11 de gener del 2013

Zero Dark Thirty


El escritor y periodista Mark Boal se ha destacado, en los últimos años, por su brillante e insistente análisis acerca de las consecuencias del 11-S. Su interés sostenido por este amplísimo tema le ha llevado a tratar la significación de los conflictos bélicos en Afganistán e Irak, al igual que la ofensiva contra las redes terroristas de Al Qaeda. En todo este trayecto, ha conseguido entrar en contacto con un gran número de miembros del ejército norteamericano y también de la comunidad de inteligencia. Su asociación con la directora Kathryn Bigelow aportó una visión, de gran formato, sobre hechos concretos del día a día en la vida de los artificieros norteamericanos durante la Guerra de Irak (2003-2011). En Tierra Hostil (The Hurt Locker, 2008) cimentó una colaboración profesional que ambas partes quisieron prolongar en el tiempo.

Tras esta primera incursión, el foco de interés de ambos se desplazó hacia Osama Bin Laden y así fue como empezaron a preparar el guión de una película que trataría sobre la Batalla de Tora Bora (2001), en la que numerosos efectivos de tropas estadounidenses buscaron infructuosamente el paradero del líder de Al Qaeda en las interminables cuevas de una enorme cordillera montañosa cercana a la frontera con Pakistán. Pero, una vez más, la realidad se impuso a la ficción y así fue como, en pleno proceso creativo, les sorprendió la noticia de la ejecución de Bin Laden, en un complejo residencial de Abbottabad (Pakistán), por parte de un comando de élite de los Navy Seals.   
Ese 2 de mayo de 2011 cambió la perspectiva del conflicto y, en cuanto al cine, convirtió en desfasadas todas las propuestas que, hasta ese momento, se habían tenido en cuenta sobre este tema de actualidad internacional. Bigelow lo tuvo claro, iban a centrar su nuevo proyecto en la crónica de la caza a Bin Laden concluyendo con el asalto final de los Seals. Boal recurrió a sus contactos y continuó su investigación hasta llegar a más gente mientras iniciaba la elaboración de un nuevo guión que se ha acabado convirtiendo en Zero Dark Thirty.

Esta nueva película tiene la enorme virtud de haberse convertido en un auténtico canon, una versión documentada y digna de un largo proceso de investigación que, en última instancia, condujo a una analista de la CIA hacia el descubrimiento del paradero secreto de Bin Laden en Pakistán. Desde el punto de vista cinematográfico, asistimos a un ejercicio ejemplar de narración y desarrollo argumental. 

Bigelow imprime un tono seco, cortante como el filo de una navaja. Una contundencia en el lenguaje narrativo que rodea la crónica de unos acontecimientos trascendentes focalizando la atención principal en Maya (Jessica Chastain), una agente de la CIA brillante y perspicaz, que convierte la audaz misión de encontrar a Bin Laden en el motor principal de su vida. Durante ocho años, irá siguiendo pistas que le conectarán con diferentes miembros de las organizaciones yihadistas hasta dar, por fin, con el discreto hombre-correo de OBL, un individuo que le conecta al mundo y que transmite sus órdenes al resto de la organización. Conocemos el resto de la historia pero, no por ello, presenciamos el asalto final de los Seals con la atención baja. Gracias a la excepcional dirección y puesta en escena de Bigelow, el tramo final de la película se convierte en una de las secuencias más intensas que hemos visto en el cine reciente. Casi llegamos a sentir ráfagas de imprevisibilidad en lo que está por acontecer. Eso es algo que revela la inmensa capacidad de la directora para conducirse por unos terrenos en los que ha demostrado una gran valía.


Creo que el gran éxito del film radica en que no adoctrina. Se dedica a contar los hechos que ha podido conocer y lo hace sin concesiones. Es muy fácil introducir mensajes políticos, en un sentido u otro, dentro de una película de estas características. Y opino que Zero Dark Thirty no tiene nada de eso, por lo que su trascendencia va a ser superior a otras apuestas parecidas. Además, la focalización en un único personaje sobre el cual recae el gran peso dramático (algo siempre necesario en la narrativa del séptimo arte) otorga al film un recorrido por los rincones emocionales más básicos de la condición humana. La soberbia interpretación de Jessica Chastain cumple holgadamente con el propósito de conectar a nivel emocional con el público mientras se introducen también elementos de thriller político que ayudan a expandir la significación de la película en su tramo final, enlazándolo con el entorno de poder en Washington DC.

Kathryn Bigelow ha conseguido un producto final en que la brillante ejecución técnica se combina perfectamente con la tensión dramática en una producción de grandes recursos. Cuando eso se logra, podemos decir que la misión se ha cumplido con éxito.