18 de maig del 2012

La inmolación de un líder


En los difíciles momentos que estamos atravesando, se echan en falta grandes líderes que insuflen a sus presidencias una voluntad y determinación inquebrantable. Es muy fácil recurrir al populismo, con medidas que no resuelven los problemas de fondo y que, por consiguiente, no alteran los ánimos de ningún colectivo social. ¿A dónde nos conduce eso? Sin duda, a caer más profundamente en el pozo donde ya estamos ahora.

Tampoco es solución emprender una política de "verlas venir" y que sean los demás países los que marquen el camino, algo que por otra parte está muy arraigado en el caso de España ya desde principios del siglo XX con la famosa sentencia "que inventen ellos". Una afirmación que desprende mucho más significado del que expresan sus palabras.

Por tanto, se hace más necesario que nunca la presencia de figuras políticas que marquen una línea y la defiendan, por encima del rechazo social. Las equivocaciones que puedan cometer y las deficiencias que puedan haber en el rumbo marcado serán sancionadas por las urnas en su momento. Pero, mientras detentan el poder, deben de poder llevar a cabo su acción de gobierno. Es en las dificultades donde comprobamos la eficiencia de un gobernante. Resulta muy fácil valorar a un mandatario en una época de bonanza, donde no se verá obligado a mostrar su "fondo de armario", entendido como el conjunto de valores e ideas profundas que guían su actuación y que se pondrán de manifiesto cuando haya que hacer frente a situaciones complicadas, sean en la materia que sean. Esta defensa de una gestión, de un camino a seguir, puede acabar con la inmolación metafórica de un líder. La mayoría de los gobernantes (por desgracia, no todos) saben que pueden caer víctimas de los mismos que, en su momento, les auparon pero deberían ser conscientes que es mejor intentar aplicar un programa, aunque sea impopular pero necesario dadas las circunstancias, que mantenerse en una línea media, sin riesgo, para intentar sobrevivir políticamente y alargar sus presidencias. Esa mentalidad aún no existe entre los mandatarios actuales y por eso seguimos sufriendo gobiernos ineficaces que prefieren sobrevivir y agarrarse a la silla. Gobiernos como el que tenemos actualmente en España, que dilató gran parte de sus medidas más impopulares hasta que se celebraron las elecciones autonómicas en Andalucía. Este es un ejemplo de la peor forma de hacer política, aunque hay que subrayar que eso no es patrimonio de una sola formación política sino de todas y cada una de las que pueblan nuestro espectro electoral.  

La Europa de la moneda única está absolutamente carente de ese líder creíble que pueda encabezar el proceso de recuperación económica. Angela Merkel ha querido liderar pero ha acabado demostrando su falta de ideas y coherencia política puesto que sigue pensando desde la órbita únicamente germánica y, curiosamente, el descrédito más allá de las fronteras alemanas está penetrando también hacia el interior socavando sus opciones de reelección. Hay que enfrentarse, con voluntad y determinación, a los problemas pero, a la vez, es necesario tener unas miras más anchas. Se requiere una visión transnacional, algo que se supone que ya debería estar implantado en esta idílica "Europa Unida" de las grandes cumbres y reuniones. Pero de eso nada, la Unión Europea sólo presume de nombre porque en realidad no es más que un reino de taifas envuelto por una enorme máquina burocrática, de presupuesto estratosférico, que sigue sin asentarse adecuadamente dentro del panorama actual.

David Cameron es el único líder europeo que afronta los problemas directamente, sin estar preso por la corrección política. Al estar económicamente al margen de la UE, está llevando una gestión coherente con su ideario y no la variará mientras ocupe el 10 de Downing Street. En su caso, lo tiene más fácil al mantener y reforzar la estrechísima y tradicional relación con los Estados Unidos. Una alianza Atlantista que sigue rebelándose como una entidad más cohesionada y eficiente que la burocratizada Unión Europea.

¿Y el cine dónde entra en todo esto? Pues en algunas aportaciones que, desde la discrepancia de su propio director, nos han mostrado la enorme dificultad que entraña dirigir los destinos de un país que, además, resulta ser la primera potencia del mundo. Me refiero a Nixon (1995) y al extraordinario ejercicio de crónica política que realizó Oliver Stone mostrando sus diferencias con el personaje pero, a la vez, respetando su figura y comprendiendo varias de sus decisiones. Richard Nixon fue un líder roto y finalmente defenestrado por no saber administrar la abundancia de poder que detentaba. Pero gran parte de su gestión fue absolutamente ejemplar tanto en política interior como exterior. La película no es un documental histórico y obviamente adapta las situaciones para lograr el efecto dramático que exige el film.  También supone, realza, enfatiza, e imagina otros momentos de los que no se tiene la debida información. Pero en su mensaje subyace un argumento coherente con los hechos principales de la vida de Nixon e incluso se nos muestran determinadas situaciones que pudieron influir en la construcción de una carrera política que parecía impulsada por el deseo de conseguir aquello que el hijo de una familia humilde de Whittier (California) nunca podría alcanzar.

En este punto, recupero la figura de un hombre que los lectores habituales de este blog ya saben que admiro profundamente. Me refiero a Abraham Lincoln, cuya presidencia en pleno siglo XIX, me sigue pareciendo un ejemplo de voluntad y determinación, los valores que exponía al inicio del artículo. Lincoln se presentó a las elecciones con un mensaje emancipador, acorde con los valores del por entonces joven e incipiente Partido Republicano. Los Demócratas del Sur eran firmes defensores de la arraigadísima institución esclavista. La esclavitud era un orden social básico para el sistema productivo de todos sus territorios.  Permitía a lo terratenientes obtener inmensos beneficios que nunca debían revertir en la fuerza de trabajo. 

En la segunda parte de este artículo me centraré en Lincoln, en lo que supondrá una nueva entrega de la sección "Historia y Cine".