27 de març del 2012

Regreso a Camelot


La dinastía de los Kennedy ha inspirado multitud de telefilms, documentales, y algún que otro largometraje de gran formato. Su larga trayectoria, que cubre gran parte del siglo XX, está repleta de historias y vivencias que insuflan un material muy interesante para cualquier proyecto puesto que su devenir camina intimamente ligado a la historia contemporánea de los Estados Unidos y eso siempre tiene interés para la audiencia.

La llamada "familia real norteamericana" o "dinastía de Camelot" ha tenido una influencia directa sobre la historia política estadounidense. A día de hoy, una cuarta generación sigue expandiéndose y haciendo valer su inalterable peso específico. 

Los Kennedy no hubieran llegado hasta tan altas cotas de poder sin el impulso de su patriarca, Joseph Patrick Kennedy Sr. (1888-1969). La biografía del fundador de la dinastía merecería varios artículos monográficos puesto que nos encontramos ante un personaje cuya trayectoria es, como mínimo, apasionante. Hijo de inmigrantes irlandeses, forjó su inmensa fortuna desde la nada. Dominado por una absoluta falta de ética, estuvo metido en toda clase de negocios y siempre salió ganando mientras la lista de damnificados por sus acciones crecía y crecía.

Tras su periplo como mecenas en Hollywood, donde mantuvo una relación sentimental con Gloria Swanson, regresó a la costa Este a principios de los 30 con una ambición política desmedida. Gracias a sus buenas relaciones con el Presidente Franklin Delano Rossevelt, consiguió ser nombrado Embajador Estadounidense en Londres. Pero le perdió su enorme ambición y sus eternas intenciones de medrar en el contexto político internacional. Representando la voz de Estados Unidos en el viejo continente, comprometió la posición internacional de su país al propugnar la idea de conciliación y entendimiento con el régimen nazi e influyó directamente en la política de apaciguamiento que caracterizó a la administración del Primer Ministro Neville Chamberlain y que, consecuentemente, finalizó con un rotundo fracaso.

Salpicado por las continuas acusaciones de derrotismo y sumisión al ascenso de Hitler, Roosevelt forzó su dimisión como Embajador y el nuevo Primer Ministro británico, Winston Churchill, aplaudió la decisión.

Habiendo dañado enormemente su prestigio político, Joe Kennedy se dedicó a partir de ese momento al objetivo de que sus hijos ascendieran a las más altas cotas de poder en las instituciones federales. Cuando el primogénito, Joseph P. Kennedy jr., murió en una misión aérea durante la guerra, el foco de atención del patriarca se centró en el segundo de sus hijos varones, John Fitzgerald, apodado familiarmente "Jack".

Y así fue como puso todo su poder económico sobre la mesa para sostener la carrera política de su hijo, primero en las sucesivas candidaturas al Congreso y al Senado, y finalmente en la campaña presidencial de 1960. 

Y es en ese momento, en la noche electoral de 1960 en la sede central de campaña en Hyannis Port (Massachusetts), cuando empieza la miniserie The Kennedys.

Escrita por Stephen Kronish y dirigida por Jon Cassar, esta propuesta de Muse Distribution para The History Channel ofrece muy diversas sensaciones al espectador. El tono general y la reconstrucción de escenarios es impecable y se aprovecha muy bien el presupuesto limitado de una miniserie para caracterizar todo tipo de situaciones y acontecimientos. Ahora bien, como en todo proyecto biográfico, hay luces y sombras que vale la pena detallar de una forma más precisa.

Puntos fuertes:

- La huella que deja en la serie Tom Wilkinson interpretando a Joseph Kennedy. El guión de Kronish se centra muy especialmente en él y lo utiliza como hilo conductor para descubrirnos los antecedentes de la familia y su influencia decisiva en el destino de los miembros de la familia. Se profundiza bastante en varios de los momentos cumbre de su propia carrera y, en mi opinión, no cabe duda alguna de que es el auténtico protagonista y el que sostiene la serie con la gran credibilidad que le aporta Wilkinson a su interpretación. 

- Aunque no llega a los niveles de Tom Wilkinson, la presencia de Barry Pepper como Bobby Kennedy es otro de los grandes aciertos de la serie. Sigo pensando que Steven Culp es el que más logró acercarse físicamente a él en Trece Dias (2000) y Linus Roache fue el mejor a la hora de aproximarse al retrato ideológico y político en el telefilm RFK (2002). Pero Pepper nos ofrece su faceta más humana y familiar y combinado con sus sucesivas atribuciones políticas, construye un personaje completo y regular. El Emmy que le fue concedido es un notable reconocimiento a su labor.

- Más allá de las interpretaciones, resulta importante valorar la ausencia de barreras a la hora de reproducir algunos de los elementos más controvertidos de la biografía familiar. En ningún momento hay un tratamiento superficial de los personajes principales. Se les retrata con sus defectos y con muchas de sus derivas morales y eso es positivo para hacer que el proyecto se diferencie de los demás que le han precedido. Se habla sin tapujos de la conducta disoluta y mujeriega de Joe Kennedy y también de JFK. Se trata de manera desacomplejada aunque de forma breve el affaire entre el Presidente y Marilyn Monroe e incluso tiene un gran peso el presunto acuerdo al que llegó el patriarca con el capo mafioso Sam Giancana para que le ayudase a conseguir los votos suficientes que aseguraran la victoria de su hijo en el decisivo estado de Illinois. Otro de los momentos cumbre que hasta ahora había sido tabú para los proyectos precedentes se rompe también aquí. Me refiero a la decisión de lobotomizar a Rosemary, la hija primogénita, tras demostrar una conducta psicótica. La decisión, tomada exclusivamente por Joe, contribuye enormemente a caracterizar el temperamento del personaje.

- Diana Hardcastle aporta dignidad y temple al sufrido personaje de la gran matriarca, Rose, y se reserva una serie de momentos de gran fuerza dramática cuando la apoplejía de Joe le deja, por primera vez, en las manos de su esposa. Katie Holmes, por su parte, es un auténtico acierto de casting puesto que, aún siendo más bella que la auténtica Jacqueline Bouvier, logra reproducir su espíritu resultando siempre muy creíble.



Aspectos menos logrados:

- Greg Kinnear nunca consigue entrar de lleno en el personaje de JFK y no se libra de la imagen ligera que tanto ha dominado su carrera. Su interpretación está a años luz de la de Bruce Greenwood en Trece Días, por poner un ejemplo.

- En el afán de cubrir un gran periodo de tiempo y muchos acontecimientos, la serie no tiene margen para al menos citar a otros hermanos cuyas vidas fueron ciertamente relevantes. No hay ni rastro de Edward, el tercero de la familia en dedicarse a la carrera política y tampoco llegamos a tener conocimiento de Eunice y Patricia.

- El final es difuso dramáticamente y necesita explicar demasiadas cosas en una serie de textos finales. De alguna forma, no consigue tratar de forma igualitaria los principales acontecimientos y, de nuevo, tenemos que lamentar la presencia de muchos personajes que son representados de forma muy simple (Frank Sinatra, Peter Lawford, John Edgar Hoover...) mientras que, por otra parte, se obvia a otros que podrían haber aportado elementos interesantes a la serie.

- Resulta bastante increíble que una serie que toma riesgos a la hora de explorar determinadas situaciones de la vida de los Kennedy, sea tan liviana y convencional a la hora de tratar el asesinato de JFK. Ya no resulta aceptable para la audiencia actual que se recurra, una vez más, a la teoría oficial del magnicidio con un asesino solitario que realizó unos disparos extremadamente precisos desde una mala posición y con el peor rifle de repetición que jamás haya existido. Todo ese pasaje es absolutamente prescindible. 

Así pues, estamos ante una serie que ofrece luces y sombras pero que, en general, consigue un tono aceptable y recomendable en varios de sus capítulos. No será la última vez que veamos a los Kennedy en pantalla pero creo que se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que esta miniserie de producción canadiense ha logrado trascender más que otras propuestas sobre la dinastía de Hyannis Port.