21 de juny del 2012

Invocando a un vengador


Tras la destrucción del poblado minero en el que vive, la joven Megan Wheeler (Sidney Penny) se encomienda a Dios y le pide ayuda ante el acoso constante que sufren a manos de los hombres del terrateniente Coy LaHood (Richard Dysart). Asistimos, pues, a una invocación clara y diáfana que, canalizada a través de la inquietante partitura musical de Lennie Niehaus, nos emplaza hacia un escenario montañoso del que surge un misterioso jinete, una especie de "ángel vengador". Respondiendo a la llamada, cabalgará decidido en ayuda de una pequeña comunidad de buscadores de oro al mismo tiempo que zanjará unas deudas de su propio pasado.



El Jinete Pálido (Pale Rider, 1985) es uno de los mejores westerns de Clint Eastwood y también destaca por ser uno de los más inquietantes y sugerentes de la historia del cine. Su enorme fuerza de atracción se mantiene inalterable al paso del tiempo y sigue teniendo una atracción casi sobrenatural, parecida a la que ejerce el misterioso personaje del "Predicador".

Eastwood controló la gestación de la película desde sus inicios y suya fue la idea inicial de revisitar uno de los westerns más interesantes jamás realizados: Raíces Profundas (Shane, 1953). Contactó para ello con los guionistas Michael Butler y Dennis Shryack, con quienes ya había trabajado en Ruta Suicida (The Gauntlet, 1977), para que crearan un argumento basado en Shane pero que se centrara especialmente en el aspecto sobrenatural del protagonista. Las indicaciones fueron claras y los guionistas poblaron el script de referencias bíblicas que hallan su mayor representación en la escena de la invocación. Como si estuviera imbuido por el carácter del "Predicador", Eastwood creó un film turbador e inquietante, que sugiere más que explica, y que concluye sin resolver la auténtica identidad del protagonista. 

La idea de localizar en un entorno montañoso (varios escenarios del estado de Idaho) le otorga al film un aura especial, lo cual le permitió a Eastwood manifestar, de una forma más clara, su personalidad como director. Con esta película, empieza a alejarse del estilo de su maestro, Don Siegel, para empezar a mostrar un sello de clasicismo autoral que llegó a la cumbre con la visión crepuscular que caracterizó a su último western: Sin Perdón (Unforgiven, 1992)

En este sentido, si comparamos El Jinete Pálido con El Fuera de la Ley (The Outlaw Josey Wales, 1976), vemos claramente que la violencia es ahora más contenida y que consigue sacarle más partido a la mínima expresión, sin necesidad de mayores alardes. Su rostro curtido y su figura icónica le permiten definir una expresividad muy personal que el público recibe de una forma muy directa. Gracias a su presencia y a sus miradas, la audiencia siempre percibe que hay mucho más de lo que muestra, reforzando el aura sobrenatural que caracteriza al "Predicador".


La película está llena de set pieces inolvidables. pero yo me quedo con toda la secuencia final del duelo entre el protagonista y el grupo del Comisario Stockburn (interpretado por John Russell, un actor clásico de westerns a quien Eastwood concedió la opción de realizar uno de sus últimos papeles en cine). Resulta sensacional la planificación visual de la escena y, en el aspecto dramático, Eastwood nos reserva la sorpresa inquietante final. Es aquella en que Stockburn le reconoce y grita desesperadamente: "You !!!"
Stockburn habría acabado con él en el pasado acribillándole el torso (en un momento de la película vemos que el Predicador tiene marcas de salida a lo largo de toda su espalda) pero éste habría vuelto del más allá para tomar cumplida venganza del cruel mercenario aplicándole el mismo castigo. Todo es sugerido, nunca se explica, y ello convierte a El Jinete Pálido en una película que trasciende el western tradicional para dejar una profunda huella en una década en que el género estaba más que acabado.

Eastwood no es un hombre religioso pero resulta encomiable como utiliza el aspecto trascendental para sus propios fines dramáticos, siendo muy consciente que eso le podía dar la dimensión épica que necesitaba para construir una buena historia. El grito final del jovencito Brandon De Wilde en Shane es sustituido aquí por el "We all love you Preacher, I love you, Thank You", a cargo de Megan. La razón se impone a los sentimientos pasionales en esta conclusión puesto que el misterioso jinete acaba desapareciendo en la espesura mientras que la colonia aurífera podrá ahora florecer tras haber barrido del mapa a LaHood y su gente.