16 de novembre del 2009

Malditos Bastardos, Tarantino cae al abismo


Desde el estreno de Malditos Bastardos (Inglorious Basterds), han surgido opiniones muy favorables al film y también algunas otras que son todo lo contrario. Yo me sumo a estas últimas.

Como seguidor del trabajo del director y guionista de Tennessee, afrontaba el visionado de la película con expectativas altas ya que prometía mucho una propuesta ambientada en plena Segunda Guerra Mundial. Pero la visión de Tarantino sobre este periodo histórico y el desarrollo argumental que plantea despierta en mí una sensación de absoluto rechazo.

Creo fervientemente que estamos ante el peor film de su trayectoria como director. La película carece de intensidad e interés. La acción brilla por su ausencia excepto en algunos contados momentos diseminados a lo largo del metraje. Lo que más domina son unas extensísimas conversaciones, a cual más absurda, que no van a ninguna parte. Son simplemente pérdida de tiempo. Incluso, en algunos momentos, llegué a sentir vergüenza ajena ante lo que estaba viendo. La película, en consecuencia, no puede ser más decepcionante. Es como si estuvieras viendo una comedia paródica mal estructurada, con interpretaciones exageradas y poco notables.

Se ha valorado mucho la interpretación de Christoph Waltz en el papel del villano de turno, el coronel Hans Landa. Pues bien, aunque es cierto que transmite bien la imagen de crueldad, va perdiendo fuerza a lo largo del film y se acaba convirtiendo en un payaso sobreactuado que pierde cualquier posible interés que pudiera tener al inicio.

Hay presencias absolutamente ridículas como la de Mike Meyers interpretando al general Ed Fenech, o la de Martin Wuttke como Adolf Hitler. En general, el film va acumulando despropósito tras despropósito hasta generar la sensación de estar viendo un proyecto de fin de curso de algun universitario iluminado con ansias de protagonismo. Nunca hubiera podido pensar que Tarantino pudiera perpetrar semejante bodrio.

Por si no fuera suficiente, Tarantino reinventa la historia en su argumento determinando que se llegue a un final diferente y precipitado del conflicto bélico que asoló al mundo durante seis años. Este es el último disparate de una película que decepciona en todos los aspectos.

Tarantino siempre se ha jactado de admirar grandes cintas bélicas como Doce del Patíbulo pero, desde luego, en su propuesta no hay nada de seriedad y profesionalidad sino simples tonterías que, enlazadas, configuran una película absolutamente prescindible.

Lo mejor será que vuelva a ambientar sus proyectos en la época contemporánea donde su lenguaje cinematográfico encaja mucho mejor. Que deje el cine histórico, bélico, y épico para gente que sepa desarrollarlo. Lo suyo es explicar historias de los bajos fondos de Los Angeles. Con esta cinta se han confirmado los peores augurios que muchos ya vislumbraban cuando se inició la pre-produccción del film. A mí, sin embargo, me engañó. Siempre creí que sería capaz de hacer algo interesante con un material de este tipo. Se acabó, pues, la confianza ciega en su trabajo.