3 d’abril del 2012

Algo se mueve en Sterling, Cooper, Draper & Pryce


Siete meses han pasado en el timeline de Mad Men. Nos situamos ahora en mayo de 1966. La agencia de publicidad Sterling, Cooper, Draper & Pryce parece haber salido del hoyo en que quedó sumida tras la marcha de Lucky Strike como cliente.

Situados de lleno en la Presidencia de Lyndon B. Johnson, los acontecimientos sociales más relevantes del momento siguen teniendo su eco en una serie que nunca pierde de vista el contexto en el que se sitúa. La lucha de la comunidad afroamericana por integrarse en el mundo laboral de las grandes empresas tras el derribo de la segregación, es un tema que rodea el doble capítulo de inicio de la quinta temporada. Al igual que también hay notables referencias a la escalada de la guerra en Vietnam y a los disturbios que se están viviendo en las calles de varias ciudades sureñas donde la lucha por los derechos civiles aún tiene un largo trecho que recorrer.

Matthew Weiner, showrunner y guionista de este doble capítulo, consigue trascender más todavía gracias a la propia concepción del argumento. Buen conocedor de la avidez de los espectadores tras un año y medio de ausencia de la serie en la pequeña pantalla, nos plantea un cambio temporal (aunque no tan pronunciado como en alguna de las anteriores temporadas) que permite visualizar los notables cambios que han experimentado varios personajes y la propia agencia SCDP.

Con su habitual agudeza narrativa, Weiner nos ofrece una nueva obra maestra de la creación televisiva ahondando más en el aura positiva de la trama en contraposición al final sombrío de la cuarta temporada. En esta ocasión, el tono de la premiere viene dominado por mayores dosis de humor en un contexto más alegre para la mayor parte de los que intervienen.

Incluso se permite ofrecernos una set piece musical en la que la nueva esposa de Don Draper, la canadiense Megan (Jessica Paré), demuestra su faceta más artística en una sugerente interpretación del clásico de Gillian Hills "Zou Bisou Bisou" (que también popularizó en la época la mismísima Sophia Loren). La escena que, por mérito propio pasa a formar parte de las fantasías de Harry Crane, avergüenza a Don y eso provocará un conflicto en la pareja que Draper acabará solucionando a su estilo, con una buena dosis de testosterona.


Pero esta premiere viene repleta de temas y cumple de forma canónica con lo que debería ser un buen principio de temporada: ofrecer un ramillete de situaciones y conflictos entre personajes que constituirán la base para las dinámicas narrativas del resto de season. Y, desde este punto de vista, podemos hablar del ascenso de Pete Campbell en la agencia, algo que le reportará un enfrentamiento creciente con Roger Sterling. Por otra parte, tenemos a una Joan Harris, deseosa por volver al único lugar en el que se siente realmente cómoda y realizada: su puesto de ayudante de Lane Pryce en la agencia. Y hablando de Lane...

El bueno de Lane Pryce, siempre tan flemático como le corresponde por procedencia, parece haber olvidado sus anteriores devaneos sentimentales en beneficio de un matrimonio y una familia que, en realidad, sigue sin hacerle feliz. Y de qué forma tan sutil logra Weiner mostrarnos como Pryce va a intentar aprovechar cualquier posibilidad, por mínima que sea, para volver a vivir una aventura que le movilice, que le haga sentirse vivo.

Así pues, estamos ante otro hito de la televisión; el regreso de una serie contundente, bien estructurada y completa en todos sus aspectos. Una propuesta que, siguiendo los trazos que la han hecho grande, consigue adentrarnos en una época de glamour, distinción, y también de indecencia. Y eso es lo que Mad Men reúne fenomenalmente para enganchar una y otra vez a la audiencia.

Y aquellos que piensen que Don Draper puede haber sido domado, creo que pronto comprobarán que en su interior subsiste el apetito insaciable de aquel muchacho, criado en la pobreza, y cuyo nombre era Dick Whitman...