27 de juliol del 2012

Cabalga osado a la busca de... El Dorado

Un caballero alegre y audaz
de día y de noche cabalgando va.
Y canta su canción mientras sigue osado
a la busca de El Dorado.

Pero vano fue su esmero
y ya viejo el caballero,
por la sombra el corazón sintió apresado,
al pensar que nunca el día llegaría 
en que hallaría El Dorado.

Sin fuerzas, exhausto
ya pierde su fe.
Pero de repente, una sombra ve.
"¡Sombra!", grita airado
"Dime donde se halla
la tierra llamado El Dorado”.

Montes de luna cruzando, 
a valles de sombra bajando, 
cabalga siempre osado... 
a la busca de El Dorado.

En 1849, poco antes de su misteriosa muerte, Edgar Allan Poe escribió un pequeño poema motivado por las noticias que llegaban de California respecto a la Fiebre del Oro. Tratándose de un poema crepuscular, se puede trazar una analogía respecto a la trayectoria vital del autor y al momento emocional que le embargaba en esos momentos. Tal como narra el poema, Poe había invertido su vida en la búsqueda infructuosa de la felicidad. Y, tras el enorme desgaste asumido, acaba perdiendo su fuerza y afronta la muerte.

Pero más allá de los significados literarios, el cine recogió brillantemente el texto poético de Poe en la película El Dorado (1966). Aprovechando el título del film, que hace referencia al nombre de la ciudad tejana en que tienen lugar los hechos principales, Howard Hawks y su guionista, Leigh Brackett, decidieron diseminar varias de las estrofas a lo largo de la película.  El encargado de recitarlas era el joven tahúr Alan Bourdillion Traherne alias "Mississippi" (James Caan), un impetuoso muchacho que había aprendido ciertas nociones de literatura gracias a su mentor, un cultivado jugador llamado Johnny Diamond



Las salidas poéticas de "Mississippi" suponían también un reclamo cómico para el film puesto que era interesante observar la reacción de dos hombres duros y curtidos como Cole Thornton (John Wayne) y John Paul Hara (Robert Mitchum) ante las sorpresivas citas que el joven iba soltando. 



Cuando se le preguntaba a Hawks sobre la razón que se escondía tras la inclusión del poema en la película, el cineasta siempre aludía a cuestiones absolutamente pragmáticas y muy poco glamurosas. En este caso, el director afirmaba lo siguiente: 

"Conocía a un jockey mexicano que montaba caballos cuarto de milla y solía recitar el poema. Todo el mundo se imagina El Dorado como un tesoro al final del arco iris. Pero en realidad cada uno tiene su idea de lo que le reserva el final del arco iris.  Jimmy Caan lo recitaba de una forma encantadora, así que valía la pena utilizarlo."

Los analistas suelen decir que es un reflejo de una constante en el cine de Hawks: lo que cuenta no es alcanzar el objetivo sino la forma de buscarlo. Sin embargo, él nunca reconoció estas aseveraciones tan artísticas que la crítica le atribuía. La decisión en el momento era lo que contaba. El resto, como él solía decir, era... literatura.