10 de novembre del 2014

Boardwalk Empire: adiós a Atlantic City


Siempre que una gran serie termina su andadura aparece la enorme dificultad de valolarla en su justa medida. Son muchas horas de emisión que se han traducido en la presencia de múltiples tramas argumentales, innumerables conflictos de personajes, sucesos rompedores, etcétera.

Por consiguiente, me parece que lo más interesante es quedarse con el sentimiento general que este drama criminal ha dejado en nosotros y construir un discurso a partir de eso. El fin de Boardwalk Empire evoca muchas vivencias y recuerdos en este viaje compartido por la Era de la Prohibición en Estados Unidos. Concretamente, la acción se inicia en 1920 y concluye en 1931, dos años antes de la abolición de la Volstead Act.

Nucky Thompson, te has convertido en un nuevo icono de la televisión. A tu lado hemos sido testigos de una época apasionante. Y, al final, hemos comprobado que hubo un tiempo en que fuiste inocente, incluso tenías un proyecto de vida familiar que iba a ser sustentado por una buena posición en la jerarquía de Atlantic City. Una vez fuiste honrado. Tuviste que transformarte para sobrevivir pero, al menos, conservaste un halo de humanidad que llegaste a expresar en varias ocasiones. Has sido el catalizador de una gran historia en la que han confluido multitud de personajes. Pero, gracias a esta última temporada y a sus dos flashback situados en 1884 y 1897, hemos podido cerrar el círculo y comprender tu evolución posterior. Necesitábamos conocer tu compleja trayectoria y las bases que determinaron tu carácter. Conformarse con referencias no habría sido suficiente. Era importante verlo en imágenes y conocer cual era el modo de actuación habitual del Comodoro Louis Kaestner, un auténtico necio, un ser despreciable que desgraciadamente acabó moldeando tu imagen pública. Este viaje a tus inicios ha transformado la percepción que el espectador tenía sobre ti. No aspiras al perdón ni a la compasión pero seguro que te hubiera gustado mostrar cierta "justificación" en tu periplo por la vida. Y creo que eso lo has conseguido.

Esta es la sensación que más me ha golpeado como espectador. El best seller de Nelson Johnson que atrajo la atención de Terence Winter tras el fin de Los Soprano se ha acabado convirtiendo en uno de los productos seriales más brillantes de la última década. Con el amparo de Martin Scorsese y la colaboración de varios A-List de la televisión como Howard Korder, Tim Van Patten, Jeremy Podeswa o Allen Coulter, Boardwalk Empire ha trazado una trayectoria de cinco temporadas que podría haber sido incluso más larga. Pero un proyecto que se toma tiempo para desarrollar sus tramas y que se ha caracterizado por imponer un ritmo pausado, convirtiendo su visionado en una experiencia realista, no estaba destinada a obtener grandes datos de audiencia. Su última temporada se ha cerrado con menos capítulos de los habituales y esa compactación forzosa de acontecimientos le ha ofrecido momentos de gran impacto. Podría haberse notado más precipitación en el desarrollo de los hechos pero, por suerte, no ha sido así gracias al talento indudable de Terence Winter como showrunner.

La estructura narrativa pensada para esta temporada final recuerda a un canon que Francis Ford Coppola elevó a la máxima potencia con El Padrino Parte II (The Godfather Part II, 1974). La coexistencia de líneas narrativas en constante cambio entre pasado y futuro nos recuerda la influencia de los actos de un padre (Vito Corleone) sobre la evolución de un hijo (Michael). Aquí ese modelo sufre un nuevo giro al ser el mismo personaje el que arranca y finaliza su existencia. De ahí el círculo al que aludía en un párrafo anterior. No siempre se tiene la oportunidad de conocer todas las aristas de un personaje a través de épocas distintas. En la mayoría de ocasiones debemos figurárnoslo, extraer una visión propia sobre lo que podría haber sido y elocubrar sobre el momento en que decidió establecer su breaking point. En esta ocasión, lo tenemos ante nuestros ojos. Eso no quiere decir que no debamos hacer un esfuerzo de comprensión y análisis porque la sibilina forma en que Terence Winter prepara la narración siempre deja espacios vacíos que deberemos llenar pero tenemos más elementos para explorar como espectadores exigentes. Boardwalk encierra, dentro de ella, un principio vital básico: la vida, en ocasiones, nos lleva por otros caminos diferentes a los que preveíamos y ante eso hay que adaptarse y sobrevivir.


Boardwalk Empire ha sido exigente, cierto. Un gran número de espectadores que inició su visionado el 19 de septiembre de 2010 se han ido cayendo por el camino. Pero es que ha jugado en las grandes ligas de los dramas serializados. La comparo con otras producciones como The Wire, The Sopranos, A Dos Metros Bajo Tierra (Six Feet Under), Treme, Breaking Bad, True Detective y Mad Men. Es decir, proyectos para cadenas de cable que han tratado de llevar la ficción televisiva a un nuevo nivel de calidad. Y desde esta perspectiva debemos evaluar su trayectoria, yendo más allá del entretenimiento para entrar de lleno en el terreno de la sublimación artística. Soy partidario de todo tipo de proyectos y es conocida mi absoluta devoción por series que son la cara opuesta a las anteriormente citadas. Pero hay que ser consciente de lo que se está viendo y valorar los proyectos en base a lo que tratan de conseguir. La riqueza de la ficción televisiva actual es el reflejo de un panorama en que todo tipo de apuestas conviven en un medio donde la creatividad y la calidad van casi siempre juntas.

Boardwalk ha sido también una acertada mezcla de diversos valores que definen a las mejores series: multitud de personajes bien definidos, complejidad argumental, reflexión y tiempo para que las emociones se expresen, contexto atrayente, puesta en escena brillante, etcétera.

Los actores han brillado en sus papeles y Steve Buscemi, en particular, ha estado extraordinario. El propio actor confiesa que ha sido el mejor papel de su carrera y que no lo habría abandonado nunca. No se puede concluir un artículo de balance sin hacer mención a "Chalky" White (Michael Kenneth Williams) y su voz profunda, a Luciano (Vincent Piazza), Lansky (Anatol Yusef) y un joven impetuoso llamado Benny (Michael Zegen), a Capone (Stephen Graham) y su corte (geniales sus escenas en el hotel Lexington de Chicago), a Eli Thompson (Shea Whigham) y su existencia atormentada, a Mickey Doyle (Paul Sparks) y su risa, y a las grandes mujeres, de características muy opuestas, que han rodeado a Nucky: Gillian Darmody (espléndida Gretchen Mol), Margaret Schroeder (Kelly MacDonald), Lucy Danziger (Paz de la Huerta), Billie Kent (Meg Steedle), y Sally Wheet (Patricia Arquette). Ha sido muy interesante verles evolucionar y superar o caer ante los conflictos que han tenido que hacer frente.

Mención muy especial para Richard Harrow (Jack Huston), uno de los personajes más perturbadores, honorables y justos de la televisión reciente. También alabar la presencia de Nelson Van Alden y la interpretación que Michael Shannon es capaz de conseguir a lo largo de la problemática y disfuncional existencia de este agente federal que acaba trabajando a las órdenes de Al Capone. En cuanto a Jimmy Darmody (Michael Pitt) la suya fue la crónica de la confianza perdida, de alguien que se acabó estrellando por volar demasiado alto y sin control. Nada sería igual en la serie sin su presencia pero más por lo que significó que por sus hechos concretos. Entre las apariciones más puntuales destaco la de Gyp Rosetti (Bobby Cannavale). Este hampón neoyorkino, a las órdenes de Joe Masseria, personificó al rival que más combate ofreció a Nucky antes del surgimiento de la Comisión liderada por Luciano y Lansky. Desde un fuerte complejo de inferioridad, Rosetti es un psicópata paranoico de la peor calaña y su brutalidad es un reflejo constante de una personalidad perturbada.

Asimismo, es muy importante la recreación e integración de personajes reales en la ficción de la serie. Además de algunos de los anteriormente citados, ha habido un constante flujo de figuras históricas que abarcan desde Arnold Rothstein a Joseph Kennedy, pasando por John Edgar Hoover, que han aportado credibilidad al contexto histórico además de ofrecer un interés suplementario por conocer sus vicisitudes.

Desde las fiestas en el Babette's Club hasta el Onyx, Boardwalk ha dispuesto de grandes escenarios en los que centrar un marco narrativo que ha combinado ambientes urbanos y rurales con igual acierto. El diseño de producción ha sido magistral y ha dispuesto de la colaboración total de los distritos de Brooklyn y Queens, donde se han rodado la mayor parte de los capítulos junto a Long Island para las escenas de playa. En un aparcamiento de Brooklyn se levantó el Paseo Marítimo de Atlantic City y en los Steiner Studios se han rodado gran parte de los interiores en lo que ha supuesto un fuerte estímulo a la economía municipal.

Boardwalk Empire ha concluido. En los momentos finales del último episodio presenciamos una escena casi onírica en el muelle de Atlantic City. Nucky se despide de sus dominios antes de marcharse a Nueva York. Pero deberá hacer frente a la consecuencia última de sus actos. Él perdió su honradez mientras conducía a una niña inocente a los brazos de un terrateniente degenerado y ahora ese círculo se cierra. Estamos ante el Paseo Marítimo de los Sueños Rotos. Un huracán de promesas que acaba arrastrándote hacia un oscuro páramo.