16 de gener del 2013

El Lado Bueno de las Cosas (Silver Linings Playbook)


"Silver Linings" 
Rayos de luz metafóricos, "cosas buenas" que pueden impulsar a una persona para salir del pozo en que se encuentra. 

Pat Solitano Jr. (Bradley Cooper) parece haber recopilado algunos "silver linings" en su particular manual de jugadas. Unas jugadas que van más allá de atacar o defender porque de lo que se trata es de recuperar el ánimo y luchar por volver a ser quien era. Vivir en el seno de una familia, con un profundo arraigo deportivo, explica buena parte de la forma de pensar y de actuar de los personajes. Y también contribuye a completar el sentido del título del film.

La nueva película de David O. Russell nos sumerge de lleno en los problemas a los que se enfrenta Solitano tras ocho meses de reclusión en un centro psiquiátrico para hacer frente a un trastorno bipolar. El regreso a casa de sus padres no consigue hacerle salir de sus planes preconcebidos. Sigue pensando en continuar con un matrimonio sin futuro, con una esposa infiel que ya no le quiere y que además precipitó un estallido de furia que le ha dejado al borde del KO emocional. Pero, aún así, resulta muy interesante ver como el empecinamiento por volver a la senda equivocada sigue turbando al personaje y no le permite avanzar ni buscar otras metas e ilusiones. El film va a indagar en ese proceso de recuperación y convierte a los espectadores en testigos de excepción de la evolución del protagonista.

Creo que David O. Russell es un cineasta muy irregular cuyos trabajos han tratado de ser ambiciosos pero, en más ocasiones de las deseadas, los resultados de sus películas no han estado a la altura de los planteamientos de inicio. Sin embargo, opino que con El Lado Bueno de las Cosas, consigue hilvanar una cinta sin altibajos, constante en su lenguaje narrativo, cuyo interés va in crescendo a medida que avanza el metraje. Adaptando la novela homónima de Matthew Quick, Russell realiza un magnífico trabajo imponiendo un tono de comedia agridulce (muy áspera, en determinados momentos) que se balancea constantemente entre un drama personal de gran calado y unas salidas humorísticas punzantes que consiguen arrancar la sonrisa cómplice en varios momentos del film.

Bradley Cooper supera con nota el exigente reto de interpretar al atribulado protagonista de la cinta. Con él recorremos múltiples estados emocionales pero siempre consigue empatizar gracias a su arrollador carisma. A su lado, Robert de Niro brilla como el patriarca Solitano, un hincha acérrimo de los Philadelphia Eagles cuyos estallidos de furia le han precipitado a montar un negocio de apuestas ilegales en su propia casa. No parece el mejor entorno para la recuperación de un enfermo mental pero acabaremos descubriendo que la magnanimidad y la humanidad forman parte del día a día de una accidentada familia. Y eso va a ser un elemento importante del arsenal de jugadas de Pat. Sensacional también la interpretación de Jacki Weaver como la abnegada madre, feliz en su papel de garante de la unidad familiar, y dotada de un sentimiento de esperanza inquebrantable. Algo crucial ante la difícil situación que les espera con el retorno del hijo pródigo.


El deporte se mezcla muy hábilmente con las circunstancias de la vida en el argumento del film. La metáfora que nos llega, desde el mismo título de la cinta, se mantiene durante la proyección y los personajes hacen uso del lenguaje deportivo para ejemplificar sus intenciones.

La irrupción del personaje de Tiffany Maxwell (Jennifer Lawrence) supone uno de los grandes aciertos de la película. Tratándose de una intérprete muy joven, pocos creían que podría representar con brillantez un personaje tan complejo. Pero la protagonista de Los Juegos del Hambre, demuestra con este proyecto que es capaz de asumir grandes desafíos interpretativos. Sus presencias en pantalla siempre van cargadas de interés puesto que se trata de una mujer traumatizada pero que, a diferencia de Solitano Jr., sí es capaz de mirar hacia delante y buscar nuevos caminos. En la relación que establecerá con Pat, éste encontrará el mejor tratamiento para superar su obstinación por recuperar algo imposible. 

Marcando un ritmo incesante, Russell adereza la narración con una exquisita selección de canciones que tienen la virtud de resaltar momentos especialmente trascendentes de la película. Las apariciones del clásico de Stevie Wonder, "My Cherie Amour", se convierten en instantes que expresan más que las palabras y la interpretación de Bradley Cooper se beneficia de ello. 

Por último, destacar la labor del mítico Robert de Niro. Nos tiene acostumbrados, en los últimos años, a que sus intervenciones en pantalla sean demasiado constantes. Su nombre se ha visto implicado en proyectos que no han estado a la altura de su enorme talla actoral. Por todo ello, es más que satisfactorio verle, por fin, en una película en la que sí puede brillar porque su personaje y el contexto lo permite. Su regreso a las nominaciones de los Oscar, tras veinte años ausente, es un claro reflejo de ello. Creo que el momento que mejor representa su enorme categoría, se produce durante el clímax final cuando habla sinceramente con su hijo y le transmite el mejor de los consejos.


En conclusión, estamos ante una película brillante y emotiva. Algunos dicen que su final concede demasiado pero yo no lo comparto. En el contexto de la película llegamos a creer, en varias ocasiones, que Pat no lo va a conseguir y que su familia puede sufrir aún más. Pero la habilidad del director se va encaminando hacia otra dirección y progresivamente transforma en verosímil lo improbable. Siempre debemos mantener la esperanza porque en cualquier momento puede presentarse la oportunidad que ansiamos, la chispa que necesitamos para carburar. Y, en esta materia, la película es una lección de vida.