30 de desembre del 2014

Boyhood: vida de este chico


La ficción y la realidad siempre están jugueteando. Se trata de un idilio eterno que puede generar piezas de gran calidad artística en el cine. Pero el caso que nos ocupa va incluso más allá de eso al plantearnos la historia de un chico a lo largo de 12 años que transcurren en la realidad.

El autor de esta propuesta tan innovadora es Richard Linklater, uno de los creadores más brillantes y prolíficos de las últimas dos décadas. Un director y guionista cuya capacidad para la innovación visual y narrativa parece no tener fin. Él es el responsable de films tan recordados como Dazed and Confused (1993), Antes del Amanecer (Before Sunrise, 1995), Tape (2001), School of Rock (2003), Antes del Atardecer (Before Sunset, 2004), Fast Food Nation (2006), Me and Orson Welles (2008), y Antes del Anochecer (Before Midnight, 2013).

En esta ocasión, se planteó explicar la historia de un chico desde los 6 años hasta la llegada a la mayoría de edad. Y decidió que iba a hacerlo en tiempo real, rodando cada año pequeñas piezas que acabarían conformando el resultado final de la película. Así pues, asistimos a la evolución de Mason Jr. (Ellar Coltrane). Un niño que, tras el divorcio de sus padres, inicia la educación primaria y experimenta vivencias que la cámara va recogiendo a lo largo de una etapa vital plagada de grandes cambios. El crecimiento / envejecimiento del reparto camina en paralelo al de los personaje en la ficción y el resultado es el mejor valor del film.

Linklater ha combinado, obviamente, el rodaje de este proyecto con otras películas pero siempre ha guardado tiempo para una cinta cuyo título definitivo es Boyhood. El rodaje de este experimento fílmico empezó en Austin (Texas) durante el verano de 2002 y las últimas escenas, con un Ellar Coltrane ya finalizando la adolescencia, tuvieron lugar en octubre de 2013. En total, 39 días de rodaje.

El estudio independiente IFC Films ha financiado esta "locura" del realizador de Austin quien, a su vez, decidió volver a contar con su amigo Ethan Hawke para el rol del padre. El guión se fue escribiendo a lo largo de los años y, en ocasiones, Linklater y Hawke daban los últimos retoques al mismo la noche antes de rodar.


Boyhood es un canto a la vida. Su tono optimista pasa por encima de las vicisitudes que sacuden a la familia y que, en buena parte, derivan de Olivia Evans, la madre coraje que interpreta Patricia Arquette. Por tanto, somos invitados a presenciar el viaje a la interesante rutina de unas personas durante doce años en los que la forja del carácter de Mason Jr. y Samantha (Lorelei Linkater, hija del director) se está produciendo a caballo entre los continuos traslados a los que su madre les somete debido a su atribulado proceso de crecimiento personal e intelectual. El desfile de padrastros también va asociado a ese proceso aunque los niños siempre tendrán cerca a su irresponsable padre biológico (un excelente Ethan Hawke) con el que compartirán momentos de ocio y lecciones de vida.

Esta es una película que trata básicamente sobre la evolución de las personas. Y el cambio físico es solamente una cortina bajo la cual se descubre lo más interesante: el proceso de madurez de un joven al encuentro de su propia identidad.

Esta evolución se ve complementada por los cambios en la música, la tecnología, los video-juegos e incluso la política. Acontecimientos relacionados con la cultura y los estrenos de películas también tienen su momento en el film con lo que Linklater consigue crear un lienzo de emociones, alegrías y decepciones (aunque menos).

El aspecto risueño y desenfadado de esta trama vital nos depara momentos curiosos cuando comprobamos que también los adultos realizan sugestivos viajes. Es el caso de Mason Sr. y su obligado viraje al conservadurismo Republicano. Olivia, por su parte, acabará aposentándose en las aulas como docente y compartirá la vida con dos hombres que surgirán de ellas. La película está plagada de visiones interesantes que contribuyen a dotar al argumento de un atractivo que se mantiene casi hasta el final.

Sin embargo, creo que esta cinta puede padecer el síndrome de lo anecdótico. Ha sido y será elogiada por su apuesta temporal y por mostrarnos episodios de la vida de gente común de una forma atractiva. Pero, con el paso del tiempo, no creo que el film pueda permanecer en el recuerdo más allá de la originalidad de la propuesta. El contenido de la misma, como sucede con la vida, será superado una y otra vez. Es el duro castigo que sufren los pioneros.


El formato de Boyhood hace difícil concluirla y eso se nota en los últimos minutos de la cinta cuando Mason Jr., convertido en una especie de Shaggy modernizado, inicia su periplo en la universidad con la libertad y autonomía que le confiere el alejamiento respecto a una madre que está deseosa de verle volar. En esos últimos momentos, la película ya no tiene nada que añadir; es un simple alargamiento de metraje en una propuesta que ya ha concluido pero que sigue teniendo fotogramas insulsos pendientes de proyectar.

En cualquier caso, debe valorarse Boyhood como una pieza audaz que seguramente condicionará a algunos cineastas jóvenes y que, por consiguiente, será superada por esas nuevas visiones.