4 de maig del 2012

Cine de autor sin complejos: Drive


Hay algo en Drive que turba y apasiona por igual. El cine es un arte complejo que admite muchas formas de expresión y el espectador puede quedar seducido por propuestas muy diversas, que acaban yendo más allá de las supuestas preferencias personales de cada uno.

La película dirigida por el realizador danés Nicolas Winfing Refn (Copenhagen, 1970) nos transporta a la esfera del cine de autor sin que apenas lo advirtamos. Propone una narrativa visual diferente que se apoya en la espléndida puesta en escena y en las interpretaciones de un formidable reparto. El guión, adaptado por Hossein Amini a partir de la novela de James Sallis, nos conduce por senderos de ritmos pausados y atenuados, en los que las miradas y los silencios expresan más que las propias palabras. 

Pero el gran aliciente de la cinta es que es capaz de combinar un tono general reflexivo y pausado con auténticas set pieces de acción y violencia que, gracias a la propuesta general, consiguen golpear con más fuerza al espectador y le transmiten una sensación de crudeza que pocas veces se experimenta en las películas que explicitan más la ferocidad o el ensañamiento.

Drive se configura como un siniestro poema urbano del siglo XXI. La narración y la interpretación se encuadran dentro de una dialéctica permanente con el entorno urbano de Los Angeles, haciendo gala de un realismo atroz que nos descubre una buena parte de los lugares más inhóspitos (y no por ello menos interesantes) de la ciudad californiana. El film funciona como un mecanismo de relojería, perfectamente estructurado, donde la audiencia tiene la posibilidad de completar algunos de los acontecimientos que el director deja deliberadamente abiertos. En esta cinta, el espectador deberá implicarse a fondo y participar de una experiencia que le exigirá más que la observancia de los hechos. En Drive hay material de sobra para incidir en la reflexión posterior. El análisis detallado de la misma permitiría la escritura de un largo ensayo que podría tratar de reflejar el inmenso valor de cada plano, de cada mirada, de cada silencio...

Ryan Gosling es indudablemente una figura emergente en el cine norteamericano actual pero, más allá de su estrellato, hay que valorar la enorme calidad interpretativa de la que hace gala cuando asume papeles en películas de más exigencia. Convertido en este "conductor sin nombre" (heredero de grandes personajes de la historia del cine), que se dedica al loable trabajo de especialista de cine mientras se gana un dinero extra transportando a delincuentes tras sus hurtos, Gosling consigue trazar la trayectoria concreta de un misterioso y apático personaje, de turbio pasado, que se acabará convirtiendo en un héroe inesperado. 

Drive es una película que incorpora personajes arquetípicos y de moralidad confusa. Sin duda alguna, no es un esquema precisamente original pero lo que le ha dado trascendencia al film ha sido la forma de presentarnos la historia a través de una factura visual pausada en apariencia pero desgarradora como el acero cuando los acontecimientos se precipitan. El éxito crítico del film se debe a la maestría del director a la hora de combinar escenas de tensión dramática muy diversa manteniendo una unidad estética y visual, que se expresa a través de un lenguaje narrativo intimista e inspirador.     

Winding Refn demuestra, además, un dominio técnico muy relevante en la planificación de escenas. Resulta magistral la secuencia inicial en la que vemos a "Driver" demostrando sus grandes cualidades como conductor mientras escapa y se camufla, como lo haría un camaleón, en la compleja trama urbana del centro de Los Angeles. Ante tal carta de presentación, que es seguida por el poderoso tema musical "Nightcall" de Kavinsky, nos preparamos para una experiencia apasionante y diferente, que nos exigirá implicación mientras nos lleva a un estado emocional del que derivará una continuada reflexión que nos perseguirá durante los días siguientes al visionado de la cinta.