaster. También ha desvelado que el Fuego Valyrio ya se conoció en la antigua Grecia, conocido entonces como Fuego Griego.



LOS PÁJAROS (The Birds, 1963)

No hay mucha gente que conozca que esta historia que Hitchcock llevó a la gran pantalla en 1963, está basada en hechos reales. Corría el año 1961 cuando, en un pueblo americano, una bandada de aves atacó a sus habitantes de manera similar a como se narra en la película. Al enterarse de dicha noticia, Hitchcock se puso en contacto con la prensa local y les pidió una copia del periódico que publicó, en su momento, la noticia. Tanto la noticia como la solicitud del director al periódico están recogidos y publicados en las hemerotecas del “Santa Cruz Sentinel”.



EL PRECIO DEL PODER (SCARFACE, 1983)

La película, dirigida por Brian de Palma y protagonizada por Al Pacino y Michelle Pfeiffer entre otros, está catalogada como la más “insultante” de la historia del cine ya que, según cuentas hechas por aficionados, cada 29 segundos se dice una palabra malsonante. 




Tal fue su éxito en 1982, que esta película de Steven Spielberg se mantuvo en cartel ininterrumpidamente durante un año entero. No ha habido un caso semejante desde entonces.



TRON (1982)

En la emblemática película dirigida por Steven Lisberger, se utilizaron para sus gráficos computadoras procesadas con 2MB de RAM y 330MB de disco duro. Actualmente, cualquier Smartphone tiene mucha más potencia, poder de procesador y memoria que los equipos usados para la película.



EL HOBBIT (The Hobbit, 2012)

La primera vez que esta historia fue llevada a la pantalla no fue en la película de Peter Jackson sino en unos dibujos animados estadounidenses titulados “The Hobbit”, de Arthur Rankin y Jules Bass, en 1977 (reeditada y lanzada de nuevo al mercado en 2001 aprovechando el éxito de La Comunidad del Anillo). Años más tarde, en 1985, la televisión rusa lanzó la serie “Skazochnoye puteshestviye mistera Bilbo Begginsa Khobbita” (“El viaje de cuento de hadas de Mr. Bilbo Bolsón, El Hobbit”), de Vladimir Latischeff, basada también en la obra de Tolkien




El personaje de "Nucky" Thompson (Steve Buscemi), el gángster en la famosa serie escrita por Terence Winter (escritor y productor de “Los Soprano”), estrenada en 2010, está basado en el político real Nucky Johnson, asociado a la mafia de manera inexorable y que controlaba Atlantic City en los primeros años del siglo XX a su antojo. Para la serie, intentaron que la vida de Nucky Thompson se pareciera lo máximo posible a la del Nucky verdadero pero no así los hechos generales, bastante distintos a los ocurridos realmente. 






Dicen los presentes en el rodaje que el mismísimo Michael Caine se quedó mudo cuando le tocó hablar ante la aparición de Joker ya que, la entrada en escena de Heath Ledger, fue tan soberbia y espectacular que su asombro le hizo olvidar sus frases.


Muchos son los hechos que suceden paralelamente a los rodajes, algunos conocidos desde un primer momento, otros descubiertos años más tarde, como hemos visto en estos ejemplos. Todos estos datos anexos a cualquier historia que se precie han formado parte de nuestras vidas en algún momento, alimentando nuestra imaginación y ayudándonos a crecer, incrementando las ganas de querer seguir formando parte del mundo de la fantasía y de las tramas que en ella se desarrollan, ya sea en el cine o en la televisión.

1 de setembre del 2015

Star Wars. Universo expandido: libros, cómics y videojuegos

La expansión del universo de Star Wars se ha propagado por toda clase de medios durante las últimas cuatro décadas. Los productos de la franquicia pronto fueron considerados como garantía de éxito comercial y los acuerdos con editoriales, cadenas de televisión y empresas de creación de videojuegos, empezaron a llegar bajo la estricta aprobación de George Lucas. Hemos hablado de las series de animación pero llegó el momento de comentar algunas de las principales aportaciones del universo expandido en libros, cómics y videojuegos.

Mucho tiempo ha pasado desde que se publicara el primer libro basado en la saga de Star Wars. Se trataba de la novelización de Star Wars: Una Nueva Esperanza, escrita por Alan Dean Foster. Tras el estreno de la película en 1977, la primera edición se agotó con rapidez y descubrió un nuevo campo de atracción que George Lucas empezó a explotar en los años venideros.

En 1978, se publicó El Ojo de la Mente, también escrita por Alan Dean Foster. Narraba una aventura posterior a los hechos de Una Nueva Esperanza y se considera como la primera novela oficial del universo expandido de Star Wars. Los cómics tomaron entonces el relevo con la adaptación en viñeta de la emblemática película de 1977. Ese fue el prólogo de una aventura grandiosa que iba a sacudir los quioscos de todo el mundo. Para la primera de las sagas, George Lucas contrató al célebre autor Roy Thomas (responsable de colecciones como Conan y Tarzán) quien, a su vez, contó con los dibujantes Howard Chaykin y Steve Leialoha para plasmar Una Nueva Esperanza en unas potentes viñetas.

La producción de cómics continuó de forma incipiente, en los años posteriores, pero saltamos de nuevo a los libros para hablar de la producción más influyente en este campo. Nos referimos a la novela superventas Heredero del Imperio, escrita por Timothy Zahn. Este libro, publicado en 1991, generó una auténtica explosión de entusiasmo entre los fans ya que, a través de sus páginas, podían asistir a sucesos posteriores a El Retorno del Jedi. Además de presentar a los personajes clásicos con su evolución correspondiente, Zahn introdujo a otros protagonistas que se han convertido en esenciales, dentro del universo expandido, como Mara Jade y el Almirante Thrawn. Esta saga continuó con El Resurgir de la Fuerza Oscura y La Última Orden, en lo que vino a llamarse la Trilogía de Thrawn. Este éxito conllevó nuevas aportaciones de otros autores que siguieron ampliando tramas de futuro dentro de la saga.

En cuanto a los cómics, la editorial Dark Horse se hizo con los derechos sobre la saga en 1991. Desde entonces, ha publicado más de 100 cómics de Star Wars en sus colecciones. El principio que han seguido desde el primer momento ha sido el siguiente: “hacer cómics de Star Wars con cariño, explicitando un auténtico interés por ampliar la leyenda de la serie mediante historias que se alimentasen de lo ya creado.”

Con la llegada de las precuelas, se inició una nueva tanda de novelizaciones y colecciones de cómics centradas en las Guerras Clon y en los hechos que acaecen entre las diferentes películas.

Recientemente, con la compra de Lucasfilm por parte del conglomerado Disney y la puesta en marcha de nuevas sagas en el cine, se han iniciado una serie de colecciones de cómics que regresan argumentalmente a la trilogía original para presentarnos capítulos inéditos en la vida de los personajes clásicos como Vader, Luke Skywalker, Han Solo, y Leia.

Los videojuegos suponen otro pilar fundamental en la expansión de la franquicia hacia otros medios. Con ellos, varias generaciones de jóvenes se han enganchado, de forma masiva, al canon de Star Wars.

El primer videojuego de la saga es un auténtico histórico. Se trata de The Empire Strikes Back. Salió a la venta en 1982, durante la primera gran oleada de videojuegos populares domesticos. Se presentaba en un cartucho para consolas Atari y contaba con la interfaz bidimensional propia de la época. Estaba ambientado en Hoth y colocaba al jugador en el lugar de un piloto rebelde que, a bordo de un snowspeeder, debía derribar a un grupo de AT-AT imperiales. La defensa del generador del escudo que facilitaba la evacuación de la flota Rebelde, era el objetivo a preservar.

La tecnología del momento no daba para mucho más y hubo que esperar a 1993 para encontrar el primer videojuego de gran formato. Estamos hablando del clásico X-Wing, realizado ya por la división de videojuegos creada por George Lucas: LucasArts. Se presentaba como CD-Rom y era fundamentalmente un simulador de vuelo con el que el jugador podía pilotar todo tipo de cazas de la saga en combate constante. Con el X-Wing, la saga llegó hasta chavales que ni siquiera sabían lo que era Star Wars pero que, sin embargo, fueron atraídos por una propuesta atractiva de pilotaje.

Con la aparición de las precuelas, el mercado de Star Wars volvió a reactivarse y la nueva generación de videojuegos interactivos desembarcó en la saga con propuestas como Knights of the Old Republic (2003), donde los jugadores podían meterse de lleno en la época dorada de los Jedi y los Sith, miles de años antes de Una Nueva Esperanza. El éxito del producto fue altísimo y llegó una secuela llamada The Sith Lords, donde la acción se trasladaba hasta cinco años después del estallido de la Guerra Civil galáctica. Maniobrar las espadas láser con el mando del PC o la consola era un aliciente de enorme atractivo.

En 2004, asistimos a otro bombazo: Battlefront. Se trataba de un juego completísimo en el que podías formar parte de cualquiera de las campañas militares vistas en las películas. Se podía elegir cualquier planeta conocido e incluso alguno de nuevo y también se podía escoger el bando donde luchar. Una auténtica gozada que rompió récords de ventas. Sus diferentes secuelas no han hecho más que aumentar la repercusión de un producto que utiliza las películas como pretexto para ampliar las batallas y los escenarios.

Otro momento cumbre fue el lanzamiento del videojuego que adaptaba la última entrega fílmica estrenada hasta ahora: Revenge of the Sith. Podías escoger entre ser Obi-Wan Kenobi o Anakin Skywalker. Reproducía el argumento de la película pero también presentaba nuevos personajes y escenarios. Además, incorporaba algo inédito y sorprendente: la posibilidad de un final alternativo en el que Anakin vencía a Kenobi en Mustafar.

En los últimos años, videojuegos como Republic Commando han mantenido vivo el interés por la saga mientras se espera con expectación el lanzamiento de nuevos productos, coincidiendo con la nueva etapa cinematográfica de Lucasfilm.

Star Wars. Manual de Supervivencia es un proyecto de LASDAOALPLAY? y El cine de Hollywood.